Incomodidad, perfección, tu cara de inconformidad estaba más que marcada, tu ceño fruncido, no te podías adaptar al pequeño closet o a la alacena desordenada, yo siempre había sido un caos, pero al saber de tu llegada me había esforzado en organizar, pero al parecer no lo había hecho lo suficientemente bien.

Pero todo eso parecía haber pasado a un segundo plano, te pusiste a organizar las latas por color y a etiquetar las especias, limpiaste el baño y la cocina, las dejaste rechinantes, reorganizaste la sala y el librero nunca se había visto más perfecto, la casa lucía como nueva, como una revista, lo único que logro turbarte lo suficiente fue el hecho de no tener una habitación propia, simplemente fue demasiado para ti tener que compartir conmigo, fingiste terriblemente que no te alteraba.

Oh Cherm, me dolió en el alma, pero siempre supe que esto no sería sencillo, entiendo que no es que no quieras estar conmigo, es que estás abrumada por los cambios y necesitas tu propio espacio.

Está bien, está bien Cherm, es doloroso pero lo entiendo, así que abrimos un espacio en el estudio, pusimos tu cama, acomodamos tus cosas.

A decir verdad no se veía nada mal, y por primera vez desde que llegaste sonreiste levemente.