Las cajas estaban apiladas, tus lentes cayeron al suelo junto con el montón de libros, tu trasero chocó con la jardinera y tu cabello alborotado se atoró en el pequeño arbusto de la entrada.

- ¡Cherm! - Grité dejando las cajas en el suelo y corriendo hasta ti - ¿Estás bien? - Pregunté preocupada mientras desenredaba tu cabello.

- Es obvio que no lo estoy Sam, me duele el trasero, tus preguntas son demasiado vagas - Respondiste tratando de incorporarte.

- Si puedes responder tan energicamente supongo que no es grave - Reí.

- Te burlas de mi desgracia, que cruel - Me dijiste buscando tus gafas, yo las tomé del suelo y te las entregué.

- Y tú amargada - Te pusiste tus gafas - Pero eres mi amargada.

- No le pertenezco a nadie, y mis padres perderán jurisdicción sobre mi en unos meses - Comenzaste a recoger tus libros.

- De manera simbólica Cherm - Me quejé haciendo un puchero.

- Eso se llama matrimonio Sam, y hasta donde recuerdo no nos hemos casado - Dijiste metiendo los libros a la caja, me agaché a ayudarte.

- ¡Entonces cásate conmigo! - Grité emocionada.

- Que propuesta tan vaga, ya vivo contigo - Tomaste la caja y entraste a la casa, me quedé de pie afuera, quería llorar - Pero si eso te hace feliz esta bien, firmaré ese contrato anticuado.

- ¡Te amo! - Grité emocinada y entré a la casa dando saltos, te abracé y te besé con lágrimas de alegría.

- Si, si, si, pero hay que terminar esto primero- Dijiste estresada por el exceso de ruido.

- ¡A la orden capitan! - Grité y salí corriendo por las cajas.

No recuerdo haber hecho algo más alegre en mi vida.