Capitulo 41: Todo se derrumba.
Desde que tenía uso de razón, la línea entre lo correcto, y lo incorrecto, el bien y el mal había sido muy delgada y en muchas casos casi invisible. Como Berserker se me había enseñado que no debía sentir culpa por tomar una vida, que de hecho debía sentirme orgullosa, por eso se me hacía difícil entender las historias humanas, que para mí a veces no tenían mucho sentido, al igual que el concepto de la muerte o en sí mismo del asesinato, junto con otros términos que no tenía muy claros, como el de la fidelidad. Mi abuelo jamás le había sido fiel a una sola mujer, claro que en su momento cumplió con su deber casándose con quien le fue impuesto teniendo como resultado a mi padre, pero por lo que tengo entendido aquella unión no duro mucho dado que mi abuelo en cuanto vio la oportunidad de ser libre nuevamente la tomo, dejando atrás a su familia, a su esposa que con su orgullo herido dejo a su familia de igual forma negándose a ser una “cornuda”. Incontables mujeres pasaron por los brazos de mi abuelo, de entre las cuales una dio a luz a mi tía quien al cumplir la edad suficiente no dudo en seguir los pasos de su padre, y al no ser una Berserker se había salvado de un destino que de seguro jamás hubiera aceptado. Para ser sincera por mucho tiempo los había admirado, diciendo que de tener una pequeña oportunidad seguiría sus pasos, una vida siguiendo el viento, sin ataduras de ninguna forma, siempre en control de sí mismos y en libertad.
No me pueden culpar por querer algo por el estilo, después de presenciar en primera fila lo que el amor le podía hacer a las personas, algo por lo que estaba segura no quería volver a experimentar jamás, menos en carne propia. El amor era algo peligroso, las parejas aunque pudieran ser felices por un corto periodo que pudiera llegar a parecer eterno, eran inestables, pudiendo implosionar desde dentro ¿Por qué arriesgarme a tal desastre? Cuando era niña incluso una vez le había preguntado a mi abuelo el porqué de que no se quisiera atar a nadie, su respuesta aún resuena en mi mente “¿alguna vez has notado que los Berserker somos los únicos seres mitológicos que no podemos identificar a nuestra alma gemela?” Recuerdo la impresión ante su pregunta ya que varias veces me había preguntado sobre el tema, pero siempre tuve miedo de preguntar como si se tratara de algún tema peligroso, un tabú del que no se debía hacer mención alguna. Yo como la niña que era sintiendo mi garganta extrañamente seca asentí con la cabeza incapaz de responder en voz alta, como si temiera que alguien me escuchase “Yo creo que eso se debe a que los Berserker se niegan a reconocer el poder de cualquier otra persona sobre ellos, a que muy en el fondo sabemos que en el momento en que encontremos a esa persona será nuestra perdición” su semblante extrañamente serio quedo grabado en mi memoria mientras continuaba “Yo preferiría morir antes de dejar que alguien me controle, que alguien más decida mi futuro, pero ese es mi propio pensamiento, llegado el momento tu también llegaras a tu propia conclusión” finalizo para mi molestia, aquello había creados más preguntas de las que había respondido, pero por una parte finalmente lo había comprendido, mi abuelo y quizás mi padre al igual que la mayoría de los Berserker que conocía, tenían miedo, miedo al amor.
Mi abuelo tenia mil amantes porque temia que al sentar cabeza le quitaran la libertad por la que había luchado su vida entera. Mi padre jamás fue demasiado afectuoso con mi madre, porque temia perder el control que le costó años de disciplina obtener, ellos habían tomados sus decisiones, lo que me parecía muy divertido ya que los hombres más fuertes que conocía, los que más admiraba resultaban ser unos cobardes, una verdadera ironía me atrevería a decir.
