Capítulo 48

Atención:

1- Capítulo bastante informativo en su mayoría, ¡pero hay sorpresas dentro de la segunda mitad! Así que es importante de leer, ya que algunas dudas se aclaran ;u;

2- La próxima actualización (es decir, el capítulo 49) será el maratón por las 200K leídas. En la nota de autor explicó mejor todo

Puede que Midoriya se metiese al castillo con todas las motivaciones del mundo, pero Shinsou y Uraraka estaban bastante decididos en hacer del pequeño trayecto en un verdadero infierno.

—Es por allá —Shinsou señaló hacia un oscuro pasillo—. Hay que recorrer bastante, pero llegaremos...

—Allí no hay nada —Uraraka frunció las cejas. Levantó su mano hacia otra dirección—. Yo digo que es por allá.

—Uraraka, es el mismo pasillo mohoso —Izuku suspiró—. ¿Por qué siempre quieres llevar la contraria...?

—¿Yo? —Ella bufó—. Yo no llevo la contraria. Shinsou podría estarnos mintiendo ahora mismo...

—¡Tú eras la que quiso traer a Shinsou!

Midoriya no podía creerse que Uraraka se comportara de esa forma tan de repente. Su amiga había estado bastante nerviosa desde que abandonaron a los demás a las afueras del castillo.

Le hubiese gustado saber qué diablos le pasaba.

Shinsou apretó la boca, la ceja arqueada hasta el inmenso techo abovedado de la bifurcación entre pasillos en la que se encontraban. El lugar olía a polvo y estaba cubierto de telarañas —el castillo era tan grande que parecía imposible que pudieran mantenerlo en perfectas condiciones al cien por ciento.

Izuku incluso se preguntaba si el mismo rey conocería cada rincón del recinto.

—¿Quién es el que puede verlo todo? —preguntó Shinsou—. ¿Tú o yo...?

—Te creería si no fueses tan enigmático —dijo Uraraka con autosuficiencia—. Pero pasas tanto tiempo callado que me hace preguntarme si en realidad estás disfrutando con todo esto.

—¡Uraraka! —regañó Midoriya, horrorizado. Se dirigió hacia Shinsou agitando las manos—. ¡No le creas...! ¡Ella es así por naturaleza, no es nada personal!

Shinsou no le prestó atención. La bruja tampoco estaba mirando a Midoriya. Los dos se encontraban demasiado ocupados en mantenerse la chispeante y amenazadora mirada —a ver quién flaqueaba primero.

Era casi cómico, considerando el hecho de que Shinsou tenía su ojo ya de un tono verdoso amarillento por el golpe del cual Bakugo se encontraba orgulloso.

Estaba seguro que la guerra podría haber estallado primero antes de que alguno desviara la mirada. Uraraka era bastante orgullosa —con ciertas personas—, y Shinsou no se veía como alguien que iba a dejarse intimidar fácilmente.

De hecho, el único intimidado y con el orgullo por los suelos en ese momento era Midoriya.

—¿Sabes que es lo que yo me pregunto? —dijo Shinsou de repente—. Si acaso no estás proyectando en mí ya que no tienes a tu caballero de reluciente armadura para descargar tus miedos...

Las mejillas de Uraraka se prendieron de rojo. De repente ya no se veía tan segura y altanera —solo parecía una adolescente nerviosa, balbuceante y que acababa de ser atrapada con sus sentimientos.

—¡Por supuesto que no! —Ella exclamó—. ¡A mí no me gusta Iida...! ¡Estás empezando a hablar tonterías!

Shinsou esbozó una socarrona sonrisa de costado. Y Midoriya entonces lo supo —no importa qué tan rápido o inteligente fueras, nunca serías competencia para un joven oráculo que mira todo lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá como una película adentro de su cerebro.

—Oh, ¿acaso he nombrado a Sir Tenya? —Shinsou silbó—. Podría haber estado hablando de Togata. También es un caballero, ¿no...?

Uraraka no pudo evitar ponerse más roja. Intentó discutir con el chico acerca de cómo ella no estaba enamorada de Iida, que Shinsou solo era un oráculo estafador, un timador, y también una farsa.

Shinsou se dio la vuelta sin dejar de sonreír. Comenzó a andar hacia el camino que él creía correcto, sin detenerse a suplicar que lo siguieran o discutir si al menos era la opción correcta.

—Como digas —suspiró Shinsou—. Quizá me he equivocado y ese beso que vi del reencuentro era todo mentira...

