Prólogo
Nilsa siempre la hacía reír.
Desde de que Freya nació, era común que se la pasara encerrada en su hogar, pero a partir de que se escapó por primera vez a escondidas, supo que no sería la única vez, y esa convicción se hizo aún más fuerte cuando accidentalmente conoció a su pelirroja amiga, con la cual se reunía en un lugar apartado, cerca del bosque; desde entonces, reunirse ahí con ella se había vuelto su válvula de escape y de risas incontables.
Le agradecía a la vida poder tenerla a su lado aunque fuera por algunas horas y a escondidas, pues realmente no tenía a nadie más para jugar o para, simplemente, hablar; si bien era muy conocida, también era muy recluida, y Nilsa era como ese rayo de sol que se colaba por su ventana.
No quería que nunca nadie las separara.
Ese día habían decidido tener un picnic, hacía buen clima y ambas habían logrado su cometido de llevar alimentos desde sus propias casas. Nilsa le había pedido a su mamá que por favor le horneara algunos pastelillos con el pretexto de que el día anterior había cumplido seis años. Por otro lado, ella prefirió robar lo que encontraba bueno en la cocina, hubiese sido fácil también pedirle ayuda a algún adulto para preparar algo, pero temía levantar sospechas de que tenía una amiga, sin mencionar que no la dejaban comer demasiado.
Por eso, estaba tan concentrada devorando su pequeño trozo de pan, que ni siquiera se percató de cómo varios granos de azúcar ahora yacían atrapados en su largo y blanco cabello y esparcidos desde su nariz hasta su barbilla, y no fue sino hasta que escuchó la risa de la pelirroja, que alzó la vista y la miró con algo de confusión.
—Tienes toda cochina la cara. —se animó a explicar la pequeña, aun riéndose.
Inmediatamente, Freya soltó el pan y comenzó a buscar servilletas con la mirada, sin embargo, cuando las halló y estaba por tomar una, pudo ver cómo éstas se elevaban en el aire y llegaban a manos de su amiga.
—Ups, creo hoy no es tu día.
— ¡No seas injusta! Sabes que no me gusta andar toda pegajosa y sucia, menos de la cara. —replicó. Y es que era verdad, por alguna razón detestaba esa sensación, no obstante, aunque fuera irónico, siempre terminaba batiéndose de cualquier cosa.
—Ni modo. No te voy a dar las servilletas.
—Soy mayor que tú por dos años, debes respetarme —argumentó y su contraria frunció las cejas—. Así que lo diré una última vez: Da-me las ser-vi-lle-tas.
— ¡Sólo si me atrapas!
Tras haber dicho eso, comenzaron con una carrera que eliminó por completo el enojo de Freya y fue reemplazado por felicidad y algo de adrenalina. Siguieron corriendo entre risas y gritos, al menos hasta que tropezó con una roca que no vio.
— ¡Freya! ¿Estás bien? —Nilsa corrió de vuelta a su amiga y se arrodilló para asegurarse de su estado, y al notar que ésta estaba hipando y tenía la pierna sangrando por debajo de la rodilla, hizo un puchero y sin previo aviso se lanzó a abrazarla— Perdóname por favor, ahorita lo arreglo, lo prometo.
Inmediatamente sacó de su pequeña bolsa una botellita que rápidamente abrió y de la cual, con suma concentración, fue sacando un líquido naranja, que fue maniobrando en el aire hasta donde estaba la herida. Freya soltó un quejido al sentir el contacto, sin embargo, poco a poco el ardor se fue transformando en una sensación muy cálida y relajante. Al mismo tiempo que eso sucedía, la herida iba cerrando cada vez más. Estaba fascinada por lo que podía hacer su amiga.
— ¡Listo! Te curé con el poder de la amistad. —dijo con orgullo la pelirroja, poniendo sus manos en su cintura.
— ¿Cómo es posible que hayas avanzado tanto? Yo... yo ni siquiera puedo hacer magia aún. —se quejó. Había intentado suprimir esos celos, pero la verdad era que se sentía inútil cada vez que Nilsa usaba su magia, después de todo, ésta parecía ir mucho más avanzada pese a que tenía apenas seis años y ella ocho.
Hubo silencio.
—La tendrás algún día. —se limitó a decir la menor.
—Comienzo a dudarlo...
— ¿Y si yo te enseño cómo? —propuso. Los ojos grises de Freya brillaron como nunca y tomó las manos de Nilsa.
—¿De veras? —aún no se lo creía.
—Sí, de veras —aseguró—. Pero será mañana, porque ya se está haciendo de noche y nuestros papás han de estar por llegar a casa.
Freya asintió repetidamente, y sin más ambas recogieron todo el desastre que habían causado antes de despedirse.
Al día siguiente, Freya llegó lista para aprender a dejar salir su magia y se sentó en el pasto a esperar a su amiga, pero ésta no llegaba, incluso pasaron algunas horas y no hubo señal alguna. Decidió regresar después, y al día siguiente, y al consecutivo a ese...
Pero Nilsa nunca apareció.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top