•Capítulo 39: Distancia•
Saludos cordiales, villanos.
Modifico este inicio porque, tomando en cuenta que edité completamente la historia, no vale la pena que mis nuevos lectores lean la depresión que me dio en su momento.
Quiero creer que nunca fue notoria la adición que hice a la historia, sin embargo, es posible que haya sido sumamente obvio. El caso es que, habiendo pasado por este proceso, no quiero que lean de nuevo aquello. Pasemos directamente a los datos importantes de esta vez.
El distanciamiento emocional y afectivo se refiere, en relaciones de pareja, a una repentina sensación de frialdad entre sus miembros, que conlleva a una distancia psicológica y física, que puede traer discusiones y conflictos, aunque no siempre es así. Se trata de la pérdida de la conexión emocional que la pareja tenía, la desintegración del espacio afectivo que juntos compartían y que aportaba sentido y seguridad a la unión.
Es un fenómeno que se da de forma paulatina, y conlleva la pérdida de complicidad e intimidad; suele traducirse como desinterés e indiferencia, lo que supone un elevado malestar. También se entiende como la pérdida del apego emocional entre los miembros, junto con la conexión que les permite adaptarse a los cambios que aparecen durante la relación.
El distanciamiento emocional supone un inconveniente mayor en cualquier relación, puesto que se traduce directamente como una pérdida de intimidad y confianza entre las partes. En la gran mayoría de casos, se entiende como un preludio a una ruptura o un problema más grave, por lo que es indispensable que sea identificada a tiempo, si en verdad se desea hacer algo por solucionarla. Es importante señalar, aunque no se aplique, que esto no está limitado a relaciones románticas, se evidencia también en amistades y relaciones familiares.
El signo más evidente de un distanciamiento emocional es la falta de comunicación; en situaciones donde normalmente habría platica y confianza, la comunicación se vuelve tosca y distante. El evitar a toda costa tocar un tema relacionado con las emociones o el estado de la relación, así mismo, la pérdida de significancia de lo que antes solían ser momentos íntimos o rituales románticos.
Las soluciones más óptimas al enfrentarse a esta situación se encuentran en distintos tipos de terapias; por ejemplo, una terapia de pareja con enfoque emocional, así como una terapia individual, permiten el análisis de las emociones y buscan trabajar en los puntos clave, positivos o negativos, que pueden estar involucrados en el distanciamiento.
Pasemos a un tema un poco menos complejo, pero que a Flug lo afecta directamente. La cafeína es un componente químico presente en el café, algunos tés, chocolates y medicamentos. Es una de las sustancias más consumidas a nivel mundial, sin embargo, pese a que un alto número de embarazadas consume grandes cantidades de cafeína, es considerada como peligrosa durante el embarazo.
Según algunos estudios, una alta ingesta de cafeína durante el embarazo puede aumentar hasta el doble el riesgo de un aborto espontaneo, parto prematuro, un retraso en el crecimiento del feto y bajo peso en el bebé.
Esto se debe a que, mientras que a una persona normal le lleva de cuatro a seis horas para eliminar completamente la cafeína de su sistema, una mujer embarazada puede tardar hasta 18 horas en eliminar por completo la sustancia del cuerpo. Debido a que el cuerpo en embarazo almacena por mayor tiempo la cafeína, se pueden presentar efectos secundarios, como acidez estomacal, además, se ha comprobado que le es relativamente fácil al compuesto atravesar la pared placentaria y meterse con el desarrollo del feto, afectando el oxígeno, el flujo de sangre y el crecimiento.
Esto no quiere decir que el consumo ocasional de cafeína sea perjudicial, es decir, con una taza de café cada tanto tiempo, no se presentará ningún problema a largo plazo; el problema surge cuando el consumo es frecuente y excesivo. Una intoxicación por alto consumo de cafeína traería como consecuencias irritabilidad, gastritis, y alteraciones cardiacas, sin embargo, para que sean efectos preocupantes, la cantidad tendría que ser desmesurada.
¿A qué viene esto? Flug es una persona que consume altas cantidades de cafeína, puesto que es útil para mantenerse despierto y alerta en situaciones estresantes, sin embargo, también es bueno saber las consecuencias que esto puede tener en su embarazo, y porqué dejó de tomar café completamente conforme avanza la historia.
