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💝 «Atrapado en un sueño» 💝
— Decide ya, hombre. Estás estorbando el paso — gruñó el señor de bigote, sin esforzarse por ocultar su molestia la siguiente vez que el rubio estuvo a punto de entrar a la cabina que estaba próxima a salir de la estación, retractándose de su elección en el último segundo.
El tiempo de meditación con que había contado para convencerse de seguir adelante con eso, mientras su acompañante se encargaba de comprar los boletos para montar el teleférico, no parecía haberle servido de nada ahora que se encontraba frente a frente con su peor enemigo y es que no importando los mantras y las frases de auto motivación, Luhan veía imposible el llegar a poner un pie dentro de la cabina.
¿Por qué, de todos los chicos en la ciudad, Sehun había tenido que fijarse en el único capaz de arruinar su primera cita debido a una estúpida fobia?
Frente a él, la mujer que acompañaba al bigotón no tardó en secundar su comentario, aludiendo a que el encargado no podría cerrar las puertas y poner en marcha el mecanismo hasta que todos los pasajeros hubiesen montado y si Luhan continuaba plantado a mitad del camino entre ingresar o permanecer en la estación, entonces nunca llegarían a comenzar el viaje.
— Lo siento, no quisimos molestar.
Atravesándose entre su pareja y los dos que a cada palabra se volvían más groseros al dirigirse hacia el rubio, Sehun dedicó una corta reverencia a todos los pasajeros que ya se encontraban en la cabina y aunque no merecían su amabilidad, tuvo cuidado de no perder la propiedad o el tono suave que cubría su voz, mientras les decía que:
— Mi novio sufre de acrofobia, pero es mi cumpleaños y él quería darme algo especial — mintió — Este es mi lugar favorito en el mundo, pero aunque es algo muy difícil para él, aun así está intentando llegar a la cima, por mí. ¿Podrían, por favor, concedernos un minuto más?
Al fondo, la chica que acompañaba a un simpático joven y el matrimonio que había subido con sus dos pequeños, se unieron entonces para asegurar que no tenían ningún problema en esperar y es que, encontraban adorable el gesto que Luhan intentaba tener para con Sehun, además de que comprendían las dificultades que atravesaba al padecer de una fobia.
Solos, sin nadie que apoyara la molestia provocada por su propia impaciencia — al fin y al cabo, no llevaban tanto esperando y a esa hora eran pocos los que llegaban para hacer fila en la estación — los dos que habían comenzado aquello, no tuvieron más remedio que resignarse a la opinión colectiva, girándose para evitar la mirada triunfante de un fanfarrón pelinegro.
— Ahí lo tienes, hyung — sonrió el coreano, al volverse para encarar a un pálido rubio que todavía miraba a la cabina como si fuese un temible monstruo come ciervitos — Respira, tómate tu tiempo y dime cuando estés listo. No olvides que si quieres irte, también podemos dar la vuelta e ir a otro sitio.
— N-No, yo... q-quiero subir, pero tengo m-miedo.
Si el rosa en sus mejillas se debía a la vergüenza que aquellas palabras le provocaban o al pánico tan abrumador que desde hacía rato le dominaba, Sehun no dio muestras de querer mofarse de ninguna de las dos opciones. Al contrario, escuchar que el otro tenía el suficiente valor como para admitir y mostrar lo que sentía, no hizo más que fascinarlo al punto de acercarse y besarlo en la nariz.
— Hagámoslo juntos — susurró y deslizó las manos hasta rodear su cintura. Luhan se dejó hacer, apretujándose cuanto podía hasta que sus manos se aferraron al cinturón del menor y su cabeza reposó a la altura de su pecho — Cierra los ojos, abrázate fuerte a mí y no pienses en nada que no sea mi voz. ¿Escuchas el sonido de mi corazón? Según estudios, en una primera cita, el corazón alcanza las 130 pulsaciones por minuto.
Mientras hablaba, Sehun los arrastraba al interior de la cabina, acomodándose entre el resto de los pasajeros. La atención que les dedicaban se esfumó al instante en que el empleado se acercó para cerrar las puertas y dar comienzo al viaje, pero la voz del coreano continuó susurrando datos médicos sobre el amor, contra el oído del rubiecito que permanecía bien abrazado a su cuerpo.
En algún punto, Luhan se sintió lo suficientemente valiente como para echar un vistazo al paisaje por encima del hombro de su pareja. Fue una pésima idea, pues si bien la vista era increíble — con todas las luces de una ciudad que poco a poco se sumía en el manto nocturno que no necesitaba de estrellas para brillar — la altura le provocó vértigo, obligándolo a esconder el rostro de nuevo.
Para cuando llegaron a la cima y fue momento de abandonar la cabina, Sehun los guio como antes, empujando con suavidad el bultito tembloroso que se refugiaba entre sus brazos. Luhan no podía verlo, así que no tenía forma de descubrir la radiante sonrisa que decoraba sus labios al haber terminado convertido en algo así como un príncipe azul o un superhéroe.
— En tu opinión, qué me quedaría mejor. ¿Una capa o una corona? — preguntó, mientras se alejaban del teleférico.
