•Capítulo 56: El juego del ángel•

Saludos cordiales, villanos.

Debo confesar que empezar este capítulo me costó un poco, no porque no supiera que es lo que va a pasar, sino porque no sabía que poner en la nota. Ya saben que es lo primero que hago y, para variar, tenía lista la trama sin tener la información que deseaba compartir con ustedes, por lo que me tomé mi tiempo para investigar y decidir que era relevante incluir y que no.

¿Están listos para lo que viene? Porque las cosas se van a poner interesantes y yo estoy realmente emocionada por lo que va a pasar. ¿Qué les parece si comenzamos?

La privación sensorial consiste en la restricción total o parcial de estímulos a uno o más sentidos; emplea instrumentos simples, como una venda en los ojos, que pueden variar dependiendo de lo que se busque con esta. La tortura del cuarto blanco consiste, precisamente, en un proceso de privación sensorial prolongado.

La privación sensorial, particularmente en un lapso superior a 48 horas, genera grandes efectos en la percepción, la cognición y las emociones. Si bien esta ausencia de estímulos se utiliza en la actualidad con fines terapéuticos, tuvo sus inicios en la tortura.

Los primeros estudios sobre la privación sensorial datan de los años 50, aunque es posible que haya investigaciones secretas previas a esa década. Los primeros experimentos con voluntarios se llevaron a cabo en la Universidad McGill, en Montreal, Canadá.

Antes de los experimentos con voluntarios, tras la segunda guerra mundial, se descubrió que los prisioneros de guerra confesaban sin la necesidad de violencia física, bastaba simplemente con privar los sentidos de los estímulo y se obtenían como resultado cambios en la voluntad de la víctima.

Los experimentos llevados a cabo evaluaron, en primer lugar, si estas condiciones alteraban los procesos perceptivos. Concluyeron que sí, y de una forma muy notoria. Los resultados arrojaron que, principalmente en el campo visual, los voluntarios percibían objetos estáticos cambiar de tamaño y forma. Así mismo, se produce una desorientación generalizada en el tacto y la percepción del tiempo y del espacio. En uno de los experimentos se demostró que los efectos del aislamiento social son similares a los de la privación sensorial.

A nivel cognitivo, los resultados de los experimentos indicaron que la capacidad de memorizar y retener información mejoró; sin embargo, las habilidades de abstraer, generalizar y razonar matemáticamente disminuyeron considerablemente. De manera sorprendente, la capacidad de aprendizaje mejora en quienes están sometidos a privación sensorial frente a quienes no sufren esta condición. Entre tanto, las capacidades motoras disminuyen sensiblemente, especialmente tras 48 horas de no recibir estímulos.

Estos experimentos concluyeron que la privación sensorial puede inducir a periodos de pseudopsicosis; se la clasifica como temporal debido a que, una vez finalizado el experimento y retomada la rutina, el sujeto volvía a la normalidad en un corto periodo de tiempo.

De la misma manera se comprobó que la personalidad de cada individuo es determinante en la forma como experimenta la privación sensorial. Todos los voluntarios hacen esfuerzos por adaptarse a las condiciones, pero una buena parte de ellos tiende a recordar el pasado y entra en depresión. Casi todos se vuelven mucho más sugestionables y esto lleva a que los efectos de la tortura psicológica sean más profundos, igual que los de la terapia psicológica.

Es importante que tengan todo esto en mente para los próximos capítulos también. Y que recuerde (o vuelvan a leer) la explicación de la tortura del cuarto blanco si hace falta, para refrescar la memoria.

Ahora, un pequeño dato curioso respecto al título; "El juego del ángel" es el tercer libro de la pentalogía del cementerio de los libros olvidados; en resumen, es la historia de un hombre que sueña con ser un escritor famoso en la Barcelona de principios de siglo (1900).

David Martin, que ya ha publicado varias obras bajo un seudónimo, quiere ponerle su nombre a una obra original, pero parece que el público solo quiere a su alter. Un día se presenta un editor de París que le ofrece el trabajo de su vida, escribir una biblia para una nueva religión. La historia gira en torno a cómo, lentamente, Martin pierde la razón por cumplir el encargo, todo lo que sacrifica, y como para él todo lo que ocurre es real.

El libro recibe este título por dos razones, la primera es que el editor usa como sello un ángel, y la segunda es que se implica, a lo largo del libro, que dicho editor no es humano; nunca se aclara si se trata de un ángel o un demonio, pero la insinuación está ahí constantemente.

Para nosotros, el título se conecta con cosas que suceden en el siguiente capítulo, pero eso ya son spoilers y ya saben que no me gusta entrar mucho en ellos sin necesidad.

Bueno, parece que al final si investigue lo suficiente; nuevamente, me reservo el desarrollo del bebé para mí, les aclaro solamente que estamos a mediados del segundo mes, por lo que la bebé tiene entre seis y siete semanas de edad.

Este capítulo tiene escenas de violencia explicita y manipulación psicológica. Por favor, lean con precaución.

Con todo esto dicho, por favor disfruten la lectura.

No tener noción del tiempo, pero saber que había pasado mucho, era a lo que se había resignado al entender que no lograría escapar de ese blanco espacio. No era el destino que esperaba, pero al menos sabía que no intentarían matarla de nuevo.

De las pocas cosas que le agradecía a Cooper Slys, si es que realmente había alguna, haber tenido tiempo para pensar en sí misma y en su vida, era una de ellas. Se había sumido tanto en su mundo que, en ocasiones, olvidaba su situación y simplemente escribía mensajes en su teléfono, que no llegaban a ningún destino. Eran solo pensamientos que necesitaba plasmar para no perder, un poco más, la cabeza.

