Capitulo 27: No todos los planes salen bien.
No podía respirar, todos a mi alrededor parecían moverse increíblemente rápido, de forma tan veloz que apenas podía estar atento a todo lo que hacían. Los pacientes entraban en la sala de emergencia mientras los doctores y el personal de emergencia corrían por el lugar haciendo su mejor trabajo, podía sentir una mano en mi hombro, brazos a mi alrededor, alguien intentaba reconfortarme ¿Por qué? ¿Qué había pasado? ¿Por qué necesitaba consuelo? ¿Había perdido algo? ¿Había perdido a alguien…? Mientras era abrazado pude reconocer a la persona que era internada en el hospital en una camilla, oh eso había sucedido.
No me di cuenta en que momento había tomado asiento o cuando había tomado un taza de café, pero ahora estaba sentado en la sala de espera del hospital con una taza vacía entre mis manos, a un lado podía escuchar murmullos, susurros, como si se tratara de una voz lejana, extraño tomando en cuenta que provenían de Alma quien estaba sentada a mi lado repartiendo palabras de consuelo a diestra y siniestra.
-¿Familia Rask? –Escuche preguntar de una voz que me parecía familiar. Levante mi cabeza para ver al hombre de bata blanca que asumí que era el doctor a cargo. – Pueden pasar a ver a la paciente –Nos informó logrando que esta vez me pusiera de pie caminando junto a Alma quien me sostenía del brazo como si necesitara ayuda para caminar.
Jamás había notado lo blanca que eran las paredes de los pasillos, o el fuerte olor a desinfectante en sus pisos, pero ahora sentía que eran demasiado claros, demasiado fuertes y potentes, me hacían sentir enfermo. El blanco y la luz del sol me mareaban pero logre llegar a la habitación donde estaba ella. Me acerque a paso lento pero seguro a su camilla, viendo que tenía algunas cosas conectadas a sus delgados brazos, seguí los cables con la mirada viendo la bolsa con suero y otra bolsa con un distinto medicamente. Mi mirada volvió a ella ascendiendo por su bata de hospital, blanca con lunares de un color entre negro y verde claro, poco a poco seguí subiendo hasta llegar a su rostro, que había retomado su color original, ya no estaba pálida como cuando la vi entrar a emergencias, su rostro lucia pacifico, como si estuviera un tranquilo sueño.
-¿Y cuándo va a despertar? –Pregunto Alma al doctor mientras yo pasaba la punta de mis dedos por su rostro en una suave caricia.
-Ella entro con graves heridas, que sorprendentemente lograron curarse antes de tener que realizar cualquier procedimiento invasivo…-Murmuro el doctor con algo de inseguridad en sus palabras.
-Sí, sí, en mi familia gozamos de buena salud, son los genes, ahora ¿Cuándo despertara? –Volvió a preguntar ahora con un tono más incómodo.
-Bueno… Ya hicimos todos los estudios que podíamos hacer, y no hay absolutamente nada mal con ella –Dijo mientras yo estaba distraído viendo su rostro recordando la época cuando era una niña y solía verla dormir –Cerebro, corazón, todo está en perfecta orden y funcionando.
-¿Qué está tratando de decir?
-Que no hay explicación médica para que ella siga “así” –Aquello llamo mi atención haciendo que le viera con una ceja alzada –Hemos intentado despertarla, pero nada de lo que hemos hecho a dado resultado, estamos en terreno desconocido aquí.
-Pero ustedes son los doctores, se suponen que tienen que saber que le paso –Alzo un poco la voz Alma como si quisiera saltar a la carótida del pobre doctor.
-Está bien –Les llame la atención a ambos –Quiero un segundo a solas por favor.
-¿Estás seguro? –Me pregunto mi hermana viéndome claramente con preocupación, tan solo me acerque a ella con una sonrisa en mi rostro.
-Lo estaré, ahora ve a fuera –Alma asintió con la cabeza retirándose con el doctor, cerré la puerta detrás de ellos y camine hasta mi pequeña. –Lo siento…-Murmure sintiendo un nudo en mi garganta, al mismo tiempo que tomaba una de sus manos entre las mías –Lo siento tanto, debí haberte protegido… Debí saber –Susurre esta vez sintiendo las lágrimas caer sin control por mi rostro a medida que de a poco iba cayendo al piso de rodillas –Te falle –Dije finalmente llorando mientras sostenía su mano con fuerza aferrándome a la poca calidez que esta tenia ¿Cómo habíamos llegado a esto?
