•Capítulo 06: Momentos de ilusión y torpeza•
Saludos cordiales, Villanos.
La decisión más difícil que tomé fue contraer tres capítulos en uno solo, pero es probablemente un cambio necesario; los tres capítulos (espada de Damocles, libros y labios venenosos) estaban pensados para ser consecutivos, es decir, debías leer uno tras otros inmediatamente para no perder el hilo, y francamente, ese no es mi estilo de escritura. Prefiero dejar detalles en el tintero, pistas de lo que va a ocurrir después, sin que eso sea inmediatamente consecuente. Por eso ahora tenemos un solo mega capítulo, con muchos datos inútiles.
Hablemos de la Espada de Damocles ¿Les parece? Este popular termino nace en una historia griega (mito, cómo siempre) que relata cómo un joven perteneciente a la corte real, de nombre Damocles, sentía envidia de los lujos del reía, de su poder y sus privilegios. Al enterarse, el rey le ofreció cambiar lugares por un día, a modo de venganza, y le ordenó a sus sirvientes tratar a Damocles como el verdadero rey; al llegar la hora de la cena, una fabulosa en la que Damocles ocuparía el lugar del rey, el joven miró sobre su cabeza para descubrir una espada que pendía de un cabello de crin de caballo, amenazando su vida. No queriendo morir, Damocles se retiró sin apetito ni deseos de volver a ocupar ese lugar en su vida. Se llamó entonces "Espada de Damocles" al peligro inminente de morir o salir lastimado, generalmente, por la ambición de poder.
Voy a mantener la historia del amor ciego, porque me sigue encantando la fábula. La historia cuenta que todos los sentimientos y cualidades del hombre se reunieron una vez en la tierra, y como estaban aburridos, decidieron jugar a las escondidas. La idea fue de Locura, así que fue ella quien contó, y todos corriendo fueron a esconderse, cada uno a su manera. Uno a uno, la locura los encontró a todos, menos al amor; rebusco en todas partes, hasta que encontró un rosal en el que no había buscado, por lo que enérgicamente removió sus ramas hasta que un grito de dolor se escuchó; las espinas se habían clavado en los ojos de Amor y, al sentirse culpable, como disculpa la Locura prometió mantenerse siempre a su lado, y guiarlo.
¿Sabían que el Bourbon es un whisky 100% norteamericano? Fue declarado como la bebida nacional de estados unidos en 1946, el nombre viene del estado en que se fabricaba originalmente y se caracteriza por ser de sabor ligeramente acaramelado; a diferencia de otros whiskies, se fabrica a base de granos de maíz y, fuera de los ingredientes necesarios, para ser considerado un straight bourbon no debe tener adiciones, debe alejarse en barracas nuevas durante, al menos, dos años para ser considerado como tal y los mejores tienen un mínimo de 5 años.
Finalmente, quien me conoce no se sorprenderá de leer esto. Hablemos del "Cementerio de los libros olvidados" presente en la (actualmente) tetralogía de Carlos Ruiz Zafón que lleva el mismo nombre. Este lugar, lastimosamente ficticio, es una enorme biblioteca situada bajo las calles de Barcelona; un lugar exclusivo a aquellos que tienen permitida su entrada y han sido llevados allí por alguien en igual condición, es el lugar que almacena al menos un ejemplar de cada libro que ha sido escrito por la humanidad. Existe para mantener viva la memoria de aquellos libros que las personas se han determinado olvidar, por cualquier motivo. Soy gran fan de Ruiz Zafón, y este pequeño paraíso que ha creado será mencionado múltiples veces en esta historia.
La imagen en multimedia pertenece a RedMoonDragon.
Con los puntos sobre las ies, por favor, disfruten la lectura.
Empujó con suavidad la silla hacia atrás, soltando un suspiro al ver su trabajo finalizado. Finalmente podía darse un respiro, finalmente podía tachar de la interminable lista los pedidos que se habían acumulado, finalmente era libre. Una agradable sensación de calma lo lleno ante esa idea, llevaba semanas trabajando sin descanso, y saber que ahora podía darse un respiro le aliviaba.
— Veamos quien falta— murmuró para si dirigiéndose a la computadora, abriendo el listado y tachando los pedidos listos, encontrándose con el encargo que había estado evitando durante días— Las tijeras...
