No me busques
en ojos miel, verdes o azules;
atrapé la enigmática noche

y la narcótica oscuridad del café, en mi mirar.

No me busques en piel de clara porcelana;

la mía, la tatuó él ébano con su tono, poro a poro.

No me busques en labios finos.

¡Yo soy un templo! y mis labios,

como las grandes puertas de ellos,

guardianas de sus secretos.

Mi cuerpo rechazó las voluptosidades,

y fue tallado en discreta silueta,

envolviendo con él, múltiples intensidades.

No me busques en estereotipos,

ni en nada similar o conocido, de ningún tipo.

Búscame por mi nombre y apellido;

donde soy completa y no cualquiera llega.

Ahí única, existo.