Se encontraba en medio de eso, de escribir un mensaje sin destinatario, cuando la pesada puerta que la aislaba del mundo se abrió, produciendo un estruendoso eco. La sorpresa mandó el aparato al otro extremo de la habitación, a una pila de mantas que ella misma había hecho por aburrimiento.

Se encogió contra la pared, abrazando sus piernas y observando con atención los movimientos del intruso que, aunque debía esperar, se había tomado la libertad de entrar sin previo aviso. Cooper pasó la vista por su figura rápidamente, ignorando la mirada que recibía.

— Vístete,— ordenó el castaño, lanzando a la cama una bolsa plástica, observando a la cazadora con desprecio desde la superioridad que le daba su altura— nos vamos en una hora.

Apartó la mirada hacia la bolsa, estudiando vagamente su contenido; una muda de ropa limpia, de color oscuro y perfectamente doblada. No era su ropa, probablemente esta ya ni siquiera existía, pero tenía color y, aunque no fuese a reconocerlo, eso le alegraba un poco el momento.

— ¿Irnos? ¿A dónde? — pronunció con dificultad, levantándose lentamente de su rincón seguro para acercase a la cama que jamás había usado a tomar la bolsa; detalló el logo en lo que parecía ser la camiseta, y no se molestó en esconder su desprecio— No usaré esto.

— No estás en posición de elegir— le recordó con burla, sacudiendo el pequeño control remoto que, para ese momento, ya reconocía a la perfección— Avísale a Cameron cuando estés lista, aún tenemos trabajo que hacer.

Aguardó hasta estar sola nuevamente para romper el plástico y contemplar lo que le habían dado; no era la gran cosa, bajo circunstanciar normales no usaría algo así, pero debía resignarse a la realidad de que no tenía otra opción. Era simplemente un pantalón negro, pegado al cuerpo seguramente, similar al que usaría cualquier agente con cuerpo femenino; la camiseta, igualmente negra, tenía estampado el condenado logro en un llamativo rosa, un detalle que aborreció aún más al verlo en todo su esplendor.

— Al menos se molestaron en darme guantes— probablemente, lo único bueno de ese paquete, eran los guantes de cuero sin dedos, negros igual a los que tenía antes, pero con un hoyo en forma de corazón en el dorso de la mano— Ugh, los quemaré cuando sea libre... quemaré todo cuando sea libre...

Lanzó la camiseta blanca que llevaba hacia la cámara de seguridad que, a esas alturas, la seguía constantemente para observar su cuerpo. Se vistió de mala gana, odiando mostrar sus curvas como si fuera una muñeca; había bajado de peso, más de lo que alguna vez quiso, y detestaba su nueva figura.

Recogió el celular del montón de sabanas y, verificando una última vez la batería, se aproximó a la puerta. No iba a extrañar ese lugar, ya tenía suficientes traumas como para querer regresar y agravar el más reciente. Suspiró una última vez antes de tocar, tragándose las lágrimas y aceptando la realidad.

— Vamos a causar un caos— murmuró al sentirse libre por un instante, al salir de su celda y respirar otro aire. Una agradable sensación que, para su desgracia, duró tanto como le tomó a su cerebro procesar a la heroína de rosa que aguardaba por ella en el pasillo.

וווו×

Un secreto a voces puede ser problemático cuando, por cualquier medio, quienes no están al tanto de la verdad, desean satisfacer sus dudas y arrastrar a otros a intentar jugar el mismo ridículo juego de adivinanzas sin sentido. Por eso consideraba más simple eliminar a las partes que no debían conocer la verdad, así garantizaba hermetismo con su vida.

Sin embargo, y aunque tenía bajo amenaza a todos los que estaban al tanto de la situación, los secretos siempre encuentran un modo de alcanzar oídos ajenos y volverse la comidilla de los que no poseen más entretención que el entrometerse en la vida de seres superiores a ellos, con la silenciosa esperanza de obtener algo a cambio de mantener la verdad oculta.

El desfile de clientes indeseables con los que no había tratado en décadas comprobaba su impresión de las sabandijas que se consideraban a sí mismo villanos.

— Entonces, mi estimado Lord Black Hat— reanudó la conversación la mujer que tenía delante, recordándole que, desgraciadamente, no estaba solo— ¿Son ciertos los rumores acerca de un heredero?

— Si solo ha venido hasta aquí para interrogarme acerca de mi intimidad— farfulló molesto, rasguñando ligeramente la madera del escritorio y apretando la mandíbula más de lo necesario— le pediré que se largue de una maldita vez. Tengo trabajo que hacer y su presencia me resulta inconveniente, madame.

El gesto ofendido de su indeseada visita y el modo en que se marchó ante su hostilidad resultó reconfortante, al menos había librado a una de tantas inoportunas intervenciones a su jornada laboral. Ya empezaba a habituarse a ocultar repentinamente la cuna que Flug había adaptado junto a su escritorio, a eliminar cualquier prueba de la existencia de su cría y simular indiferencia ante los intentos de sus clientes por develar la verdad.

Chasqueó los dedos en medio de un suspiro, apretándose el entrecejo con la otra mano, buscando relajar un poco el estrés que ocultar de manera tan brusca a su hija provocaba. No creía que fuese malo que la criatura tuviese contacto con su poder, un día ella también manifestaría tales habilidades y si las reconocía sería más simple instruirla; el problema era que, los cambios bruscos la hacían llorar, y calmarla era siempre un desafío.

— Vamos, fue menos tiempo del usual— le murmuró con suavidad, manipulando las sombras de la habitación para tomar a la niña en brazos y mecerla suavemente, esperando que aquello fuese suficiente para distraerla—Hey, Thana.