De todos los encargos despachados, aquellas tijeras eran el que menos quería tener que enfrentarse; la tarea era considerablemente sencilla en realidad, lo era como si fabricar una simple palanca le tomara mucho tiempo, el problema era que necesitaba las garras de su jefe, tal y como la clienta había solicitado, y esa idea ponía todos sus sentidos alerta, como si pedirle dos uñas al demonio fuese una sentencia de muerte. Suspiró cansado, pensando en que sería mejor dejar por completo de lado el trabajo por un rato; miró el reloj en la pared, para después confirmar la hora en su computadora. Eran pasadas las once de la noche, podía ir al comedor sin preocuparse por Demencia o 5.0.5. Podría cenar en paz.
Recorrió los pasillos hacia el comedor con calma, disfrutando el tranquilo silencio que invadía la mansión; a lo lejos pudo escuchar un jazz que no reconocía, seguramente provenir de la oficina del demonio. Por su mente cruzó el recuerdo de una conversación no finalizada y un tema delicado ¿Black Hat también habría pensado en ello recientemente? Quería seguir hablando de sus gustos con el eldritch, pero tenía miedo de desatar sensaciones en él que no pudiera controlar. Las variables eran tantas que la sola idea de intentarlo podía poner su vida en riesgo.
— Supongo que, si está destinado a pasar, pasará— susurró con cierta decepción, empujando la puerta que daba al comedor, siendo recibido por un dulce aroma que provenía del interior de la cocina; el aroma le era familia, era el inconfundible dulzor del jarabe de miel que usaban en sus hotcakes.
Estaba tan cautivado por el dulce olor que no se percató de la obscura presencia en el lugar hasta que desvío la mirada hacia el ventanal al final de la habitación, encontrando en el camino una brillante mirada rojiza, cubierta por un monóculo y resaltada por la sombra del sombrero. Una sonrisa de afilados colmillos hizo presencia en cuanto sus miradas se conectaron, dándole escalofríos al científico.
— Buenas noches, doctor— para Flug era extraño recibir un saludo de parte del demonio; su sorpresa no pasó desapercibida para el villano— No se confunda, lo estaba esperando. De otro modo, no estaría aquí, perdiendo mi tiempo.
Flug se quitó la bolsa, dejándola sobre la mesa junto a los googles, desatando su cabello para acomodarlo con sus manos a medida que se acercaba al eldritch, volviendo a atarlo en una pequeña cola de caballo. Todos sus movimientos eran analizados por un curioso Black Hat que jamás le había visto recogerse el cabello. Mientras el muchacho se acercaba, se dio el lujo de admirar su rostro, su figura, todo lo que la falta de luz le permitía ver. Era curioso, diferente a todas las veces que lo había tenido cara a cara, parecía más relajado, y eso le hacía sentir de nuevo ese molesto cosquilleo al que empezaba a tomarle fastidio.
— ¿Qué necesita de mí, señor?— salió de su trance con un ligero sobresalto, que por suerte pasó desapercibido, recordándole el motivo por el que encontraba allí, por el que había acudido al comedor en cuanto sintió al muchacho caminar por la mansión.
— ¿Ya has hecho las ridículas tijeras?— preguntó manteniendo la compostura, inclinando un poco la cabeza hacia adelante, aumentando la sombra en su rostro, obteniendo un aspecto más aterrador. El científico negó— Bien, porque necesitaras esto.
Sus zarpas atravesaron los guantes, brillando con la luz exterior, dándole escalofríos al joven castaño. La sonrisa del demonio se ensanchó al ver la expresión del muchacho, era el más puro terror, disimulado apenas por la sorpresa y la intriga, emociones que adoraba ver en aquellos brillantes ojos verdes; admitía que le encantaban las reacciones de Flug, pero jamás lo diría en voz alta.
— Es un pedido completamente ridículo, pero el costo que esa bruja está pagando es más que suficiente— volvió a hablar, quitándose el guante de la mano izquierda, dejándolo sobre la mesa y poniendo la mano sobre este— ¿Necesitas dos?
— A-así es...— tenía muchas dudas, que se amontonaban en su cabeza con cada segundo que pasaba ¿Por qué se las estaba ofreciendo tan... despreocupadamente? Sentía que aquello se convertirá en una espada de Damocles en cualquier segundo, y esa idea le ponía la piel de gallina— ¿Me las dará sin trucos? ¿Así nada más?
— Es un intercambio— pronunció mientras, con la otra mano, se arrancaba una uña sin producir quejido alguno, quitándole por completo el apetito al científico, que sintió su estómago removerse en cuanto la sangre, o lo que fuera que recorría las venas del eldritch, comenzó a gotear en la mesa; el sonido que produjo el proceso de separación se sentía como algo sacado de una pesadilla— Mis garras a cambio de una explicación. Nada difícil, es algo que ya has hecho antes, Flug, y estoy seguro que podrás volver a hacerlo.
