Prologo
Entre las rejillas de la jaula, una pequeña niña observaba la poca luz que se filtraba a través de una ventanilla del laboratorio donde estaba.
Sus orbes amatistas miraban con curiosidad los rayos penetrantes que hacían relucir sus hebras platinadas.
—Es h-hermoso.—Masculló maravillada y quiso tomarlos entre sus manos. Cosa que no pudo, ya que la luz se escurría entre sus dedos.
La pequeña hizo un mohín algo desilusionada, pero entonces empezó a jugar con sus dedos, a atrapar la luz.
Una hermosa niña bañada entre los escasos rayos del sol.
De pronto sus ojos amatistas perdieron el brillo y su flequillo los cubrió como una cortina y entonces cayó dentro de su jaula en un trance de locura.
«¿Donde están tus alas?»
Escuchó en su interior y se retorció un poco, dejando que una fugaz lágrima surcara su mejilla.
¿Donde están?
¿Quién me las arrancó?
¡¿Acaso, fuiste tú?!
¡¿FUISTE TÚ QUIEN ME ARREBATÓ MI LIBERTAD?!
De libertad, alas.
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