34. Cuando vos no estás
Fue al día siguiente que Héctor cayó en cuenta que había corrido de su casa a Alexis, su sobrino, el muchacho que su hermano adoptó como suyo sin preguntas. El que Hugo crió con dedicación, con mimos y caprichos, y que había quedado a la deriva cuando él y su esposa fallecieron. Se había prometido cuidarlo, así que cuando despertó sintió que había cometido un error enorme y que seguro no iba a poder remendar como quisiera.
—Hijo, ¿sabés algo de él? ¿Dónde está? —preguntó, entrando al dormitorio donde el muchacho seguía acostado. Darío se quejó cuando su padre abrió los postigones de la ventana y dejó entrar la luz de la mañana.
Darío no pudo dormir en toda la noche. Se negó a seguir hablando con Héctor después que Alexis abandonó la casa y se encerró en su cuarto. Julieta también intentó disuadirlo para conversar, pero él la ignoró. Estaba enojado, triste, molesto y dolido. Alexis había tomado las riendas de la relación y en vez de llegar a un acuerdo juntos, decidió cortar el mal por raíz. Que su padre ahora se mostrara culpable y arrepentido lo hacía sentirse peor.
—No. Me bloqueó de todas las redes —bufó, molesto. Se irguió, sentándose en la cama con una expresión llena de ira—. Vos lo corriste, no sé qué te sorprende que no quiera saber de nosotros, eh. ¿No querés correrme a mi también, ya que estás? Dale nomás. No me importa, eh. Ya no importa.
—Nunca haría eso, no porque seas maricón...
—Ta, pa. Ya no podés arreglarlo —cortó.
Darío se levantó. Había dormido con la ropa puesta, así que lo esquivó para ir al baño y luego fue por las llaves de la moto. Su madre le preguntó a dónde iba, pero estaba también se sentía molesto con ella porque no hizo nada para ayudarlo, ni a él ni a su primo. Rechazó el café que ella quiso prepararle y salió en dirección al shopping. Alexis aún seguía en horario matutino, con suerte lo encontraría trabajando.
Sin embargo, al llegar a la cafetería, María Eugenia lo recibió con la expresión desencajada.
—Darío, ¿qué pasó? ¡Alexis llamó temprano a mi padre para pedirle la renuncia!
El muchacho, con el alma en los pies, se dejó caer en un taburete contra el mostrador. Hundió la cara en sus brazos, con ganas de llorar. Ella se quedó callada, sin insistir, y le preparó un café, a lo que él no se pudo negar. Mientras sorbía sin sentirle el gusto, le contó lo que había ocurrido. La muchacha se fue hundiendo, con la expresión triste y dolida. Le acarició el brazo, le murmuró que todo iba a estar bien, pero ambos sabían que no era cierto.
Cuando volvió a la casa, casi cerca de la hora del almuerzo, Darío encontró a su madre llamando la tía de Alexis, por parte materna, pero al parecer tampoco sabía nada. Él le había escrito a Luciana, pero ella tampoco sabía nada, incluso no estaba al tanto que él estaba viviendo con ellos.
Ignoró a su padre, quien lo llamó desde el living un par de veces. Había abierto otra botella y se veía intranquilo. Se metió a su dormitorio y se tiró en la cama de Alexis, sin ganas de ir a trabajar esa tarde. También rechazó la comida que su madre había preparado, por lo que se quedó allí, aspirando el aroma que se había quedado retenido en las sábanas.
Metió las manos bajo la almohada y se encontró con la libreta que él le había regalado. Lo tomó entre las manos y lo abrió. Se encontró con frases sueltas, con su nombre garabateado por su primo en una esquina y la letra de la canción que le había dedicado en la última página. Soltó un suspiro y lo cerró de golpe, evitando agarrar el teléfono para mirar aquel video que le había dedicado.
Si se había ido, era por elección propia. Tenía que entender que no iba a lograr nada aferrándose a alguien que lo abandonó en primer lugar. Sin embargo, era más fácil pensarlo que hacerlo.
—Hijo.
Darío miró a la puerta. Su padre se apoyó en el marco de la puerta, tenía la expresión cansada y ojeras debajo de los ojos opacos.
—¿Qué?
—¿Supiste algo de él?
—¿Acaso te importa, eh?
Héctor bufó. Entró en el cuarto y se sentó al lado de su hijo, pero Darío se alejó un poco con el ceño fruncido. Apretó la libreta entre los dedos, temblando pero ya no de nervios o vergüenza, sino de enojo y frustración. Su padre le puso una mano en el hombro y, aunque estuvo tentado a quitársela de encima, no lo hizo.
—Perdoname. No... No me avergüenzo de ti, no me importa con quien coges o lo que sea...
Darío soltó una risa incrédula.
—Sí te molestó porque era Alexis.
—¡Porque es tu primo! A ver, lo conozco desde que era un gurisito con los mocos colgando... y vos, vos sos mi hijo y... —soltó un suspiro y se talló los ojos—. A ver, tenés que entender que no es fácil. Perdí a mi hermano, lo único que quedó de él fue Alexis y quise cuidarlo como a un hijo, yo lo quiero como uno. ¿Cómo creés que es para mí saber que mis dos hijos se andan...? —Calló. Darío podía sentir el dolor que emanaba sus palabras, aunque no estuviera de acuerdo con ellas—. Ustedes son mi familia. La familia no puede andar cogiendo por ahí. ¡Sí, ya sé que me vas a decir que no somos parientes de sangre, pero igual!
No respondió de inmediato. Darío apretó los labios y se ajustó los lentes.
—Vos decís que era como tu hijo, pero al primer problema que te dio lo corriste como a un perro.
Héctor soltó el aire, dolido. Se tapó la nariz y la boca con las dos manos y cerró los ojos.
—Lo sé, perdoná, hijo.
—Pedile perdón a él, no a mí.
Darío usó sus mismas palabras contra él, como aquella vez en que se había peleado con Alexis cuando vieron la película de terror. Héctor se aflojó, relajando los hombros y entendiendo que ya era demasiado tarde. Ya no tenía forma de disculparse y traer a su sobrino de vuelta.
Pasó casi un mes cuando recibió noticias de Alexis. Para ese entonces, su familia se había resignado y Darío intentaba seguir su vida. Pronto comenzarían las clases y no quería que todo ese asunto interfiriera con sus estudios. Él no se lo perdonaría.
María Eugenia: Me dijo el Fede que Alexis está en Montevideo con el Nacho 15:28 p.m.✔✔
María Eugenia: Dijo que estaba bien, parece que consiguió trabajo allá 15:28 p.m.✔✔
Darío: Pues que le vaya bien 17:02 p.m.✔✔
Aunque la respuesta fue muy seca y cortante, en el fondo se sentía aliviado. De verdad le deseaba, del fondo del corazón, que le fuera bien.
No se vayan, aún queda el epílogo ❤️🥺
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