🌼 41 🍦
De aquella manera pasaron poco más de quince días, en los cuáles un sábado por la noche, fue el momento de la cena afuera que tiempo atrás Tiziano le había preguntado a Génesis.
Estate atenta porque en cualquier momento que suba a su habitación, yo necesito que te lleves a tu casa al pequeño.
Solo avísame y enseguida iré, estoy esperando en la acera.
Fantástico. Pronto te aviso. Gracias.
―¿Por qué no me dejas que cambie al niño, así tú te vistes tranquilo? ―le sugirió en forma de interrogación Génesis.
―Me encargaré yo del niño, no te preocupes, sé que las chicas tardan más en arreglarse, así que te dejo el tiempo libre para que te arregles tranquila.
Génesis entrecerró los ojos y aunque no estaba del todo convencida, lo aceptó.
―Está bien, intentaré hacer lo más rápido que pueda.
Una vez que Génesis subió las escaleras y escuchó la puerta de la recámara cerrarse, le volvió a mensajear a su hermana de inmediato.
Acaba de entrar al cuarto para arreglarse.
Enseguida voy.
A Brunella solo le tomó como máximo cinco segundos en encontrarse con su hermano, ya que ella estaba esperando en la puerta de entrada. El hombre abrió la puerta con cuidado y le entregó al niño.
―Lo traigo mañana. Pásenla fabuloso ―le dijo con un cántico en la voz.
―Gracias, de todas maneras, no te entusiasmes tanto, es solo una cena para que por lo menos ella se despeje y tenga un rato libre sin que por una noche no cocine.
―Si si si, no me des tantas excusas. No aclares que oscurece más, Tiziano ―acotó con ironía.
Su hermano sin darse cuenta se sonrojó ante su hermana.
―Nos vemos mañana y gracias.
―No hay de qué, por éstas cosas o por cualquier otra que quieras estar con Génesis a solas, sí estoy dispuesta a cuidarlo. Vamos a la casa de tus primos, precioso ―le dijo dándole un beso en su mejilla.
Cuando Tiziano vio que Brunella se alejaba más con su camioneta, cerró la puerta y subió para cambiarse de ropa. Él hizo lo más rápido que pudo para estar mucho antes que ella. Améndola escuchó el taconeó en la planta alta y sintió un cosquilleo por su estómago, era la primera vez que iban a cenar afuera y sobre todo, no estaba Stefano.
A medida que se iban viendo las piernas descubiertas con tacos de Génesis, Tiziano se ponía más nervioso y se sentía como un tonto, porque no era la primera vez que salía con una mujer, lo había hecho miles de veces, pero todo recaía en esa mujer. En aquella joven que lo estuvo volviendo loco desde que la conoció en la casa de su mejor amigo. Pudo haber tenido citas y cenas con las demás mujeres, pero con aquella mujer era la primera vez para todo y aunque no iba a ser una cena que representara una cita, él se sentía así, como un tonto adolescente esperando por su chica.
―Ya estoy lista ―le emitió apenas bajó el último escalón y miró hacia Tiziano―, ¿y Stefano? ―le preguntó sorprendida y confundida de no verlo con él.
―Se lo dejé a mi hermana, vino hace un momento y le pedí que se lo llevara por ésta noche.
―¿Por qué? ¿Acaso no era una cena con él también? ―le preguntó ella y él no le respondió―, ¿no lo era? ¿Entonces que clase de cena es? ―continuó con los interrogativos de manera confusa y frunciendo el ceño sin entender nada.
―Es solo una cena para que por lo menos por una noche te despejes y te sientas libre de obligaciones, tanto de Stefano como de cocinar.
―Pero vine aquí para eso ―le expresó tragando saliva con dificultad y mirándolo a los ojos con detenimiento.
―Pero no para cocinarme. Esa no es tu obligación, Génesis.
―Llegas cansado del trabajo, lo menos que puedo hacer es la comida, Stefano no me da problemas para nada y tampoco contratiempos, ser niñera no es tan complicado si después de un tiempo te aprendes la rutina.
―Qué complicada te pones a veces. ¿No me puedes aceptar la cena por lo que te dije? ―le inquirió clavando la vista en ella.
Indecisa, confundida y sobre todo avergonzada, le respondió.
―De acuerdo pero no creas que por aceptar la cena, soy de la clase de empleadas que se aprovechan de sus jefes o algo por el estilo o al revés.
Tiziano se rió a carcajadas.
―Te conozco bastante bien como para saber que no eres esa clase de mujer que dices, Génesis y tampoco soy esa clase de jefes que dices tú. Será lisa y llanamente una cena sin nada más.
―Me alegro que sepas la clase de mujer que soy, en ese caso, acepto la cena ―le respondió con sinceridad.
Ambos salieron de la casa y Génesis caminó hacia el auto para abrir la puerta del asiento trasero, como estaba acostumbrada aunque él le abrió la del acompañante.
―No está Stefano, puedes venir adelante ―le contestó mientras ella tragaba saliva con dificultad.
―¿Te parece? ―le preguntó con dudas.
―Sí, me parece.
La joven caminó hacia delante y entró, él le cerró la puerta. Cuando iban de camino al restaurante, ella se sentía realmente incómoda por toda la situación, era tan extraño saber que no se encontraba Stefano, que hasta consideró al pequeño como una especie de escudo protector para mantenerla alejada de Tiziano. Una cosa eran los tres y otra muy diferente estar a solas con él y eso la ponía demasiado nerviosa al punto de sentir que su respiración se entrecortaba. Apenas llegaron al restaurante, él fue el primero en bajarse del auto, mientras ella estaba abriendo la puerta, fue aún más extraño cuando el hombre quiso ayudarla a bajar del vehículo.
