🌼 55 🍦

Améndola sacó del restaurante a Génesis sujetándola del brazo. La joven vio al hombre furioso y no tenía idea del porqué.

―Tiziano, ¿qué ocurre? ―le preguntó ella caminando a la par de él sin tener la más mínima idea de lo que le pasaba.

―¿Encima tienes el descaro de preguntar qué me sucede? Te vi riendo muy cómodamente con ese tipo de Carlo.

―¿Y cuál fue tu problema? Solo me estaba contando algo que le pasó que fue gracioso.

―¿No te das cuenta que solo quería ver hasta qué punto tú le dabas atención? A veces eres tan ingenua que ni siquiera miras cuándo un hombre se acerca a ti con otras intenciones. Odio a Carlo porque intentó comprarme los viñedos ofreciéndome el cuádruple.

―Más que nada por eso es que lo odias, porque te ofreció comprar los viñedos, viñedos que no están en venta.

―Pues claro que no, me costaron demasiado para encontrar los ideales y cosechar, no los vendería y tú tendrías que saber que Carlo no es un hombre de fiar, me hirvió la sangre cuando te vi tan a gusto y riéndote con él.

―¿Qué pretendías que hiciera? ¿Quedarme seria? No tienes que mostrarle tanto odio.

―Habrá creído que eras una idiota o lo hizo a propósito porque sabe muy bien que eres mi prometida. Tú no tendrías ni siquiera que haberle dado tanta charla.

Tiziano le apretaba el brazo con más presión, estaba furioso y celoso, y cuando llegaron al auto le pidió que subiera. Génesis lo hizo pero lo peor era que no estaba acostumbrada a que la trataran mal y menos viniendo de Tiziano. El hombre cuando tomó la carretera, la cual no estaba transitada ya que habían tomado un camino donde solo había campos y arboledas, comenzó a levantar la velocidad.

Génesis lloraba en silencio porque no podía creer la actitud tan fea de él, siendo un hombre tan tranquilo y bueno sobre todo. Se secó las lágrimas y Tiziano al ver lo que hacía apretó más el acelerador, le daba bronca verla llorar y todo había sido por su culpa, si no habría sido tan imbécil nada habría ocurrido.

―Baja la velocidad, por favor.

―¿Acaso no te gusta la velocidad, Génesis? Pero sí te gustó reírte con él, ¿no? Estabas tan cómoda en la fiesta que ni siquiera eras la tímida mujercita que una vez conocí.

―No, no me gusta la velocidad. No seas como mi padre, que veía cosas donde no las había ―le confesó sin poder evitarlo.

―Pues a mí sí ―le dijo apretando los dientes y pasó el cambio a quinta para acelerar más que antes.

El italiano, ni siquiera se había detenido en lo que ella le comentó sobre su progenitor.

―Tiziano por favor, de verdad te lo digo, baja la velocidad ―le contestó tragando saliva con dificultad y comenzando a ponerse nerviosa―. Estás un poco pasado de copas, estás yendo a doscientos, desacelera, te lo pido por lo que más quieras ―le gritó con lágrimas en los ojos.

―No estoy pasado de copas, no quieras hacerme creer que estoy ebrio porque no lo estoy ―le contestó enojado y apretando los dientes.

El hombre continuaba aumentando la velocidad y Génesis seguía pidiéndole en súplicas y llantos que la bajara, sentía que otra vez iría a pasar lo mismo y las imágenes del accidente volvieron a su mente como una pesadilla. La muchacha comenzó a respirar con dificultad y Tiziano se asustó cuando desvió los ojos hacia ella, fue en aquel momento que comenzó a ralentizar la velocidad, porque vio a su prometida como si estuviera en un estado de shock emocional. Frenó de golpe fuera de la carretera y la miró a los ojos.

―Génesis, ¿me escuchas? ―le preguntó sujetándola de las mejillas para que lo mirara.

Cuando recobró los sentidos, estalló en un llanto.