Pero me gustara o no, había llegado el tiempo de que tomara mi propia decisión, que de una vez por todas fijara una línea entre lo correcto e incorrecto, el blanco y el negro, lo aceptable y lo imperdonable. Amaba a Mathew, por Odín que lo hacía, y eso me aterraba de más formas de las que creía que existían, mis dos grandes temores eran simples, perderlo y que no fuera suficiente, no me mal entiendan, esto no tenía nada que ver con nuestras posiciones sociales ni nada por el estilo –eso no podría importarme menos-sino a lo que le temía era que mi amor por el no fuera lo suficientemente grande como para mantenerme a su lado, a final de cuentas había quedado demostrado que incluso el más poderoso de los Berserker era un cobarde y su más grande miedo era el amor, así que si, tenía miedo a que lo que tenía con Matthew no fuera suficiente, a que en el primer momento en que se presentara la oportunidad, me convertiría en una copia de mi abuelo o lo alejara como mi padre, en que al final mi otro miedo se hiciera realidad y terminara perdiéndolo. Quizás fue por eso que en cuanto vi la mirada de Vasily no hice nada para detenerlo, aunque sabía que era mi deber hacerlo, pero la oportunidad estaba ahí, en bandeja de plata, mi alma gemela, el momento, todo era demasiado perfecto, como si alguien hubiera envuelto con un lindo moño rojo mi oportunidad para tomar un poco de control, de libertad que no supe perdidas hasta que sentí los labios del león sobre los míos.
El torneo estaba a horas de comenzar, y en lo único que podía pensar era en que había sido infiel, en que había cometido el mismo acto que había arruinado a mi familia años atrás, al parecer la manzana no caía muy lejos del árbol. No me sentía mal por lo que había hecho, y una voz en mi interior me decía que no había hecho nada mal, que lo mejor sería quedarme callada, y que incluso llegado el momento podría repetirlo, asumía que esa era mi cobardía hablando, tome una larga bocanada de aire escuchando la puerta de la habitación abrirse, no tener un súper olfato como el de los leones para saber de quien se trataba, ya las instrucciones habían sido dadas, y cumplidas tan solo quedaban las respuestas y por supuesto, el tiempo de calidad ante el momento que definiría mi vida, o quizás nuestras vidas. Me gire sacando mi mirada del bosque por primera vez en toda la mañana luego de que Vasily había decidido salir a ver cómo iban las cosas en la reservación, aunque creía que esa era más bien una excusa para poder salir a reflexionar sobre lo sucedido en privado.
-Elena –La voz de Mathew me saco de mis pensamientos, sintiendo una rara opresión en mi pecho, vi su sonrisa ser reemplazada por unos ojos llenos de sorpresa, al mismo tiempo que sentía mis mejillas humedecerse ¿estaba lloviendo? ¿Dentro de la casa y con un bello sol afuera? Poco probable, la opción más lógica era la obvia pero la más difícil de creer, estaba llorando ¿Por qué? No lo sabía, ¿podía parar? Al parecer no. –Hey ¿Qué sucede? ¿Te duele algo? –la preocupación en sus palabras fue demasiado obvia, vi cómo se acercaba a mí y lo deje hacerlo pensando que encontraría consuelo y confort pero en su lugar, en el momento en que sus manos tomaron mi rostro, mi corazón dio un vuelco doloroso, que logro que me alejara, como si su mero toque me quemara, y de cierta forma lo hacía. -¿Elena? –Pregunto esta vez viéndome con confusión intentando volver a tocarme pero deteniéndose al ver mis ojos, los que probablemente mostraban el temor que inundaba mi cuerpo. La confusión fue dando paso al dolor en su mirada, un dolor que yo había provocado y que él no debería sentir, el no había pecado, yo sí, el error había sido mío, él no tenía por qué pagar por él.
-Te engañe –Logre murmurar sintiendo ahora como mi garganta se cerraba, negándose a pronunciar otra palabra, aunque de todas formas no planeaba decir nada más, no daría excusas, llegados a este punto lo único que podía hacer era reconocer mis errores, y pedir perdón, esperando recibirlo o no, aun no estaba del todo segura de lo que quería.
