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💝 «Si la montaña no va a Mahoma» 💝

Suspiró. La última esperanza que conservaba para sentir que ese año no había sido una pérdida de tiempo, se esfumó con el texto que su madre acababa de enviar. No podía culparla por cambiar los planes que ya tenían y es que, Luhan entendía mejor que nadie que los ahorros no alcanzaran para costear el viaje de visita por las fiestas.

Todavía no podía creer que el año que juró sería el mejor, ahora luciera tan deprimente como la estación que se negaba a decir adiós. Jamás había sido devoto al otoño, ni siquiera cuando se entretenía pisando las hojas secas que minaban las calles o esas veces cuando sus amigos lo arrastraban al parque y le arrojaban a las montañas de hojuelas que los niños apilaban.

A pesar de su opinión respecto al otoño, Luhan creía que era saberse tan miserable lo que le motivaba a desquitarse con la estación. Pero, ¿qué otra opción tendría si ni siquiera le permitieran redirigir su frustración contra la temporada que reinaba? Consolarse con la pronta llegada del invierno y lo cerca que estaban las fiestas decembrinas, tampoco era una alternativa.

No desde que su familia lo avisara de que no podría pasar las vacaciones enseñándoles la ciudad como había planeado luego de viajar él a casa durante el verano. «No es tan malo, el año que viene podría verles a diario» pensó, cuando sus ojos repararon en la copia del examen que esa tarde le habían devuelto y que gracias a la C-, bien podría terminar siendo su boleto de regreso a Shanghái.

Odiando que sus planes familiares y su rendimiento académico no pudieran otorgarle ni un poco de tranquilidad mental, el rubio tardó apenas unos segundos en recordar la cama vacía al otro lado de la pieza. Siendo viernes en la noche, lo raro sería que su compañero prefiriera permanecer en su cuarto, a salir y divertirse con sus amigos. Excepto que, desde hacía dos meses, Mark sólo salía con su novio.

Recordaba lo avergonzado y tan dispuesto a recibir un golpe que el otro había estado la tarde en que apareció ebrio hasta la perdición, murmurando disculpas y maldiciones que sólo tuvieron sentido cuando despertó y fue consciente de la fría, pero afable respuesta que Luhan le dio. ¿Qué ganaba recurriendo a la violencia cuando Mark y Jackson, su hasta entonces novio, se habían enamorado?

Despedirse de un chico al que genuinamente quiso, no resultó tan doloroso sabiendo que la persona a su lado le profesaba un sentimiento mucho más grande del que Luhan jamás sintió, aunque en esos momentos, ante la perspectiva de saberse traicionado, a un paso de perder la beca que costeaba sus sueños y sin poder contar con la compañía de sus padres durante su época favorita del año... El rubio estaba a nada de echarse a llorar.

— Todavía no es el fin — espetó, con determinación, sin querer rendirse a parecer un niño llorón y no un universitario a medio camino de convertirse en adulto — Aún falta para que termine el año. Y tan seguro como de que parezco un ciervo, viviré el mejor último mes que haya tenido jamás.

No tenía la menor idea de lo que debía hacer para que el tiempo que restaba antes de las vacaciones de invierno pudiera mejorar, pero si de algo estaba seguro era de que fuese lo que fuese, no sucedería abandonándose a las lamentaciones, ni permaneciendo en la soledad de su habitación.

Sin pensarlo, Luhan alcanzó la chaqueta oscura y el gorro de lana que colgaban de la percha en su armario y armado con nada más que sus llaves, el móvil y la cartera repleta del poco efectivo con el que contaba, dejó atrás el dormitorio, la residencia y el campus de la universidad, hasta que fue capaz de detener un taxi.

— Itaewon-dong, por favor — le indicó al hombre tras el volante.

A pesar del tránsito que dominaba las avenidas a esas horas, el camino hasta el concurrido barrio le resultó tan breve como si hubiese cruzado el pasillo en la residencia que separaba su habitación de la de su mejor amigo. Y no fue hasta que el taxi se alejó y todos aquellos animados negocios le devolvieron la mirada, que Luhan se preguntó «¿Qué diablos estoy haciendo?»

Deambulando por las calles atestadas de personas que sí tenían alguna idea de lo que habían ido a hacer ahí, el rubio tardó un cuarto de hora en llegar a la conclusión de que mejor sería volver a su dormitorio y postergar el plan, para cuando Baekhyun estuviera cerca, con todo su conocimiento en superación de crisis y salidas que descubrieran lo más salvaje de su personalidad.

Iba a dar media vuelta y regresar por dónde había llegado, pero el estómago (que no había comido nada desde el almuerzo de esa mañana) le rugió de forma tan ruidosa, que casi parecía que sus tripas comenzarían a devorarse entre ellas si nos las atendía. Advirtiendo un restaurante medio vacío en la esquina de esa calle, Luhan fue allá y no lo pensó dos veces antes de correr la puerta y lamentarse de su decisión.

