21. Cuando no estás bien
El cansancio cayó sobre Alexis como si se hubiese lanzado desde el mirador de Punta Ballena para darse de lleno contra las rocas. El día había sido demasiado largo y agotador, cargado de emociones encontradas y de momentos tensos. Había pasado la noche anterior con Nacho y una muchacha a la que olvidó de inmediato cuando Darío le plantó un beso. Después había recibido demasiada preocupación por parte de Julieta que creyó no merecer y luego se le había declarado a su primo, quién cedió no sin poner bastantes peros de por medio.
Rendido ante la calidez del abrazo de su compañero, se quedó dormido y su cabeza lo enterró en sus recuerdos más recientes y dolorosos.
—¡La mierda, Alexis! ¿Otra vez? ¡No estoy como para estar tirando plata al cuete!
La voz de Hugo le llenó los sueños. Era lo último que había escuchado de él antes de abandonar la casa dando un portazo para no verlo nunca más. Le había dicho que iba a dejar Administración de Empresas porque no le estaba gustando. Era el tercer curso o carrera que abandonaba en los dos últimos años después de terminar el liceo. Su padre había gastado bastante dinero en sus indecisiones, por lo que ya estaba harto que volviera echar por agua sus planes de estudio.
Se fue con sus amigos esa noche a un pub, donde bebió lo suficiente alcohol para quedarse ebrio y olvidarse de la discusión con su padre. No se percató que su celular se había quedado sin batería hasta que intentó encenderlo al día siguiente. Se había despertado con una resaca enorme y apenas pudo pedirle prestado un cargador a su amigo que le había cedido el sofá para que pudiera dormir. Al encenderlo, le llegaron muchísimas notificaciones, entre ellas varias llamadas perdidas de un número que no tenía agendado, WhatsApps diciéndole que debían comunicarse con urgencia. Ante lo extraño de la insistencia, prefirió escuchar el audio que le habían dejado en la app de mensajería.
—Alexis, soy tu tío Héctor. —La voz quebrada le indicó de inmediato que algo no andaba bien. Apenas recordaba a su tío, lo había visto por última vez hacía ya unos años—. Tus padres tuvieron un accidente. Si podés, llamame, por favor.
Fue entonces cuando sus recuerdos pasaron a ser una pesadilla en la que su tío descubría su relación con Darío, lo echaba a la calle y terminaba vagando solo por la avenida Lussich sin rumbo fijo. El rostro similar al de su padre lo hacía dudar y se quebró, llorando bajo el consuelo de su madre, o de Julieta, ya no podía diferenciar.
—Ale...
Se despertó con un sobresalto, con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta. Su tía le acariciaba el hombro inclinada sobre él, llamándolo para despertarlo. Al reconocerla y despegarse del mundo onírico, tomó aire para relajarse y dejar atrás los miedos que lo aterrorizaron en sueños.
—Ay, perdoná, me dormí —balbuceó con la boca pastosa. Frunció el ceño, mirando hacia la ventana con los postigos cerrados y el dormitorio en penumbras—. ¿Qué horas son? —preguntó entonces al notar que Darío no estaba en su cama, la cual ya estaba tendida.
—La dos y media de la tarde. Te guardé una porción de milanesas con puré, ¿querés?
Él se pasó la mano por la cara, tratando de que ella no notara que no había tenido una buena noche. Sin embargo, era una enfermera con buen ojo tanto para los daños físicos como los que no se ven.
—Si necesitás algo más sabés que acá estoy, ¿ta? Lo que sea.
Le dio otra mirada firme, cargada de una amabilidad que él no creyó merecer. Estaba viviendo a cuestas suya y de su esposo, no quería generarle más problemas.
—Gracias —se limitó a decir, irguiéndose en la cama para seguir fingiendo que estaba bien.
