De mitos, plagios y elogios
Porque en el principio de la literatura está el mito, y asimismo en el fin (El Hacedor, JL Borges En Obras Completas, Emecé Editores, S.A. Buenos Aires, 1974, página 799.)
Los años que viví en el norte argentino, los atesoró con cariño, es mi origen.
Su cultura popular es rica en matices sobre todo en la cantidad de mitos y leyendas que se transmiten oralmente a modo de los cuentistas de las Mil noches y una noche.
Tradición oral que alguna vez las leí en crónicas policiales, donde se mencionaba que por la persistencia del rumor se lo estaba investigando.
La veracidad del mito? Nadie escapa en ese entorno a su influencia.
El disparador de estas ideas fue leer a un politicastro que con petulancia expresó "ladran Sancho, señal que cabalgamos".
Es un invento que el Quijote lo haya dicho o el Cervantes escrito.
Esa fabulación pertenece a una etapa más evolucionada del hombre, cuando dejó de ser culto para pasar a ser por regla un mero informado que ni siquiera coteja las fuentes.
Se alejó de la historia de los dioses y se aplastó en su condición animal para construir patrañas, soliloquié con pesimismo
Pero volviendo al norte y sus mitos, hay uno recurrente que tiene dos versiones una campestre y otra ciudadana.
En las dos hay tres hijos que mueren por el accionar de la madre.
En la campestre la madre por tratar de salvar al hijo que se ahoga en el canal, corre desesperada chocando con una olla de agua hirviendo donde cae el hijo menor de pocos meses que termina muriendo por las quemaduras.
Con ambas desesperaciones que la atribulan la madre mientras corre sin saber que hacer empuja al hijo del medio que también cae al canal falleciendo ambos ahogados.
Presa de desesperación la madre se suicida.
La urbana es la del chiquito que ha dejado de usar pañales y se hace pis varias veces sin ir al baño ni pedir que lo lleven.
Con enojo la madre le dice, si te vuelves a hacer pis encima te corto el pitito.
Es así que la madre bañando a la hija menor, beba de pocos meses, se encuentra que su hijo mayor también de pocos años ingresa con la mano ensangrentada y portando algo.
Le dice, como se volvió a hacer pis se lo corté como vos dijiste. La madre desesperada sale a ver al hijo que se desangra. Lo envuelve en la sábana y lo sube al auto saliendo velozmente del garaje momento en que siente como si hubiera pasado por un bache.
El ruido la saca del shock, se acuerda de la beba, vuelve al baño y la encuentra ahogada, trata de reanimarla, hasta que decide llevarla junto al otro hijo al hospital cuando regresa al auto el hijo se ha desangrado y muere, ve además que atropelló al salir al otro hijo que está también muerto.
Finalmente ella se suicida.
Uno puede decir que las historias son variaciones "incultas" del filicidio de Medea (Eurípides) puesto que la desaprensión en el cuidado a los hijos expone cierta inquina al padre como motivador del mismo.
Como sea seguí avanzando en mis pensamientos y estas historias me llevaron al cuento de Borges, "Pierre Menard, autor del Quijote"
(El jardín de senderos que se bifurcan (1941; Ficciones, 1944.)
Quienes hayan leído el cuento, saben que Menard no lo copia al Quijote a pesar que Borges se encarga de resaltar las idénticas escrituras.
"Es una revelación cotejar el Don Quijote de Menard con el de Cervantes. Éste, por ejemplo, escribió (Don Quijote, primera parte, noveno capítulo):
... la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.
Redactada en el siglo diecisiete, redactada por el "ingenio lego" Cervantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia. Menard, en cambio, escribe:
... la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.
La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa. Menard, contemporáneo de William James, no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió. Las cláusulas finales —ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir— son descaradamente pragmáticas."
Queda claro que la sutil genialidad de Borges nos plantea que hay millones de Quijotes como millones son sus lectores, pues cada uno tiene su personal contexto para su lectura.
Tengo así dos patas del trípode que me permite honrar al plagio.
El mito está en el origen de la literatura y está en su fin.
La pata que nos falta es ver como el mito de manera aleatoria aparece en ella con similares narraciones de distintos autores separados por siglos y que nada hace presumir que se conocieran.
Mito que por otra parte se muestra con miles de disfraces que a veces lo tornan ininteligible convirtiéndolo en historias de humanos y no de dioses.
Evoco a Domingo Faustino Sarmiento y a Albert Camus, separados ambos por más de cien años. Uno pertenece al siglo XIX y otro al siglo XX.
Sarmiento, escribe la siguiente crónica en su libro "Viajes por Europa, África y América" publicado en 1.949-1.950.
Permítaseme un desvío. A temprana edad Sarmiento formó parte de mi vida, y sus obras me fueron legadas a través de mi madre que es esa bella jovencita que me sonríe en la foto.
"...... En fin otro llegó de afuera asustado, aterrado. ¿Saben VV. lo que ha sucedido en Moral ahora poco? ¡Cosa horrible! Hay una familia compuesta de la madre y dos hijas; la una casada vive en un paraje no distante, y un hermano que salió niño para América volvía con una buena fortuna en doblones. Llega a casa de la hermana casada, se hace reconocer, y le cuenta la buena nueva, anunciándola que va a casa de su madre de quien no se hará reconocer por darle un chasco.