En otras noticias, traigo de regreso un personaje que, si bien es posiblemente uno de los más complejos que tengo, no puedo dejarlo siempre fuera de la trama, no después de darle el papel de confidente de Black Hat. Además, será parte importante al final de todo este proceso, una sumamente importante.
Por último, por favor, vayan a la playlist y escuchen la más reciente canción agregada: "Te alejas más de mí" por Esteman. Será nuestro tema para este capítulo.
Sin más que decir, por favor, disfruten la lectura.
Entró en la habitación con parsimonia, cansando del mundo, de cómo se comportaba y de la incompetencia de los villanos que solicitaban sus servicios. Normalmente no tendría problemas con el asunto, llevaba años lidiando con la misma bola de inútiles, sin embargo, recientemente había algo, un extraño cambio que le tenía irritado, estresado incluso. Una amarga sensación le inundó la boca al encontrar, igual que los últimos días, su habitación vacía.
Maldecía la nueva rutina que habían formado, maldecía esa incómoda dependencia que había desarrollado a su compañía, y maldecía, con todas sus fuerzas, el efecto que su ausencia tenía sobre su ser. ¿En dónde diablos estaba? No encontraba explicación para que no estuviese allí, ni siquiera la carga laboral era suficiente como para mantenerlo en el laboratorio hasta tan altas horas de la noche. Flug, aun cuando era relativamente adicto al trabajo, no desperdiciaba la oportunidad de una noche de descanso en aquella enorme cama.
Se deslizó por los pasillo como una sombra, dejando tras de sí una estela oscura y desastrosa, un sendero de caos y miedo que ascendía por las paredes y rasgaba el papel tapiz y los lienzos sobre los que estaban pintados los numerosos retratos con su imagen; sentía que lo estaba dejando plantado, que encontraba más entretención en el trabajo que en su compañía, al menos en los últimos días, y eso le molestaba.
Entró en el laboratorio como si fuese el legítimo dueño de aquel espacio, buscando apresuradamente al científico con la mirada, murmurando maldiciones en idiomas que pocos humanos tenían el privilegio de conocer, apretando los puños para controlarse un poco. Ubicó a Flug en medio de una preocupante cantidad de tazas desechables de café vacías, dormido sobre los documentos que se suponía que debía archivar, arrugando papeles importantes y la bolsa que cubría su rostro, demasiado dormido como para percatarse de su presencia.
— ¿En qué está pensando este idiota?— maldijo por lo bajo, quitándose la gabardina y dejándola sobre sus hombros, chasqueando los dedos para limpiar el área de trabajo que ocupaba el muchacho. No tenía ganas de despertarle, parecía realmente profundo y suponía que volver a dormir después de ser interrumpido en aquel momento no sería tarea fácil.
Había algo extraño en aquella situación, en cómo él se encargaba de ordenar su área de trabajo mientras el muchacho, quien debería haber estado en su habitación a aquella hora, ignoraba lo que estaba haciendo. No iba a pensar demasiado al respecto, no le interesaba hacerlo, sin embargo, no pudo escapar de la sensación de distancia a la que, en ocasiones, Flug le sometía a manera de castigo ¿Acaso había pasado algo de lo que no estaba enterado?
— Vaya tontería— gruñó en cuanto la idea se paseó por su mente, ignorándola y volviendo por donde había llegado, con mucha más calma que antes de entrar, descartando cualquier pensamiento que sintiese una pérdida de tiempo.
וווו×
Despertó con un dolor de cuello insoportable, producto de la mala posición al dormir, el mareo al que empezaba a acostumbrarse y una calidez en los hombros que, al principio, asumió como un gesto tierno de 5.0.5; retiró la tela con cuidado, no queriendo dejarla caer, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda al reconocer lo que tenía entre manos. La gabardina de Black Hat, aún impregnada con el aroma a tabaco y colonia, le había protegido del frío aquella noche.
Se levantó con prisa hacia el baño, sintiendo cómo todo en su interior se removía, debatiéndose entre si aquello era producto del parásito o de la sorpresa y el miedo al saber que su jefe había estado allí la noche anterior. No era como si pudiese evitarlo, no quería volver a hacerlo y arriesgar su vida, sin embargo, le aterraba estar cerca del demonio cuando aún no era capaz de hallar una explicación o una solución para el asunto que lo aquejaba.