—¡¿C-cómo que un beso?! —Uraraka chilló—. ¡Shinsou, regresa aquí! ¡AHORA!

El oráculo no se detuvo. Solo siguió silbando alguna vieja canción, con sus desganados pasos adentrándose en la oscura boca del pasillo que, según él, debían seguir.

Uraraka seguía bastante indignada. Empezó a perseguirle también, con sus botas repiqueteando y sin darse cuenta de que estaba dándole con el gusto de meterse por el camino que el chico deseaba.

Casi podía imaginar la sonrisa triunfante de Shinsou.

—¡Pues te digo que te equivocas! —reclamó la bruja—. Estoy segura que no viste ningún beso, ¡te puedo asegurar que yo no voy a besarle!

—¿Ah, no? —Shinsou preguntó divertido—. No parecía de esa forma allá abajo. Casi se veía como si fueses a extrañarlo...

—¡Claro que no! —dijo Ochako—. ¡Iida y yo no tenemos nada que ver!

—¿Te das cuenta que incluso le llamas sin su título nobiliario...? —Shinsou exhaló un suspiro—. Estos jóvenes ilusos de hoy en día...

—¡Deja de hablar como si fuese un viejo! —ella exclamó—. ¡Seguro eres hasta el más joven de todos nosotros!

Midoriya ya casi no podía escuchar sus voces. Uraraka parecía irritarse más de que Shinsou no estuviese siguiéndole el juego —quizá eso le confirmaba que, efectivamente, estaban separados de Iida y no sabían cuándo volverían a encontrarse todos.

O si es que lo hacían en absoluto.

Aquel pensamiento le hizo tener un escalofrío.

Pero los demás tenían su propia misión y sus problemas. Midoriya tenía que redimirse a sí mismo, luego de perder vergonzosamente la espada de Toshinori.

Se preguntó qué cosas diría Gran Torino si lo supiera. Probablemente le hubiese golpeado con su bastón hasta que Izuku perdiera la pierna... o la cabeza.

Y no era solamente el hecho de redimirse tras perder la espada. Midoriya necesitaba ese condenado libro. Necesitaba que Uraraka abriera el portal que le enviaría de regreso...

Así dejaría a todos en paz, por fin.

—Toshinori —Midoriya se encontró suplicando al cielo, o a quien fuera que escuchaba—. Por favor dime cómo solucionar esto...

Sin embargo, no obtuvo respuesta. Solo pudo suspirar una última vez ante el silencio; antes de tomar carrera y trotar hacia dónde provenían las voces de Shinsou y Uraraka.

¿Por qué siempre le tocaban los peores equipos?

—Soy un fiasco como líder... —Se dijo para sí antes de alcanzarlos.

Con su primer grupo, perdió a Tamaki en el Festival de las Estrellas. Cuando fue emparejado con el príncipe Shouto...

Mejor no pensaba otra vez en aquello.

Pensar en otro posible fracaso le estaba poniendo los nervios de punta.

Resultó ser que, gracias a Shinsou, encontraron rápidamente la entrada a la inmensa biblioteca del castillo.

Uraraka, por supuesto, se negó a admitirlo al principio. Al final, no tuvo más opción que ventilar en voz alta que fue gracias al oráculo que encontraron la biblioteca sin perderse demasiadas veces en el intento.

El lugar era mucho más grande y nuevo que la biblioteca fantasma de Gran Torino. Midoriya sintió que se le aceleraba el corazón al ver los estantes y estantes infinitos de libros con lomos de todos los colores. Todo estaba en demasiado silencio, a excepción del incesante tic-tac de un viejo y gigante reloj que colgaba del centro del techo.

La forma de aquella biblioteca era circular y su techo estaba abovedado, con una pintura ya algo gastada que narraba lo que debió la primera Gran Guerra de Yuuei.

Midoriya se quedó embelesado al reconocer una imponente figura de cabello dorado y sonrisa brillante que parecía brillar como el mismo sol, portando una inmensa espada de casi un metro que ya no existía por su culpa.

Esa misma espada desprendía luces doradas, naranjas y amarillas —y que estaba seguro que la pintura no debía hacer justicia a lo que fue en el pasado. Al menos medio centenar de sombras con aterradoras formas —que supuso eran los demonios— se alejaban de la brillante luz de la espada de Toshinori.

