🌼 49 🍦

Después de las fiestas y el nuevo comienzo de año, la pareja de a poco iba adaptándose porque ninguno de los dos habían convivido con alguien y ya no era más mediante una relación de jefe/empleada sino de pareja y había cosas que molestaban al otro y viceversa. Muy normal si convivían dos personas en la misma casa.

Lo peor era que desde los primeros días de enero, el invierno se había recrudecido y se instalaron las tormentas de nieve y se hacía difícil salir de la casa.

―¿No puedes extender los días de descanso? ―le inquirió con preocupación―, el tiempo está horrible y pronostican más tormentas de nieve, podrías quedarte dentro y trabajar desde aquí, eres tu propio jefe, no le rindes cuenta a nadie, sabiendo que habrá mucha nieve, deberías considerar quedarte ―le contestó mientras le acomodaba el cuello del sobretodo.

―Sé que quieres que me quede y que tendría que estar dentro con el tiempo que está haciendo, pero debo ir a trabajar. Ottavia se pondrá como loca si no voy.

―¿Acaso tiene prioridad ella y no yo que te insisto para que te quedes? ―le preguntó molesta―, ¿a esa cosa le tienes miedo?

―No le tengo miedo pero aún siendo el jefe, tengo que dar el ejemplo, Génesis.

―Bueno, suponte que te lo entiendo. Pero sinceramente, no me gusta nada que salgas con una tormenta así.

―Lo sé pero debo ir. Cuando te acuerdes, estaré de vuelta aquí ―le respondió dándole un beso en los labios a la joven y otro en la frente a su hijo.

Mientras él estaba en el trabajo, la muchacha y el pequeño se quedaron en la casa, jugando, enseñándole de a poco a Stefano cómo colorear los dibujos que tenía el libro para colorear y con canciones infantiles, el niño se entretenía al ver a la joven cantándolas y gesticulando con sus manos.

Tiziano se estaba tardando demasiado en volver de la oficina y Génesis se estaba preocupando mucho. Lo llamó a su teléfono móvil pero no la atendió, la angustia se le disparó al tope máximo y volvió a intentar una segunda vez sin obtener respuesta.

Unos pocos minutos pasaron para los cuales, la joven escuchó la llave en la cerradura de la puerta principal y entró junto con una ventisca de aire gélido.

―Estaba demasiado preocupada cuando no llegaste a horario ―le dijo acercándose a él para darle un beso mientras lo sujetaba de las solapas del sobretodo.

―Ya estoy aquí, me atrasé por el tiempo, el piso estaba resbaloso y conduje tranquilo, por eso llegué tarde también.

―De acuerdo, te llamé dos veces y cuando no respondiste ninguna de las dos oportunidades, más me angustié.

Tiziano revisó el móvil, su pantalla táctil marcaba dos registros de llamadas perdidas y se dio cuenta que su teléfono estaba en silencio.

―Perdón, no me di cuenta y dejé el móvil silenciado ―le dijo con pena.

―Hummm... ―fue lo único que le salió de su boca y entrecerró los ojos mientras lo miraba―. No soy tu dueña, pero siento que no eres sincero conmigo. Y me gustaría saber la verdad ―le contestó clavándole los ojos en los suyos.

El italiano sin querer esbozó una sonrisa que lo delató aún más.

Pa... pa ―fue lo único que emitió Stefano y ambos giraron las cabezas para ver al pequeño que intentaba ponerse de pie solito y aferrado a la mesa de la sala de estar.

Génesis avanzó un poco pero el hombre la sujetó del brazo para que se detuviera, quería ver hasta donde llegaba su hijo. De a poco y con pequeños pasos, Stefano avanzó con temblor hacia ellos y se daba equilibrio con sus brazos extendidos a los costados por miedo a caerse.

La joven se arrodilló frente a él y le extendió los brazos para darle la bienvenida cuando fuera a su encuentro y así lo hizo, casi con tropiezos llegó a ella y lo abrazó fuertemente contra su cuerpo para darle un beso en su cabello, el niño levantó la cabeza para mirarla a los ojos y le habló;

Mamma (Mamá) ―le dijo con aquella vocecita dulce y con un leve acento italiano que Génesis terminó por derretirse aún más.