-¿tu…? –Las palabras murieron en sus labios a medida que se alejaba, por un momento que me pareció eterno vi las diferentes emociones pasar por sus ojos, de la confusión, al entendimiento, dando paso a la rabia, la furia, y finalmente el dolor, toda esa gama de emociones se mostraron reflejadas con claridad en sus ojos, e incluso creía poder sentirlas en carne propia. -¿Cuándo? –Deseo saber, pero yo calle, no sabía que decir, no estaba segura del cómo reaccionar, me perdí un momento hasta que sentí sus manos envolver se en mis brazos con más fuerza de la que jamás pensé que Mathew sería capaz de ejercer sobre mí.
-Anoche…-Respondí en un hilo de voz, evitando dejar escapar un quejido de mis labios, su agarre dolía, demasiado y si no fuera un alma estaría segura de que dejaría algún tipo de marca sobre mi piel.
-¿Qué hicieron? ¿Esa fue la primera vez? ¿Te gusto? –Sus preguntas salieron de sus labios a una rapidez que me hizo difícil seguir las, menos pensar en respuestas adecuadas. -¡Responde! –Me exigió en un grito que salió casi como un ruego desesperada, pero antes de que pudiera hacer algo lo sentí, sentí algo que jamás creía que llegaría a sentir, era Mathew, él se había metido en mis pensamientos, en mis recuerdos, aquello me dejo helada.
Quizás se pregunten, porque esta intromisión me había sorprendido tanto, a final de cuentas no era la primera vez que mi hadita rondaba en mi cabeza, la diferencia de esta vez con las anteriores, es que yo en cuanto el atravesó esa puerta, le negué la entrada a mi cabeza, me cerré creando un muro alrededor de mi mente, una clara señal de que no lo quería dentro, cosa que Matt siempre había respetado, hasta ahora. El cómo su mente se imponía por sobre la mía, era algo difícil de describir, y era atemorizante, me sentía expuesta como nunca antes en mi vida.
-¡Aléjate de ella! –De un momento a otro sentí como era jalada a la realidad, escuchando unas palabras en latín que no supe reconocer, vi como Mathew prácticamente volaba a otra parte de la habitación, todo fue tan rápido que no pude reaccionar hasta que sentí las manos de mi tía rodear mi rostro con preocupación -¿Estas bien? –Me pregunto a lo que yo tan solo atendí a negar de forma temblorosa con la cabeza, jamás creí decir o pensar estas palabras, pero me sentía abusada, Mathew había entrado en mi mente sin mi consentimiento, había visto todo lo que quiso y más aún, me había quitado mi control, mi libertad, mi privacidad, todo en lo que creía, y no sabía cómo reaccionar ante eso.
-Elena –Escuchamos murmurar viendo como el hada se levantaba del suelo con algo de dificultad, por un segundo sus ojos reflejaron arrepentimiento más del que había visto en cualquier persona antes. –Lo siento… Yo… -Extendió una mano hacia mí, y sin querer todo mi cuerpo se estremeció, sentí mis rodillas fallar y caí al piso cerrando los ojos sosteniendo mi cabeza aterrada. Gracias a la intromisión del hada, muchas de las cosas que había mantenido encerradas en lo más recóndito de mi cabeza habían salido flote, y no podía hilar ningún pensamiento, todo estaba demasiado oscuro, demasiado caótico, dolía, me lastimaba de una forma en que no pensé que pudiera ser posible.
-Largo –Pronuncio mi tía dando paso a un profundo silencio que pareció robarle la voz a todos, lo siguiente que escuche fueron unos pasos dirigiéndose a la salida, la puerta se cerró, y me volví a derrumbar escuchando como un eco lejano las palabras de consuelo de mi tía.
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