Se limpió los labios con un incontrolable temblor en las manos, jadeando para recuperar el aire y la sensación de que pronto se desmayaría; necesitaba comer algo, o al menos intentarlo, si realmente pretendía seguir trabajando. Hacía varios días que no ingería alimentos de forma apropiada, más que nada para huir de las náuseas, cosa que empezaba a pasarle factura. Dejó el baño a duras penas, cambiándose la camiseta por algo que luciese limpio y cubriéndose los brazos con los guantes, dispuesto a desayunar de forma apropiada.
Caminó con calma, ignorando cuanto le era posible la sensación de persecución, convenciéndose que aquello era su mente jugándole una broma y no algo real, queriendo simplemente llegar al comedor y aguardar a que su precioso experimento le sirviera un plato digno de un rey. Esperaba no encontrarse con Black Hat o con Demencia, esperaba que aquel desayuno fuese tranquilo y placentero pero, siendo honesto ¿Cuándo había obtenido lo que deseaba?
— Buen día, doctor— saludó con sequedad el villano, observándole por sobre el borde del periódico, siguiéndole con una mirada inexpresiva que le ponía los pelos de punta; sabía que le estaba analizando, que posiblemente intentaba entrar en su mente y encontrar una explicación para el estado en que le había encontrado la noche anterior, sin embargo, no podía pensar en nada coherente, no mientras la cabeza y el estómago aun le daban vueltas.
— Buenos... buenos días, jefecito— agradecía, por una vez, llevar la bolsa puesta cuando estaba a solas con él, al menos así podía ocultar el terrible estado en que se encontraba. Tomó asiento sin decir nada más, no muy seguro de que hacer, llevaba días evitándolo, huyendo de momentos íntimos y conversaciones sentimentales o personales, simplemente porque creía que su lengua lo traicionaría. Seguramente, si le permitía acercarse y besarle nuevamente, acabaría por decirle una verdad para la que aún no se había mentalizado.
El dulce aroma de los hotcakes de 5.0.5 y café recién preparado logró distraer su mente de aquella angustiosa situación, su estómago gruño lo bastante alto como para delatar el hambre que tenía, obteniendo una mirada ligeramente disgustada del demonio. Comió en silencio, dejando la bolsa sobre su cabeza como si no hubiese confianza, evitando en todo momento la intensa mirada del eldritch, esperando que aquel delicioso desayuno se quedase en su interior por más de una hora.
— ¿Piensas seguir trabajando? — interrogó el demonio cuando estaba a medio camino de terminar, dejando el periódico sobre la mesa, perfectamente doblado, y centrando toda su atención en la pequeña taza de veneno que reposaba a su lado— Estos días pareces más trabajador que de costumbre, Flug.
— Bueno...— en verdad no quería hablar mucho con él, no confiaba en sus emociones ni en lo cercanos que se habían vuelto, en lo fácil que el demonio lo manejaba cuando deseaba hacerlo; en ese momento, aun sin saber cómo, su mejor opción era una mentira, o una verdad a medias— Quiero... quiero terminar todos los encargos lo más pronto posible, porque, bueno, porque así tendré más tiempo libre para usted.
— Ya veo...— había algo inquietante cuando su respuesta se limitaba a esas dos palabras, era algo que le ponía en jaque, le hacía sentir descubierto y vulnerable, como si fuese un niño que intentaba desesperadamente ocultar el florero roto de su madre. Apuró con temor lo que quedaba en el plato y, tomando la taza de café apresuradamente, dejó el comedor sin decir nada más, sintiendo el corazón en la boca y las náuseas volviendo a jugarle en contra.
Debía encontrar una solución lo más pronto posible, hacer algo para dar fin al problema del parásito y volver a su lado lo antes posible, pero ¿Qué iba a pasar si lo hacía? No conocía aún el alcance de aquella implantación, ni los efectos que podría tener a largo plazo, o lo que podría pasar si la sacaba por la fuerza. Había tantas variables, tantas cosas que considerar, que ni siquiera tenía claro por dónde empezar.
Suspiró profundamente, intentando calmarse; lo primero era terminar el trabajo, para tener el tiempo que necesitaba para encontrar una solución, o al menos tener una idea de qué hacer.