El estómago se le apretujó de emoción y no pudo evitar llorar. Tiziano se puso de rodillas y abrazó a ambos con fuerza y estrechándolos contra su cuerpo.

Améndola sabía bien que algo le estaba afectando a la muchacha haber visto a su hijo intentar caminar por sus propios medios y aunque tenía muchas ganas de que le contara lo que le estaba pasando por su mente, se mantuvo callado porque tampoco quería presionarla y que terminara sintiéndose peor de lo que ya la veía.

―Por favor, no llores más ―le respondió en el oído y de manera dulce Tiziano a Génesis, para luego darle un beso detrás de la oreja reconfortándola.

―Lo siento ―le emitió mirándolo a los ojos.

―Es posible que lo que tengo para ti, te alegre un poco ―le expresó con una sonrisa y le beso la frente.

La joven lo miró desconcertada mientras él se erguía de nuevo y caminaba hacia la puerta que conectaba al garaje. De paso, ella ayudaba a Stefano a ponerse de pie y caminar junto con Génesis sujeto de sus manos. Pronto lo sentó en uno de los almohadones que había puesto en el suelo y que era del sillón, para que continuara garabateando con colores las hojas blancas que estaban desparramadas sobre la mesa del living.

La joven fue a encender la cafetera para preparar la merienda y así Tiziano se calentaba un poco del frío. Mientras ella acomodaba lo necesario sobre una bandeja, el italiano volvía del garaje con una preciosa caja en forma de corazón y repleta de rosas rosadas y blancas. Cuando él la nombró, la joven se dio vuelta para mirarlo y quedó de piedra cuando miró con atención lo que sostenía en las manos. Preciosidad absoluta era lo que veían sus ojos.

―¿Son para mí? ―le preguntó asombrada y encantada a la misma vez.

―Claro que sí, por esto me atrasé y no contestaba tus llamadas ―le respondió con sinceridad.

―Son divinas, Tiziano ―le dijo aceptándolas en sus manos y dándole un beso en la boca cuando se puso en puntas de pie―. Muchas gracias. Es una lindura de tu parte este regalo ―le contestó contenta.

Génesis nunca había recibido una muestra de cariño de alguien ajeno a ella de esa magnitud y se sintió reconfortada y querida también.

―Me alegro que te hayan gustado ―le expresó con una sonrisa.

―Nunca recibí algo así, ¿lo hiciste por la casi discusión que tuvimos esta mañana? ―le inquirió con dudas.

―Un poco por eso y otro tanto porque quise regalártelas. Actué un poco raro cuando me sugeriste que me quedara y tenías razón pero a veces tengo que ir a trabajar aunque la estación del año no sea la mejor. Sé que te preocupas por mí y me encanta que lo hagas pero debes estar tranquila porque no pasa nada ―le contestó él mientras le acariciaba la mejilla con dulzura.

La joven no supo el porqué le había dicho aquello último pero comprendió que se lo dijo por la manera en cómo la había visto angustiada y en parte quizá sospechaba lo que estaba sintiendo ella por dentro.

―De acuerdo, ahora que te veo en la casa, estoy más tranquila que antes ―le respondió con una sonrisa―, ¿merendamos, te parece?

―Sí.

Mientras que ella ponía la caja con las rosas sobre la mesita redonda al lado del sillón, él estaba con Stefano parar mirar cómo garabateaba las hojas blancas con crayones de colores y el pequeño le acercaba una hoja y un color para que su padre hiciera lo mismo.

La muchacha pronto llevó en bandeja lo que había puesto con anterioridad para merendar hacia la mesa baja del living, donde ambos estaban, dejó en un rincón la bandeja y fue ubicando cada cosa en su lugar.

Stefano bufó cuando vio que le sacaban sus hojas y los crayones, se quejó extendiendo sus brazos porque quería los papeles de vuelta pero Génesis enseguida le presentó un cacito de papilla mixtas de cereales.

―Traje algunas cajas de esa papilla de cereales de Buenos Aires ―le comentó a Tiziano―, es riquísimo y a Stefano le encanta, varias veces ya se lo di para comer. Se lo pregunté a su pediatra y me dijo que podía dárselas.

―Está bien, yo no he dicho nada, es bueno que coma de éstas cosas, más si porque quisiste se lo preguntaste al pediatra. ¿Qué es? ―le preguntó con curiosidad.

