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El pequeño que estaba en la sala de estar comenzó a llorar y Génesis supuso porque nadie le prestaba la atención que se merecía. Tiziano se levantó de la silla y enseguida fue a mirarlo. Los primos quedaron a solas.
―¿Por qué no aceptas? ―le preguntó Alejo―. Es un gran trabajo y te vendría muy bien. No tienes a nadie que te ate aquí ―dijo intentando convencerla.
―El trabajo y la facultad y, están ustedes también ―respondió sin darle vueltas.
―No pienses en nosotros, Génesis. Vive tus cosas y haz lo que quieras, te lo he dicho miles de veces. De no poder validar las materias cursadas en otro país, ¿acaso no podrías hacer la carrera a distancia? ―sugirió como posibilidad―. Te falta poco para terminarla y el trabajo que tienes no es estable tampoco, solo te llaman cuando necesitan de ti y no lo haces todos los días ―le afirmó.
―Lo sé. Pero está el hecho de saber que tengo que convivir con un hombre. ¿Te lo pusiste a pensar cuando le dijiste a él sobre mí? ―le preguntó frunciendo el ceño y hablando por lo bajo aquello último.
―Sí, lo pensé y por eso mismo le comenté de ti, porque eres centrada y buena chica y, porque confío en Tiziano, vas a estar segura con él.
―¿Éstas completamente seguro? ―le inquirió mirándolo con atención a los ojos.
―Segurísimo ―le respondió sin titubeos en su respuesta.
Génesis lo miró con los ojos entrecerrados y supo bien que su primo no estaba mintiéndole en lo absoluto.
―De acuerdo pero primero tengo que arreglar algunas cosas, la facultad y el trabajo temporal que tengo. De todas maneras está la cuestión de la ciudadanía.
―Por eso tendrías que preguntarle a Tiziano.
―¿Por qué quisiste que fuera yo? ―le preguntó con intriga.
―Te quiero como si fueras mi hermana y te quiero bien, como te mereces estar por eso mismo quise que fueras tú y sé que le tienes paciencia a los niños, creo que en mejores manos no podrá estar Stefano. Aparte, Italia te sentará muy bien Génesis ―le dijo con una gran sonrisa.
―Alejo, iría por trabajo y no por ocio.
―Eso lo puedes arreglar con él pero deberías aceptar el trabajo ―le habló con firmeza.
―En el almuerzo puede que le diga algo ―acotó pensando en esa posibilidad.
Tiziano volvió a entrar a la cocina y les habló.
―No quiero interrumpir pero quisiera que alguno de los dos me prepare el biberón.
Génesis comenzó a soltar la lengua.
―¿Tomas el biberón? Un hombre tan grande como tú, qué vergüenza ―le contestó con sarcasmo y Alejo se rió.
―No esperó a llegar a Italia que ya soltó la lengua ―comentó entre risas mientras colaba la pasta.
―¿Aceptas el trabajo entonces? ―le preguntó sin importarle lo que ella le había dicho en burla.
―No aún, tengo que arreglar algunas cosas.
―Pero posiblemente lo aceptes, ¿verdad? ―le contestó mirándola con atención a los ojos.
―Posiblemente ―le respondió devolviéndole la mirada.
―Fantástico ―le expresó con sinceridad y le entregó una genuina sonrisa.
A Génesis se le apretujó el estómago al ver aquella sonrisa, tenía unos preciosos dientes tan blancos como la nieve y la sonrisa que le regaló fue devastadora para ella. Tragando saliva con dificultad volvió a hablarle.
―Me gustaría si no tienes problema, ver cómo podría obtener la ciudadanía o alguna licencia para trabajar por el tiempo que tú quieras que sea la niñera de tu hijo.
―No te preocupes por eso, me quedaré unos días en la casa de tu primo, así que con respecto a lo que me estás preguntando puedo averiguarlo y hacer un contrato.
―Me parece bien. Es lo más lógico ―emitió frunciendo el ceño en señal de darle la razón.
Génesis le entregó el biberón al padre del bebé y él se lo agradeció. Tiziano la volvió a observar y quedaron mirándose casi por un minuto, la muchacha sintió que la perforaba con la mirada. Tenía tan marcadas las pupilas y el anillo negro alrededor del iris que no sabía como podía ser así, aunque el color era excepcional.
