31. Cuando me dedicás una canción
Nos dijimos todo
No fingimos nada
Despojame el odio
Dame tu calma, dame tu paz
Nos dijimos todo - Once tiros
Era la primer cena de víspera de navidad que Alexis compartía con sus tíos y su primo. Por lo general, antes de la muerte de sus padre, solía salir con sus amigos y volvía para pasar navidad con sus viejos. Sin amigos y sin sus padres, trató de verle el lado bueno: iba a estar con Darío.
El veinticuatro a ambos les tocó trabajar. Por fortuna, el shopping cerraba a las siete, por lo que podían volver temprano. Julieta les dijo que no se retrasaran, que ya tenía todo pronto para el asado, la guarnición y el postre.
Como costumbre, el primero en salir fue Darío. Se dirigió a Café Express casi corriendo, pero aminoró la marcha cuando vio que aún quedaban clientes rezagados. María Eugenia tenía una expresión enfurruñada mientras ordenaba los últimos trastos y le cobraba a los que ya terminaron. Alexis tenía una expresión similar, que cambió a una sonrisa al verlo.
José, el dueño, también estaba ayudando. Al ver a Darío que se acercaba le dijo a Alexis que se podía retirar, que él y Eugenia se encargaban de cerrar. El muchacho dudó, pero el hombre le insistió.
—Dale, gurí, que te esperan.
Darío sintió que las mejillas le quemaban. Por alguna razón, parecía que José suponía que estaban juntos, o simplemente era porque siempre se iban juntos. Todas esas ideas siempre le llenaban la cabeza y le daban un miedo ilógico. Algún día tenía que enfrentar el mundo, pero no estaba preparado para ello. Mientras, se iba a quedar en el clóset mientras pudiera.
—Vamos, mijo —le dijo Alexis cuando lo alcanzó. Le palmeó el hombro y su mano quedó allí, acercándolo a él—. Me tenían podrido los clientes de mierda...
Darío tensó el cuerpo al notar que su primo no tenía intenciones de soltarlo, pero tuvo que hacerlo cuando llegaron a las escaleras mecánicas. Se mezclaron en el tropel de funcionarios que salía de sus trabajos o clientes que no tenían otra opción más que irse.
Cuando subieron a la moto, Alexis no tomó el camino que solían hacer. Fue en sentido contrario, directo a la playa. Darío le preguntó a los gritos, a través del casco, a dónde iban, pero el otro no contestó. Se detuvieron en la rambla, donde estaba cargada de gente que iban de un lado a otro, tanto en vehículos o caminando. La playa estaba repleta, con mucha gente conversando o paseando en el camino panorámico: una pasarela de madera que abarcaba parte de la playa, a lo largo, con miradores. Desde allí se podía ver el mar y la puesta de sol.
Alexis se detuvo en una calle secundaria. Cargó con el casco bajo el brazo y con la otra mano sostuvo la de Darío, tirando de él hacia la playa.
—Ale, ¿qué hacés? —exclamó, tirando del brazo para soltarse, pero su primo no se lo permitió.
—Es navidad, dejate de cosas.
Cruzaron la avenida y llegaron hasta el camino de madera. Alexis se detuvo, dejó el casco en el suelo junto a sus pies, y apoyó los brazos en la baranda y mirando el horizonte. Darío se paró a su lado, de espaldas a la playa y apoyando el trasero en la baranda para mirar a su compañero.
—¿Por qué vinimos acá, eh?
Alexis se encogió de hombros y lo miró con los ojos entrecerrados por la luz del sol. Aún faltaba para la puesta del sol, y el calor picaba en el cabello y en el cuello.
—Nunca hacemos nada juntos. Si no es por el trabajo, es porque estamos en la casa, y en mi libre tengo la consulta con el psicólogo... Así que ta, quería tomar un poco de aire contigo —terminó, dedicándole una sonrisa que cargaba con un poco de culpa—. Ya volvemos, no te quemes.