―Es un manjar o por lo menos es mi parecer, solía comerlo cuando era más adolescente, aunque es para niños, a veces lo comía. ¿Quieres probar una cucharadita? ―le formuló sacando del cazo del niño un poquito con otra cuchara pequeña―. Prueba ―le ofreció y él tomó el utensilio en la mano.

―Es muy rico ―le dijo con asombro.

―Te dije que lo era ―le expresó mientras le daba de a poco cucharaditas del cereal a Stefano.

El niño abría la boca con constancia para comer su merienda mientras miraba su programa favorito.

―¿Qué es lo que mira? ―preguntó curioso.

―Hace más de un mes que está encantado con ese programa, le encantan las canciones. Ya me las sé de memoria ―le dijo entre risas la joven―, son inevitables no aprendérselas también.

―¿Cómo estuvo tu día?

―Bien, almorzamos, luego dormimos una siesta abrazaditos y metidos en la cama, estaba lindo para dormir acurrucados, ¿no Stef? ―le inquirió mirando al niño y acariciando su pelo y dándole un beso en la coronilla.

―Los envidio ―dijo en chiste.

―Tú pudiste quedarte dentro y echarte una siesta con nosotros, pero como le tienes miedo a Ottavia, decidiste ir a trabajar ―le dijo con sarcasmo para picarlo un poco.

―No provoques, bionda (rubia) ―le contestó sin mirarla pero con un dejo de insinuación en su voz.

―¿Qué me harás si continúo provocándote? ―le formuló siguiéndole el juego.

―Cuando el niño duerma, sabrás lo que te haré ―le emitió riéndose y ella se rió también.

―Qué miedo ―le expresó con una risita nerviosa intentando no darle tanta importancia a lo que él le decía―, ¿cómo te fue el tuyo? ―interrogó mientras lo miraba a la cara.

―Bastante tranquilo, aunque hubo mucho movimiento de papeles y nuevas cosas.

―¿Nuevas cosas? ¿Puedo saber? ―le cuestionó curiosa.

―Es algo de que tú y el resto de los demás pronto sabrán, solo te diré que es relacionado al trabajo que tengo.

―¿Y cuándo lo sabremos?

―Si todo marcha bien como hasta ahora, posiblemente para el verano.

―Es demasiado tiempo ―le respondió y volvió a darle una cucharadita de la papilla dulce a Stefano.

―Es el tiempo que se tarda, no puedo adelantar nada ―le expresó riéndose.

―Ni modo, habrá que esperar ―le dijo con una mueca de desánimo―, ya que estoy tomando mates, ¿probarás ahora? ―le inquirió regalándole una sonrisa.

―Como insistes en que lo pruebe ―le comentó llevando una mano a la frente mientras agachaba la cabeza―, creí que te habías olvidado de eso.

―No ―le contestó entre risas―, aunque sea uno solo pruebas y listo, ¿cómo te gustaría probar el primero? ¿Con azúcar, edulcorante o amargo? Te pondré azúcar, será lo mejor, así no te sabrá tan raro a la boca.

―Si tú lo dices ―emitió con miedo.

―Y te pondré un par de pedacitos de cáscara seca de naranja.

Durante todo el proceso de preparación del mate para Tiziano, este se la quedó mirando con atención y no pudo evitar esbozar una sonrisa al ver a la joven entusiasmada por lo que estaba haciendo para que él probara. Estaba más que claro que era demasiado afortunado en tenerla allí.

―¿Por qué nunca usaste el voseo conmigo?

―¿El voseo? ¿Te refieres a mi verdadero idioma? Te volverías loco y por eso nunca lo implementé, aunque lo extraño ―terminó de decir con algo de nostalgia.

―Yo entiendo que el <<vos>> es <<tú>>.

―Sí, y el <<sos>> es <<eres>>, y el <<¿cómo andas?>> es <<¿cómo estás?>> ―le expresó ella―, pero hay miles de palabras más que son confusas.

―¿Tan confusas son? Dame ejemplos ―le cuestionó muy intrigado y queriendo saber.

―Por ejemplo; <<pibe>> es <<chico>> y <<piba>> es <<chica>>, aunque digamos chico y chica, nuestro idioma es el rioplatense pero se agregan palabras diferentes que significan lo mismo.