―Otra vez volvieron los recuerdos.

―¿Qué recuerdos? ―le preguntó con preocupación.

―Los recuerdos de la noche en que... ―intentó decirle, pero volvió a quebrarse―. Quiero ir a la casa, por favor. Discúlpame si he hecho algo mal o fuera de lugar, no era mi intención, no creí que te disgustaría tanto que hablara con ese hombre ―le expresó con pesar y angustiada.

―Tranquila, por favor, no me pidas perdón, actué mal. Perdóname tú a mí ―le confesó besando su frente y apoyando la suya contra la de ella y mirándola a los ojos de aquella manera.

―Está bien, Tiziano. Ya pasó.

―¿Te sientes mejor? ―le preguntó preocupado.

―Sí, solo quiero volver a la casa, por favor ―le expresó con congoja.

―Sí, principessa (princesa) ―le comentó quitándole las lágrimas de las mejillas y debajo de los ojos y luego le dio un beso en la frente.

La ayudó a recostarse contra el asiento y él volvió a poner en marcha el auto. Ésta vez con tranquilidad condujo hacia la casa. Génesis por su parte, quedó absorta en sus pensamientos y mirando hacia la ventanilla, pocos minutos después quedó profundamente dormida. Se dio cuenta que habían llegado a la casa, cuando Tiziano la llevaba en sus brazos hacia la alcoba y luego la depositó sobre la cama. Cuando la joven abrió los ojos, ambos quedaron mirándose con atención y penetrántemente.

Tiziano se inclinó hacia Génesis y la besó en los labios. Ella sujetó sus mejillas para poder besarlo mejor. Y sin poder evitarlo, recordó la forma en cómo se había puesto su prometido e hizo que los besos se detuvieran por parte de la joven y sujetándose de los hombros de él, intentó sentarse en la cama.

―¿Qué sucede? ―le preguntó preocupado.

―Necesito contarte algo.

―Dijiste algo sobre tu padre dentro del coche... pero... estaba tan enojado que no te pregunté nada al respecto.

―Quiero hablarte sobre la noche del accidente ―le dijo con los ojos empañados en lágrimas.

―No tienes que hacerlo sino quieres ―contestó él viendo cómo se estaba poniendo.

―Necesito hacerlo, voy a estar más tranquila. La manera en cómo comenzó nuestra discusión dentro del restaurante y que salimos de allí con tu mano sujeta a mi brazo, fue idéntica a como salieron mis padres de una reunión en donde fuimos invitados ―respondió con un tono de voz neutral.

―¿Fuiste con ellos a esa reunión? ―formuló sorprendido.

―Sí, la mayoría de las veces me quedaba con Alejo, porque quería, me parecían aburridas esas reuniones, pero esa noche mi primo no podía porque no estaba tampoco en el departamento y tuve que ir con ellos. Cuando salimos del lugar, me abstuve en meterme en esa discusión, pero papá estaba furioso porque creía que mamá le estaba coqueteando a alguien más. Veía cosas donde no las había. Mi madre era de la clase de mujeres que para que el marido no pensara mal de ella, no hacía nada, no salía por miedo a que su esposo imaginara cosas. Él era muy celoso, demasiado ―le respondió mientras su mente vagaba en aquella desastrosa noche y miró hacia un punto fijo, sintió la mano de Tiziano sujetar la suya y volvió a la realidad―, cuando entramos al auto, los insultos de él a ella siguieron y condujo mientras la jodía más, le dijo de todo, ella lo calmaba y le pedía que bajara la velocidad pero él no le hacía caso ―le expresó con la voz quebrada.

―Si no quieres continuar, no pasa nada ―le emitió poniendo un mechón del cabello de la joven detrás de la oreja.