Julieta lo miró un par de segundos antes de asentir y disponerse a abrir las ventanas para que la luz entrara. Alexis se quejó por la repentina luminosidad, pero la mujer lo apuró soltando una risita y saliendo de la habitación. Preguntándose dónde rayos se había metido Darío, estiró el brazo hacia la mesita de luz y buscó su teléfono, el cual estaba cargando. No recordó siquiera haberlo dejado conectado en la noche, ni cuando Darío abandonó su cama después de quedarse dormido. Lo desconectó y lo encendió, recibiendo varias notificaciones de redes sociales, pero se centró solamente en las de WhatsApp, donde tenía mensajes de Darío. Le comentaba que había ido a hacer un trabajo grupal a la casa de Ramiro y un par de compañeros más.
¿Quién carajos se pone a estudiar un domingo?, pensó, pero se respondió que Darío seguramente sí.
Se levantó con parsimonia, se dio una ducha y fue hasta el comedor para almorzar. Su plato era el único en la mesa y Julieta había optado por ponerle un individual en vez del mantel que solía colocar cuando comían todos juntos. Héctor no estaba, lo que supuso que se había ido a trabajar. Era encargado en un supermercado en el centro, por lo que sus días libres solían ser entre semana.
Comió en silencio, con la mirada perdida y la mente a mil. Si bien Darío había aceptado tener una relación con él, esta iba a ser a escondidas. Se preguntó si no estaba pidiéndole demasiado, exigiendo un sentimiento que quizá no era del todo recíproco solo para intentar apaciguar un dolor más grande de lo que su primo podía parchar. Quizá había cedido por lástima y él se había apurado demasiado al confesar lo que sentía. Ese pensamiento fue el que ocupó toda su cabeza en ese instante y una piedra en el estómago le impidió seguir comiendo.
—¿Ya te llenaste? —preguntó Julieta mientras fregaba al verlo acercarse con su plato a medio terminar—. No comiste nada, ¿te sentís bien? ¿Querés un perifar? —Alzó las cejas a modo de pregunta, pero Alexis levantó la comisura del labio en una sonrisa triste mientras negaba con la cabeza. La mujer soltó un ruidoso suspiro—. Ale, aunque quieras mostrarme que estás bien, sé que no es así —soltó entonces, volviendo el tono de voz a uno más preocupado, teñido por la experiencia.
Incluso siendo más alto que ella, Alexis se sintió empequeñecido. Ella le frotó los brazos, apretando los labios.
—Y no hablo de la resaca, o de sentirte culpable por no avisar que no ibas a venir ayer en la noche.
—Estoy bien, tía —dijo él con la voz forzada y una sonrisa que no le llegó a los ojos—. Solo... preciso un laburo y listo. Me voy a alquilar y tendré mi propia plata, así no los jodo más.
Ella le dedicó una mirada condescendiente.
—Alexis... No nos jodes, para nada. Eres de la familia...
—No, no lo soy —cortó, echándose hacia atrás y dando los hombros. Volvió a esbozar esa mueca con la que quería transmitir que todo estaba bien y que no le importaba en absoluto y miró la hora en el teléfono—. Me voy, tía. Gracias.
Le dio un beso en la mejilla y salió de la casa sin darle tiempo a que ella volviera a intentar hablar con él. Le huyó porque temía quebrarse y no quería que le tuviera lástima, así que se quedó vagando por las calles hasta llegar a la avenida Lussich, la misma de sus sueños. Se quedó pensando si realmente valía la pena el riesgo de una relación a escondidas.
Parado frente a la necrópolis de Maldonado, lugar donde estaban enterrados sus padres, sacó el teléfono y abrió el chat para mandar un mensaje de voz:
—Darío, avisame cuando termines que te paso a buscar. Quiero hablar contigo.
Lo sé, lo siento! Debía esta actualización hace unos meses ya. Me había anotado en el ONC2021 y me centré en la novela con la que participé allí. Por cierto, pasó la primera y segunda ronda, pero ya no la tercera; sin embargo estoy contenta con el logro de escribir una novela de 20K en tan poco tiempo.
Por otro lado, seguro habrán capítulos más seguidos porque pretendo participar con Acordes y Ecuaciones en los Wattys 2021, así que espero tenerla finalizada para septiembre, ¡deséenme suerte!
Gracias por comprender y acompañarme en esta historia.
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