וווו×
Se frotó el rostro bajo la bolsa con, posiblemente, demasiada fuerza, lastimándose en el proceso. Se sentía frustrado, agotado y desorientado; sin importar cuanto lo intentase, su cuerpo parecía determinado a no dejarle olvidar la presencia del parásito en su vientre; aquello sumado al trabajo, simplemente lo estaba matando.
— Braw? — llamó con suavidad el experimento, entrando en el laboratorio con una bandeja llena de comida entre las patas, buscando con la mirada al muchacho, que se limitó a alzar la mano para hacerle saber en dónde estaba, no sintiendo realmente el ánimo de tratar con ninguna otra criatura viva en aquellos momento— Baw baw!
Se acercó al científico con una sonrisa y tarareando alguna alegre melodía que el humano era incapaz de reconocer. Dejó junto a él la bandeja, permitiendo que el agradable aroma de un almuerzo balanceado y una taza de café le distrajeran de su trabajo. No se habría dado cuenta de lo avanzada que estaba la tarde de no ser por la oportuna intromisión del oso.
— Ay mi vida, muchas gracias— expresó con la más fingida alegría que tenía, acariciándole las mejillas al experimento y desacomodando su pelaje, esforzándose por ignorar el sonido de sus tripas debatiéndose entre si querían o no recibir alimento— Se ve delicioso Quinientos Cinco, te luciste con este almuerzo.
El orgullo se reflejó en la brillante mirada del experimento, que le abrazó con fuerza y cariño, dejándole después de unos segundos de vuelta en la silla, con el estómago aún más revuelto que antes, pero una sensación cálida y agradable en el pecho. Al menos la presencia del oso le ayudaba a olvidarse de todos los problemas que tenía.
Comenzó a comer con calma, esperando que las náuseas no le arruinarse el rato junto a su preciado experimento. Le agradaban esos instantes, esa calma que solo el oso podía darle; al menos en esos momentos era cuando menos pensaba en todo lo que estaba pasando. Tragó pesado al sentir como, a medio camino de terminar, algo se abría paso por su garganta, llenándole la boca con el amargo sabor de la bilis y estropeando el agradable momento.
— Ya regreso, pachoncito— murmuró bajo, levantándose de la silla y yendo al baño tan disimuladamente como le era posible, tambaleándose un par de veces y tragando, en más de una ocasión, los contenidos estomacales que lograban llegar a su boca. Se sentía fatal, no solo por las náuseas y el mareo, sino por haber dejado a medias la deliciosa comida que 5.0.5 había preparado para él.
Vomitó con el corazón en la garganta y un nudo en el estómago, más preocupado por no ser escuchado que por realmente estarse dejando las entrañas en el inodoro. Se limpió los labios con la manga de la bata, arrepintiéndose de inmediato, y sintiendo que el mundo daba vueltas, la boca le sabía asquerosa y sentía que, de seguir con aquella sensación en la lengua, volvería a vomitar.
Se levantó con suma dificultad, sintiendo que todo a su alrededor era tan inestable como él, se apoyó en el lavamos y, desesperadamente, abrió la llave del agua con la única intención de quitarse el amargor de la boca. La ausencia de un espejo era agradable, pues al menos podía evitar ver el desastre que seguramente era; sin embargo, estaba seguro que aun con la bolsa, el mal estado se haría visible para los demás. Salió después de un rato de estar tragando y escupiendo agua, encontrando al experimento fuera de la puerta, con una mueca de preocupación y culpabilidad mezcladas en la mirada.
— Quinientos Cinco, tranquilo— susurró con calma, llevando su mano a la mejilla del animal, sonriendo a fuerzas bajo la bolsa y tratando de darle una mirada calma, imaginando que habría escuchado y ahora se culpaba por su malestar— Esto no es tu culpa... estoy... bien.
El sabor de la mentira en su boca se sentía incluso peor que el de la bilis al vomitar; detestaba mentirle al oso, sentía que al hacerlo le estaba tomando por idiota, y su precioso bebé era todo menos tonto. Le tomó de la pata y lo guio de regreso a la mesa en que antes se encontraban compartiendo, agradeciendo que la bolsa mantuviese oculta la mueca que ahora debía ser su rostro. Iba a terminar de comer, aun si después volvió a vomitar; no pensaba rechazar el esfuerzo de 5.0.5 simplemente porque un parásito se alojaba en su vientre.