―Sé que su idioma aparte del voseo tiene un tono que se acerca al italiano.

―Puede ser, pero nosotros no tenemos tono cuando hablamos, ¿no te diste cuenta en Alejo o en mí cuando te hablamos? No hay sonido, hablamos de manera neutral, sin acentuar ninguna letra, nada.

―Sé a lo que te refieres y es verdad lo que dices, es inconfundible tu acento y no te puedo negar que me encanta el acento que tienes, cuando hablas español y cuando hablas italiano.

―Gracias, Tizi ―le dijo sonriéndole―, bueno, aquí está tu mate ―le dijo extendiéndole el brazo para que agarrara el mate.

―Tiene como espumita ―habló mirándolo con atención y frunciendo el ceño.

―Sí, dependiendo de la clase de mate que se cebe y se lo entregas a la otra persona, significan varias cosas, entre ellas, haberte dado el mate calentito y espumoso, quiere decir una declaración de amor, aunque te parezca un chiste.

―Qué detalle el tuyo, gracias ―le respondió con una sonrisa―, vamos a ver a qué sabe ―contestó frunciendo el ceño y mirando la yerba mientras intentaba succionar desde la bombilla―. No tiene agua.

―Tiene, solo debes succionar más ―le expresó y él hizo lo que le pidió.

Ella tomó su teléfono móvil y le sacó una foto cuando el italiano comenzó a tomar el mate y se la envió de inmediato a Alejo. Su primo apenas la recibió, le envió emojis con las lágrimas saltadas de la risa.

―Qué raro enviándole a tu primo una foto de cómo tomo el mate ―acotó sin mirarla.

―Perdón, no lo pude evitar ―rió mientras le hablaba.

―Lo supuse.

―Te ves tan lindo tomando mate que ya pareces argentino.

―¿Me das otro? No me disgustó ―le preguntó entregándole el mate sin agua.

―Claro y me alegro que te haya parecido rico ―le respondió con alegría y le sirvió otro para dárselo.

El segundo mate fue espumoso también y Tiziano sonrió cuando lo vio, porque se acordó de lo que ella le había dicho, era una declaración de amor en silencio pero preciosa también.

Y así, entre mates que ella le daba a él cada tanto, crayones de colores, hojas de papel y, canciones infantiles, pasaron una merienda familiar muy entretenida. Cuando se hizo más de noche, cenaron con tranquilidad y después fueron a dormir. Ella se ocupó del niño, mientras que él entraba al cuarto de la joven y se metía dentro de la cama. Apenas Stefano se durmió en sus brazos, lo dejó dentro de la cuna y le dio un beso en la mejilla, subió la baranda y trabó la puerta.

Apagó la luz principal dejando encendida una lámpara con formitas que giraban, entornó la puerta y caminó hacia su habitación que se encontraba a oscuras. De aquella manera se desvistió sin percatarse que Tiziano estaba observándola con total atención. Al terminar de ponerse el camisón, fue hacia la cama para desarmarla y sentarse, hizo movimientos con la cabeza para relajar un poco el cuello, sin darse cuenta que algo se estaba moviendo detrás suyo, sintió un par de manos masculinas que presionaban con delicadeza su piel.

―¿Hace cuánto que estás aquí dentro? ―le preguntó intrigada y girando la cabeza para mirarlo en la penumbra.

―Desde que entraste al cuarto de Stefano ―le respondió mientras continuaba masajeándole el cuello y los hombros―, te dije que debías atenerte cuando me provocaste ―le contestó con una sonrisa seductora, aunque ella no se la veía, imaginaba que estaría regalándosela solo para ver cuánto más se derretía por él y, luego le daba un beso en los labios.

―¿Acaso me viste como me desvestía y lo demás? ―le inquirió tragando saliva con dificultad.

―Supuse que lo estabas haciendo y te observé pero no pude verte bien.

―Descarado ―le dijo entre risas y él volvió a besarla.

―Estás congelada ―le respondió acariciando los brazos desnudos de la joven―, entremos a la cama.

Él ayudó a Génesis a meterse dentro de la cama y la arropó.

―Es hermoso lo que me haces ―le expresó sintiendo la mano de él frotar toda su espalda mientras se iba quedando dormida.

Tiziano se la quedó mirando por varios minutos hasta que él se quedó dormido también.

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