¿Por qué, de todos los negocios que abarrotaban aquella parte de la ciudad, el atarantado ciervo había tenido que terminar escogiendo el único en el que la clientela promedio fácilmente cumplía con la edad para ser confundido con su alguno de sus padres?

No pudiendo retractarse de cenar ahí, porque tan pronto como le vio la única mesera que había se acercó a darle la bienvenida y ofrecerle una mesa, Luhan se dijo que no importaba si el lugar parecía más un asilo que un restaurante, porque no estaba buscando un club repleto de chicos guapos con los que ligar sino un sitio limpio en el que saciar su hambre antes de volver a la residencia.

Ordenó una porción de ternera y una botella de soju para acompañar y estaba vigilando que la carne no superase la cocción en que a él tanto le gustaba, cuando la puerta del frente se abrió una vez más y por ella cruzó el hombre más atractivo que el rubio hubiera visto jamás. Los risos de cabello azabache le caían sobre la frente de forma adorable y aunque todavía no era invierno, usaba un cuello alto y una gruesa chaqueta.

Además de su fina complexión, Luhan distinguió un par de piernas demasiado largas como para no sentir algo de envidia, pero el verdadero golpe a su corazón llegó justo cuando el tipo saludó a la mesera que se había acercado para ofrecerle una mesa y al hacerlo, sonrió. ¿Desde cuándo los chicos con sonrisas de comercial preferían cenar en restaurantes feúchos y no en pubs animados?

— ¡Ay! — exclamó el chino, sin poder evitarlo, cuando a mitad de su ensoñación, la mano que sujetaba las tenazas resbaló y al caer, fue a rebotar contra el borde caliente de la parrilla.

Impresionado por el intenso color rojo que su piel adquiría, Luhan esquivó las miradas curiosas de los clientes que le habían escuchado quejar y se concentró en llevarse la herida a los labios, en un intento por aminorar el escozor que ya se extendía. No había rozado ni un poco de la piel, cuando una voz ajena, pero tan suave que casi se asemejaba a un tierno bálsamo, le detuvo de continuar.

— No hagas eso, se infectará si lo lames.

— ¿Qué? —

Volviéndose para descubrir al chico que (sin saberlo) fuera el responsable de su más reciente herida, de pie junto a su mesa, Luhan se obligó a recordar que debía respirar en el mismo instante en que el pelinegro se inclinaba para tomar su mano e inspeccionar la quemadura, igual que si fuese un médico entrenado.

— Dolerá un poco en los próximos días, pero dudo que vaya a dejar marca — señaló el pelinegro, ajeno al letargo en que su presencia había sumido a Luhan — En todo caso, todavía debemos curarla, ven conmigo.

Mudo, porque su lengua parecía no querer ayudarle a lucir menos ridículo frente a un chico como aquel, Luhan le siguió sin rechistar, deteniéndose frente a la mujer que atendía el negocio para pedir un botiquín y, más tarde, terminando en el baño donde no pudo evitar quejarse al sentir el agua fría empapando su mano lastimada. Al oírlo, el pelinegro rio bajito.

— Lo siento, es que eres bastante adorable — se explicó, no advirtiendo el suave sonrojo que acababa de provocarle — ¿Se siente mejor, no?

— Un poco, sí. Y no soy adorable — respondió Luhan.

— Como digas, hyung — el otro se mofó, torciendo una sonrisa que, joder, debía ser su arma para ligar porque el rubio dudaba que existiera una persona en el mundo capaz de resistirse a esta — Vale, creo que con eso basta, ahora... 

Rebuscando en el pequeño botiquín, el pelinegro extrajo un bálsamo que al primer contacto le resultó tanto o más frío que el chorro de agua. No tardó mucho en ello, pero el tiempo que empleó acariciando con sus largos dedos el dorso de su mano, hizo a Luhan preguntarse cómo sería sentir ese mismo roce en la mejilla o en los labios. «Despierta, sigue estando frente a ti. ¿O quieres que te vea babear?» pensó.

— ¿Es eso necesario? Por Buda, sólo ha sido un pequeño roce con la parrilla — musitó el chino, al ver al otro comenzar a vendarle.

— Sólo es protección, nada te impide volver a rozar la parrilla, ¿o sí? — se mofó el otro.

— ¡Yah! Gracias por llamarme idiotaLuhan se enfadó e hizo amago de retirar la mano. En un gesto intrépido que le sorprendió un poco, su compañero alcanzó a detenerlo y con la delicadeza de antes, continuó vendándolo.

— Juro que nunca tuve esa intención, sólo no pude evitarlo al ver tu mohín de mocoso berrinchudo. ¿Cómo te llamas, hyung? 

— Ni creas que voy a decírtelo después de haberme insultado dos veces seguidas.