— ¿Se trata de sus emociones?— retrocedió al momento en que la segunda uña se separó de la carne de su mano, sintiendo que vomitaría de no ser porque la oscuridad que los rodeaba censuraba la escena; había visto mucha sangre y tripas en su vida, él mismo había sacado algunas, pero la idea de que su jefe se arrancara de ese modo las garras le producía escalofríos.
— En efecto, doctor— su voz seguía siendo neutra, calma, inquietante. Flug tragó grueso, intentando calmar las náuseas, antes de acercarse nuevamente.
Ver en la penumbra era casi imposible para él, no contaba con las habilidades de Demencia o 5.0.5 para moverse en la oscuridad, por lo que no había forma de que viese la pequeña arruga en la alfombra; tropezó a pocos pasos de estar junto al villano, sintiendo que aquel era el destino que sostenía el cabello de crin, que la espada caía sobre su cabeza, anunciando su muerte. Extendió los brazos de forma instintiva, buscando algo de lo que sujetarse, algo que evitase su fatídico destino, encontrando solamente el aire a su alrededor, que parecía empujarle hacia el demonio.
— Woah!— antes de poder hacer algo, de poder detenerse o recuperar el equilibrio, estaba sobre el villano, besando sus labios con los ojos abiertos como platos y un escalofrío recorriéndole la columna. Ambos estaban tensos, estáticos en la oscuridad, mirando a los ojos al contrario, uno con temor y el otro con enojo.
Antes de poder sentir las afiladas garras clavarse en su carne, retrocedió tanto como pudo, cubriendo sus labios y mascullando palabras de perdón que no llegaban a oídos ajenos. Comenzó a temblar cuando se percató del cambio en el ojo derecho del eldritch, su esclerótica era negra, su pupila roja y parecía estar encendida en llamas; el monóculo tenía el reflejo de una calavera y sus colmillos había crecido hasta darle la apariencia de una bestia.
— ¡Lo siento mucho jefecito!— chilló antes de salir corriendo tan rápido como sus temblorosas piernas le permitían, olvidando las uñas del demonio y su bolsa; había dejado todo atrás. No le importaba no haber comido nada, ni haber olvidado que debía mantener su rostro escondido, eran todos detalles que perdían protagonismo ante lo sucedido. Acababa de besar a Black Hat en un increíble acto de torpeza, que sin dudas iba a costarle la vida.
El problema no era haber tropezado, ni que había olvidado las ensangrentadas uñas en la mesa del comedor, tampoco que sentía el corazón en la garganta, ni que las piernas le temblaban como gelatinas; no era que había sido descuidado ni que había dejado su bolsa y sus googles olvidados, tampoco que estaba casi corriendo en dirección desconocida, lejos del demonio. El problema no estaba en que se había besado con Black Hat por accidente ni que su vida podía estar ahora en riesgo. El problema es que quería que ocurriera de nuevo.
El ligero cosquilleo de los residuos de veneno sobre sus labios, el casi imperceptible sabor amargo de su saliva y la extraña sensación de sus filosos dientes aún estaban sobre sus labios, en su memoria, como vividas imágenes que se repetían una y otra vez en un infernal bucle sacado de una pesadilla. Tenía más miedo del creciente deseo por repetir todo aquello que por lo que el eldritch pudiera hacerle la próxima vez que se vieran. Flug era un desastre, que corría como alma que lleva el diablo, hacia su habitación para ocultarse y no salir hasta la mañana, cuando su mente hubiera dejado de jugar con sus frágiles emociones.
Entró en el lugar casi como si allí, junto al experimento, estuviese a salvo de cualquier cosa que ahora amenazase su vida; no quería pensar, simplemente quería olvidar, intentar dormir, y pretender que nada había ocurrido. Las imágenes de una lejana noche se mezclaban con el momento actual, confundiendo aun mas pensamientos, reviviendo sensaciones que creía ya olvidadas. Respiró profundamente, intentando calmarse.
— Estoy pensando demasiado— lamentó en voz bajan quitándose la bata y dejándose caer en la cama, prefiriendo olvidarse por un rato de todo.
Black Hat no se había movido desde que el joven científico había dejado la habitación, aún estaba procesando lo que había ocurrido ¿Por qué no lo había despedazado en cuanto se separaron? ¿Por qué no podía detener la molesta sensación en su estómago? ¿Por qué no podía olvidar esa extraña calidez? Era ridículo, estaba dejando que una tontería como esa lo afectará demasiado, y eso lo hacía enojar.
