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Buenos Aires, Argentina
Lo primero que Tiziano hizo apenas piso suelo argentino, fue visitar a su mejor amigo y tío postizo de su hijo para verlo y para que Alejo viera al niño.
―Génesis ya sabe que tiene que venir aquí ―le comentó abriendo la puerta y dejarlo pasar al interior.
―¿Le has dicho el horario? ―inquirió preocupado.
―Sabía que llegabas a la una y me dijo que estaría pronto aquí, hoy no tiene clases.
―Perfecto ―contestó dejando a su hijo dentro de la butaca y sobre el sillón.
Mientras los hombres esperaban por la joven, se destaparon una botella pequeña de cerveza para beber cada uno y charlaron del trabajo y de otras cosas más. La muchacha tardó una hora en aparecer. Cuando tocó el timbre, Alejo fue a abrirle.
―Creí que no llegaba más, el tráfico era un caos ―le contestó mientras lo saludaba con un beso en la mejilla y entraba.
―Por lo menos ya estás aquí. ¿Todo bien? ―le dijo con interés.
―Sí sí, ¿y tú? ―le cuestionó.
―Todo tranquilo.
―Traje postre ―le dijo mostrando la bolsa.
―¿Lo has hecho tú?
―Sabes que sí.
―No van a quedar ni las miguitas ―le afirmó con una sonrisa.
Ambos rieron ante el comentario de Alejo hasta que un ruidito ajeno a ellos, dejó a Génesis escuchando con atención. Giró su cabeza y miró el pequeño bulto que se movía entre la manta y dentro del huevito. Y sintió como si alguien más estaría mirándola con atención hasta desviar la vista al hombre que tenía frente a ella, alejado pero se veía con nitidez cómo era realmente.
Fue solo un contacto visual para que a la joven se le quedaran en la retina el precioso color de ojos y sobre todo, la presencia que tenía. Por lo menos debía medir alrededor de un metro noventa y solo ella sin tacos medía casi cuarenta centímetros menos que él.
Sin darle mucha importancia, volvió a mirar el bultito y se acercó al bebé.
―¿A quién tenemos aquí? ―preguntó de manera enfática mientras miraba al bebé con una sonrisa―. Pero qué mosho es ese bebote ―respondió ella al pequeño mientras él se reía y la miraba con atención.
―Su nombre es Stefano ―le dijo el padre del crío.
Sin siquiera darse vuelta aún, Génesis sintió un manojo de nervios en la boca de su estómago. Jamás le había pasado y de haberle sucedido era solo cuando debía presentarse para cuidar a un niño nuevo y conocer a sus padres y solo le duraban segundos. Ésta vez, había sido diferente, su tono de voz caló en lo más profundo de su ser y no supo el porqué.
Se irguió y dio media vuelta en su lugar para presentarse frente al hombre. Antes que Alejo los presentara, fue Tiziano quien se adelantó.
―Tiziano Améndola ―le expresó sacando la mano del bolsillo del pantalón y extendiéndola hacia ella.
―Génesis Corvalán ―le dijo estrechando la mano que el hombre le había ofrecido.
Electricidad fue lo que sintieron ambos. Electricidad pura.
El primo de la muchacha se sintió de alguna forma excluido de aquella presentación y tuvo que carraspear.
―¿Me dijiste que tenía la lengua afilada? No lo parece ―le contestó Tiziano para romper el hielo y sintiéndose algo incómodo.
―Espera a que vivas con ella ―comentó sin más.
Génesis se lo quedó mirando con cautela.
―¿Que viva con él? ―le inquirió de manera confundida.
―¿Acaso no te lo dije? ―le preguntó su primo rascándose la nuca e intentando enmendar el error.
―Deberías habérmelo dicho pero no lo hiciste. Por eso odias cuando te digo las cosas, no te gusta lo directa que soy y la lengua afiladita que tengo primito ―le respondió sin vueltas y algo molesta.
―Si es un inconveniente, buscaré por otro lado ―acotó entre medio de los primos.
―No es ningún inconveniente.
―Sí lo es ―le gritó ella.
Tiziano se quedó de piedra cuando escuchó cómo la joven le gritó a su mejor amigo y éste quedó mudo. Arqueó una ceja y volvió a mirarla con más atención.
No podía negar que la argentina tenía los pantalones bien puestos y tampoco le pasaba inadvertido lo bonita que era.
―¿Por qué mejor no pasamos a la cocina y charlamos los tres para aclarar las cosas? ―preguntó como sugerencia Alejo.