Dudaba mucho que la criatura reconociese su nombre, era aún muy joven para si quiera ser capaz de procesarlo como suyo, pero siempre que la llamaba de ese modo calmo y delicado, captaba su atención y obtenía, aunque fuese un instante, una pequeña sonrisa. Aunque Flug insistía en que se debía simplemente a que reaccionaba a su aura, igual que cuando estaba en el vientre del muchacho.

Tenerla en brazos en momentos así, cuando solo eran los dos, se sentía extraño. Cada vez que la cargaba, aunque no fuese a decirle a nadie, se imaginaba como serían los años venideros, como serían las mañanas en las que ella entraría en su habitación sin tocar, dispuesta a despertarlos y tratar de pasar un día en familia. Sabía que era aún muy pequeña, pero se preguntaba a quién iba a parecerse más, si sería como Flug y disfrutaría leer hasta altas horas de la noche, si cuestionaría cómo funciona el mundo a su alrededor y si resultaría buena en alguna ciencia, tal como el científico.

Por el contrario, a lo mejor, llegaba a parecerse a él, si disfrutaría de la música que ya pocos valoraban y el bailar lento bajo la luz de la luna, en algún rincón olvidado del mundo, donde nada ni nadie pudiese interrumpir su momento. Imaginó que, de ser así, a lo mejor también disfrutaría del violín, o del piano o el órgano, cualquier instrumento estaba bien mientras tuviese la habilidad de tocarlo. Aún era muy pequeña, pero ya deseaba conocerla más, descubrir que era lo que encontraba fascinante y lo que le resultaba increíblemente desagradable.

La acomodó mejor para poder captar su atención con un pequeño sonajero que, recién sacado de la cuna, era lo mejor que tenía para distraerla. El juguete no era realmente algo especial, pero a la bebé parecía agradarle mucho su sonido.

— Buenas tardes, jefecito— se tensó ligeramente ante la repentina aparición de Flug por la puerta; no le sintió venir, a lo mejor por estar tan concentrado en la bebé, y su voz logró tomarle con la guardia baja. El cambio en su aura pareció molestar a la niña, que se quejó pidiendo nuevamente atención— Lamento interrumpir, creí que sería bueno ofrecerle mi ayuda con Thana, pero veo que no hace falta.

— ¿No deberías estar trabajando? — cuestionó secamente, siguiéndole con la mirada, ocultando esa sutil sonrisa que se apoderaba de su rostro cada vez que veía al muchacho— Después de insistir tanto, es lo menos que debes hacer, Flug.

— Descuide, recién terminé los planos que estaban pendientes— explicó con calma, recargándose en el escritorio, junto al villano, para observar a su pareja y su hija más de cerca— Están listos para enviarse al departamento encargado. Solo quería ver si hacía falta que me llevase a Thana, con eso de que hay clientes queriendo conocerla...

El cambio en su actitud no pasó desapercibido, era poco usual que se le notase triste cuando se trataba de la criatura, sin embargo, debía reconocer que aquel cambio en su actuar se producía solamente cuando, por casualidad, surgía el tema de permitir a otros saber de su existencia.

— ¿Y ahora qué diablos te pasa? — interrogó con seriedad, dejando que su sombra volviese a tomar a la niña, dejándola nuevamente en la cuna y, sin que el científico se lo esperase, tomándole el brazo y obligándolo a acercarse un poco más.

— Na-nada, señor... no pasa... nada— la bolsa cubría su rostro, ocultaba casi perfectamente sus expresiones, igual que siempre; sus ojos, sin embargo, expresaban más de la cuenta, delataban la vaga mentira que intentaba pronunciar en aquel momento.

— Eres un asco mintiendo— regañó suavemente, pasando de su muñeca a su cintura, acercándolo con pertenencia y casi obligándolo a sentarse sobre su regazo, eliminando cada vez más la distancia que los apartaba— Responda, doctor Flug ¿Qué sucede?

Flug chilló sorprendido ante la caricia indiscreta que se deslizó por su muslo hasta llegar a su trasero, sintiéndose avergonzado y cohibido. Black Hat río burlón ante su reacción, recorriendo su espalda lentamente, contando una a una las vértebras de su columna, casi como un juego.

— Nada, y-yo solo... solo pensaba— aquel comentario solo corroboró algo que Black Hat le había dicho tiempo atrás, que pensar era malo para él y que, a lo mejor, le hacía demasiado caso al ruido en su mente. Con un suspiro de resignación, se obligó a expresar sus preocupaciones— ¿Piensa permitir al mundo saber de ella? ¿Les dirá alguna vez quién es su... madre?

La cercanía le permitió al eldritch percatarse del sutil temblor de su cuerpo, de cómo se esforzaba por no seguir sobre analizando en asunto. Se le hizo curioso el cuestionamiento, pues creía que su deseo era permanecer en el anonimato, aparentando normalidad a los ojos de quienes no debían conocer la verdad; sin embargo, eran preguntas que no podría evadir por siempre, y que era mejor contestar cuando nadie más le presionaba por ello.

— Es inevitable— murmuró colando su mano bajo la bolsa, deshaciéndose del broche que sostenía su cabello, jugando con los mechones que se deslizaban uno a uno por su cuello, liberándose de la máscara— Incluso si intentara ocultarla eternamente, tarde o temprano algo o alguien la descubriría y revelaría la verdad. Si va a pasar, al menos podré tener el control del asunto.

Retiró la bolsa sin mucho cuidado, rasgándola ligeramente y arrojándola lejos, arrebatándole también los googles por inercia, buscando esa cautivadora mirada que, pese al tiempo, le seguía pareciendo un verdadero caos, uno de los más bellos.

— En cuanto a decir quien cargó con ella,— Flug agradeció que no se refiriese a él como "madre" — ese asunto solo nos compete a nosotros, doctor. Cualquier otro es solo un miserable parásito que necesita satisfacer algún interés cuestionable.