— Ugh... necesito un trago— estaba por levantarse a buscar una de sus tantas botellas con veneno cuando, por accidente, empujó sus uñas mutiladas, aun manchando el mantel con su espesa sangre; se había olvidado de ellas y del efímero dolor que arrancarlas había causado— Torpe...
Tomo las uñas y se levantó finalmente de su lugar, dejando un charco de sangre en donde había estado apoyando su mano. Camino por los pasillos de forma tranquila, disfrutando en silencio y de la calma que traía la noche ¿Por qué estaba haciendo eso? Podía bien deshacerse de las garras, reprochar a Flug por su ineptitud y olvidar el asunto, pero algo se lo impedía y no tenía un nombre para ello. Se dejó fluir como sombra para cruzar la puerta del laboratorio y dejar las garras sobre una de las mesas.
— Este lugar es un desastre— gruñó al ver el increíble desorden en que Flug mantenía el lugar; nunca había exigido el orden en aquella habitación porque sabía cómo trabajaba el científico, pero verlo le generaba repulsión.
וווו×
No deseaba hacerlo, quería quedarse todo el día en su habitación, fingiendo que no existía, pero debía regresar al trabajo, no podía evitar el encargo para siempre. Camino por los pasillos hacia su laboratorio con los nervios a flor de piel, sabiendo que la mansión le decía a su dueño donde estaba cada habitante, temiendo poder ver su fin con cada esquina que doblaba, huyendo de la constante sensación de ser observado taladrándole en la nuca. Con una respiración irregular y el corazón acelerado logró llegar sano y salvo al laboratorio, apresurándose para buscar una bolsa de repuesto y unos googles que reemplazarán su olvidada máscara.
— Es hora de...— algo captó su atención mientras se acercaba al escrito donde tenía su computadora; un par de objetos de profundo color negro, sobre un charco de un espeso líquido, seco para el momento, descansaban en una de las mesas que más ordenada tenía. Al detallar el par de objetos descubrió, con cierta amargura, que se trataba de las garras del demonio— ¿Cómo llegó esto aquí?
Antes de poder buscar una explicación lógica, o más bien una que no le aterrase aún más, el estruendo de la puerta al ser golpeada con violencia al ser abierta captó toda su atención. Demencia entró dando saltos, trepándose a las paredes y chillando de emoción como sólo ella podía, causando desastre por donde pasaba.
— ¡Me beso!— la escuchó celebrar mientras, para desgracia de 5.0.5 que pasaba por allí, caía sobre el felpudo oso, aplastándolo contra el suelo con fuerza, mostrando su intención de volver a deshojar la flor en su cabeza— ¡Me ama! ¡De verdad me ama!
Aunque fuera el más débil de la mansión, no podía dejar que su preciado experimento volviera a caer en manos de la joven; se acercó a ellos con la intención de alejarla del animal, abrazándola por la cintura, ignorando el dolor que los golpes enérgicos de la joven le causaba. Logró alejarla lo bastante como que el experimento se levantase e intentase huir, cayendo de espaldas con ella encima.
— Demencia, alto— pidió soltándola, sobando sus maltratados brazos por el forcejeo con la chica— ¿De qué demonios estás hablando?
— Estoy hablando de que mi amorcito me beso de la forma más dulce de todas— festejó con clara intención de volver a atacar al oso, manteniéndose en el suelo solo por el agarre de Flug— Incluso dejo una marca ¡Mira!— enseñó sin esperar respuesta su labio inferior, presumiendo una profunda cortada causada sin duda por los dientes del eldritch.
— ¿No querrás decir que volviste a besar a Black Hat sin permiso? — regaño con antipatía, poniéndose nuevamente en pie; no era la primera vez que veía ese tipo de heridas, muchas veces la joven presumía los cortes que recibía al robarle besos al demonio, pero ese en particular se veía diferente a los demás, parecía más amable— El Black Hat para quien trabajó jamás haría tal locura.
— El amor el ciego, cerebrito, y la locura lo guía— recitó con sorprendente lucidez, burlándose de Flug en el proceso, imitando una de sus muchas posturas al explicar algo— Mi amado Black Hat me beso y estás celoso de ello ¡Admítelo!
Flug no contestó, porque una parte de él lo estaba. Decidido a encontrar una explicación, y a proteger a su amado oso en el proceso, expulsó a la joven alebrije del laboratorio con ayuda de los Hatbots, para poder pensar en paz. Su jefe nunca habría besado a Demencia voluntariamente ¿Verdad? Siempre que recibía afecto de la chica reaccionaba con enojo, verdadero enojo, pero ¿Y si era su forma de expresar reciprocidad y por ello quería hablar con él? Las posibilidades eran pocas, pero si había besado a Demencia en busca de corresponder sus retorcidos sentimientos, entonces necesitaba hablar con el eldritch antes que asesinara a su mejor arma por no saber lidiar con un par de síntomas de enamoramiento.