Luhan detuvo sus pasos y aprovechando que aquel cambio de tema le iba bien a su intención de fingir que no había tenido un vergonzoso episodio de pánico unos momentos atrás, meditó sobre cuál sería la mejor respuesta para una pregunta sin contexto. Al final, sonrió y dijo:
— Una bata de médico.
Subieron el tramo que faltaba para alcanzar la torre, Sehun no mencionó la acrofobia — aunque debía preguntarse desde cuándo y por qué razón la padecía — intentando centrar la conversación en cuanta trivialidad le pasaba por la cabeza. La charla animó a Luhan, pero fueron los negocios de comida los que consiguieron hacerle pegar de brincos a su alrededor.
— ¿No estabas tiritando de frío cuando te encontré en la parada de autobuses? — se mofó el menor, al verlo detenerse frente a un puesto de helados.
— Calla, calla. Todavía tengo algo de frío, pero necesito una buena dosis de azúcar después de haber montado en el teleférico. Eres médico, no querrás que me dé un ataque, ¿o sí? — devolvió Luhan.
Rindiéndose a complacerlo, Sehun ordenó dos helados con mermelada de fresa y estaba ideando la forma para sostenerlos sin derramar y pagar, cuando Luhan apareció a su lado, tendiendo al dependiente el pago exacto por su consumo. Diciendo que aquello era un pago justo por su amabilidad en el teleférico, el rubio lo invitó a probar de su helado y continuar el recorrido.
Fue una experiencia agradable el viajar en ascensor hasta la cima de la torre, donde los miradores se encontraban. Luhan por fin pudo disfrutar de la vista, aunque tenía cuidado de no asomarse por demasiado rato a los cristales, la altura jugándole en contra al animar la sensación de vértigo. Y entonces, Sehun decidió que sería buena idea echar un vistazo a la tienda de regalos y conseguir un candado para cumplir con el punto crucial de la cita. No lo fue.
— ¿Sehun y Dahye? — leyó el rubio, inclinándose con indignación sobre el montón de candados grabados que había a la venta —¿Quién es Dahye?
— Hyung, no creerás que vine con esa persona. Debe ser mercadotecnia, usan nombres comunes para vender los candados — se defendió el coreano, visiblemente nervioso por la mirada iracunda que acababa de recibir.
— ¿Piensas que "Sehun" es un nombre común? — Luhan arqueó una ceja — ¿Con cuántos tú te has cruzado en toda tu vida?
— B-Bueno... pues con ninguno, pero en la secundaria había un Seung Hoon en mi clase y Seung Hoon es parecido a Sehun.
Mirándole como si no creyera que él mismo se tragaba las cosas que acababa de decir, Luhan siguió su camino, aquellos bonitos ojos de ciervo todavía pendientes de los nombres que se hallaban grabados en las piezas de metal. No había alcanzado a superar la infantil indignación cuando un muro con garabatos apareció en su camino con cosas escritas como: «Sehun y Hyejin» o «Sehun y Minji».
— Este sí que no puede ser coincidencia — espetó, su pareja casi sufriendo un ataque al detenerse a su lado y leer, con cierta dificultad, las letras disparejas en que alguien había ido a escribir «Sehun y Yeon Seok».
Antes de que Luhan pudiera confesar que su crisis no era más que una simple broma para molestar al menor, Sehun tiró de su mano para apartarle del muro y no se detuvo hasta conseguir un sencillo candado de color amarillo y un rotulador permanente. Entonces llevó al rubio hasta la terraza, aquella a donde se suponía que las parejas acudían para dejar su marca.
— ¿Qué estás haciendo? — le preguntó Luhan, viéndole garabatear algo que no se parecía en nada a los caracteres coreanos. Sehun no respondió, hasta que hubo terminado de escribir sobre el candado y entonces, se lo mostró.
— Jamás vine aquí con nadie más y la única vez que quise colgar un candado fue cuando traje a un precioso ángel con miedo a las alturas. Mi ciervo es chino, así que creo adecuado escribir nuestros nombres en un idioma que sólo él entienda.
Y tal como había dicho, sobre el metal, se hallaban escritos con una caligrafía que en nada se parecía a la de los candados que antes habían visto y en un idioma completamente distinto: «Lù Hán x Shì Xūn»
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Tumbado en uno de los silloncitos del café Moonlight, con nada más que una taza de café negro para hacerlo olvidar el frío que se colaba por debajo de su abrigo y aquella mirada escrutadora que su mejor amigo le dedicaba, icnluso después de haber soltado la sopa, Luhan se preguntó en cuál de sus vidas habría condenado a una nación, como para estar pagando en esta con semejante castigo.
No se refería, claro, a que Baekhyun lo cuestionara sobre su más reciente romance, sino más bien a que lo hiciera en pleno jueves, cuando el rubio tenía que preparar un ensayo de diez mil palabras para su clase de Promoción de la salud, además de estudiar para la siguiente prueba que el Sr. Kim aplicaría y en cuya lección Luhan tenía dominado un 1% de conocimientos.