Al día siguiente la hermana va a la casa paterna, y signo ninguno exterior le indica la presencia de su hermano. ¿Y el viajero? pregunta.—¿Qué viajero? Le contestan madree hija despavoridas.—El viajero que vino a alojarse.—No ha venido nadie, contesta la madre pálida.—Se fue esta mañana, contesta al mismo tiempo la hija.—Pero, madre, era Antonio que venía de América, rico.—¡Antonio mi hijo! ¡Mi hermano!, exclaman mesándose los cabellos, ¡y el corazón no me había dicho nada! ¡¡¡Madre y hermana lo habían asesinado en la noche, por apoderarse del saco de onzas!!!...
La compañía que estaba en torno del brasero se quedó pasmada, y yo veía parárseles a todos de horror los cabellos, excepto a mí, que dije, con tono autoritativo, es falso señores; eso es un cuento. Todos se volvieron hacia mí, mirándome de hito en hito por la extrañeza de la afirmación, pues sabían que yo no conocía los lugares ni las personas. Este cuento lo he oído en América hace doce años; la escena tenía lugar en la campaña de Córdoba, el mozo volvía de Buenos Aires, y lo mataron como aquí madre y hermana con el ojo del hacha, de donde deduzco que ni entonces ni ahora ha ocurrido tal cosa. Son ciertos cuentos antiguos que corren entre los pueblos. Ya he sorprendido unas cincuenta anécdotas ocurridas en España, en Chile, en Francia, en Buenos Aires, y contando algunas de ellas logré distraer los ánimos, porque la verdad sea dicha, ya nos moríamos de miedo."
La historia oída y narrada por Sarmiento me traslada al mito de Némesis y da mayor claridad al punto si recordamos que para los romanos, Némesis era Envidia.
La anécdota se hizo famosa a través de Albert Camus y su hermosa novela, "El extranjero" (1.942) donde relata que el detenido Marsault (el extranjero en cuestión), lee en su celda un diario sobre la historia.
"Entre el jergón y la tabla de la cama había encontrado, en efecto, casi pegado al género, un viejo trozo de periódico, amarillento y transparente. Relataba un hecho policial cuyo comienzo faltaba pero que había debido ocurrir en Checoslovaquia. Un hombre había partido de un pueblo checo para hacer fortuna. Al cabo de veinticinco años había regresado rico, con su mujer y un hijo. La madre y la hermana dirigían un hotel en el pueblo natal. Para sorprenderlas, había dejado a la mujer y al hijo en otro establecimiento y había ido a la casa de la madre, que no le había reconocido cuando entró. Por broma, se le ocurrió tomar una habitación. Había mostrado el dinero. Durante la noche, la madre y la hermana le habían asesinado a martillazos para robarle y habían arrojado el cuerpo al río. Por la mañana había venido la mujer y, sin saberlo, había revelado la identidad del viajero. La madre se había ahorcado. La hermana se había arrojado a un pozo. Debo haber leído esta historia miles de veces. Por un lado era inverosímil; por otro era natural. De todos modos, me parecía que el viajero lo había merecido en parte y que nunca se debe jugar." (Albert Camus – El Extranjero)
Camus retoma la ficción en su obra de teatro, "El malentendido" donde el mito está también en el fin de la obra, en sus conclusiones y cierres.
Marta, la hermana fratricida expresa luego de acontecida la tragedia:
"Ya que quiere saberlo, hubo un malentendido y por poco que conozca el mundo, no le sorprenda."
Envidia al fin.
No es ajeno al mito que se entrama en la literatura mi recuerdo del maravilloso "Wakefield" de Nathaniel Hawthorne.
El marido le dice a la mujer que se va de viaje una semana.
Hace el viaje, pero que lo lleva a una pensión cercana desde la que puede ver su casa.
Pasada la semana decide quedarse meses que se convirtieron en años hasta contarse veinte. Finalmente una noche frente a su casa y bajo una intensa lluvia, viendo el hogar encendido decide entrar.
No es acaso Wakefield el Ulises tratando de regresar a Ítaca a los brazos de Penélope y así como la historia de aquél termina en su entrada en la casa la de Ulises concluye en su regreso, pues son las historias de su hijo Telémaco y su esposa Penélope las que habrán de concluir la saga.
Wakefield y Ulises hacen sus viajes en 20 años ......
Sé que no se pondrá fin a la polémica sobre el plagio ni a los miles de procesos judiciales que ha generado, aun cuando hay corrientes literarias que lo consideran absolutamente lícito y necesario.
Lautréamont es el inicio del plagiarismo al que Pío Baroja lo coloca como un sino ineludible en la literatura al decir que "todo lo que no es autobiografía es plagio"
Lo cierto es que las anécdotas populares que me recordaron a la filicida Medea, me hicieron pensar en las palabras de Borges, en el mito al que nuestro gran Sarmiento lo colocara en el lugar exacto.
Pertenece a nuestra memoria colectiva donde se inserta más y más gracias a la literatura. Que crea las barreras culturales que nos hacen cada vez mas libres como entiendo expresa o se infiere de la cita de Camus que tiene su foto.
Y es lo que en definitiva nos hace ser humanidad.
Visto así, no pocos elogios merece plagiar el mito.
Dedicado a Robert Graves (Los mitos griegos - 2 volúmenes, (1.ª ed. en 1955) (Greek Myths and Legends), Cassell, Londres, 1968 y Dioses y héroes de la antigua Grecia, (Greek Gods and Heroes, 1960)
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