Decidido a dejar su miedo de lado y ayudar a su jefe, para salvar su vida como la primera vez, dejó también el laboratorio y camino por los pasillos hacia la oficina del demonio, asumiendo que lo encontraría allí. Buscaba las palabras adecuadas para iniciar una conversación, para obtener la información que el orgullo le impedía compartir, y así poder ayudarlo; pero todas las posibilidades terminaban sacando a flote el incidente de la noche anterior y eso le ponía nervioso. No quería morir.
Antes de poder tocar la puerta o arrepentirse, una viscosa sensación recorrió sus piernas, serpenteando por tu abdomen y envolviendo su cuerpo por completo, inmovilizándolo; conocía bien aquellas extensiones que formaban un desconocido líquido, las había visto en acción contadas ocasiones y las admiraba tanto como a su dueño. Arrastrado por los tentáculos, fue forzado a entrar en la oficina y escuchar como la puerta se cerraba a su espalda con fuerza. Estaba atrapado.
— ¡Jefecito!— chilló al ver de cerca el neutral rostro del eldritch ¿Qué estaba pensando? Estaba condenado a morir por su torpeza y nadie jamás sabría lo que lo había llevado a la tumba— ¡Perdóneme! Juro que no volverá a ocurrir. Yo~
Dejó de hablar cuando la mano del demonio le arrancó con brusquedad la bolsa y los googles ¿Qué pretendía? ¿Acaso iba a sacarle los ojos o cortarle la lengua? No quería correr tal suerte. Instintivamente comenzó a removerse entre los tentáculos que lo aprisionaba, descubriendo lo que ha sabía: era demasiado débil para librarse de ellos. El inusualmente delicado toque con que Black Hat acarició su rostro le hizo llevar los ojos de nuevo al frente, encontrándose con la penetrante mirada del villano.
En cuanto su mirada estuvo fija en esos verdes ojos supo que no necesitaba seguir probando, simplemente podía observar aquellas esmeraldas y obtener la respuesta que buscaba. Flug sintió sus mejillas sonrojarse, mientras su corazón luchaba por romper el silencio y regresarlos a la realidad; no podía apartar la vista de la filosa y profunda mirada de su jefe, se sentía hipnotizado.
Lentamente, de forma casi imperceptible, obedeciendo las órdenes de su amo, los tentáculos lo acercaron más al demonio; Flug sentía el corazón en la garganta, mariposas revoloteándole en el estómago y una serie de miedos y deseos mezclándose en su cabeza, obligándolo a temblar. ¿En verdad iba a permitirlo? Parecía tan dispuesto, tan cercano a repetirse, tan... real que no sentía el valor para frenarlo ¿Era lo correcto?
Una calidez vagamente conocida se apoderó de sus labios, llenando su cuerpo de nuevas sensaciones que no creía eran posibles. Los finos labios de Black Hat se movían con habilidad y experiencia sobre los suyos, dejando en el proceso ese cosquilleo propio del veneno; de a poco el beso se tornó más apasionado, la amarga saliva del villano se mezclaba con la suya como si debiesen estar juntas, sus lenguas jugaban tímidamente en la boca del otro, y sus labios recibían cortes por lo filoso de aquellos colmillos. Flug sentía que se desmayaría pronto, que estaba cerca a perder la consciencia y solo podía atribuir ello al veneno que su jefe consumía constantemente.
Un leve jadeo escapó de forma oportuna, indicando al eldritch que era momento de dejar de experimentar y regresar a la realidad. Quería respuestas, quería entender que era todo lo que se desataba en su interior cuando estaba con el joven, pues había descubierto que solo su torpe científico causaba aquellos molestos cosquilleos. Necesitaba respuestas e iba a obtenerlas, a su modo.
La ausencia de sus labios fue un duro golpe de realidad, al percatarse de la falta del ligero cosquilleo abrió los ojos lo más que podía, encontrando el inexpresivo rostro de su jefe a pocos centímetros del suyo. El corazón le dio un vuelco al entender lo que había pasado y lo débil e inútil que había sido para detenerlo. Abrió un par de veces la boca, buscando las palabras adecuadas para romper el silencio, pero nada parecía querer salir de su garganta.
— Sangre— susurró el demonio como si nada, bajando la mirada hacia el labio inferior del científico, del cual escurría un delgado hilo de sangre— Me pregunto...