―¿Quisieras darle el biberón?
―De acuerdo ―le contestó y lo sostuvo en brazos―, ¿cuánto tiempo tiene? Tres o cuatro meses, ¿verdad?
―Tres meses ―le dijo haciéndole entrega del biberón.
―Lo supuse, es precioso ―le expresó con total sinceridad dándole un sonoro beso en una de sus mejillas regordetas―. Ale, ¿puedes encargarte del resto? Ya te hice la salsa y lo demás, solo tienes que mezclar todo.
―Sí prima, no te preocupes.
La muchacha se retiró a la sala de estar para sentarse en el sillón individual y darle el biberón a Stefano, quien se portaba de maravillas sin importarle quien le daba su leche. Miró con encanto al precioso bebé que tenía en sus brazos mientras le daba un besito en su frente.
Dentro de la cocina, los dos hombres charlaban a medida que ponían la mesa para almorzar.
―¿Crees que aceptará ser la niñera de Stefano? ―le preguntó con intriga el padre del niño a su mejor amigo.
―Yo creo que sí, se lleva muy bien con los bebés y niños, aparte no tiene a nadie aquí.
Tiziano no quiso preguntar más nada con lo que Alejo le había dicho a lo último.
―Espero que pueda arreglar sus cosas con la facultad y el trabajo, mañana veré qué puedo saber sobre la ciudadanía o alguna licencia por trabajo y de paso ver lo del contrato.
―Sé que tienen que tener un contrato de por medio pero te aseguro que mi prima es de total confianza.
―Alejo, sé que es tu prima pero debe de tener un contrato, te guste o no. Es por precaución.
―Lo entiendo ―le dijo asintiendo con la cabeza.
Génesis una vez que le terminó de dar la leche, lo puso de pie sobre sus muslos y con una toalla sobre su hombro, lo recostó para hacerle el provechito. Cuando lo escuchó, volvió a ponerlo sobre sus brazos para hacerlo dormir un rato. Le acariciaba las mejillas con sus dedos y el bebé la miraba con suma atención mientras se reía.
―Qué bonito eres Stefano ―le decía mientras tomaba su manito con el dedo índice, acto que el pequeño lo apretó por inercia.
―Génesis ya está listo el almuerzo ―le dijo su primo.
―De acuerdo, ahora voy ―le contestó mirándolo a la cara.
Ella lo mecía mientras acariciaba sus mejillas y el pequeño de a poco se iba quedando dormido. Alrededor de quince minutos, la joven apareció en la cocina y Tiziano se sorprendió por la rapidez con la que había hecho todo.
―¿Se durmió? ―le preguntó incrédulo.
―Sí, no se durmió tan rápido pero lo hizo.
―Para mí eso fue muy rápido, a veces no quiere dormirse.
―Cuando es así, a veces puede que tenga hambre, su pañal esté sucio o bien tiene cólicos que son normales.
―¿Qué hago si tiene cólicos?
Génesis lo miró extrañada.
―¿El pediatra no te dijo nada?
―No, tampoco pregunté mucho, es la primera vez que soy padre y no me adapto del todo aún, a veces cuando voy a las citas con el pediatra, se me olvidan varias cosas en preguntarle.
―Se supone que cuando tiene cólicos tienes que tomar sus piecitos y reflexionar sus piernas para que las rodillas casi toquen la panza y moverlas en círculos, dicen que así les calman los cólicos. Yo lo implemento cuando tengo que cuidar a los bebés y da resultado.
―Es bueno saberlo ―acotó el italiano.
Los tres se dispusieron a almorzar y Tiziano se deleitó con la pasta que estaba comiendo. Alejo había preferido hacer pastas con una rica salsa que le salía a la perfección a Génesis quien cada vez que podía iba a almorzar o cenar con su primo. Y sabía bien que si ella hacia esa clase de salsa junto con la pasta, iba a encantarle a su mejor amigo.
―Esto es un manjar ―comentó el hombre habiendo ya tragado la comida―, probé miles de pastas con muchas clases de salsas, con todo tipo de carnes pero esto de ahora es diferente, no tengo idea lo que tiene pero es exquisita.