―Pasó todo tan rápido que ninguno de los dos se dio cuenta que venía de frente un camión, grité cuando lo vi aproximarse, para cuando papá se percató, quiso virar pero no le dio tiempo a nada. Ninguno de los tres pudo hacer algo, ni siquiera abrir la puerta y saltar del coche. El impacto fue frontal y terrible, tuve fractura de una pierna, un brazo, politraumatismos y demasiados moretones. Cuando Alejo me vio, dijo que no me reconocía de la manera en cómo había quedado.

―¿Y tus padres? ¿Pudieron sacarlos? ―preguntó con preocupación.

―Sí, pero de la forma en cómo ambos estaban, no aguantaron para llegar al hospital ―le dijo con lágrimas en los ojos―, yo desperté cinco días después, entré en pánico cuando me vi, pero Alejo me tranquilizó y llamó a la enfermera para que me dieran un calmante.

―¿Qué edad tenías? ―quiso saber.

―Dieciséis. Mi primo y mis tíos, fueron los que me ayudaron mucho. Alejo fue el que me impulsó a seguir adelante, cada vez que me desanimaba o me deprimía, me levantaba para no caer. Creo que en parte se culpó por lo que había sucedido, porque habría estado con él.

―Nadie tuvo la culpa de algo así.

―Posiblemente no, pero si mi padre no habría sido tan obsesionado y puesto furioso, el accidente podría haberse evitado.

―Quizá sí.

Tiziano no sabía cómo reconfortarla, no sabía tampoco qué decirle en aquellos momentos. Solo procuró acercarse más a ella y abrazarla fuerte contra su cuerpo. Génesis escondió la cara en el cuello del hombre y lloró en silencio.

―Alejo es como un hermano mayor y por eso siempre me cuidaba ―contestó separándose un poco de él.

―Me lo imaginé, siempre lo hizo y te protegió, pero ahora eso me toca a mí, cuidarte y protegerte, Génesis ―expresó con sinceridad mientras la miraba con amor a los ojos y le secaba las lágrimas debajo de los ojos.

La muchacha se lo quedó mirando con atención y rompió en llanto de nuevo. Él volvió a abrazarla.

―Ya pasó, todo está bien ―le dijo besando la coronilla―, te pido perdón por la manera en cómo fueron las cosas y sobre todo, como me comporté contigo.

―Cuando te pusiste así, creí haber estado viendo otra vez a mi padre y su reacción colérica hacia mi madre. Si me hubieras insultado o algo peor, te aseguraba que te dejaba. No soy de las que agachan la cabeza y no dicen nada, te advierto que si alguna vez intentas algo de esas cosas, te abandono, por lo que... no seas un bruto y cavernícola ―le manifestó mientras ambos se observaban y manteniendo su voz firme.

―Sabes que no soy así, tampoco soy de esos hombres celosos obsesivos. Creo que no soy tan celoso, no lo soy porque sé quién eres y cómo eres.

―Por eso mismo, sabiendo cómo soy y quién soy, ni siquiera debes ponerte celoso y de la manera en cómo te pusiste en la inauguración, todos vieron tu reacción y la forma en como salimos de ahí.

―Lo sé y me di cuenta tarde la actitud que tuve pero no he podido evitarla. Haberte visto con Carlo fue terrible.

―Y ni siquiera estaba haciendo algo ―contestó con sarcasmo―, solo hablábamos, lo único que te importó fue salir de ahí y quedar como un ridículo frente a los demás. Y todo porque él te ofreció dinero para comprarte los viñedos, por eso te enfureciste, de otra manera no te hubieras puesto así. Creo que... tendrías que hablar con él y dejarle las cosas claras ―le dijo mirándolo de nuevo y se levantó de la cama para mirar por el ventanal.

―¿Hablar con él? ―preguntó asombrado―, no hablaría con alguien que tuvo el descaro de ofrecerme dinero para comprar los viñedos o lo que fuera y tampoco con alguien que encima intenta coquetear con mi mujer.

―¿Coquetearme? ―inquirió girándose para mirarlo y abriendo los ojos con desmesura―, ese tipo no estaba coqueteándome, te aseguro que sé cuándo alguien quiere tener otras intenciones conmigo.

