CUATRO
El viaje había sido largo y ajetreado. Estaba cansado, pero finalmente estaba delante las las puertas de su mansión. Ya estaba ahí para su ángel.
Tomó el pomo de la puerta, dispuesto a abrirla, y ahí fue que se percató del sepulcral silencio que había. ¿Dónde estaba su servidumbre?
Le restó importancia y así abrió la puerta, para quedar completamente petrificado delante de la escena con la cual se encontró.
Una laguna color carmesí se expandía lentamente, con ese liquido tan vital para los humanos en toda la sala. Miró hacia una esquina y vio los cadáveres de su servidumbre, de los cuales aún brotaba la sangre.
Miró hacia la otra, y se encontró con el cuerpo incompleto de Vladimir, mutilado y deformado, mientras sus órganos se regaban por el piso, por todas partes. En su cara una mueca de horror se plasmo.
—¿Qué es ésto?—pensó desesperándose.— ¡Inger!— Recordó y la buscó con la mirada, hasta que la encontró.
Estaba en la baranda de las escaleras que guiaban hacia las habitaciones, posada cual ángel. Sus ropas estaban bañadas en sangre, sus cabellos platinados estaban todos enmarañados y sucios, y en sus ojos amatista la locura relucía.
Axel empezó a temblar. Esa mirada tan sádica y psicópata solo la había visto en alguien más: el demonio alado de aquella noche.
—¿I-Inger?—La llamó, pero ella no respondió, solo soltó un leve rugido.- S-soy yo, Axel. ¿Qué sucedió? El eclipse... Aún falta mucho para que suceda.- Dijo y extendió sus brazos para atraerla hacía el.
Pero no funcionó. Enseguida ella se enderezó y mostró unos afilados colmillos y largas garras. Él retrocedió.
- ¿Dónde está Inger?- Preguntó con un hilo de voz.- ¡¿Qué hiciste con mi Inger, maldito monstruo?!
- ¡Lo mismo que tú hiciste con mis alas!- Le gritó en una mezcla de voz demoníaca y rugido que atormentó al rubio. Se abalanzó contra él, dispuesta a arrebatarle la vida a ese cuerpo.
Pero el impacto nunca llegó, y Axel aún estaba en su lugar, tembloroso, esperando su muerte.
Abrió un poco los ojos, y entonces sus piernas temblaron y cayó al suelo.
A su lado, el cuerpo de Inger, atravesado por una gran lanza, yacía retorciéndose dolorosamente.
Abrió enseguida los ojos desmesuradamente y se alejo con las pocas fuerzas que le quedaban. Buscó el lugar de donde llegó el arma, y se lo encontró a él.
El demonio alado.
Pero había algo diferente esta vez. Su rostro. Le era conocido. Esa cabellera azabache. Claro, ¿Cómo no lo había notado antes?
¡Señor Krambell!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top