La niña de al lado
Ella lloraba. La niña de al lado lloraba. Su largo pelo negro no me dejaba ver su cara. Solo sus sollozos me decían que lloraba.
Quise hacerla reír, pero mis palabras no bastaron. Me llegó su mirada al llamar su atención, la tristeza de sus ojos me estremeció el corazón. Me quedé un rato a su lado, no sé si mi presencia la consolaba, pero dejó de llorar al pasar el tiempo. Me miraba a momentos, a veces parecía que comenzaba una sonrisa, pero luego se opacaba como la noche al día.
"Quisiera hacerte sentir mejor, pequeña, pero tengo que irme", le dije. Ella se asustó, se levantó tras de mí, sujetó con suavidad mi camisa. El toque era tan ligero que no lo sentí, pero supe que me tocó al voltearme para despedirla.
Me alejé poco a poco de ella, su llanto comenzó de nuevo. Me miraba con tristeza, y cubrió su carita de mármol pálido con sus manos.
Dejé de mirarla, mi vista se nubló, luego un estruendo, luego oscuridad. Ya no estaba la niña de al lado, pero a mi alrededor todos lloraban. Mis palabras no se escuchaban, nadie me decía lo ocurrido. Así pasó el tiempo, hasta que me llevaron junto a ella. Ahora sonreía, estaba linda, reluciente, feliz. Me tomó de la mano, ahora su toque era firme, tierno y cálido. Me llevó a inocentes saltitos hacia el lugar donde la conocí.
Al llegar, me señaló mi sitio. Ahí, justo a su lado, quién lo diría. Mi sitio, el lugar donde descansaré es justo donde vi a la niña de la tumba de al lado.
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