Le costó mucho menos esfuerzo terminar de comer, como si lo único que necesitase para poder alimentarse fuera vomitar un poco; tardó apenas unos minutos para finalizar el plato, sintiéndose agradablemente satisfecho y listo para seguir trabajando. Recibió con una sonrisa la taza de café que el oso le ofrecía, agradeciéndole con ánimos renovados y aguardando a que se retirase para volver a trabajar.
Quería creer que, al menos por el momento, las cosas se habían tranquilizado, que podría comer decentemente por unos días y recuperar las fuerzas perdidas, pero convencerse de eso sería tonto; lo más seguro en que pasarían meses antes de poder pretender volver a la normalidad nuevamente. Apuró la taza de café de un sorbo, sintiéndose un verdadero adicto, y volvió a centrarse en el trabajo. Al menos con la mente ocupada, pensar en el pasadito pasaba a segundo plano.
וווו×
Una calavera de humo ascendía desde la punta ardiente del puro que se encontraba fumando, mezclándose con la nube que salía por sus labios, bailando al compás de una melodía que se sentía lejana, a pesar de estar sonando justo a su lado. Había algo que le molestaba, una extraña sensación de cambio que se intensificaba cuando Flug no tenía el remordimiento de huir de su lado, de inventar excusas baratas para mantenerse a raya. Comenzaba a molestarle, no solo porque sentía que estaba perdiendo algo valioso, sino porque ni siquiera era capaz de entender qué era esa sensación.
Exhaló otra bocanada de aire cargada de humo, estudiando a los incautos transeúntes que tenía la suficiente astucia para evitar cruzar frente a la mansión; el paisaje, a diferencia de momentos más a menos, se le antojaba sumamente aburrido, monótono e incluso marchito, como si la vida que normalmente aborrecía se hubiese ausentado de momento, dejando atrás una simple ciudad de incompetentes y parásitos.
Su cabellera blanca, acompañada por el sutil contoneo de su cadera y las miradas mezcladas que recolectaba a su paso fueron ese detalle que trajo de nuevo algo de vida al panorama; estaba seguro que, de no ser por la serpiente que asomaba tras su espalda, podría haber pasado como una simple humana más, como una entre miles de criaturas insignificante. La recibió sin ganas, apagando el puro contra el marco de la ventana, permitiéndole entrar en su terreno sin siquiera considerarlo una opción, conociendo bastante su personalidad como para saber que habría entrado de todas formas.
Chimera, luciendo más radiante que de costumbre, se coló en la oficina tras haber recorrido todo el trayecto sin inconvenientes, luciendo en el rostro una de sus más coquetas y brillantes sonrisas, ocultando perfectamente cualquier otra emoción que pudiese opacar tan buen humor. Saludó al demonio con una reverencia, eligiendo no apartar su dorada mirada de la oscura figura que proyectaba una imponente sombra por todo el despacho.
— Mi Lord Black Hat— era fácil leer la mentira en sus palabras, aun cuando solo había saludado como debía ser, para el eldritch no pasó desapercibida la falta de confianza y veracidad que tenía su voz; sin duda se trataba de una fachada— Se ve incluso más aterrador que la última vez que nos vimos.
— Al grano, Chimera— ordenó sin siquiera girarse a mirarla, alargando la mano para levantar la aguja del gramófono y deteniendo la melodía que, hasta el momento, le había hecho compañía— Sabe que estas visitas inesperadas son desagradables.
La villana, que no era tonta, reconoció en su voz una exasperación poco habitual, un desprecio por toda criatura viviente que se atreviese a entrar en contacto con él en aquellos momentos, como si algo le irritase más de lo habitual. Tragó pesado, acariciando insistentemente la cabeza de cabra que tenía por mano, buscando mantener firme la máscara con que se había animado a entrar en la mansión, intentando distraerse del miedo que se apoderaba de ella.
— Verá, señor— intentó aclarar, temblando ligeramente y encogiéndose en su sitio ante la sensación de que la sombra crecía, tragándose la poca luz que se colaba por la ventana; volvió a tragar con dificultad, respirando profundamente y obligándose a continuar— yo... y muchos otros, hemos, hemos pensado que... que sería buena idea preguntarle por la noche en que, bueno, cuando decidió bailar con el doctor Flug.
