UNO


La mañana era fría y silenciosa. Los pasillos del laboratorio Krambell estaban vacíos, era espeluznante; perfectos para una película de terror. Entonces unos pasos interrumpieron el silencio, mientras se adentraban al extenso laboratorio lleno de recipientes, notas y sustancias de todos los colores.

—Y como les iba comentando, es ésta mi más preciada creación.— Habló un hombre en bata, de cabello azabache, seguido por dos caballeros ajenos al lugar.—Es por ella que usted, señor Axel, acaba de vender su alma.—Dijo sacando una cajetilla de cigarrillos de su bolsillo.

Él nombrado, un joven que no sobrepasaba los 20 años de edad, conservó su compostura y continuó caminando detrás del de bata omitiendo la frase.

—Le agradecería ser más directo.— Habló un tercer hombre, quien vestía de traje y lucía un cabello canoso, mientras seguía de cerca al rubio.

—¿Hablas siempre por tu amo?— Preguntó el científico, en tono burlón, encendiendo uno de sus cigarros.

Ninguno de los dos respondió. El científico dio una fumada a su cigarrillo y rodó los ojos. Si no fuera por los millones que ganaría dentro de poco, ya estuviera sacando a patadas al mocoso malcriado con su perro faldero.

—Bien, hagamos esto rápido.— Dijo buscando algo en uno de los estantes. Cuando finalmente lo encontró, se dirigió hacía una compuerta sellada e introdujo el artefacto en la cerradura, a lo que ésta abrió de manera pesada y oxidada.—Adelante, por favor.—Dijo señalando el camino e inclinándose en son de burla. Los otros dos sujetos entraron ignorando el gesto del azabache.

—¿Qué es este lugar tan putrefacto?— Preguntó enseguida el mayordomo.

—Es mi sala de juegos.— Respondió Krambell con simpleza , exhalando un poco de humo.

—¿Está seguro que es un científico graduado de Harvard como dice su título?—Preguntó él hombre canoso.

—Así es. ¿Alguna duda al respecto?—Preguntó y empezó a remover algunas polvorientas máquinas.

—Con semejante mediocridad,— Susurró.—no me extrañaría que fuera un estaf...

—Vladimir—Habló finalmente el rubio—, Haz el favor de no avergonzar mi nombre.—Dijo rectamente y volvió a su estado de completo silencio.

—Ya escuchaste, Vladi. Calladito te ves mas bonito...— Dijo el de la bata moviendo una última máquina.—¡Oh, aquí está!—Dijo de pronto, señalando hacia la esquina despejada, dejando ver una cápsula llena de un liquido verde radioactivo que burbujeaba, manteniendo en su interior el cuerpo de una niña de unos ocho años.

Ambos hombres quedaron petrificados por tal escena falta de humanidad.

—¿Que es esto?— Preguntó indignado el mayordomo.

—Es su producto.—Respondió con simpleza y exhaló mas nicotina.—Yo la llamo Inger.

—¿Es ésta la máquina asesina?— Preguntó aún desconcertado.— ¡Yo solo veo a una pobre criatura! ¡Ésto es un delito! Mantener a una pobre niña así...

—No es humana.—Le interrumpió el científico, mientras rozaba el cristal con sus dedos.—Por ello no posee los derechos de un humano.

—¿Inger?—Preguntó de repente el rubio.— ¿Ángel en rumano?

—Efectivamente, señor Axel.

—Con que ángel, ¿Eh? Pues yo no veo sus alas por ningún lado.— Dijo con algo de sarcasmo, a lo que el científico expulsó humo sin despegar la vista de la pequeña.
—Dígame, señor Axel, ¿Ha usted relacionado las alas con la libertad?—El joven asintió.—Pues vea usted que esta criatura no posee libertad, se la arrancaron al igual que sus alas. Pero, aun así, no dejará de ser un ángel. De la libertad, las alas.

El muchacho quedo pensativo por unos segundos.

—Entonces, señor Krambell, ¿Cómo hará usted para hacer de este hermoso ángel sin alas una máquina de asesinar?

—Eso será sencillo.—Respondió y presionó un par de botones, haciendo que el líquido de la cápsula empezará a bajar.— El corazón de esta hermosura es fácil de corromper. Solo debes saber cómo dañarla para que llegue al punto en donde matará a quien le ordenes. Después de todo, es un ángel, solo ve el bien y el mal, y hace justicia, crear una justicia corrupta será tu trabajo. No verá más alla de lo que usted le permita.

—¿Es completamente artificial?— Preguntó algo inseguro.

—Así es, es el fruto de la perfecta genética y años de esfuerzo, por ello su precio es tan elevado.

No le respondieron nada por unos instantes, hasta que el muchacho sonrió de la nada. Una curva se formó en sus labios, una un tanto siniestra, a decir verdad.

—Pues espero que mi alma haya sido suficiente.

De libertad, alas.

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