La lengua bífida del eldritch, lubricada por una brillante saliva verdosa, se extendió hasta acariciar el mentón del aterrador castaño, que sentía sus manos temblando bajo el agarre que aún ejercían los tentáculos; lamió el hilo de sangre lentamente, disfrutando del sutil sabor metálico que esta tenía, hasta llegar de nuevo a los rosados labios que hacía segundos se movían bajo sus órdenes. El muchacho se estremeció, deseoso por más.
Flug sentía que estaba por desmayarse, no sabía si por el efecto del veneno o por la sobrecarga emocional que estaba sufriendo. No podía hablar, las palabras estaban atoradas y negadas a salir, no podía moverse y estaba sometido a la voluntad del demonio; estaba bajo su merced, indefenso y aterrado. Un sutil jadeo dejo sus labios cuando la lengua del villano acarició su labio, limpiando la sangre y dejando atrás apenas un sutil corte.
— Regresa al trabajo— ordenó dándole de repente la espalda, regresando a ser el Black Hat que Flug bien conocía, dejando libre finalmente al joven, que sintió el peso de su cuerpo sobrepasar la fuerza de sus piernas— Si no arruinas nada esta vez, vuelve en cuanto termines.
Flug asintió a pesar de no ser visto y, con suma dificultad, se arrastró hasta la puerta para dejar la oficina atrás. Aún podía sentir el ligero cosquilleo en sus labios y la molesta sensación de emoción en su pecho ¿Por qué había querido que se repitiera? Siempre había sabido que si deseaba algo con la suficiente determinación, iba a obtenerlo; había pasado con su empleo y podía pasar con miles de cosas más ¿Por qué no lo había detenido? Más allá del riesgo de muerte que eso implicaba, no tenía un motivo para haber permitido aquel encuentro ¿Por qué lo había disfrutado? Cada respuesta que daba a sus propias preguntas generaba nuevas, cada vez más difíciles de contestar.
Se levantó, apoyando la espalda en la pared, luchando por no volver a perder el equilibrio, comenzando a caminar sin alejarse demasiado de los muros, apoyándose de vez en cuando, cuando sentía que iba a desvanecerse, huyendo de ruidosos pensamientos.
Permaneció en silencio, esperando impacientemente a que el joven se alejara, para poder hacer algo diferente a observar la desolada calle con neutra expresión. Quería entender qué demonios lo había llevado a actuar de forma tan impulsiva, a ejecutar irresponsablemente un plan que ayudará a saciar su necia curiosidad ¿Por qué, de todos los molestos seres en el universo, tenía que ser Flug el único que causaba sensaciones sin nombre en su vida? Desde que lo conocía, cada fallo o acierto del científico, causaba algo nuevo en él, y era sumamente molesto.
Ese accidental beso había sido la gota que había colmado su copa, había llevado todas aquellas nuevas sensaciones a explotar simultáneamente y bloquear su agresiva respuesta como si estuvieran para ello; deseoso por entender mejor todo, decidió experimentar un poco y jugar de paso con la lagartija que le proclamaba amor ciego desde hacía muchos años. Su teoría había resultado correcta, solo Flug frenaba todo tipo de respuesta natural en él, lo volvía... vulnerable.
Chasqueó los dedos para hacer aparecer su preciado violín sobre el escritorio, junto al cráneo de lo que alguna vez fue un incompetente subordinado. Sin importar ya si el científico seguía o no en el pasillo, tomo el instrumento y, elegantemente, se acomodó para comenzar a tocar. El arco se deslizaba con gracia sobre las cuerdas, liberando la única melodía que le permitía expresar todo lo que estaba atorado en su interior.
Flug escuchó, mientras se alejaba, la melodía invadir los pasillos, suponiendo que era el modo en que Black Hat expresaba indiferencia ante lo ocurrido; no estaba seguro de que melodía tocaba, no podía reconocerla ni aunque se esforzase por ello. Suspiró al sentirse mas tranquilo, al recuperar la fuerza necesaria para trabajar, pasándose la mano por el cabello, notando finalmente la ausencia de la bolsa.
— ¿Qué es lo que me pasa?— cuestionó a la nada, avanzando hacia su laboratorio, con las manos entre los bolsillos de la bata— ¿Por qué permito estas cosas? No es como si fuéramos a hablar de nuestros gustos y llevarnos mágicamente bien de la nada— estaba hablando solo, quejándose y dejando salir sus frustraciones sin importar quien lo escuchara, necesitaba dejar ir todo aquello que lo tenía abrumado— Vaya tonterías piensas, Flug.