— Jefecito... ¿Qué soy para usted? — el muchacho rodeó con sus brazos el cuello del demonio, acercándose un poco más a él. No debían hacer eso, no debían buscar algo que aún no tenía permitido, pero lo deseaba tanto. Se encontraban ya en abstinencia, y resistir a la tentación era casi imposible para ambos— ¿Usted me... quiere?

No estaba seguro de por qué abordaba el tema en ese momento, pero deseaba escuchar la respuesta que pudiese dar el villano, y como fuese a darla. Solo quería igualar el tablero; él ya había confesado un par de veces sus sentimientos, pese a no haber sido cursi o romántico, lo había hecho y sabía que Black Hat sabía. Solo quería escuchar esa respuesta de su parte.

— ¿Acaso importa? — cuestionó acercándolo un poco más por la cintura, acariciando la curva del final de su espalda con una delicadeza que solo el muchacho conocía; sus palabras no dolieron, simplemente despertaron una curiosidad ya natural en él, avivaron el deseo de conocer esa respuesta— Si tanto deseas una respuesta, te la diré, bajo una condición.

Se unieron en un beso de esos que compartían cuando ya no se sentían capaces de aguantar las ganas de devorarse mutuamente; un beso lento y profundo, que dejaba ver más que las palabras.

— Quiero escucharlo... señor— murmuró a separarse, jadeando suavemente por la falta de aire y acercándose más al demonio, que le abrazó con pertenecía, reduciendo a milímetros la distancia entre ambos— Quiero conocer la respuesta.

— Entonces aceptas mis condiciones— sentenció como si quedase alguna duda al respecto, colando su mando enguantada por entre la ropa del muchacho, acariciando su piel.

— Por supuesto— corroboró en un susurro, suspirando por el escalofrió que bajó por su espalda, cerrando los ojos para sentir más.

— Eres ese ínfimo detalle que para los demás no es relevante,— comenzó a explicar, besando brevemente sus labios, subiendo las manos hasta los hombros del menor para retirar su bata, dejándola a medio camino en sus brazos— ese algo que el resto del mundo podrá jamás extrañar, pero que aquí tiene la mayor de las importancias. Cuando me miras, es menos difícil creer que le queda algo aprovechable a este patético mundo.

Flug respiraba con pesadez, obligándose a no llorar, a seguir escuchando atentamente aquellas palabras que, entre líneas, confesaban una serie de emociones a las que no sabía nombrar, pero que entendía perfectamente.

— Por ti, Flug, estoy dispuesto a destrozar este planeta y toda su escoria— el demonio llevó su mano a tomarle el rostro, obligándolo a sostener la mirada que, ya brillante, delataba cuan profundo había llegado esas palabras— Eso es lo que eres para mí, y si le dices a alguien, te arrastraré conmigo al infierno.

— ¿Es... es esa su, su condición? — interrogó temeroso, ya sabía que destino aguardaban a quienes traicionaban al sombrero, no necesitaba un recordatorio; y aunque sabía que el suyo sería distinto, igual era un castigo al que no deseaba enfrentarse. El villano negó riendo, acariciándole suavemente la mejilla.

— Mi condición, Flug— susurró con voz ronca, acercándose al sonrojado rostro que sujetaba tan delicadamente, como si temiese romperlo— es que me dejes devorarte aquí y ahora, tal como antes.

El sonrojo en su rostro le dio la impresión de que iba a desmayarse; de todo lo que el eldritch pudo haberle pedido, de todo el abanico de amenazas y castigos por obligarlo a confesarse, aquello estaba de último en la lista.

Su cuerpo se estremeció ante la calidez del aliento contrario chocando contra su cuello, amenazando con morderlo y recordarle al mundo a quien pertenecía. Lo deseaba, deseaba sentir sus dientes nuevamente atravesando su carne, adormeciendo sus sentidos y robándole la razón, realmente lo deseaba, pero un llamado, algo parecido a una risa, se robó su atención.

— ¿Qu-qué hacemos con... ella? — preguntó a medias, obligando a su mente a permanecer en la habitación.

Black Hat se alejó de su cuello, observando la cuna a su lado como si aquella presencia, en aquel momento, fuese un verdadero inconveniente. Tomó a Flug por la cintura y, como si no pesara nada, le levantó de su regazo y sentó en el escritorio, abandonando su silla y tomando a la bebé en brazos, llevándose también el peluche de 5.0.5 al que le había tomado cariño la criatura.

— No te muevas— ordenó, desapareciendo envuelto en sombras, como si no hubiese pasado nada entre ellos.

Flug observó un instante el lugar en que antes se encontraba su pareja, llevándose una mano al pecho para buscar algo que no estaba allí. Deseaba sentir su corazón, ese acelerado palpitar que solo su ausencia podía provocar. Le hacía falta en esos momentos, pero entendía que jamás volvería a sentirlo.

— Tanto tiempo temiendo que fuera a delatarme,— murmuró recostándose hacia atrás, apoyando la espalda en la madera y extendiendo los brazos al aire, jugado con sus dedos y la luz que los atravesaba— y al final ya no está ahí.

— Los corazones traicionan incluso después de haber dejado de latir— declaró el villano, apareciendo de nuevo en la habitación, aflojándose el nudo de la corbata con lentitud— Solo los mortales se preocupan por ello.

Antes de que pudiese erguirse, el eldritch le retuvo por los hombros, inclinándose a besarlo con necesidad, pero con la lentitud adecuada para disfrutar del momento tanto como fuese posible. Deslizó su mano por el vientre del muchacho, apartando la camiseta con suavidad, procediendo con delicadeza por la zona.

— Descuide— murmuró a medias cuando se apartaron un instante, acabando de quitarle la corbata y comenzando a apartar la gabardina con esa misma lentitud— ya no hay puntos, solo la cicatriz.