―Gracias ―le dijo ella con un poco de vergüenza.
―Génesis cocina de maravillas.
―Por eso quieres que te visite todos días, ¿no? ―le dijo con burla.
―No primita, me gusta que me visites aunque no viene nunca mal una buena mano en mi cocina.
―¿Por qué no te buscas una novia que te cocine cuando quiera y sobre todo, tú la ayudas así aprendes? ―sugirió con sarcasmo y verdad a la misma vez.
―Debería pero por el momento no tengo intenciones en salir con alguien de manera formal.
―¿Qué le has puesto? ―le inquirió con intriga Tiziano a Génesis mirándola de nuevo mientras fruncía el ceño.
―Es solo salsa de pesto rojo.
―¿Pesto rojo? No la escuché nunca o será que no tuve el agrado de probarla.
―Dijiste que probaste todas las salsas que había pero parece que no ―le dijo ella riéndose.
―¿Qué le agregas? Me encantaría saberlo.
―Queso parmesano, tomates, ajo, pimiento rojo, almendras, vino blanco, un poco de orégano y sal y pimienta a gusto. Es lo más fácil que hay.
―Ésta salsa tiene algo más, siento otros sabores.
Alejo y Génesis se miraron y terminaron por reírse a carcajadas.
―Dile lo que le pones como toque personal ―le respondió su primo.
―Aparte de todo eso, yo le agrego crema de leche y un caldo de verduras en cubito.
―Sabía que había algo más pero te aseguro que es riquísimo lo que estoy comiendo.
―De verdad, gracias aunque las pastas de por sí se cocinan solas y la salsa es la que quieras agregarle, es muy fácil preparar espaguetis.
―Lo sé, sé que es fácil preparar pasta pero no creí que te saldría así.
―¿Crees que porque soy mujer moderna no me sé defender en la cocina? ―le preguntó arqueando una ceja rubia y mirándolo con atención―. Te sorprenderías.
―Ten cuidado, su lengua puede matarte ―acotó Alejo a su amigo.
―¿En serio? Me divertiré entonces ―le dijo a Alejo y cuando miró a Génesis le guiñó un ojo.
Génesis tragó saliva y casi se le cae el tenedor contra el plato cuando vio el guiño que le regalaba. No lo habría esperado del hombre que le hiciera eso y menos siendo la primera vez que se veían pero posiblemente era normal porque conocía a Alejo y se sentía cómodo, aunque ella no se quedaba atrás en decirle algo, su lenguita no se quedaba callada.
Alejo se levantó de la silla para servirse una segunda porción y le preguntó a su amigo si quería más, él le dijo que la mitad del primer plato.
―Yo no quiero más Alejo, estoy repleta.
―Ok.
―¿Cuántos años tienes? ―le preguntó mirándola con más atención que antes.
―¿Por qué lo quieres saber?
―Porque pareces una adolescente de por lo menos dieciocho años.
―Tengo un poquito más.
―¿Cuánto es un poquito más? ―le preguntó queriendo saber con una sonrisa y poniendo un mechón de su pelo detrás de la oreja.
―Por cumplir veintiuno.
―No conozco las leyes pero, ¿puedes salir del país teniendo todavía veinte?
―Tiene que tener un permiso ―comentó Alejo―. Pero no te preocupes, cuando se haga el pasaporte puedo tramitar los papeles del permiso.
―¿No tienes nada de esas cosas? ―preguntó extrañado y se llevó una mano a la mitad de su cara.
―Me temo que no ―le dijo encogiéndose de hombros mientras lo miraba.
―¿Cuánto tiempo se tardaría? ―preguntó el italiano.
―A veces te tardan una semana o menos ―le comentó Alejo.
―Mañana averigua todo eso mientras que yo averiguo por lo otro.
―¿Yo qué hago? ―preguntó ella.
―Cuidas a mi hijo mientras no estamos.
―Mañana tengo clases.
―¿Puedes faltar? ―inquirió con intriga.
―Veré qué puedo hacer, de faltar avisaré y de paso preguntaré sobre las equivalencias de las materias.
―Me parece bien ―le dijo Tiziano.
Durante lo que faltaba del día, los tres la pasaron conversando, más Tiziano quiso saber varias cosas más de Génesis.
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