Darío asintió, girándose hacia el mar y acercándose, hombro con hombro. Alexis bufó una risa y lo empujó con suavidad para hacer que se lo mirara y cuando lo hizo, lo besó.
—Ale... —murmuró Darío contra su boca, con un tinte de pánico.
—A nadie le importa —susurró su primo, pasando un brazo por sus hombros y acercándolo más—. Aprovechá que estoy de buen humor —rio.
Con duda, Darío pasó una mano por su cintura y ambos se quedaron mirando el atardecer hasta que sus celulares se llenó de notificaciones de Julieta preguntándoles donde estaban.
Navidad dio paso a año nuevo y pronto llegó el cumpleaños de Darío, el tres de enero. Alexis le había regalado una mochila nueva por las fiestas, por lo que no se le ocurría nada para obsequiarle de aniversario. Lo persiguió por varios días, indagándole por cosas que le hacían falta, pero su primo insistió en que no tenía la obligación de darle nada.
Ante la falta de ideas, lo único que se le ocurrió fue dedicarle algo que se le daba bien: una canción.
Dado a que no tenía mucho tiempo, no podía componer nada nuevo, así que se dedicó a buscar una para hacer un cover. En Instagram, sus reels estaban siendo bien recibidos y ya contaba con varios seguidores nuevos. Sin embargo, pensó también que no podía subirlo porque todos iban a verlo y a Darío le iba a dar una crisis nerviosa porque todos se iban a dar cuenta que había algo entre ambos.
Eligió Nos dijimos todo, de Once tiros. Le llevó varias grabaciones, maldiciones y acordes desentonados, pero cuando estuvo satisfecho con el resultado, lo guardó.
Cuando llegó el dos de enero, ambos llegaron del trabajo agotados. Darío apenas se dio una ducha y se metió a la cama, alegando que había sido un día muy movido, lleno de clientes, y que tuvo que darle apoyo a los compañeros que recibían la mercadería. Alexis lo dejó, con la ansiedad a mil y esperando que sus tíos se durmieran. El verano era una época en la que se trabajaba más, por lo que todos terminaban en la cama antes de las doce.
Alexis se metió en la cama de Darío y lo llamó con tiernos susurros en el oído, mientras le mordía el lóbulo de la oreja. Su primo sonrió ante el mimo.
—Feliz cumple, Dari. Quiero darte un regalo.
—Mmm... Pero no nos quedan condones, eh, mañana compro —respondió, dormido. Alexis reprimió una carcajada contra su cuello.
—Ah, pillo —rio, pasando una mano por debajo del bóxer de Darío y apretándole una nalga—. Pero no, no tiene nada que ver con eso. Aunque no me voy a negar si querés...
Darío se restregó los ojos y se giró hacia su compañero, apretando los labios para contener la sonrisa que se le escapaba. Alexis tomó su celular y le entregó un auricular mientras se ponía el otro. Encendió la pantalla, que encandiló a ambos, y fue directo a la carpeta de videos.
—¿No puede ser mañana? —se quejó, frunciendo el ceño.
—No.
Encontró el video y lo reprodujo, muriéndose de nervios. Cuando era una canción para las redes, no le molestaba, pero esta vez era una que había grabado especialmente a Darío. Esperaba que entendiera lo que quería transmitirle con ella. Lo observó mientras su primo miraba la pantalla con la cara seria y los ojos empañados. Esperaba que fuera de emoción y no porque la luz le estaba quemando los ojos o porque estaba forzando la vista al no tener los lentes puestos.
Al terminar, el silencio le siguió aumentando la ansiedad de Alexis, quien esperaba una respuesta.
—¿Y? Decime algo, bó.
Darío lo abrazó en un gesto cargado de emoción. Le murmuró gracias más de una vez y lo llenó de besos que terminaron más allá del cuello, el pecho, el abdomen y más abajo.
La calma antes de la tormenta 😱
Ay, faltan un par de capítulos (o tres) y ya termina :'( muchas gracias por acompañarme ❤️
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