Hace unas horas…
Corría por los pasillos que ahora estaban inundados por el calor y el humo, viendo que podía hacer, como pude ayude a algunos de los miembros del personal de la casa a salir, y huir de las flamas, y por más que había preguntado nadie sabía cómo o de donde había comenzado el fuego. Recordé que tenía algunos archivos en mi despacho que debía salvar por lo que corrí a mi despacho lo más rápido que pude.
-¿tus papeles son más importantes que tu hija? –Escuche preguntar al entrar viendo a dos personas vestidas de negro, una sentada en mi silla y otra sobre el escritorio.
-¿Disculpa? –Pregunte moviendo con cautela mis ojos por la habitación, notando que ellos no eran los únicos en el lugar.
-Oh cierto, no importa porque ella no está aquí ¿cierto? La ayudaste a escapar –Respondió la persona sobre el escritorio que por su complexión parecía ser una mujer.
-Sabes muy bien que eso no está permitido y las consecuencias de tus actos –Añadió el que estaba sentado en mi silla, bueno, eso había sido rápido, pensé que tendría un par de días antes de que algo como esto sucediera.
-Bueno, ahora mismo podría negar todo lo que están diciendo –Conteste caminando hasta uno de los estantes sacando una botella de vodka junto con un vaso –Pero, creo que sería inútil llegados a este punto –Me serví un trago dejando la botella sobre la mesa –Así que ¿Qué quieren? –Pregunte levantando el trago para luego tomármelo de un solo trago, vaya que era bueno, podía sentir como quemaba mi garganta, un buen vodka en realidad.
-Queremos a tu hija, esta vez nos la llevaremos y la mantendremos a salvo y segura hasta el día de su compromiso –Me explico la chica sentada en su escritorio –Así que no hagas esto más difícil para ti, o para nosotros y entrégala.
-Bueno, verán –Dije dejando el vaso sobre la madera del mueble mientras llevaba mis manos a las mangas de mi traje arremangándolas para poder moverme mejor –No pienso entregar a mi hija, así que, si la quieren tendrán que pasar sobre mí primero –Sonreí tomando un hacha medieval que estaba pegada a la pared, serviría para la pelea.
-Esperaba que dijeras eso –Junto sus manos el varón sentado en mi escritorio haciendo un ademan con la mano para ordenarle a todos los que estaban en la habitación que me atacaran.
No era alguien que disfrutara de ensuciarse las manos, pero esta vez era necesario, por lo que no dude en enterrar el hacha en el hombro del primero que se me acerco, para tirarlo contra el que se acercaba a mi derecha sacando el hacha de su carne mientras los pateaba lejos de mí. Patee en la cara a uno que venía de frente dándole un hachazo en el estómago para luego golpear a otro en la cabeza con la parte no filoso de la chuchilla. Tuve que agacharme para evadir algunos ataques por la espalda pero logre hacer una barrida tirando a dos al piso, recibí un golpe en mis costillas al colocarme de pie antes de que pudiera colocarme de pie, solté algo de aire sosteniendo la parte afectada, para sacudir el hacha enterrándola en la cabeza de alguien. Los golpes seguían viniendo, sin importar a cuantos tirara al piso, su fuerza no era considerable, pero tenían la ventaja del número, y bastante resistencia, yo por mi parte no había formado parte de una batalla tan activa desde antes que Elena naciera, por lo que ya podía sentir el cansancio recorrer mi cuerpo, haciendo que mis movimientos se volvieran cada vez más lentos. En momentos como estos odiaba el que los supresores funcionaran tan bien, y que al ser tan responsable jamás olvidara tomarlos, de otra forma estoy seguro que podría seguir con la pelea hasta el amanecer dándole tiempo a mi hija de llegar lejos.
-Deberías concentrarte más –Alguien murmuro en mi oído y antes de que pudiera girar mi cabeza por completo sentí un fuerte golpe en la cabeza que me tiro al piso. –El gran Frederick Rask, la cabeza de una de las familias más importantes de Berserker en el mundo, caído por un segundo de descuido ¿Quién lo diría?
-Bueno, estoy un poco viejo para esto –Respondí con una ligera sonrisa intentando pararme de nuevo recibiendo una patada con fuerza en mi estómago que logro que escupiera sangre.
-Por más divertido que esto pueda llegar a ser, es hora de los negocios –Dijo mientras usaba su pie para darme la vuelta dejando la planta de su pie sobre mi cuello -¿Dónde está tu hija?
-Muy lejos de aquí –Sonreí logrando sentir como hundía su pie en mi piel, dificultándome el respirar.
