Prefacio
Tú...
Con tu cabello cobrizo.
Ella...
Sola lo hizo.
Él...
No estaba involucrado.
Yo...
Quedé impactado.
Impactado...
Cuando te vi por primera vez, nunca pensé que eras una flor llena de espinas.
Mire tus ojos avellana, eran preciosos, hermosos.
Algo ocultaban.
Había un secreto, no descubierto y decidí que estaría envuelto.
Por esa chica, esa rosa. Esa mentira llena de sangría.
Desolada, que buscaba alegría.
¿Quién eras?
Un alma en pena...
Yo...
De ninguna manera, dejaría que,
Ella...
Ganaría la guerra.
Él...
Estaba perdido.
Yo...
Sería el dueño, de tu destino.
—Un poema de Estuarth Magdaly.
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