El eldritch se apartó para dejar la gabardina en la silla, colgada del espaldar para que no fuese a arrugarse; Flug aprovechó la oportunidad para quitarse la bata completamente, y de paso la camiseta, ahorrándole trabajo al villano. Se sentía nervioso, era la primera vez que lo hacían en meses, pero no quería detenerse, no cuando los ánimos ya se habían calentado.

Black Hat volvió a atraparlo entre su cuerpo y el escritorio, besándole con necesidad y provocando esos involuntarios cortes que añadían otro sabor a sus bocas. Recorrió lentamente los costados de su cuerpo, acariciando su piel con las manos desnudas y recordando esa figura que tan bien conocía, recibiendo en respuesta escalofríos y jadeos.

El eldritch dejó sus labios para besar la línea de su rostro, bajando hasta encontrar su clavícula. Parecía que las cicatrices de sus mordidas no habían desaparecido del todo, aun podía apreciar pequeños puntos rojizos en donde antes se había dado el lujo de marcarle. Se detuvo un momento a considerar la idea de volverlo a hacer, de volverlo a reclamar como suyo ante cualquier curioso que pudiese cuestionar su relación.

— Hágalo, jefecito— pidió en un murmullo, desabotonando su camisa y acariciando la piel de su pecho con lentitud, deslizando sus manos y buscando esa mirada que, bajo el monóculo, le devoraba anticipadamente— Muérdame, por favor.

— Después no te andes quejando— advirtió suavemente, acercando su boca a la zona que tenía ya elegida, lamiendo primero su suave piel para recordar el sabor que tenía, para rememorar ese dulzor tan particular que le había cautivado.

Perforó su piel lentamente, enterrándose profundamente en su hombro y reabriendo heridas que ya se encontrabas en el pasado; el sabor de su sangre era diferente, algo que esperaba desde que le sintió despertar, sin embargo, había pasado a ser incluso más adictivo que antes. Se sentía como si una droga, una verdaderamente efectiva, entrase en su sistema y le volviese devoto a ella.

Era perfecta, y quería más.

Flug empezaba a removerse incomodo, jadeante y ansioso por algo más que simples caricias. Se apartó para contemplar ese maravilloso desastre que había provocado en tan poco tiempo, deteniéndose por primera vez a ver la cicatriz que atravesaba a lo largo su vientre. Una marca permanente que le recordaba a ambos la realidad que ahora compartían.

— Suave...— masculló pasando el dedo sobre la cicatriz, memorizando la diferencia de textura entre el resto de su cuerpo y aquella rosácea zona del vientre. No solo tocó la cicatriz, también estudió y acarició las estrías que se habían marcado a sus costados— La piel humana es... suave...

— Somos blandos... frágiles— se sentó a medias, para alcanzar de nuevo al demonio y guindarse de su cuello, buscando la mirada bicolor que le estudiaba tan meticulosamente en aquel momento— Eso es lo que usted diría ¿No, jefecito?

— Efectivamente— le tomó de la cadera y, enterrando vagamente sus garras, le arrastró consigo a la silla, acomodándolo sobre su regazo para sentirlo cercano, para poder manejarlo a su antojo.

Flug bajó sus manos del cuello de su pareja a su torso, acariciando la piel con la misma suavidad que el demonio había tenido con él; nunca se había dado el tiempo de estudiar realmente su pecho, de explorar la zona que siempre tenía a su alcance. Recorrió el camino lentamente, sin romper nunca el contacto visual, ni alejarse un poco, simplemente disfrutando de la sensación bajo sus manos.

Se abrió paso por el pantalón del villano, inclinándose hacia adelante para volver a besarse, ocultando el nerviosismo y la vergüenza en aquel beso. No era la primera vez, eso era seguro, pero se sentía extraño volver a masturbarlo después de tanto.

— ¿Estás seguro de esto? — interrogó entre besos el eldritch, metiendo las manos entre el pantalón del muchacho, acariciando y apretando sus glúteos como un juego, sonriendo por los gemidos que el muchacho procuraba callar mordiéndose el labio.

— N-no...— confesó con la voz quebrada, moviendo su cuerpo hacia adelante para sentirlo más cerca, respirando con pesadez sobre los labios del demonio— pero... pero lo quiero... quiero volver a sentirlo llenarme...

No hizo falta alejarse, o romper el beso con el que concedía su permiso al demonio para volver a tomar su cuerpo, su pantalón fue rasgado, igual que su ropa interior, una costumbre que le había costado varios pares nuevos de ropa.

Gimió fuertemente ante la intrusión de las garras del villano en su cuerpo, dilatándole con tanta delicadeza como le era posible, recibiendo en respuesta una sinfonía de gemidos y jadeos con su nombre, rogando por más.

Para Black Hat, aquella escena era lo que más le gustaba de sus encuentros íntimos con el castaño; solo él tenía la oportunidad de verlo así, hecho un completo desastre, y lo disfrutaba como parte del momento. Flug era su caos favorito, ese pequeño desorden ordenado que el mundo ignoraba, pero que tenía todo a sus pies sin saberlo.

Le penetró lentamente, cuidando no forzar las cosas ni apresurar el momento. Planeaba tomarse tanto tiempo como hiciera falta, planeaba disfrutar de su científico cada segundo que tuviese la oportunidad, volver su efímera existencia tan eterna como aquellos encuentros se lo permitiesen.

Flug se abrazó a él fuertemente, juntando sus pechos y ocultando el rostro en su cuello; jadeaba y temblaba como si tuviese miedo, intentando acostumbrarse a su tamaño de nuevo, al modo en que se sentía lleno al tenerlo en su interior.

