Epílogo

Toda esta locura empezó hace 40 años, cuando Darius Halminthon, un científico, creó al primer ángel artificial, el cual nombro Krambell.

Todo iba de maravilla. ¿Había sido capaz de crear un ser vivo? Sí, pero era un ser incompleto, ya que carecía de un alma.

El pobre quería una, así que decidió buscarla y se escapó de su encierro. Los medios cayeron sobre la pobre familia preguntándose si el ser perdido era un arma biológica o un accidente de la genética. No se supo nada del ángel, así que se dio por muerto.

Darius se retiró de las ciencias y estableció una empresa y un hogar. Y así pasaron algunos años. Hasta que Krambell volvió a casa ilusionado, diciendo que había encontrado su alma.

Pero no encontró a su padre. Era ahora el padre de otro niño. Un niño con alma.

Con todo el dolor que soportó su alma robada, destruyó todo a su paso, pero al pequeño niño lo dejó con vida. Después de todo, era la creación de su padre. Una que nació con alma.

Con el tiempo Krambell volvió a perder el alma robada. Se llenó de rencor contra el pequeño Axel. Creó otro ángel a partir de el, lo entrenó, lo selló y se lo dio, gracias al rencor de Axel se dañaría a sí mismo con ella.

Pero él no la llego a dañar, impidiendo así el plan original de Krambell. Así que él intervino, haciendo que Inger liberara la bestia encerrada en su interior. Y aunque el plan original no resultó, lograría la meta de eliminar a Axel, y lo haría él con sus propias manos... Y ahora estamos en la actual situación.

- ¿Ya te estás conforme?- Preguntó ella mientras sus tejidos se reformaban.- Ya terminaste con Axel.- Él no respondió cosa alguna.- Dime Krambell, ¿A ésto querías llegar?- Preguntó quebradiza.- ¿Ya estás satisfecho?- Empezó a llorar.

- ¿Por qué lloras?- Preguntó.
- Por nada.- Respondió.- Devuélveme mis alas.
- Las tienes tú.- Respondió con simpleza, a lo que ella río.
- Hablo en serio.
- Yo también.- Dijo mientras abría la puerta de la mansión y salía al exterior.

Una mueca de horror apareció en el rostro de Inger. Tocó su espalda y cerró sus ojos, imaginando como si expandiera sus alas, y un desgarrador dolor la atacó. Su espalda empezó a desgarrarse y unas hermosa alas blancas se expandieron.

- ¿Q-qué?- Dijo incrédula.- ¿Todo este tiempo las tuve yo?
- Así es.- Dijo mirando el cielo, azul y despejado.
- Hice todo esto, ¿Buscando algo que yo ya tenía?

Enseguida empezó a llorar y un grito desgarró su garganta.

- ¡Maldito demonio desalmado!- Gritó.- Yo llegué a quererles.
- Por favor, mocosa. No mientas.- Dijo enderezándose.- Tienes razón, soy un desalmado, justo como tú. No tienes alma, no puedes querer a nadie.- Dijo y extendió sus alas, alzando vuelo.

Ella ocultó su mirada en su ahora cabello rojizo, observando cómo el otro ser partía.

- De libertad, alas. ¿No?- Susurró, y tomando la lanza a su lado alzó vuelo. Decidida, le arrancó al causador del desastre, lo único que unos desalmados como ellos poseían: su libertad.

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