Apenas tuvo su mano vendada y pensando en que haberse mofado de él era todo el pago que merecía por ayudarlo, Luhan se apartó de su lado y abandonó el baño. No podía creer lo tonto que había sido al casi babear por un tipo tan arrogante y odioso como el que había dejado atrás, aunque tampoco debía sorprenderse. Después de todo, el año que había vivido probaba lo ingenuo que podía llegar a ser.

Se había propuesto olvidar la cena y volver a su dormitorio, cuando la mesera de antes se acercó a avisarlo de que su carne estaba a salvo, pues ella misma la había sacado del fuego al verle ir al baño y ya que no demoró atendiendo su lesión, todavía debía seguir caliente y lista para ser degustada. Luhan no fue capaz de negarse a cenar al escuchar aquello, aunque quizás debió haberlo hecho.

— ¿Se te perdió algo? — preguntó, al ver el banco junto al suyo moverse y descubrir que el chico de antes había ido a tomar asiento en su mesa.

— Ahora que lo mencionas, un hyung adorable con carita de ciervo, pero ya le he encontrado de vuelta. ¿Te molesta si te acompaño a cenar? 

— Déjame pensar...— Luhan fingió demencia —... ¡Sí! — su compañero volvió a sonreír, aquella mueca arrogante volviendo a ocupar sus rosados labios.

— Venga, hyung, no seas así. Te aseguro que en ningún momento quise hacerte enfadar, sólo me pareció que un poco de humor no te vendría mal luego de lastimarte — aseguró y debía saber lo tierna que resultaba su voz, acompañada de aquella mirada que le hacía lucir igual que a un cachorrito.

Y aunque Luhan odiaba los perros y no tenía la mínima intención de seguir sucumbiendo ante el efecto que el otro le provocaba, algo en aquel pelinegro le hizo pensar que no sería mala idea dejar pasar las bromitas que antes le había hecho y, al menos, compartir esa sencilla cena con él.

— Bien, comamos. Pero que conste que sólo lo hago porque me atendiste la herida — le dijo y esta vez, recibió una sonrisa menos arrogante y más adorable, como esa que llevaba tatuada en los labios cuando saludó a la mesera.

— Un precio justo — repuso, sirviendo de la botella que ya se encontraba en la mesa — Por cierto, me llamo Sehun. ¿Y tú, hyung? 

— Luhan.

Chocaron los vasos, igual que si pactaran una tregua, lo que en opinión de Luhan era justo lo que acababan de hacer. A partir de entonces, la cena transcurrió con calma y normalidad, excepto claro, que se trataba de una comida compartida con un perfecto desconocido, quién más pronto que tarde resultó no ser tan extraño pues daba la casualidad de que Sehun no sólo tenía su edad sino que  estudiaba en su misma universidad.

— Si eres de primer año, ¿cómo es que jamás te había visto? — preguntó. Sehun se encogió de hombros.

— Sonaré como un nerd, pero la verdad es que paso mucho tiempo en la biblioteca. Tengo una beca parcial que mantener y estoy cursando Medicina, entonces...

— Creo que deberías cenar rápido y volver a tu cuarto a estudiar — se mofó ahora Luhan, habiendo escuchado por mucho tiempo que aspirar para convertirse en médico demandaba de sus estudiantes más tiempo y esfuerzo del que había en 24 horas y toda la voluntad del mundo.

— Por suerte es casi el final del semestre, tengo algunos trabajos que presentar y claro, los exámenes van a ser una lata, pero creo que puedo concederme una noche de descanso — repuso Sehun, con una sonrisa, justo cuando la del rubio se desvanecía de su rostro.

— Ni que lo digas. Todavía no son los finales y yo ya estoy a nada de suspender una unidad.

— ¿Qué te hace pensar eso? 

Explicando que el Sr. Kim, su profesor de Bioquímica, era uno de esos amantes de las pruebas sorpresas con valor para la evaluación final, el rubio olvidó que cuando te cruzas con un chico tan ardiente como Sehun lo último que haces es perder el estilo y abandonándose a su miseria, se hundió sobre el asiento, sus mofletes inflándose al componer el puchero que bien podría ser el causante de que el pelinegro acabara... flechado.

— No suspenderás, hyung. Tan seguro como de que querrás besarme luego de esto, te prometo que una tutoría conmigo y no volverás a temer a Bioquímica — espetó Sehun, al terminar de escucharlo, con más emoción de la que debería.

Por supuesto, se equivocaba y es que, Luhan había deseado besarlo desde el instante mismo en que lo vio poner un pie en el restaurante. Claro que no se lo diría, pero quizás le concediera la victoria en su apuesta, sí y sólo sí, lograba aprobar la siguiente prueba sorpresa de Kim.

💝 Continuará...💝

Empezaba a creer que este año no habría historia navideña en este perfil, cuando esta pequeña aventura me vino a la mente, tan rosada e hilarante como pronto lo descubrirán ✨Sin más ni más, disfruten la lectura y como siempre, gracias infinitas por continuar compartiendo este espacio conmigo, las extrañé. 💕

🎄 Maceto-san 🎄

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