— ¿Flug? — murmuró, llevando una de sus manos a acariciarle el cabello, jugando con sus mechones y tratando de tranquilizarlo; ni siquiera la primera vez se había comportado así, y comenzaba a desconcertarse.

— E-estoy bien...— afirmó en un susurró, alejando la cabeza un poco y buscando la mirada del villano, obligándose a tragar las lágrimas que nublaban su vista— Solo... lo amo, señor.

Esta vez no pudo ignorar sus palabras, no pudo hacer caso omiso a su mirada embriagada de pasión y el modo en que su cuerpo suplicaba por más, por reciprocidad. Llevó una de sus manos a la mejilla del muchacho, acariciando la cicatriz que el accidente había dejado, limpiando las lágrimas del ojo que un tiempo estuvo ausente, estudiando su expresión con calma, suavizando un instante su mirada.

— A lo mejor...— masculló tan suavemente que Flug sintió que aquel ya no era su jefe, que aquel ser que comenzaba a penetrarlo había abandonado un instante la coraza que mostraba ante el mundo y le permitía ver algo que nadie jamás había visto— el sentimiento es mutuo...

Las palabras quedaron atrás, cualquier racionalidad se retiró de la habitación, permitiéndoles entregarse al otro sin más intervenciones, sin más momentos de los que no hablarían con nadie en el futuro. Eran puro placer, mezclado con emociones acalladas por los gemidos y jadeos llamando al contrario.

Era un encuentro como el que no habían tenido en casi un año, un encuentro apasionado en el que las consecuencias solo serían el extremo cansancio y un pequeño desastre que limpiar después.

וווו×

— Ay, no pongas esa cara, cariño— pidió con voz melosa la heroína, terminando de recogerle el cabello en una coleta de caballo, un peinado que no había llevado en años— te ves más guapa cuando sonríes, te queda mucho mejor.

— Gracias, pero no quiero sonreír— confesó suavemente, huyendo de la mirada de quien consideraba tan culpable como el agente que aguardaba por ella fuera de la oficina. Al menos sabía respetar la privacidad— ¿Por qué estar feliz cuando solo somo carne de cañón para ese malnacido?

Heed la tomó por los hombros y, con suavidad, la obligó a girar para verla a la cara, inclinándose ligeramente debido a la diferencia que sus tacones le proporcionaban. Le apartó el cabello del rostro con delicadeza, revelando sus ojos, brillantes por la poca luz y por las lágrimas que empezaban a bajar por sus mejillas.

— Vamos a salvar a un inocente de las garras del mal— afirmó orgullosa, tomando del escritorio a su espalda un audífono inalámbrico, similar al micrófono que ella usaba bajo su diadema— Ese es motivo suficiente para sonreír querida.

Dark fingió una sonrisa, con una estúpida esperanza en el pecho; quería creer que podría estar consciente, que podría recordar las cosas que iban a pasar y que, si corría con suerte, iba a poder escapar de ellos y evitar una tragedia, pero a quien engañaba. Su papel era el de esclava, el de un zombi sin cerebro, incapaz de cumplir otra voluntad que no fuese la de sus captores.

— Bien, andando— la heroína presionó el botón en la palma de su mano, liberando la repugnante sustancia que, a diferencia del perfume, duraba en su sistema más tiempo, y resultaba más desagradable de oler— Vamos a reformar algunos villanos.

Cerró los ojos aceptando su destino, entregándose una última vez al control de otros. Susurró una disculpa al aire antes de sentirse mareada, dejando las lágrimas correr libremente por sus mejillas; iba a arrepentirse toda su vida de aquello, no importaba si no tenía el control, iba a lamentarlo hasta el final de los tiempos.

וווו×

Tener momentos tranquilos con Demencia se sentía como una contradicción, pero no iba a quejarse por ello, le hacían falta instantes que le ayudasen a olvidar los golpes que la vida le había dado últimamente. El único problema era que, entre todas las cosas que podrían hacer juntos, la alebrije siempre parecía querer jugar con su cabello.

— Nunca vuelvas a cortarlo, nerd— reclamó, pasando con delicadeza el cepillo, acariciándolo para controlar los cabellos rebeldes que la estática se llevaba consigo— Con lo bonito que es, no vale la pena cortarlo.

— Tuve que hacerlo, se me estaba cayendo mucho— le recordó con voz tranquila, dejándose hacer como si realmente no tuviese problema con la atención que le daba la joven lagartija— Además, así dejaste de llamarme Hamilton un tiempo. Son sacrificios necesarios.

Cualquier respuesta que Demencia pudiese haber pensado darle quedó en el aire en el momento en que la bebé se quejó, llamando la atención de ambos. Flug se levantó casi de inmediato a ver qué ocurría, dejando a la joven alebrije con las manos en el aire y una mueca de disgusto.

— ¿Qué hora es? — cuestionó al tener a la niña en brazos, meciéndola para tranquilizarla un poco, ofreciéndole una cálida sonrisa, que al momento tuvo respuesta.

— Las diez— contestó tomando su teléfono, eliminando notificaciones de la pantalla de bloqueo y volviendo a dejarlo sobre la cama, abandonando allí también el cepillo con que peinaba a Flug— ¿Es hora de comer?

— Así es, la última comida y después un baño— Flug la invitó con la mirada a acompañarlos, a dejar un instante su desordenada habitación y seguir compartiendo en otro lado. Encogiéndose de hombros, se levantó del suelo y los siguió por el pasillo, estirando los brazos al aire sin preocuparse por lo mucho que dejaba ver su ombliguera y la falta de sostén.

— Solo tiene dos meses ¿Cómo sabe qué hora es? — bufó acomodándose el cabello, inclinándose un poco hacia adelante para llamar la atención de la bebé— Hey, Little Monster.

