14. Cuando me insultás en la cara
—¡...'ta madre!
Alexis brincó en el sofá, haciendo que Darío soltara una carcajada. Su primo, molesto porque se burlaba de él, le dio con el bowl de palomitas por la cabeza pero sin lograr que dejara de reír. Héctor chistó, concentrado en la película mientras aferraba una lata de cerveza.
A pesar del feriado del Día de la Independencia, a Julieta le tocó trabajar esa noche, por lo que los hombres de la casa aprovecharon para mirar una película de terror en Netflix. Alexis no había estado muy de acuerdo, pero al ser la minoría terminó en el sofá sentado al lado de su tío con Darío sobre la alfombra junto a sus pies. Lo había pateado ya varias veces sin querer mientras se movía inquieto.
En la escena más tensa de la película, Alexis se inclinó hacia adelante, apoyando una mano crispada sobre el hombro de Darío mientras con la otra devoraba palomitas como si no hubiera un mañana. Sus dedos se clavaron en su cuello cuando el ente paranormal surgió de repente en la pantalla.
—Tranquilo, eh —le dijo mientras le agarraba los dedos para que dejara de pellizcarlo.
El contacto, cargado de electricidad, hizo que Alexis se apartara de inmediato, abochornado. Con su fachada de chico malo, Darío nunca se imaginó que su primo era demasiado susceptible al terror. Cuando aparecieron los créditos finales, pudo por fin respirar aliviado.
—Las pelis de ahora son una mierda —dijo a modo de excusa. Su primo se aguantó una sonrisa para no continuar molestándolo.
—Pero si estuviste cagado hasta las patas toda la película. —Héctor, en cambio, soltó una estruendosa carcajada mientras se levantaba.
El muchacho frunció el ceño hacia su tío, mostrándose muy ofendido —aunque por dentro no lo estuviera tanto— y se echó en el sofá como un gato perezoso. Darío se puso de pie, estirándose por lo incómodo del suelo, y se dejó caer a su lado en el lugar que su padre había dejado.
—Bueno, gurises —Héctor los miró desde la entrada del pasillo que daba al baño y los cuartos—, me voy a dormir un ratito antes que aquella salga de trabajar. Si van a mirar otra película de terror, Alexis por favor no grites —rio mientras se iba a su cuarto.
Alexis frunció la boca. Seguro su tío lo iba a molestar por el resto de su vida por eso.
—Y vos callate —le dijo a Darío quien comenzaba a esbozar una sonrisa otra vez.
—No dije nada, eh —se defendió mientras levantaba las manos.
Su primo bufó, tomando el control del televisor y pasando por las opciones que le ofrecía el catálogo del servicio de streaming. Terminó parando para ver el tráiler de un estreno que prometía mucha acción sangre y tripas. Darío hizo una mueca de asco, diciendo que no.
—Dejate de joder. Miramos una que era horrible, ahora me toca a mí elegir.
—¿Qué tiene de gracioso ver triperío? —exclamó alzando una mano con molestia y levantándose—. No voy a ver nada gore.
—¡Ah, no seas cagón!
—Mirá quién habla, eh.
—Callate, Harry Potter puto —soltó Alexis, tratando de sonar ofendido. Le lanzó el bowl y los granos de maíz sin reventar y el azúcar cayeron sobre las piernas de su primo.
Si bien ese era un insulto muy común entre amigos, a Darío le cayó pesado, como un ataque personal y no lo podía tolerar viniendo de él. Eso, sumado a lo ocurrido la noche anterior, hizo que explotara. Se alzó sobre las rodillas echo una furia y le devolvió el golpe con el recipiente con mucha fuerza. Alexis soltó un quejido y se sobó la nariz.
—¡Pará, mijo, que te estaba jodiendo! —exclamó frunciendo el ceño.
Su primo que se levantó con los labios apretados dando un par de palmadas en los muslos para quitarse el azúcar. Después se inclinó sobre el sofá, moviendo la mano en dirección a Alexis en un ademán pidiéndole que se fuera.
—Salí que mi madre se va a poner loca si ve este mugrero —chistó.
Comenzó a limpiar el sofá con las manos, tirando al piso para después barrer. Alexis se levantó sosteniendo el bowl mientras chasqueaba la lengua.
—Mijo, que sos jodido del todo —dijo, parado observándolo mientras limpiaba.
Su primo se irguió.
—Si vas a quedar ahí mirando y no vas ayudar, mejor andate —exclamó.
Alexis dejó el recipiente con un golpe sobre la estantería al lado de la televisión, junto a la lámpara de sal del Himalaya de Julieta. Habían muchas cosas que le molestaban de Darío, entre ellas que lo rezongara como un niño pequeño y que se empecinara en demostrarle lo inútil que era.
—No, en serio, ¿qué mierda te pasa, gil? Si de verdad te jodo la vida, me voy, no hay drama. Sé que caí aquí de rebote, no es necesario echarme en cara que solo rompo las pelotas.
No esperó a que su primo respondiera, se dio media vuelta y se fue azotando la puerta que daba a la calle. Darío se irguió, mirando en la dirección que se había ido su primo con el corazón golpeando fuerte mientras entendía lo mal que había actuado. Se había preocupado demasiado por sí mismo, por las emociones que le generaba estar cerca de él que nunca pensó que podía estar hiriéndolo.
—Darío.
La voz cantada a modo de advertencia surgió desde el pasillo y Héctor se asomó desde el rellano de su habitación. Lo miró en una muda reprimenda y Darío se preguntó desde qué momento estaba escuchando, pero lo último que su primo había dicho mostraba lo mucho que estaba roto por dentro.
—Andá buscarlo, por favor.
—Sí, perdón, pa.
Héctor le hizo un gesto con la mano indicándole que se fuera.
—Pedile perdón a él no a mí.
El muchacho asintió y salió por la puerta sin siquiera agarrar un abrigo.
¿Qué les va pareciendo la historia? ¿Qué piensan de Darío? ¿Y Alexis? ¿Creen que la relación de ellos va de mal en peor o que se solucionará pronto? Cuéntenme :D
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