La simple mención del tema le sabia a una falta de respeto, a un atrevimiento innecesario que solo un verdadero idiota tendría el valor de cometer. No le sorprendía que alguien quisiese saber más al respecto, era algo que había esperado, que suponía que pasaría al invitar al muchacho como su pareja; sin embargo, eso no disminuía la desagradable sensación en su pecho. Giró sobre su eje como si no tuviese pies, o huesos, encarando finalmente a la villana, que lentamente perdía el valor con que había llegado, esperando que su relación con el demonio le garantizase seguir con vida.
— ¿Cuántos son los cobardes que la han enviado, mi Lady? — exigió saber, avanzando hacia ella como si delante suyo no hubiese un escritorio de caoba sólido, cortándole el paso; la villana, temerosa, se encogió un poco más, mordiéndose el interior de la mejilla para dejar de temblar— ¿O es acaso su propia curiosidad la que la ha traído aquí?
— Fu-fue mi idea...— admitió con un hilo de voz, incapaz de adaptarse al miedo que Black Hat era capaz de infundir con tan solo unas palabras. Ella, como pocas, tenía el desagradable privilegio de conocer aquella calmada furia que solo el eldritch podía expresar— n-no... no recuerdo haberle, haberle visto bailar así con nadie... so-solo quería... olvídelo, fue una estupidez.
— Ciertamente— secundó sin delicadeza, caminando alrededor de la joven villana como si fuese un león a poco de atacar, disfrutando más de la cuenta de las sensaciones que causaba en ella— Ahora, me parece recordar que esa noche dejé muy clara mi posición respecto a las innecesarias explicaciones en el asunto ¿Me equivoco?
Chimera negó erráticamente, permitiendo a la cabeza de serpiente ocultarse entre su mano y la cabeza de cabra, prefiriendo sentirse a salvo antes que a merced de las filosas garras y colmillos de Black Hat. Con el paso de los segundos, y el tic tac del reloj como único sonido ajeno a su respiración, sentía el fin de su existencia aproximarse rápidamente. Chilló agudo al sentir la mano del demonio sobre su hombro, rasguñando su piel al compás del reloj, creando una herida cada vez más profunda.
— Entonces, ¿Qué le hace creer que obtendrá una respuesta ahora? — ni siquiera sabía por qué entablaba una conversación al respecto; quería creer que era el mejor modo que tenía para dejar salir lo que abrumaba su mente, sin embargo, aquello le sabía a la mentira de un niño. Se inclinó hasta estar a la altura del oído de la villana, sonriendo felinamente y enterrando con más fuerza sus garras en su hombro— ¿Valora su vida, Lady Chimera?
Asintió enérgicamente, incapaz de hablar, con la garganta seca y la sensación de que pronto dejaría de respirar, ya fuera por mano ajena o porque su propio sistema decidía rendirse. Un chillido dejó sus labios cuando la otra mano del villano se posó en su otro hombro, lastimándola.
— Entonces...— la presión que ejercía comenzó a aumentar, cuando un reconocible crujido y un gritillo de dolor que solo logró ensanchar aquella torcida sonrisa que surcaba sus labios. Se alejó un par de pasos antes de vociferar una orden que retumbó por el pasillo— ¡LARGO DE MI OFICINA!
La villana se arrastró como pudo hacia el pasillo, respirando aceleradamente y forzándose a retener las lágrimas que el dolor había causado; tenía la mano fría, temblorosa y adormilada, al igual que las piernas, como si acabase de enfrentarse a la muerte con la fortuna de haber sobrevivido. recargó el cuerpo contra la pared, intentando regular su respiración, escuchando el silencio y los murmullos de ultratumba que ocasionalmente lo rompían, creyendo que aquello era infinitamente mejor que enfrentarse a Black Hat de mal humor.
El ardor de las heridas le recorrió el cuello y la espalda, robándole un jadeo adolorido y un murmullo por piedad; decidió que lo mejor sería visitar el laboratorio, al menos por una venda y una rigurosa desinfección, era eso o morir envenenada, cosa que no estaba dispuesta a sufrir. Avanzó sin querer esperar a que las sombras la alcanzasen, con el puño en los labios, intentando calentarse los dedos; su aliento apenas bastaba para temperar la palma, cosa que comenzaba a preocuparse.