Al regresar al laboratorio, se encontró con el desastre que había causado más temprano la joven lagartija; decidió ignorar aquello y distraer su mente con el encargo que había causado todo el problema. Conservando la sangre que pudo rescatar en tubos de ensayo, comenzó a buscar la forma de convertir aquellas garras en un par de tijeras afiladas y funcionales; iba a distraerse con ello, a dejar de pensar en las mariposas que acosaban su estómago y los latidos que hacían eco en su pecho. Necesitaba dejar de pensar en lo agradable que había sido compartir un beso con el eldritch.
La tarde paso entre melodías haciendo echo en la mansión y un sepulcral silencio, roto a momentos por celebraciones espontáneas de Demencia. Black Hat se había limitado a usar la música como una forma de distraerse del deseo por confirmar sus sospechas. A media tarde, cuando el sol se colaba entre las nubes, iluminando los pasillos de la mansión, prefirió desaparcar de su oficina por completo, dejando antes una nota en la puerta del laboratorio antes, y escapar al lugar que nadie más que él conocía.
Fluyó como una sombra por la mansión, evitando la luz que se colaba por las ventanas, alcanzando rápidamente su objetivo. Podía regocijarse en su reputación, de su longevidad y su inteligencia, pero prefería presumir al silencio la enorme colección de libros que poseía. Volvió a su forma física delante de los bastos estantes de libros; entró en la espaciosa habitación, ansioso por perderse en sus pasillos hasta que el muchacho diera por terminado su trabajo.
וווו×
Un suspiro salió de los labios de Flug, que permanecían descubiertos igual que su rostro, al ver el último de sus trabajos finalmente realizado; no era algo que pudiera presumir con el mundo, solo un par de tijeras que tenían en su filo las garras del más temible villano. Envolvió y empaqueto el instrumento para ponerlo junto a los demás, a la espera de su envío y dejó el laboratorio de nueva cuenta, encaminándose a la oficina del eldritch sin percatarse de la nota que esperaba por él en la puerta.
En el camino las dudas volvieron a asaltarlo ¿Hablarían como personas civilizadas? Eran pocas las veces que su jefe no perdía la paciencia al hablar con alguno de sus subordinados, pero tenía la esperanza de que podría salir con vida. ¿Quería abrirse de nuevo? Desde que trabajaba para Black Hat no había sido capaz de ayudarlo con su problema más de una vez, y era algo que deseaba hacer para saciar su curiosidad, pero no podía forzar al eldritch a decirle algo si el orgullo de este no se lo permitía. Con cada paso, las dudas y posibilidades, aumentaban; al llegar y tocar la puerta, se llevó la amarga sorpresa de no recibir respuesta, ni ver la puerta abrirse por cuenta propia como siempre.
— A lo mejor está ocupado— se dijo a sí mismo, suspirando de alivio y regresando sobre sus pasos, sintiendo el peso de las dudas desaparecer de sus hombros. El alivió se esfumó cuando, al haber regresado por completo el camino que había recorrido, se encontró con la nota de su jefe pegada en la puerta, ordenándole ir a una habitación que no conocía en un sector de la mansión que no visitaba.
Miles de ideas recorrieron su cabeza, todas enfocadas a un tortuoso destino. Con las piernas temblando y las dudas nuevamente atormentándole, se dirigió a donde las indicaciones pedían, conociendo un rincón de la oscura mansión que jamás había tenido la posibilidad de recorrer; las paredes estaban decoradas con cuadros y pinturas evidentemente antiguas, diferentes a los miles de retratos del demonio, con trofeos que sin duda había obtenido el villano durante el trabajo y un sinfín de objetos que le eran imposibles de nombrar adecuadamente; con cada paso, la idea de ser torturado hasta morir, se hacía más plausible.
— Uh ¿Jefecito?— llamó tímidamente al empujar la pesada puerta de madera que le cortaba el paso, acariciando las delicadas figuras talladas en la madera, encontrando un lugar completamente diferente a lo que esperaba— ¡Woah! Esto es como el cementerio de los libros olvidados.
Estanterías de piso a techo creaban, ante sus ojos, un laberinto con olor a libros viejos; la luz que entraba por la enorme claraboya le daba el ambiente mágico que, a sus ojos, solo las bibliotecas podían tener; motas de polvo viajaban por el aire, simulando hadas o duendes sacados de las más antiguas fábulas infantiles. Avanzó algunos pasos, maravillado con lo que tenía delante de sus ojos, soñando con perderse allí para siempre, para poder leer tanto como su vida le permitiese, anhelando poder analizar cada decoración sobre los estantes, cada pieza de arte única en su clases, ansioso por conocer los secretos que aquel mágico rincón guardaba para él.
