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Dos horas después del almuerzo, ella se tiró sobre la cama y recordó lo que le había dicho a Tiziano cuando él le sugirió en compartir la entrada para comer, había quedado como una completa desubicada y lloró de tristeza cuando supo que el italiano no le dijo absolutamente nada al respecto.

¿Qué iba a decirle? ¿Que era una lanzada y que parecía que su lengua se había soltado con las indirectas a la máxima potencia? Era todo verdad ―caviló con pesar y confundida por demás.

Así como estaba vestida, tomó la cartera y colgándola de manera cruzada por el hombro, agarró el móvil y lo metió dentro. Salió de la suite y del hotel caminando hacia el centro de la ciudad. Tiziano la había visto por la ventana y no tuvo mejor idea que seguirla porque algo le decía que iría a estar en uno de los lugares más famosos de Italia. La Fontana di Trevi.

Génesis se sentó en el borde de la fuente de espaldas, cerrando los ojos y pensando en algo que realmente anhelaba, tiró la moneda hacia atrás, cayendo al agua. Cuando abrió los ojos, vio frente a ella a Tiziano.

―¿Qué haces aquí? ―le preguntó con el ceño fruncido.

―Creí que te encontraría aquí, está bastante lindo el día, ¿no quieres un helado?

―Es otoño.

―¿Acaso tiene que ser verano para comer un helado? ―inquirió ladeando la cabeza y mirándola con atención.

―No, de acuerdo. Cómprame un helado.

―Vayamos entonces ―le contestó para luego sujetarla de la mano y levantándola del borde de la fuente.

Mientras caminaban hacia la heladería fueron charlando, más ella fue la que habló.

―Discúlpame por las cosas que te dije en el almuerzo. Me desubiqué ―le dijo con la cabeza gacha no por pena, sino para ver en empedrado de las calles.

―Ya pasó, no te preocupes ―le expresó con las manos en los bolsillos de su pantalón de mezclilla.

Cuando llegaron a la heladería, ella terminó por invitarlo a él aunque el italiano se molestó por haber pagado los helados.

―No te enojes, lo quise hacer, de todas maneras, el dinero de la compra es tuyo ―le emitió con una sonrisa para que no se disgustara con ella.

―Lo sé, Génesis pero no es igual, tendría que haber salido de mi billetera.

―No digas tonterías, Tizianito. Estamos en pleno siglo 21, a veces las cosas se pagan de a dos, otras tantas solo el hombre y otras esporádicas la mujer ―le dijo intentando aflojar el ambiente que tenían entre ellos desde el almuerzo.

―Ah, ¿esporádica es la cosa? ―preguntó con asombro fingido.

―Sí, lo es, sin embargo cuando pago algo lo hago porque quiero y no me siento mal por hacerlo. No te sientas mal si una mujer quiere pagarte algo ―le respondió y se sentaron en una mesita redonda para dos personas frente a La Piazza Spagna―, ¿puedo preguntarte algo? ―le formuló y él la miró a través de sus lentes de sol―, ¿alguna vez alguien te ofreció dinero a cambio de una noche contigo?

―¿Qué clase de pregunta es esa? Desde que volviste de la suite, tu lengua está más suelta que antes ―le dijo entre risas pero incómodo también.

―Es una pregunta normal y que creo se suele preguntar y lo hago de curiosa que soy, nada más. Sé que no necesitas el dinero pero a veces hay personas que ofrecen esa clase de regalitos a cambio de algo carnal.

―Una vez, una mujer mayor que yo me ofreció medio millón, cuando estaba estudiando la carrera de ingeniería.

―Te ofreció poco para pasar una noche contigo ―comentó sin medir sus palabras pero él aunque la había escuchado, no le dijo nada al respecto.

―¿Y tú? ¿Alguien te ofreció dinero a cambio de acostarse contigo? ―le formuló por demás interesado en su respuesta mientras veía como a Génesis se le deslizaban los lentes de sol hacia delante cuando vio que su helado se le estaba derritiendo y ella lamía el borde del cucurucho y la joven volvía a ubicarlos en el puente de la nariz.