Tocó la puerta metálica al estar frente a ella, lamiéndose los labios con insistencia y queriendo estar en un ambiente menos gélido y hostil que aquel oscuro pasillo lleno de pinturas que la observaban con desprecio. Creyó que una de las imágenes del eldritch bajaba del marco cuando, oportunamente, Flug abrió la puerta, con aire agotado y un aspecto de muerto en vida que logró distraer a la villana del miedo que se la comía viva.
— ¿Lady Chimera? — pronunció con un hilo de voz, apoyándose a medias contra la puerta e invitándola a entrar, reparando rápidamente en las horribles heridas que, de a poco se infectaban, en sus hombros; tenían la marca de Black Hat, o de un ente similar, que podría envenenar con un toque, cosa que lo preocupaba— ¿Necesita ayuda?
— Si no es molestia...— susurró arrastrando las palabras, con la sensación de que el cuerpo le pesaba y la mente apenas le respondía; avanzó por entre las mesas y las máquinas sin preocuparse por el desastre en que se convertía el laboratorio, buscando un punto cómodo donde caerse muerta— ¿Podrías... podrías curarme, muchacho?
Olvidándose un momento de las náuseas que hacía segundos lo tenían postrado de rodillas frente al baño, se apresuró a tomar el botiquín y algunas jeringas con antídoto que podrían salvarle la vida a la villana si es que no lograba contener la infección. Estaba amargamente sorprendido, creía que Black Hat y Chimera tenían una relación que encajaba como una amistad por definición, no entendía por qué el demonio le hacía aquello a alguien con quien tenía tanta confianza.
— Cometió un error— murmuró la peliblanca, leyéndole el pensamiento y dejándose hacer, incapaz de oponer resistencia. El escozor del alcohol limpiando sus heridas no tardó en hacerla reaccionar, mezclando un gruñido de fiera con un grito de dolor que hizo eco en el laboratorio y puso a vibrar cada cristal del lugar— Intente... pedirle una explicación.
— Admirable, aunque tonto— reconoció el científico, más enfocado en suturar, vendar y mantener limpias las heridas que en sus palabras. Le preocupaba que fuese muy tarde, que aquella valiente y formidable villana no tuviese la resistencia que él tenía al veneno de su jefe, que aquellas heridas fuesen a ser la causa de su muerte— ¿Puedo saber respecto a qué? Dudo que se haya arriesgado así por una tontería.
Una risa desganada dejó la garganta de la quimera, que tenía la cabeza hacia atrás y empezaba a delirar, en parte por el dolor y en parte por la anestesia, a la que no estaba acostumbrada. Flug se preocupó, sin embargo, no detuvo su trabajo, no podía dejar nada a medias cuando se trataba de algo tan profundo y peligroso.
— Solo... quería saber que tienes de especial— confesó como si no fuese nada importante, llevando su mano a acariciar la mejilla del chico por sobre la bolsa, dejándolo en shock por un momento, congelado e intentando procesar lo que acababa de escuchar— ¿Sabes? Black Hat ha tenido muchas parejas, incontables afortunadas y adineradas ilusas que se convierten en sus esposas por unos años, creyendo que él las volverá inmortales para estar siempre a su lado.
Flug escuchaba atentamente, en medio de la sorpresa y el desconcierto, sintiendo como su interior se revolvía, bien por celos o por el mareo que volvía a sentir, intrigado por saber algo que su jefe jamás le diría. Se sentía extraño no poder formular preguntas al único que tenía las respuestas, al menos no preguntas sobre su pasado, sin embargo, poder escuchar una historia, sin tener que cuestionar nada, dejaba en él un sentimiento agridulce.
— Pero, ninguna era importante para él. Todas eran la misma triste historia de amor;— el muchacho tuvo la impresión de que empezaba a hablarle a alguien más, a pesar de estar solos allí; parecía que la villana le narraba a alguien ausente, a una memoria perdida en el tiempo— se enamoraban perdidamente de él, o de su maldad, y le entregaban todo sin pensar, para terminar muriendo años después, con el corazón roto y la esperanza de haber logrado cambiarlo para la siguiente idiota que cayese en el juego.