— Un nombre bastante original otorgado por un auténtico genio— comentó desde algún rincón la rasposa voz del demonio, sorprendiendo al científico, que no esperaba escucharlo de forma omnipresente por todo el lugar— Por favor, doctor, póngase cómodo. Estaré allí en seguida.
Flug dejó que sus pasos lo llevarán hasta una cómoda sala de lectura situada junto a lo que parecía el único ventanal del lugar; tomando asiento en una de las sillas se dedicó a pasear la mirada por cuántos lomos era capaz de leer, buscando títulos que resultarán conocidos o al menos hubiera escuchado mencionar. Había toda clase de literatura, desde novela negra a empalagosas novelas de amor, sus títulos dejaban en evidencia el contenido, pero ninguno hacía parte de su memoria. El eldritch apareció a su lado, dejando sobre la mesa un par de pequeños vasos y una botella grabada con el sombrero que contenía un líquido ambarino.
— ¿Disfrutando la visita, doctor?— cuestionó tomando asiento frente al joven, sonriendo como pocas veces lo hacía, asustando ligeramente al científico— Un magnífico lugar para perder el tiempo, o la noción del mismo.
— Carlos Ruiz Zafón inventó un lugar muy similar, señor— comentó buscando una forma adecuada de romper el hielo, viendo al demonio servir un poco de aquel liquido en uno de los vasos— Yo... yo no bebo, señor.
— Cómo quieras— comentó encogiéndose de hombros, tomando el shot bajo la atenta mirada del joven, que temía tener que lidiar con un Black Hat ebrio— El hombre es sumamente talentoso, pero todos necesitan inspiración para crear sus mundo. Cada fantástico lugar tiene un origen real, Flug. La única condición para poder usar mi mansión como inspiración es jamás hablar de mí. Ahora, me parece que tenemos una conversación pendiente ¿No, doctor?
El joven asintió tragando grueso, deseando poder desaparecer como lo hacía el eldritch, para ocultarse bajo las piedras hasta que su existencia fuera olvidada por el tiempo. Black Hat tomó otro trago, disfrutando del particular sabor dulce del whisky que, por tanto tiempo, le había ayudado a mantener la calma. Chasqueó los dedos para traer hasta ellos un libro que, por la mirada del joven, supo había sido una buena elección.
— Hablemos entonces de aquello que tanto lo intriga, doctor— dijo ofreciendo el libro a Flug, que, incrédulo por lo que veía, lo acepto gustoso— ¿Qué le parece un pequeño trato? Podrá acceder cuando desde a mi biblioteca, con la única condición de ayudarme a finiquitar estás molestas sensaciones. Lo que pase no deberá saberlo nadie ¿Acepta?
La mano de Black Hat se extendía ante sus ojos, ofreciéndole el cielo y el infierno al mismo tiempo. Paseo una vez más la mirada por el lugar, regresando al libro entre sus manos, acariciando lentamente la carátula grabada en plateado; no había tenido la oportunidad de leerlo y deseaba hacerlo desde hacía años ya. La tentación de poder tener todos los libros escritos por el hombre a su disposición, de poder escalas allí en sus escasos días libres y estar lejos de Demencia y del mundo eran sumamente atrayentes. Una sonrisa cruzó sus labios y, con determinación, estrechó la mano de su jefe.
— Trato hecho, jefecito.— aseguró con una amplia sonrisa, abrazando el libro contra su pecho y estrechando la mano del eldritch, que sonrió complacido ante la reacción del muchacho. Había tomado una buena decisión después de todo; la curiosidad de Flug había sido un buen modo de manipularlo para obtener lo que deseaba. Y, aunque no fuese a admitirlo, poder ver aquella sincera sonrisa en su rostro, le agradaba.
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Bueno, tengo que decir que tomé una buena decisión; naturalmente no es mi capítulo más largo, pero fue bueno unir los tres que ahora lo componen, le da mucha mas fluidez a la historia, y es mucho más fácil de entender.
Tengo que decir que editar esto, sabiendo que Ruiz Zafón ha muerto, me rompe el corazón; el hombre creó los libros que me motivaron a escribir, y fue una gran inspiración para mí. Lamentaré eternamente su ausencia, y mantendré viva su memoria por tanto tiempo como me sea posible, y en tantas personas como pueda. La maravillosa biblioteca de Black Hat es solo otro modo de mantener con vida su legado.
Espero que hayan disfrutado el capítulo, a mi personalmente, me encantó, y agradezco de nuevo que estén leyendo esto conmigo, ya sea que lo repiten, o que llegan por primera vez. Los adoro, sinceramente.
Nos leemos luego :)
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