Él la hizo pasar primero al lugar y los recibió el encargado.
―Buonanotte, signore Améndola. (Buenas noches, señor Améndola.)
―Buonanotte, Francesco, e fatto una reservacione per due persone. (Buenas noches, Francesco, he hecho una reservación para dos personas.)
―Certo, si me acompagnano per favore (Sí, si me acompañan por favor) ―les respondió haciéndolos pasar más al interior del restaurante.
Génesis quedó encantada con el lugar y aún más rara se sintió cuando el encargado los dejó en su mesa y Tiziano le alejó la silla de la mesa para que se sentara.
Cuando él se sentó frente a ella, un mozo se acercó a ellos para dejarles unos tentempiés mientras leían las cartas. El joven se retiró y ambos quedaron en silencio, hasta que Tiziano le habló para romper el hielo.
―¿Por qué te siento tan callada? ―le preguntó con intriga.
―Por nada en especial, es solo que me parece tan extraño todo, que no sé.
―¿Qué es lo que te parece extraño? ―le preguntó arqueando una de sus cejas de color negro.
―No lo sé, que me hayas alejado la silla, que me traigas a un restaurante de ésta clase. No te veo como si serías el mismo hombre que suele picarme para decirme algo raro.
―Estamos en las mismas entonces. Tú también estás callada, parecería que tu lengua se anestesió desde que entraste al auto ―le contestó para ver si así reaccionaba.
―Me siento rara porque me trajiste a un restaurante así ―le dijo ella, haciendo un círculo con su dedo índice, dándole a entender que se refería al estilo interior del lugar.
―¿Qué es lo raro? Es solo un restaurante. Ya te dije que quise que cenemos fuera porque creo que necesitas despejarte, en vez del día en spa prefiero que cenes en un lindo restaurante.
―Te lo agradezco pero habría preferido el día de spa.
―Me salía mucho más caro el spa que la cena.
―¿Acaso no lo valgo? ―le inquirió ella con burla.
―¿Te parece que vales algo tan caro como un día de spa? ―le formuló con sarcasmo.
Génesis tragó saliva y no supo qué responderle, aunque le dijo lo que pensaba.
―¿Qué te pasa que ahora me dices esas cosas? Antes no me las decías, siento que ahora te la estás desquitando conmigo o que me haces sentir que no valgo mucho como mujer.
―¿Será que me estoy dando cuenta la clase de mujer que realmente eres? ―le preguntó con ironía.
―Si realmente me invitaste para esto, era mejor que nunca te hubiera aceptado la cena. Me considero más mujer que la tipa que trajiste a tu casa en tu cumpleaños ―le dijo molesta y se levantó de la silla para irse de allí.
―¿Qué haces? ―le preguntó sorprendido y algo incrédulo.
―Me voy, no te voy a permitir que me hables así, no soy ninguna de las tantas con las que sales a pasar la noche ―le respondió muy enojada pero él se levantó para ponerse frente a ella y bloquearle el paso.
―Siéntate por favor. Me comporté como un idiota, te pido disculpas.
―Que te quede claro Tiziano que no soy como tus revolcones de una noche, tú mismo me dijiste en su momento que aceptaste que cuide de Stefano porque era diferente.
―Lo entiendo y tienes toda la razón, por favor perdóname.
Sin decirle más nada, ella se sentó y él volvió a sentarse también. Miraron las cartas y ella se guió por palabras básicas, aunque con pena le preguntaba a Tiziano qué significaban otras tantas.
―No sé qué elegir ―le dijo ella, pensando y leyendo cada plato.
―¿Me dejas que lo elija por ti? Estoy seguro que el que te elija te gustará mucho.
―De acuerdo.
El mozo llegó pocos minutos después para anotar las órdenes, dentro de la cuál pidieron lo que iban a beber.
Génesis se mantuvo callada y Tiziano sin poder evitarlo se la quedó mirando por largo rato. Parecían dos extraños que tenían una cita por primera vez y no les gustaba sentirse así, porque no eran así y porque se llevaban bien dentro de la casa y fuera de la misma.
―Me siento como si estaría saliendo con alguien por primera vez ―acotó con sinceridad Tiziano.
―Siento lo mismo ―comentó la joven con afirmación también.
―¿Por qué crees que es? ―le preguntó mirándola a los ojos.
―No tengo idea, ¿será porque conmigo solo tienes una cena y con las demás solo vas al punto principal? ―le inquirió picándolo y arqueando una rubia ceja mientras le decía esas palabras.
―Posiblemente sea eso pero no creas que solo voy a lo principal como tú dices, primero charlamos, comemos algo y después viene la diversión.
―Y sí, tal parece que lo principal para un hombre es eso, sacarse las ganas.
Antes que Tiziano le respondiera algo, el mozo llegó con sus platos y bebidas. Preguntó para quién era cada comida y él les dejó frente a cada uno el correcto junto con las bebidas. Luego de darles las gracias al mozo, éste los dejó a solas nuevamente.
―Buen provecho ―le dijo ella.
―Gracias, buen provecho para ti también ―le contestó él.
Después de salir del restaurante al cabo de casi dos horas, volvieron a la casa y sin hablarse más, se retiraron a sus habitaciones. Algo había pasado entre ellos aquella noche y en esa cena y ninguno de los dos quiso asumir lo que habían sentido.
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