Capítulo 27: Ni idea

Jueves 13 de septiembre de 2018.

Damián.

Tomi puso música a todo lo que da. Está bailando y saltando por todo el estudio; Ángeles, con cara de culo, está sentada en un rincón tecleando en el celular ignorándolo apropósito. Ya le dijo como cinco veces que la clase de música que está escuchando no tiene letras apropiadas para tener en un local abierto al público, pero él no le dio bola.

—...Que bellos momentos que me dio la vida, el gran colegio nacional —Está cantando mientras salta por todo el lugar—. Las chicas más lindas, más putas de todas, con un corazón especial...

El último cliente salió del estudio hace unos veinte minutos y faltan otros diez para que llegue el siguiente.

Estoy tomando mate, solo, sentado en un banco tras el mostrador.

Y tuve maestros de todos los palos; lesbianas, gays, mucho más. Y el sexo en rebaño y la droga en el baño. Volvamos el tiempo hacia atrás...

—Dale, Tomás... Sacá eso, lo escuchamos más tarde —vuelve a insistir Angi levantando la cabeza de su teléfono.

Él continúa saltando sin prestarle atención.

Angi se levanta de su lugar y se va hasta la cocina, iracunda.

Ignorando el comportamiento de ambos, sorbo otro mate y deslizo el dedo por el teléfono para ver más cosas en el inicio. Algún meme interesante, o cualquier cosa que me distraiga de este aburrimiento.

Deslizando, me doy cuenta de que tengo un mensaje que no vi. Entro a la notificación y, para mi sorpresa, es de Tamara.

El distanciamiento en el último tiempo fue tal que pasamos de vernos todas las semanas, a enviarnos mensajes todos los días, a solamente contestarnos con monosílabos... A no haber hablado durante dos días seguidos.

Decidí no iniciar la conversación últimamente y ella tampoco comenzó la charla. Esta es la primera vez, en dos días, que me envía un mensaje.

«Hola, Dami, perdoname por haber estado borrada estos días. Me gustaría verte» El estómago me salta. Preferiría que no me afectara.

Desaparece, se corta... Vuelve cuando quiere.

¿Quién se cree que es?

Siento dolor en la mandíbula y me doy cuenta de que la tengo demasiado apretada.

«Sí, Piojita, decime cuándo» escribo.

—¿Qué te pasa, Pollo? —escucho a Tomás— pusiste una cara...

—Nada —gruño.

«Quiero pedirte disculpas» escribe ella «Estuve muy ocupada estas semanas; tuve algunos problemas»

Si «problemas» significa haber estado de joda con ese rubio alto, le creo.

—Pollo... La cara de culo que estás manejando.

«Este fin de semana tengo un compromiso» sigue escribiendo «Pero, porfa, tratemos de vernos pronto ¿Podés el siguiente finde?»

—¿Qué te pasa, Pitufito? —Angi me toca el hombro.

No sé qué aspecto tengo para que todo el mundo parezca preocupado por mí. Miro a mi amiga a la cara y ella me retira el celular de las manos. Noto como lee la corta conversación que estoy teniendo y sonríe. Me mira a la cara otra vez, amplía su sonrisa y dice:

—¿Por qué esa cara agria? ¡Te escribió! Es buena noticia.

—¡¿Qué se cree?! ¿¡Que puede desaparecerse y volver cuando quiera?!

Angi larga una carcajada. Tomás se acerca con gesto de no entender nada.

—¿Qué pasa?

—Sí ¿Qué te pasa? —interrogo a Ángeles— ¿Por qué te reís así?

—Si te molesta que haya vuelto a escribirte ¿Por qué le decís que sí? —cuestiona ella.

—¡Qué sé yo! —grito.

Estoy enojado. Y no sé si con ella, conmigo, o con los dos.

Angi teclea en mi celular y, es ella, quien se encarga de la respuesta. Ni siquiera me molesto en leer. Intento serenarme en mi lugar, desparramado en el mostrador.

Me cebo otro mate, ya está bastante frío, pero lo sorbo igual.

—Tomá —Angi me tiende el celular otra vez—, vas a juntarte con ella, vas a escuchar sus explicaciones ¡Y VAS A PONER TUS LÍMITES! —ordena—. Pero, sobre todo, le tenés que dejar en claro el tipo de relación que querés.

Miro la pantalla del celular y leo los mensajes. Angi contestó:

«Sí. Nos podemos ver el 21; es el día de la primavera y podemos organizar para hacer algo» La fulmino con la mirada antes de volver la vista al teléfono. La respuesta de Tamara es positiva.

«¡Me encanta! Podemos jugar con agua y espuma... y tengo algo para vos; quiero que charlemos»

—¿De qué tanto quiere charlar? —pregunto como si alguno de ellos tuviera la respuesta.

—Quiere aclarar las cosas —insiste Angi—, me parece lo más maduro. Tienen que poner en orden las cosas.

—¿Qué cosas? —sigo cuestionando— ¡Todo estaba bien antes de que ella empezara a distanciarse!

—Es posible que se haya tomado este tiempo para pensar en el futuro, y vos también tendrías que pensar en eso.

Me levanto de golpe. Turbado.

—¡Las minas siempre complican todo! —largo—¡Estábamos muy bien pero ustedes se hacen la cabeza con cosas al pedo!

—¡Eso Pollo! —alienta Tomás— Todas unas locas. Histéricas, vuelteras.

—¡Basta, pelotudo! —Ángeles le pega a Tomi en un brazo, pero apenas percibo el gesto.

—¡Estábamos joya! —sigo—¡No necesitábamos etiquetas de mierda!

—¿A qué le tenés miedo, Damián? —La voz de Angi pasó de ser divertida a ser dura.

Paso por al lado de ella y me encierro en el baño.

Ni idea.

N/A: No se asusten por la extensión de este capítulo, el siguiente lo estoy publicando ahora mismo para que no se queden con las ganas de más jajaja. 

La canción que está escuchando y cantando Tomás al comienzo es Down de Guasones, se las dejé para que puedan escucharla.


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