— Venga, ciervo, hace semanas que babeas por ese chico — chilló su amigo, al cabo de unos segundos — Entiendo que no quieras llevarlo al dormitorio por el antecedente Markson, pero además de que yo tengo novio y jamás te quitaría al tuyo, no puedes sólo contarme la versión resumida de tu romance.
— Baek, llevo una hora hablándote de él. Te conté de lo inteligente que es y de lo mucho que me ha ayudado a estudiar, también de nuestras citas y hasta hice énfasis en lo jodidamente guapo que es y lo bien que besa. Es que más detalles no te puedo dar — sonrió el mayor.
Desde su sitio, Baekhyun compuso una mueca adorable, de esas con las que conseguía que su gigante novio le complaciese cualquier capricho, pero que para el chino, más bien significaban un meloso «Estudio periodismo, obviamente necesito más que esto para saciar mi alma chismosa»
— ¿Cuándo podré conocerlo? — preguntó el bajito — Juro que no lo amenazaré de muerte con hacerte daño hasta el segundo encuentro, e incluso podríamos tener una cita doble. Si Yeol está presente, sabes que no me pasaré de la raya.
— No es una mala idea — Luhan lo animó, imaginando lo interesante que sería juntar a su novio con su mejor amigo y su ya proclamado cuñado — Le preguntaré qué día está libre y saldremos los cuatro.
Festejando aquella victoria, y qué mejor que con una orden de tiramisú (el postre preferido de ambos) para compartir, Baekhyun siguió animándole a hablar de Sehun.
Habían pasado años desde la primera vez que se vieron, cuando todavía iban al instituto y la familia del menor se mudó a Beijing por el trabajo del Sr. Byun. Siempre hubo un tipo especial de afinidad entre sus personalidades, así que incluso cuando las razones que les llevaron a terminar en el mismo país, les obligaron a separarse una vez más, ni Baek ni Lu permitieron que su amistad se viera afectada.
Reencontrarse con la otra mitad de su alma que cada año le suplicaba para que tomara parte en los programas de intercambio, había sido uno de los motivos por los que el rubio aplicó para estudiar la universidad en una escuela en Seúl, además claro, del deseo por expandir sus horizontes, vivir fabulosas aventuras y tener algo que presumir a sus nietos cuando estos le preguntaran por el Luhan de veinte años.
Animado por la familiaridad y la innegable confianza que siempre le profesaría a Baekhyun, el de ojos como ciervo no tardó en olvidarse por completo de los deberes escolares que martilleaban su cabeza de una forma dolorosa, no teniendo tiempo ni para avergonzarse cuando hablar de su chico perfecto le llevaba a casi deshacerse en suspiros. El otro no le culpaba, al fin y al cabo, él actuaba igual cuando de Park Chanyeol se trataba.
— Mereces ser feliz, hyung y me da gusto ver que exista alguien a la altura de lo increíble que eres. Aviso, que bendecir esta relación no cambia que vaya a poner a prueba a Sehun, ¿eh? — le advirtió Baekhyun.
Debían volver a la escuela, ya mucho tiempo habían perdido dedicándose a conversar y consentir sus pancitas glotonas, así que una vez pagaron y se apretujaron entre ambos para hacer frente al frío, el par echó a andar calle arriba, hasta la estación de autobuses donde tomarían el transporte al campus de la universidad. Era una mañana fresca, de finales de noviembre y con más esencia a invierno que otoño.
Luhan seguía pensando que aquella idea sobre que el año estaba arruinado tras una relación fallida, algunos problemas para aprobar sus materias y el aviso de sus padres respecto a no poder viajar para estar juntos durante las fiestas... quizás, había sido un poco exagerado. ¿En qué lugar quedaba entonces su reencuentro con Baekhyun, su amistad con Chanyeol y su experiencia en el extranjero?
«Ahora también tengo a Sehun» pensó, ocultando su sonrisa con el cuello de su enorme abrigo.
El autobús se detuvo, Baekhyun le apuró a bajar antes de que las puertas se cerraran y una vez abajo, volvió a colgarse de su brazo, chillando que necesitaba de su gigante para volver a tener sensibilidad en las mejillas. Luhan no hacía más que reír al escucharlo, cuando una escena particular, a unos cuantos metros de ellos, capturó su atención.
Se trataba de dos chicos, uno al que el rubio no había visto jamás y otro por el que en las últimas semanas no había hecho más que suspirar. Andaban uno junto al otro, demasiado atrapados en su mundo como para advertir nada a su alrededor, Sehun sonreía como tonto mientras su acompañante se colgaba de su cuerpo, rodeándole la cintura aunque ello le dificultara caminar.
Entonces se detuvieron, el desconocido permaneció estático cuando Sehun detuvo su andar y se volvió para encararlo. Hacía frío como para suponer que la primera nevada del año estaría muy cerca, pero incluso si resintió el cambio, el pelinegro no lo dudó ni un segundo antes de sacarse la bufanda que abrigaba su cuello y acomodarla con sumo cariño en los hombros del castaño frente a él.
💝 Continuará... 💝
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