―No, cuando era un poco más joven, algunos amigos de Alejo intentaron ser desubicados conmigo pero los puso en su lugar. Así que no me pasó algo como lo que te pasó a ti.

―Pero supongo que cuando fue el momento, conociste a alguien que te haya flechado y tuviste la oportunidad de acostarte con él.

¿Por qué tenía que decirle eso? ―pensó incómoda y nerviosa.

Lo peor era que se lo había dicho sin ningún tono de nada, ni de burla, ni con sorna o ironía. Su voz se escuchaba normal y con curiosidad genuina de querer saber sobre eso.

Tiziano miró a Génesis con intensidad a través de los lentes de sol de ambos y sintió que la perforaba con la mirada.

―No... ―le respondió sin vueltas y sumamente roja como una grana―. Mi única experiencia sexual, si la puedo llamar así, fueron tus besos hacia mí ―le confesó sintiéndose como una completa idiota.

El italiano enmudeció cuando escuchó su respuesta y la muchacha se sintió afectada por ver cómo se había puesto Tiziano. No tenía porqué ponerse así, no tenía ninguna obligación con ella.

―¿Podemos volver al hotel? ―preguntó sin mirarla a la cara.

Ella se levantó de la silla y él la emuló. Caminaron en silencio hacia el hotel y cuando llegaron, cada uno entró a la suite que le correspondía. Por la noche, ella le envió un mensaje al móvil, invitándolo a cenar dentro de la habitación. No le respondió y cuando creyó que no iba a presentarse aún habiendo pedido comida para dos personas y puesto una bata de seda que ella misma había puesto en el bolso personal, tocaron a la puerta.

―Creí que no ibas a venir ―le dijo cerrando la puerta cuando él entró―. Pedí espaguetis con una salsa que me pareció interesante probar.

―De acuerdo ―contestó sentándose en la silla―, ¿qué haces con esa bata? ¿No tienes nada debajo? ―le inquirió poniéndose de repente nervioso.

―Me traje la bata y sí, tengo ropa interior, ¿o me lo preguntas porque quieres espiar? ―le formuló con disimulo fingido y ella miró atenta cómo su nuez de Adán bajaba y subía de nervios―. Tranquilo Tiziano, una ingenua como yo no va a hacerte nada ―le respondió intentando relajarlo―. Que tenga una bata y ropa interior debajo, no significa que vaya a pasar algo, cálmate y tampoco tenías que haberte puesto como ésta tarde cuando te confesé que no había tenido ninguna experiencia sexual salvo los besos que me diste. No soy de la clase de mujer que se te lanza encima para aprovechar la situación, sé que mi lengua es demasiado directa pero eso no implica que actúe en querer hacerte algo, aunque sí me atreví un par de veces a besarte porque sinceramente tenía ganas pero no pasará nada más entre nosotros ―le expresó entre triste y seria.

Y le dijo todo aquello porque suponía que Tiziano jamás iba a avanzar en hacerle algo o bien, lo que ella realmente quería de él, que le confesara algún sentimiento o que estaba enamorado de ella, pero sabía bien que nunca obtendría eso de él. No iba a ser ella que se lo confesara porque esperaba que el italiano, siendo el caballero que solía ser con ella, diera ese paso y como no lo haría, la joven se mantendría callada.

―Me gusta que seas sincera conmigo y que me digas esas cosas. Sé que no eres de la clase de mujeres que se me lanzan y quedé sorprendido cuando me contaste de tu experiencia.

―De mi nula experiencia, querrás decir ―le dijo entre risas mientras ponía los platos sobre la mesa y se sentaba frente a él.

Cenaron con tranquilidad hasta que Tiziano volvió a hablar.

―Mañana antes de las diez tenemos que volver.

―Está bien. ¿Qué te parece la salsa?

―Me gusta, ¿a ti? ―le preguntó mirándola.

―Está muy buena ―le respondió cuando terminó de masticar y tragar.

Después de una hora y algo más, el hombre volvió a su suite y ella entró a la cama para poder descansar luego de todo un fin de semana de puros sentimientos encontrados. Luego de muchas horas, volvieron a la casa junto con Stefano, que fueron a recogerlo a la casa de Brunella.

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