25. Cuando mirás por el espejo

—¿Me acompañás?

Alexis le hizo un puchero con los labios. Darío soltó un largo suspiro mientras dejaba la mochila en el sofá. Acababa de llegar del CERP, estaba cansado porque tuvo que exponer en clase de Lengua un trabajo en grupo y estresado porque se avecinaban los parciales.

—Está bien, eh —terminó contestando, sin poder resistirse al mohín que el otro insistía en hacer—. ¿A qué hora se supone que entrás? ¿Te van a hacer una entrevista primero?

Alexis no sabía. El dueño de la cafetería —que se había presentado como José— le propuso comenzar el lunes a modo de prueba y él no dudó en decir que sí. Supuso que lo habían contratado sin entrevista previa. Esperó a que Darío se cambiara de ropa y ambos se fueron con los buenos deseos de Julieta.

El local quedaba dentro del Shopping de Punta del Este, a más o menos veinte minutos en moto, por lo que llegaron varios minutos antes de la hora acordada. El local comercial, el único del departamento, solía ser muy concurrido por los turistas y lugareños. Era pequeño en comparación a los que había en la capital, pero al menos tenía cine, locales de comida y varias tiendas.

Así que entraron por la puerta principal, Alexis se movió hasta el local de Palacio de la Música, donde se quedó admirando las guitarras que allí vendían. Se mordía los labios mientras miraba los precios.

—Pah, mijo. Doscientos y pico de dólares —comentó, casi para sí mismo. Chistó con lástima—. Pero es de las buenas.

Darío lo instó a seguir y se detuvo dos locales más adelante, en la librería. Se quedó mirando las novedades pero Alexis se aburrió al instante y volvió a la tienda de música para preguntarle algo muchacho que allí trabajaba. Comprendió, mientras deambulaba entre las estanterías de libros infantiles y mangas, que su relación se basaba solo en los impulsos sentimentales que los unía. No había más intereses en común más allá de los videojuegos y algunas series.

—¿Vamo'? —instó Alexis, señalando la escalera mecánica que los llevaría al siguiente piso.

Asintió, sintiendo un nudo en el estómago mientras cavilaba que si no tenían mucho en común, no durarían demasiado. Él era lógica y números. Alexis era emoción y música.

Pasaron por uno de los espejos gigantes a los que le habían puesto varios marcos divertidos para que la gente se sacara selfies. Alexis se detuvo de inmediato y tiró de Darío para que se quedaran frente a sus reflejos.

—Una foto, ¿qué decís?

—Nah.

—Ah, dale, mijo, no seas cortamambo.

Darío chasqueó la lengua y se acercó. Hombro con hombro, Alexis inclinó la cabeza y sonrió mientras enlazaba sus dedos con los de él. Levantó la mano que tenía el teléfono y presionó el botón. Luego del clic, se separaron por inercia como si lo que acababan de hacer estaba muy mal.

Alexis sintió el miedo de Darío como suyo y aquello lo hizo sentirse horrible. Nunca había tenido problemas con sus parejas anteriores, pero su primo era el primero que negaba lo que era para todos los demás, lo conocieran o no. Por un momento se preguntó si era realmente por sus padres o si la mala experiencia anterior tenía algo que ver. Por algo no quería hablar de ello.

Siguieron caminando hasta dar con el local. La cafetería era pequeña y estaba dispuesta al final de un pasillo doble, en un extremo del shopping, con una barra grande y varias mesas para que las personas pudieran sentarse a disfrutar un buen café. Tenía una bonita planta en el final de la barra a la derecha, que terminaba con una puerta que se abría hacia ambos lados. Del otro lado del mostrador, una muchacha ponía con rapidez frutas dentro de una licuadora y luego daba vueltas un sándwich en la plancha con la misma velocidad.

Los muchachos se detuvieron junto a la barra, al lado del cartel de precios.

—Oh, hola, Le, llegaste a tiempo. ¿Cómo estás? Pasá. —La muchacha se giró hacia ellos y Alexis abrió los ojos y la boca por la sorpresa.

—Ah, Euge —saludó incómodo—. Tanto tiempo.

Ella asintió con fervor, haciendo que el moño donde sujetaba la maraña de cabello enrulado se balanceara arriba abajo. Le hizo un gesto señalando la puertita para que entrara y luego le indicó el delantal que colgaba junto al mueble donde estaba la tostadora. Tenía el logo estampado, una tacita humeante cuyo vaho le daba fondo al nombre del local: Café Express.

—¿Vos trabajás acá? —preguntó Alexis sin moverse del lugar mientras ella daba vueltas tras la barra sacando el sándwich tostado y cortándolo en cuatro triángulos iguales.

—¿Y quién crees que le sugirió a José que te diera el laburo? —le respondió ella mostrándole una sonrisa ladina y dedicándole una mirada rápida mientras metía lo que acababa de cortar en una bolsa de papel. Luego miró a Darío, quien se había quedado quieto y callado todo ese tiempo, y lo saludó por cortesía.

Alexis se movió despacio, dedicándole una mirada rápida a su primo. Él tenía el ceño fruncido y le leyó en los ojos la duda por saber qué estaba pasando y porqué se había formado un ambiente tan tenso de un momento a otro.

—Me voy yendo, eh. ¿Te vengo a buscar? —le preguntó y Alexis despabiló.

—Sí, mijo, gracias. No tengo un mango para el bus.

Darío levantó la mano a modo de saludo y luego se fue por donde llegaron. Alexis se mordió el labio, observándolo mientras desaparecía por el pasillo, pensando que debía aclararle el asunto cuando lo volviera a ver.

—¿Tu novio? —preguntó Eugenia, agarrando el delantal y entregándoselo al ver que aún estaba reticente.

—No, bueno... Es mi primo.

—Ajá, te estás comiendo a tu primo. Qué falta de respeto —soltó ella con la voz burlona. Alexis bufó, molesto, pasándose el delantal por la cabeza y ajustándose el moño para no verse tan desaliñado.

—La que no tiene respeto sos vos, que me metiste los cuernos con el Fede.

Ella le lanzó una mirada de advertencia, como queriéndole decir que no volviera a hablar de tema. No quitó los ojos del licuado que estaba sirviendo en un vaso alto de plástico. Le puso la tapa para cubrirlo y le entregó junto con la bolsa de papel que tenía el sándwich.

—Porfa, llevá esto al local de Antel que tengo otro pedido que armar. Ya está pago.

—Esperá un poco, María Eugenia. ¿Y el dueño? ¿Voy a empezar así nomás, sin una entrevista ni nada?

Ella suspiró mientras llenaba un vaso con lo que pareció ser leche caliente de una máquina roja y grande sobre el mostrador junto al lavabo.

—Él es mi padre, Le. Le di mi palabra que podía confiar en vos para trabajar acá.

Alexis soltó una risa que salió más como un bufido.

—¿Te está carcomiendo la culpa, Euge? —preguntó irónico mientras agarraba el pedido. Ella le respondió enseñándole la lengua—. Bue, es un laburo, lo necesito. ¿Dónde está Antel?

Ella señaló con el mentón. Estaba a apenas diez metros de donde estaban. Alexis gruñó y arrastró los pies hasta allí.

Buenas! Capítulo nuevo! Espero que les guste! 

Esperemos que Alexis dure en este nuevo trabajo, aunque tenga que compartirlo con su ex 🙃 

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