-Por lo general haría más preguntas, pero ambos sabemos que no vas a responder, por lo que iremos con el plan B –Afirmo moviendo su mano logrando que la chica sobre el escritorio se bajara de su lugar para acercarse a nosotros. – No podemos matarte, pero Elena es una buena chica, de seguro vendrá cuando su Padre este enfermo o sin alma… -Murmuro lo último con malicia, la mujer ahora había sacado ahora una pequeña flauta, comenzando a tocar una suave melodía. Abrí mis ojos con sorpresa escuchando el cada vez más cercano revoloteo de alas acercándose. Sabía perfectamente que significaba aquello, apreté mis puños con fuerza para luego soltarlos cerrando mis ojos, mientras aceptaba mi destino, si este era el precio que debía pagar para asegurar la felicidad de mi hija, en ese caso, aceptaría que los Sluagh se llevaran mi alma. De repente un ruido sordo se hizo presente y pude ver a la chica en el suelo con un cuerpo sobre ella.
-Aléjate de mi Padre, antes de que te arranque el cuello –Vi hacia atrás encontrándome con la mirada encendida de mi hija, su ropa estaba algo quemada y con varias manchas de sangre, pero parecía estar bien a parte del notorio cansancio en la forma en que jadeaba.
-Vaya, vaya, la hija prodigo vuelve a casa –Aplaudió sacando un arma de su bolsillo quitándole el seguro para apuntarle a mi hija y antes de que pudiera decir algo cambio su blanco a mi frente. –Se una buena chica y suelta tus armas –Dijo con diversión, pude ver la frustración en el rostro de Elena y como apretaba sus bastones con fuerza para finalmente dejarlos caer –Parece que el plan B no será necesario.
-Es muy tarde –Nos llamó la atención la mujer que había caído hace unos instantes –Ellos ya están aquí, y quieren un alma.
-La de un moribundo o la de un inocente –Me miro a mi y luego a mi hija –Si te disparo, los Sluagh se llevaran tu alma para siempre, pero si no lo hago secuestraran el alma de la persona más inocente aquí, y creo que ambos sabemos a quién le pertenecerá esa alma –Apunto a mi hija con la mirada notando la confusión y luego la desesperación en su mirada.
-Dispárame –Dije con seguridad en mis palabras aceptando mi destino.
-¡No! –Se negó Elena gritando con fuerza.
-Esta es mi decisión Elena, tu no deberías estar aquí –Hable con seguridad en mis palabras –Vete de aquí, mientras puedes, comienza una nueva vida, se feliz –Le desee sonriendo levemente.
-¿Realmente piensas que soy ese tipo de persona? –Pregunto para mi sorpresa – Jamás te dejaría atrás, porque si, amo a Mathew, pero tú eres mi Padre y nunca podría dejarte atrás –me sonrió mientras se arrodillaba en el piso escuchando cada vez más cerca el maldito aleteo.
-No, Elena, soy tu padre, yo debo protegerte a ti –Negué haciendo un intento para liberarme de mi captor, pero era inútil, yo estaba agotado y él tenía más fuerza que yo.
-Tú me enseñaste a ser fuerte, estarás bien –Dijo con calma viéndome con cariño, mientras yo me removía con fuerza sin lograr nada. –Cuida a Mathew por mi ¿sí?
-¡No! ¡Elena! –Grite con desesperación al mismo tiempo que una bandada de cuervos negros entraban por la ventana rompiendo los vidrios rodeando a mi pequeña hasta que su silueta fue oculta por las negras alas de las aves, pude ver un pequeño destello rojo como una luz de neón muriendo para que finalmente las aves se alejaran de Elena por el mismo lugar que por el que llegaron. Por un instante todo quedo en silencio, me quede mirando los ahora vacíos ojos de mi niña hasta que cayó al suelo como un peso muerto.
-Deberías estar orgulloso, tienes una valiente hija –Dijo el sujeto con el arma sacando su pie de mi cuello guardando su arma –Puedes quedártela hasta el compromiso, ah y si se te ocurre llevártela, te recomiendo recordar que de hacerlo, ella jamás recuperara su alma lo que sería un adiós para siempre –Comenzó a caminar a la salida siendo acompañada por la chica que asumía que era una bruja por la forma en que invoco a las criaturas. –Ten una buen noche –Hizo un gesto con la mano despidiéndose mientras salía por la puerta con tranquilidad. Nada de lo que dijo me importo, tan solo me acerque a mi niña hasta que logre llegar a su lado, sentándome con algo de dificultad para poder sostenerla entre mis brazos.
-Lo siento…Lo siento –Me disculpe cerrando los ojos mientras la abrazaba con fuerza. No había peor sentimiento para un padre como cuando sabes que has fallado en proteger a tus hijos, a tu sangre, a tu pequeño, a tu sol, y yo, yo había fallado
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