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El grito de terror que había escuchado Tiziano, fue lo que lo alertó de que algo había pasado, salió del cuarto asustado y entró como una tromba al dormitorio de Génesis, la joven estaba sentada en la cama llorando. Por lo menos, ninguno de los demás escuchó algo por la tormenta terrible que estaba azotando Costa Smeralda.

―Génesis, ¿qué ocurre? ―le preguntó mirándola a los ojos mientras la sujetaba de las mejillas.

―Tuve una pesadilla y peor me puse cuando escuché el trueno.

―¿Tú estás bien? ―le inquirió preocupado.

―Sí pero tengo pavor a las tormentas ―le contestó intentando no llorar más―, lo siento, no desperté a nadie, ¿verdad?

―No, tranquila, con esta tormenta nadie escuchó el grito, de todas maneras las habitaciones de los demás están muy alejadas de las dos que nosotros ocupamos.

―Menos mal, ¿Stefano se despertó? ―cuestionó.

―No, duerme tranquilo ―le emitió asomándose a la cuna.

―Cómo puede dormir con una tormenta así. Ni siquiera los ventanales tienen persianas como para resguardarme de los rayos.

―Estás dentro de la casa, nada te pasará ―le expresó con una sonrisa.

―Aún estando dentro, les tengo miedo. Y para que me calme un poco, necesito estar con alguien más, Alejo solía quedarse a dormir cuando había tormentas o yo iba a su casa ―le confesó.

―¿Acaso me estás insinuando que me quede a dormir contigo? ―le preguntó con curiosidad y arqueando una ceja.

―¿Puedes? ―inquirió ella levantando sus cejas en señal de incertidumbre―. Sé que está mal y no quedará nada bien con tu familia aquí pero si te lo estoy pidiendo es porque sé que no voy a poder dormir en toda la noche ―le manifestó con congoja.

Tiziano se la quedó mirando con atención y aunque sabía que estaba muy mal, aceptó dormir en la misma cama que ella.

―De acuerdo, deja que me ponga una camiseta y vuelvo aquí.

―Ok ―contestó ella, abrazándose a sus rodillas.

Esperó solo unos minutos y volvió a verlo entrar y cerrar la puerta.

―Tú duermes debajo de las sábanas, yo dormiré sobre el cobertor, traje una manta.

―No te morderé si te metes dentro también ―contestó perpleja.

―Lo sé pero para evitar cualquier cosa, es mejor que duerma como te dije.

―Está bien.

Cuando la joven vio que se acostó y se tapó hasta la cintura, ella apagó la lámpara de la mesa de noche y se recostó de nuevo. Así durmieron.

―¿Estás más tranquila? ―le preguntó con pesadumbre.

―Sí, gracias por no enojarte en pedirte que duermas aquí.

―Duerme tranquila ―le dijo para que se relajara más.

A la mañana siguiente, Tiziano se despertó y se levantó de la cama sin hacer ruido, cuando abrió la puerta de la misma manera, se encontró con uno de sus sobrinos. Con el dedo índice contra los labios, le dijo que callara, puesto que el niño al verlo salir de un cuarto que no era el suyo quedó sorprendido por demás. Con el dedo índice, lo llamó para que se acercara.

―Te daré cien euros sino comentas nada a nadie de lo que viste, si tenemos un trato, vienes a mi habitación y te daré el pago ―le contestó y ambos estrecharon las manos.

Tiziano sabía que el chantaje con dinero siempre funcionaba con los niños y sonrió por dentro.

En el horario del almuerzo, mientras todos estaban comiendo, uno de los hijos de Brunella, habló con tanta afirmación que el resto de la familia lo escuchó con atención.

―Hoy el tío me ha dado cien euros ―comentó y Tiziano quiso comérselo crudo.

―¿Por qué te lo dio a ti y a mí no? ―bufó el otro.

―Porque yo fui quien lo vio salir del cuarto de Génesis ―contestó con seguridad―. Y para que me quede calladito, me dio cien euros ―acotó con una cara de convicción.

―Después del dinero, aún se mantenía el trato, pequeño sinvergüenza ―le dijo el italiano con algo de malhumor y su sobrino le sacó la lengua.

―¿Y por qué saliste de su cuarto? ―preguntó Brunella.

Génesis se mantuvo callada todo el tiempo, estaba avergonzada.

―Si anoche no escucharon la tormenta que hubo, pues tienen los oídos tapados, Génesis gritó cuando escuchó los truenos y cuando fui a su cuarto para ver si estaba bien, me pidió si le hacía compañía porque tiene pavor a las tormentas.