Demencia comenzó a hacer caras para hacerla reír, a sacar la lengua e inflar las mejillas, recibiendo siempre en respuesta sonrisas inocente y balbuceos que no lograba entender del todo. Se le hacía adorable jugar así con ella, al menos podía hacerla reír un poco, siempre que no la cargase.

— Bueno, es más fácil para ellos llevar una rutina,— intentó explicar con tanta seriedad como sus gestos le permitían, rodando los ojos solo para no empezar a reír con ellas— y si esa rutina implica comida, mejor.

Apenas pudo prestar atención a lo que dijo Flug, su atención se desvió a algo que estaba allí con ellos; no supo realmente que fue lo que vio, pero algo se había movido tras ellos y, aunque dudaba que se tratase de un intruso o algún riesgo, debía estar alerta, era su trabajo cuidar del científico y la criatura.

— ¡CUIDADO! — tacleó al castaño con fuerza, esperando que no fuese a hacerle daño con ello, evadiendo apenas un cuchillo que le arrancó algunos mechones de cabello en la caída.

— ¡¿Demencia, que mierda te pasa?! — el reproche podría esperar, su atención estaba en ese algo que los había atacado; sabía que no era su imaginación, por una vez la mansión no le jugaba malas pasadas. Había algo en las sombras, algo de lo que desconfiar— ¿Demenc~

Volteó bruscamente en el instante en que escuchó su nombre, esponjando su cabello y gruñendo como animal, intentando intimidar a lo que fuera que había allí. No esperó, sin embargo, congelarse en su sitio al dar la vuelta. Su respiración se agitó en el instante en que la reconoció, en el instante en que comprendió lo que sucedía.

Flug estaba inmovilizado por un hombre, evidentemente mayor que ellos, de apariencia desagradable a su parecer; cabello castaño, con algunas canas ya asomándose por ahí, de mirada severa y rostro rígido; un semblante ligeramente imponente que le hizo pensar en Black Hat un momento.

A su lado, como una estatua, se hallaba Dark Blood, cargando a la bebé y con los ojos cerrado, como si no desease ver lo que tenía en frente, con las mejillas aún humanas por las lágrimas. Su ropa era extraña, tenía ese logo que tantas veces se había encontrado en sus misiones, y una chaqueta igual a la de antes, pero de color rosa brillante y con un estampado que nunca antes había visto.

Esa no era ella, no podía serlo.

— ¿Qué pasa querida? — apenas pudo esquivar el puño que se dirigía a su rostro, moviéndose hacía atrás, perdiendo momentáneamente el equilibrio— ¿Te comió la lengua el gato?

Un tercer intruso, uno que solo había percibido por su aroma, le plantaba cara como si fuese una pelea justa. La chica, que a lo mejor ni siquiera era mayor que ella, era el color rosa en vida; iba adornada con corazones en todo lo que podía ponerlo, con una falda nada practica para el combate y una mirada coqueta que le produjo un profundo asco.

— No— gruñó poniéndose en guardia, riendo como solo ella sabía, luciendo orgullosa sus afilados colmillos en una sonrisa macabra que solo sus víctimas tenían el placer de conocer— Pero puedo arrancarte la tuya si quieres.

Pocas cosas la frustraban tanto como quieres atacar y verse inmovilizada, era un corte de ambiente que solo la motivaba a golpear con más fuerza a su oponente. Bajó la mirada a sus pies, encontrando una sombra sujetándola por los tobillos, obligándola a permanecer fija en ese punto del pasillo, bajo la mirada de los cuadros que aguardaban por el primer golpe.

— ¡Dark Blood! — gruñó furiosa, intentando avanzar hacia la cazadora de almas que, aun con los ojos cerrados, parecía tener su atención en la bebé, que no lloraba— ¡Maldita perra traidora, te voy a despedazar mil veces! ¡VAS A PAGAR POR ESTO!

— Ow, la violencia no me gusta— el punto rosado se acercó a ella mientras el hombre arrastraba a Flug en dirección contraria, en dirección al comedor y a la oficina de Black Hat— Vamos, cálmate, deja que la paz tome tu corazón.

Una nube de humo rosa, de olor insoportablemente dulce y asfixiante nubló su vista un instante; todo se volvió borroso un momento, por tener aquella cosa en los ojos. Le ardió la nariz, y sintió que se iba a desmayar al respirar inevitablemente esa sustancia. Solo entonces sus pies fueron libres.

— ¡Deja de forcejear Kenning! — escuchó a lo lejos, casi como un eco, lo que identificó a medias como la voz del hombre, más por descarte que otra cosa. Se extrañó de escuchar el nombre de Flug, pues pocos lo conocían realmente— Vamos, apresúrate, tenemos que irnos antes de que él venga.

— ¡Oye, bastardo! — gritó con todas sus fuerza, avanzando un paso al frente al recuperar la vista, tronando sus nudillos con una sonrisa maliciosa en el rostro, que espantó al hombre y desconcertó a la chica rosa— ¡¿Por qué no agarras una escoba y te barres a la verga?!

Tacleó a la chica antes de que pudiesen volver a inmovilizarla, tomándola por la cintura y asegurándose de caer con todo su peso sobre ella, buscando sacarle el aire en el proceso. La aprisionó contra el suelo, colocando sus piernas a cada lado de su estómago y llevando sus manos al delgado y frágil cuello de aquella heroína, empezando a apretar con fuerza.

— ¿Vas a dejar que tu perra se muera aquí? — necesitaba ganar tiempo, era una pelea injusta y no podría ganarla si Dark Blood seguía en pie; pero podía ganar tiempo, picando tanto como pudiera al que parecía tener el control de todo— ¡Deja ir al nerd o tu mascota dará su último aliento!

Bajó la guardia al levantar la cabeza, al ver a Flug inmóvil, observando fijamente a su captor, como si se hubiese rendido. Recibió, en su distracción, un golpe al riñón, un acierto fortuito de su oponente que la obligó a retroceder a causa del dolor.