―Habló la que tuvo miles de novios ―le dijo con burla.

Aquella contestación le molestó.

―Que no los haya tenido no quiere decir que no me dé cuenta cuando un hombre quiere algo más que solo hablar ―respondió de manera tajante―, hoy no quiero dormir contigo, quiero estar sola ―volvió a decirle seria y sin mirarlo.

El hombre supo que no iba a hacer que cambiara de opinión si le decía algo más para que se quedara a dormir con ella y solo se levantó de la cama y caminó a la puerta para abrirla.

―Buenas noches ―le expresó y la muchacha miró cómo se iba de allí.

Entró al baño para desmaquillarse y luego prepararse para dormir. Cuando lo hizo, se abrazó a la almohada que tenía a su lado y miles de pensamientos aparecieron en su mente. No podía conciliar el sueño y ante aquello sabía que todavía había quedado angustiada por la manera en como había terminado de discutir con Tiziano, aunque las cosas parecía que quedaron bien entre ellos, lo que había dicho él después, fue lo que le ofendió en realidad y supo que debía hacer algo para remediar la forma en cómo lo había echado del cuarto.

Salió de la cama y no lo pensó mucho, fue directo hacia el dormitorio del italiano. No tocó a la puerta, solo bajó el picaporte y empujó hacia dentro, estaba sin llave aunque creyó que lo estaría por como terminaron las cosas. Tragó saliva con dificultad y sintió cómo su garganta comenzaba a secarse, estaba nerviosa, era la primera vez que entraba al cuarto aunque sabía que podía ir a dormir cuando ella quisiera ya que el colchón se había reemplazado por uno nuevo. Apenas entró, la cerró y caminó hacia la cama. Corrió el cobertor y las sábanas, y se metió dentro para quedarse frente a él.

Tiziano la miró desconcertado y sorprendido, realmente no la esperaba, no sabiendo que ella había sido tajante en sus palabras.

―Me fui de boca ―le dijo él sin más.

―Solo quiero que me abraces, por favor ―contestó ella.

El hombre abrió los brazos y la joven se acomodó entre ellos.

―No debí decirte eso pero tampoco creí que te ofendieras así, fue en tono de burla ―expresó dándole un beso en la frente.

―Lo sé pero me afectó algo que no tendría que haberme ni siquiera movido un pelo, es verdad, parece un chiste pero es así.

―No te aflijas más, ya está ―le respondió acariciando su pelo y mirándola en la penumbra.

Génesis sabía bien que él la estaba observando, no sabía cómo pero lo intuía y eso fue lo que más nerviosa la estaba poniendo, saber que aunque no se veían las caras, el hombre la miraba con suma atención. La sondeaba y se removió dentro de la cama.

La muchacha fue la que inició el beso y el hombre lo continuó. Se devoraban eran las palabras exactas y de un instante al otro él quedó encima de ella. Tiziano aunque habría seguido mucho más, sabía también que no era un momento tranquilo y relajado como para terminar desnudos. Se separó y se volvió a acostar a su lado.

―¿Qué sucede? ―preguntó ella desconcertada.

―Prefiero dormir, Génesis ―le contestó.

―¿U otra vez Alejo te dijo algo? ―formuló con curiosidad.

―Para nada, soy yo que no quiero seguir, nada más. Quiero descansar, por favor ―le respondió girando la cabeza para mirarla.

―Está bien, como quieras. Solo quiero que me vuelvas a abrazar.

―Sabes bien que lo haré, principessa (princesa) ―le expresó con ternura y amor y luego la besó de nuevo.

De aquella manera ambos se durmieron.

La mañana siguiente, Tiziano la despertó con el desayuno en la cama y ella le sonrió. Después de desayunar, cada uno se vistió en su cuarto para luego ir a buscar a Stefano quien se encontraba en la casa de su madrina.

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