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Las gotas del suero caen, Lwis sostiene tu mano se ha quedado dormido tambien, yo los miro desde el rincón, los paramédicos me han obligado a curarme la mano.

Odio todo sobre este lugar, odio que estés en esa cama, odio a los doctores, odio a Lwis, me odio a mi.

Sin embargo tu despiertas, pero no gritas de dolor o terror, ni si quiera preguntas por mi, solo miras a Lwis y le agradeces.

- ¿Qué fue lo que pasó? - Le preguntas.

- Tuviste un ataque de ansiedad severo, agravado por muchas otras cosas que no vale la pena mencionar - Te explica - ¿Quien te dio esas pastillas?  - Te pregunta.

- Un compañero de clase... - Susurras - Dijo que me harían sentir mejor, que podría dormir en el ligar extraño, que no me picaría más el detergente, que las cosas serían más fáciles... Que no pondría enojada a Sam...

- ¿Sabes lo que te tomaste?  - Te Preginta de nuevo, yo me siento vacía por dentro.

-

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