Génesis se sentó frente al hombre y Alejo le ofreció algo para beber, ella le pidió agua mineral. Su primo apenas le dejó el vaso frente a sus ojos, se sentó a la cabecera de la pequeña mesa cuadrada.
Sin saber el porqué, había quedado completamente muda y no era así, Génesis no era de las chicas que se quedaban calladas, cuando sufrió el accidente de auto, se había retraído y no quería hablar con nadie pero su primo siempre estaba para ella y fue quien la sacó adelante, diciéndole que no debía callarse nada y debía hacer las cosas que realmente quería. Ahora se sintió como en aquel tiempo pero diferente. Era todo muy diferente y el mejor amigo de Alejo era la razón.
Jamás había visto a un hombre así, tampoco había sentido nunca lo que sintió cuando la miró directamente a los ojos cuando entró a la casa. No podía retenerle la mirada y debía de hacerlo para no pasar como una hueca y tonta. Tenía un color de ojos envidiable, de un azul que a veces parecían celestes, estaban enmarcados con unas bonitas pestañas oscuras y unas cejas tan negras y bien marcadas que le asentaban perfectamente, tenía una boca carnosa y con una barba incipiente de pocos días de color oscuro. Su cabello era hasta la nuca pero rebajado de color negro con tonalidades castañas oscuras y con raya al medio. Tragó saliva con dificultad cuando volvió a mirarla.
Su voz volvió a envolverla como una araña con su presa y ella le prestó atención a lo que le decía.
―Vas a tener que contarme algo de ti ―le expresó con un acento tan europeo que casi se derrite.
―¿De dónde eres? ―le preguntó frunciendo el ceño con atención.
Tiziano se desconcertó ante su pregunta.
―Soy de Italia.
―Lo supuse, el acento que tienes no contrasta con el nuestro. ¿Cómo aprendiste español?
El hombre volvió a sorprenderse porque se suponía que él iba a realizar las preguntas y no ella. Aunque le resultaba por demás divertida la situación.
―Hice un curso, lo necesitaba ―le respondió sin decirle más nada.
―¿Y cómo lo conociste? ―ésta vez le preguntó a su primo mirándolo con atención.
―Fui a Italia por un curso intensivo de ingeniería. Lo conocí a él en ese mismo curso y por eso mismo Tiziano necesitaba aprender español.
―Ya veo ―comentó pensativa arqueando una ceja.
―Me dijo tu primo que estudias y trabajas.
―Sí, estudio Tecnicatura en Ceremonial y Protocolo y a veces trabajo cuando tengo algún niño para cuidar.
―¿Podrías validar las materias que ya cursaste en otro país? ―le preguntó con curiosidad.
―No lo sé, tendría que preguntar pero de todas maneras todavía no te he dicho nada si acepto el trabajo, Alejo nunca me dijo que era en otro país ―le afirmó.
―No perderías nada con intentarlo, ¿no? ―le sugirió su primo.
―Tendría que empezar todo de nuevo ―habló sabiendo que Alejo supuso a lo que ella se refería.
―Si de verdad será un problema y te complico la vida, buscaré por otra parte. No quiero que tampoco tengas inconvenientes con la facultad o el trabajo ―se justificó Tiziano.
―Primero tengo que preguntar en la facultad, nunca hice algo así. La verdad es que me tomó todo de sorpresa ―manifestó intentando no ser grosera.
―Lo entiendo ―le dijo comprendiéndola.
―¿Me ayudas a preparar el almuerzo? ―le preguntó en súplica su primo.
―¿Por qué? ¿Acaso no sabes preparar una simple comida Alejo? ―le preguntó riéndose con ironía.
―Me gusta más si me ayudas.
―A ti te gusta que la haga directamente, que es diferente.
―Digamos que sí ―le respondió entre risas.
Mientras ambos primos se dedicaban a preparar la comida, Tiziano revisó su teléfono móvil, solo tenía un mensaje de texto de su hermana diciéndole que se alegraba por haber llegado bien del viaje a Buenos Aires.
Él dejó el aparato sobre la mesa y apoyó el codo contra el mueble y formando un puño debajo de su barbilla para sostener su cabeza, miró con atención a la prima de su amigo, que estaba de perfil y riéndose con algo que Alejo le había dicho.
Miró con más detenimiento el hoyuelo que se le formó a la joven en la mejilla y no pudo evitar esbozar una sutil sonrisa también. Génesis sintió que Tiziano la observaba y giró la cabeza para mirarlo también, él trató de volver a mirar el móvil para no ser tan obvio.
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