―¿Y durmieron abrazaditos? ―volvió a inquirir con ironía su hermana.

―No te hagas la graciosa, Brunella ―respondió su hermano con algo de enojo―. No, no dormimos abrazaditos, ni juntitos ni nada parecido. Ella durmió en una punta y yo en la otra y sin meterme dentro de las sábanas.

―Ok... quedó muy claro todo ―acotó la mujer aunque no pudo evitar volver a sonreír.

―Cristiano después te daré cien euros.

―Gracias tío ―le dijo el niño con una sonrisa y contento.

Como la tarde estaba muy nublada, Brunella le preguntó a Génesis si quería acompañarla a comprarse algo de ropa y quizá luego ir al cine.

―Te lo agradezco pero prefiero quedarme con Stefano ―le afirmó la joven.

―Hay varias personas para que lo cuiden, que salgas no significa que lo descuides, estás de vacaciones.

―Vayan a distraerse unas horas ―comentó la abuela del niño―, los demás y yo, nos quedaremos con él ―le expresó con sinceridad a Génesis tomando en sus brazos a Stefano, ya que la joven lo sostenía.

―Vamos, ahora ―respondió Brunella.

―Deja que tome un saquito y la cartera ―le emitió y caminó hacia la habitación.

―¿Te vas con mi hermana? ―inquirió con curiosidad quedándose en el umbral de la puerta.

―Sí, me insistió para que fuera con ella. Tu madre y los demás se quedan con Stefano.

―De acuerdo, que se diviertan ―le contestó con normalidad y se fue de allí para ir directo hacia el patio.

Génesis y Brunella estuvieron primero en el cine y luego la hermana de Tiziano le hizo conocer un poco mejor el centro de la ciudad, con sus grandes y famosas tiendas, Brunella se compró varias cosas y aunque le insistió a Génesis para se comprara algo, esta no quiso. No tenía a nadie para quien pudiera estrenarse algo y el que le interesaba, su primo le había dicho que no era para ella.

Casi cuatro horas después, las chicas volvieron a la casa. Alessandro miró la cantidad de bolsas que su esposa traía consigo y se llevó las manos a la cabeza.

―Me vas a llevar a la quiebra, Brunella ―comentó con burla.

―No te quejes, querido. Bien que te gusta esto ―le respondió mostrándole la bolsa de una lencería cara.

Unas horas después, todos se habían ido a cenar afuera y Tiziano decidió quedarse con Génesis y Stefano.

―Pensé que ibas a salir con Regina ―acotó la joven con sarcasmo.

―Decidí quedarme a descansar. Aparte después de lo que pasó en el club nocturno, no tengo intenciones de tener un trato más con ella.

―¿O será que tienes curiosidad por saber si hoy hablo con Gianpiere? ―le inquirió con burla.

―Al fin sé su nombre, ahora sé cómo llamarlo; Gianpiere el mequetrefe ―expresó riéndose y arqueando una ceja.

―Te estás poniendo cada vez más pesado con ese tema, tu hermana te lo dejó bien claro, tengo derecho a conocer a alguien yo también ―manifestó la joven de manera enojada.

―Veremos si tienes derecho a eso ―habló dejándole claro que no iba a salirse con la suya.

―Déjame respirar Tiziano, no es todo como tú quieres, si tú sales, yo también quiero conocer a alguien, no voy a descuidar mi trabajo, quiero mucho a tu hijo como para dejarlo de lado sabiendo que llegué aquí solo para cuidar de él, tú mismo el día que fuimos a bucear, me lo dejaste bien claro, soy la niñera ―replicó con seriedad y tajante, dejando al hombre desconcertado y falto de palabras.

Tiziano recapacitó y le habló con calma para que ella se tranquilizara también y así darle vuelta el pastel.

―Entiendo todo lo que me has dicho y te lo acepto.

―¿De verdad? ―le preguntó con asombro.

―Así es ―le contestó serio.

Aunque él, tenía otros planes.

―Te lo agradezco.

Pronto, los dos cenaron mientras ella le daba el biberón al pequeño. Había vuelto la calma entre ellos y el silencio reinó en la casa también.

¿Acaso no era posible que ambos estuvieran así de bien y sin echarse en cara las cosas? Claro que no, porque cada vez que Génesis le decía algo, a él le hervía la sangre, cada vez que ella hablaba sobre Gianpiere a él le molestaba, la culpa la tenía su mejor amigo, quien no tuvo mejor idea que decirle que tenía prohibido tocar a su prima ―caviló con tristeza Tiziano.

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