Un sabor amargo, diferente al de la bilis, se instaló en su lengua, empeorando el malestar que sentía; estaba seguro que aquello era producto del parásito, que ese malestar venía de lo que crecía en su vientre, sin embargo, no quería dejar de escuchar, o abandonar las heridas a medio curar. Necesitaba terminar, necesitaba que la historia acabase, conocer cómo acababa. Inyectó la primera dosis del antídoto, esperando que fuese suficiente para traerla de vuelta a la realidad.
— Ninguna de ellas, nunca en la historia de Black Hat, tuvo la fortuna de acompañarlo en público— Chimera le observó con la mirada ausente, sonriéndole amablemente y agradeciendo de algún modo lo que hacía por ella, lamiéndose los labios una vez más, buscando las palabras para continuar— Todas soñaban con asistir de su brazo a algún evento importante, pero ninguna tuvo tal privilegio— una amarga risa dejó sus labios al momento en que volvía a levantar la cabeza, ladeándola ligeramente y preocupando al científico— y entonces llegaste tú, un muchacho sin gracia que, en pocos años, logró el privilegio que Black Hat no le otorgaba a nadie. No sé qué hay en ti, pero debe ser muy especial si lograste tanto en tan poco.
Flug se levantó apresuradamente, corriendo al baño con la sensación de que algo quería dejar su estómago, aunque no estaba seguro de qué. Se encerró por instinto, esperando que la villana no quisiese ayudarlo, o descubrir qué le ocurría, seguro de que algo en su interior se había encogido ¿Como se suponía que debía tomar aquellas palabras? ¿Acaso tenían más de un significado? Sabía que Black Hat no gozaba de la compañía de nadie, que a duras penas los toleraba a ellos, por falta de más opciones. No tenía sentido.
— ¡¿Privilegio?! — cuestionó, apoyándose contra la pared, limpiándose las lágrimas y los labios, desorientado en más de un sentido, con la amarga sensación de que había más en aquella historia de lo que podía leer— ¡¿Esto es un privilegio?! No mames...
No se sentía privilegiado, en lo absoluto; tenía la certeza de que todo aquello era más un castigo del destino que un regalo. Sintió su corazón acelerarse ante la idea de que Black Hat ya supiese, que fuese consciente de lo que acontecía. No quería aceptarlo, no quería escuchar esa voz que le decía que lo mejor sería hablar con él al respecto, no podía escucharla. Se levantó con la determinación que lo había abandonado días atrás, tomando una decisión que esperaba que no le diese problemas.
— Solo necesito tiempo...— le aseguró a un espejo que no existía, colocando de nuevo la bolsa, seguro de que no podía estar peor de lo que ya se encontraba. Si ponía distancia entre ambos, si se hacía tiempo para planear qué hacer, entonces podría hablarlo con calma. Solo necesitaba hallar esa solución.
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Bueno ¿Cómo están? Espero que estén bien y que, si ya iniciaron clases, les esté yendo de maravilla. Yo estoy tratando, por el momento, de volver a dormir como una persona normal para rendir eficientemente en mis clases, o al menos ser capaz de prestar atención.
¿Qué les pareció? Mi Beta dijo que funcionaba perfectamente, y yo tengo el mismo sentimiento, pero igual quiero saber que opinan. Como siempre, me encanta leerlos.
Voy a confesar que, cuando comencé a escribir este capítulo, tenía la impresión de que iba a malgastar mi tiempo, que aun habiendo tomado tan importante decisión, y sabiendo que tenía el apoyo que necesitaba, estaba botando meses de trabajo a la basura por un capricho. Al final, siguiendo consejos de internet, dejé descansar mis ideas por algo así como una semana. Creo que tomé una buena decisión.
Francamente, mi mente suele jugar conmigo, por eso esta vez no tomé esta decisión sin hablar antes con alguien, y pedir un buen consejo y un feedback de una lectora Beta (por primera vez); todo lo que hago es en pro de mi historia, y creo que hice bien al dar un paso atrás y contemplar las opciones que tenía. Realmente espero que les haya gustado.
Les agradezco, aun después de eso, que me hayan apoyado y hayan esperado por tanto tiempo, no se imaginan cuanto los quiero por la paciencia que me tienen.
Nos leemos luego :)
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