— ¿Cooper? — pudo escuchar como Flug murmuraba el nombre de su captor, evidentemente desconcertado, casi como si no creyese que aquello era real— ¡MALDITO BASTARDO!

Se obligó a recuperarse al ver a su presa arrastrándose hacia ellos, intentando levantarse y fracasando en el intento. Aun con el dolor en el costado, se lanzó sobre ella, tomándola del cabello y deteniendo su torpe huida.

— Vamos, Cooper— burló pasando su brazo por el cuello de la heroína, aplicando presión y deleitándose con el agonizante balbuceo que suplicaba piedad, retando con la mirada al hombre— ¿Vas a dejar que muera aquí? ¿Presa de un villano?

Sonrió orgullosa al ver como Flug, incluso desde su desventajosa posición, lanzaba un codazo al hombre, con la suficiente suerte de dar en el punto exacto. Creyó que ganarían al ver el cuerpo del mayor desplomarse tras su compañero, doblado y buscando recuperar el aire que el científico había logrado quitarle.

— Da-Dark... Agh— aplicó más presión, aplastando la tráquea para callar su odiosa voz, queriendo evitar que involucrase a la cazadora en el asunto. La aludida finalmente abrió los ojos, revelándole una mirada cegada por el brillante rosa de esa sustancia que la habían hecho inhalar— Lar... la-largo...

Ante sus ojos, y como si sus amenazas no hubiesen sido suficientemente reales, como si Flug no acabase de derribar a alguien mucho más fuerte que él, las sombras los envolvieron, sombras que Dark Blood controlaba, algo que ella misma había tenido el privilegio de ver varias veces.

Los cuatro desaparecieron en segundos, como si jamás hubiesen estado allí. Solo entonces liberó a la heroína, sintiendo un vació en la boca del estómago y un miedo indescriptible, intensificado por las miradas de los cuadros de su señor, que habían sido testigos de todo, pero no habían hecho nada.

— Je... je...— volvió la mirada a la heroína que, aun bajo su cuerpo, parecía celebrar el logro de sus compañeros, el haber sido dejada atrás para morir— El mal... nunca... gana...

La observó desde lo alto, sintiéndose vacía por dentro, como si se hubiese llevado finalmente su alma y ya no quedase nada en su interior. Sin mediar palabra se levantó, moviéndose casi automáticamente, y tomó un jarrón de una de las columnas que los exhibían por toda la mansión.

Regresó a ella son una sonrisa torcida y la mirada vacía, una mirada aterradora que su ojo dispar solo volvía peor. Dejó caer el jarró una, dos, tres veces contra su cabeza, salpicando sangre a la alfombra y a su ropa, a su vientre y todo lo que pudiese haber cerca. Quería matarla, quería eliminar esa coqueta mirada y esa sonrisa de superioridad que tenía.

Quería borrar su rostro a golpes.

No notó las lágrimas que bajaron por sus mejillas, no supo en qué momento perdió la compostura y empezó a llorar. Se sentía una inútil, había fallado en proteger a Flug dos veces, era una misión simple y, por segunda vez, había fracasado. Tenía miedo, y se sentía inservible.

— Suficiente— la severidad de la voz de su jefe resonando en el pasillo apenas pudo devolverle su juico; estaba furiosa, necesitaba descargar en algo su enojo ¿Y qué mejor que una heroína? — La necesitamos viva.

— Si, Blacky— dejó el jarró a un lado, admirando su obra y lo mal que la había dejado. A lo mejor iba a necesitar una cirugía plástica— Jajajajajaja, ¡le destrocé la nariz!

Se limpió el rostro con el antebrazo, manchándose con sangre la punta de la nariz y con maquillaje las mejillas. No iba a preguntar por qué el eldritch no hizo nada, no era el momento, al menos no para ella. Simplemente se levantó y le permitió al demonio estudiar a su víctima, aguardando ordenes obedientemente, apretando de más su mandíbula y lastimando los dientes que, en otra ocasión, ya se había roto.

— Prepárate— ordenó sin mirarla, dejando a la inconsciente chica sobre la alfombra, como si no estuviese manchando su piso con esa desagradable sangre— Saldremos en una hora. Asegúrate que siga viva para entonces.

— ¡Si señor! — iba a obedecer, porque tenía miedo, y porque deseaba respuestas. No sabía que planeaba Black Hat, pero la idea de estar a su lado para causar caos le entusiasmó, le dio motivos para mantener con vida a esa cosa rosada que antes había sido una heroína.

//////////////

Golpear a Heed a través de Demencia me trajo paz, hacía mucho que necesitaba expresar mi desprecio por ella de algún modo.

¿Qué tal están? ¿Me extrañaron este mes de ausencia? Porque yo a ustedes sí, y mucho. Debo confesar que tuve un momento de duda antes de ponerme a escribir, porque tuve la sensación de haberlos decepcionado, con eso de que Flug no murió realmente y así. Incluso me plantee eliminar los últimos dos capítulo y volverlos a escribir.

Pero, honestamente, lo que tengo planeado necesita de Flug, y aunque la tentación de regresar y dejarlo muerto sigue ahí, no quiero sacrificar las bonitas escenas que se vienen.

Fuera de eso, espero que la espera haya valido la pena, esta es la primera vez que escribo una pelea detallada, y me siento feliz con el resultado, especialmente porque intenté quedarme siempre desde la perspectiva de Demencia. Creo que salió muy bien.

Como ya es costumbre, muchas gracias por leer, en verdad lo aprecio mucho ¿Pueden creer que ya casi llegamos a las 50K leídas? En verdad, mil gracias por seguir leyendo.

Nos leemos luego :)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top