Todos los otros héroes se mostraban en su más glorioso estado. Midnight se veía como una musa nocturna, una amante asesina que no tendría problemas en arrancarte el corazón. No podría decir cuál era el verdadero físico de Trece —llevaba una gran casco que cubría casi todo su rostro; un casco que parecía adaptarse a su plateada máscara. Vlad King llevaba una armadura color rojo sangre y alzaba una mano hacia el horizonte, mientras que con la otra sujetaba un viejo cuaderno.

Yamada y Aizawa debieron ser los que más llamaban la atención. El primero tenía cabello rubio y lacio, y lejos de verse como un guerrero Firewalker, se veía como... un hombre bastante flacucho que apenas aprendía a montar un dragón. Pero el escudo que cargaba era imponente —y a Midoriya le dio un escalofrío pensar que era el mismo escudo que descansaba contra su espalda. Aizawa le sorprendió —no parecía el hombre desgastado que conoció en el Valle del Oráculo. Su armadura era de un negro abisal y la ferocidad en sus ojos hablaban de un versado y joven guerrero.

Pero Toshinori El Magnífico, por sobre todos los demás, se veía... bueno, bastante magnífico.

Imponente. Único. Heroico.

Se sintió bastante insulso a su lado. Un chico bastante enclenque que apenas con ese viaje a Yuuei comenzaba a ganar algo de fuerza y músculo, que a duras penas blandía una espada...

Midoriya se vería como una rata doméstica al lado de un león con poderes milenarios.

—Pero que conste que yo decidí armar este equipo —dijo Uraraka orgullosa, señalándose a sí misma—. ¡Apuesto a que el equipo de Tenya está teniendo problemas!

—¡No lo digas ni en broma! —Midoriya habló con nerviosismo—. Espero que todos estén bien...

Le echó una mirada de soslayo a Shinsou. Uraraka le imitó. El muchacho estaba ocupado observando a un punto fijo en el techo —aunque Izuku estaba seguro que los ignoraba deliberadamente.

—¡Claro que estarán bien! ¿Cierto, Shinsou?—rió Uraraka. Su semblante se puso entonces más sombrío—. ¿Cierto?

Al joven Oráculo no se le movió ni una sola pestaña ante los intentos desesperados de ellos dos para descubrir acerca de sus amigos.

Midoriya intentó ser optimista... pero a veces las circunstancias sobrepasaban a todos.

—Lo que no es preciso decir, es necesario callar —contestó Shinsou algo lúgubre—. Mejor enfoquémonos en nuestra tarea.

—Pero...

—El libro de Vlad King —Shinsou interrumpió. De repente se puso más firme—. ¿Lo recuerdan? Supongo que por eso es que ustedes dos me eligieron para venir.

Uraraka y Midoriya compartieron una mirada cómplice pero también arrepentida. De nada servía intentar servirle a aquel chico, quien suspiró tras el silencio de los dos.

—He sabido que querrías volver desde antes que llegaras, Midoriya —dijo Shinsou—. Además, se te nota la miseria en la mirada...

—¿Tú lo viste? —Izuku preguntó sorprendido—. ¿Me viste llegar? ¿Podríamos...? ¿Podríamos haberlo evitado?

Se le estrujó el corazón de pensar en la posibilidad. ¿Y si Midoriya nunca llegaba al reino? ¿Podría haber estallado la guerra de otra forma?

¿Era su presencia la que provocó todo, u otro niño huérfano del mundo humano podría haberlo desatado?

¿Midoriya era en serio tan especial como Gran Torino le quiso hacer creer?

—No y no —contestó Shinsou. Apretó los ojos como si quisiera no pensar en algo doloroso—. Quien te vio fue Aizawa, yo todavía no era un Oráculo...

—Aizawa... —Midoriya repitió su nombre casi como un suspiro. Muchas ideas se agolparon en su cabeza—. Supongo que algo ha pasado para que ahora estés tú como Oráculo...

—Supones bien —replicó Shinsou entre dientes. Levantó una mano como si buscara atajarse—. Y no; no quiero hablar de ello... así como te digo que no, no podía ser evitado.

Shinsou comenzó a andar entre los laberínticos estantes en espiral de la biblioteca. Se había tomado el lujo de sujetar una lámpara de aceite que descansaba sobre un mostrador vacío —todavía tenía algunas pilas de libros, tinteros, plumas y hojas en blanco— y que encendió con el fuego de una antorcha. Uraraka le persiguió, al igual que Midoriya.

Sujetó más fuerte la correa del escudo que cargaba sobre la espalda. Se sentía bastante más seguro desde que lo llevaba —y una calidez le recorría por las venas. Como si el príncipe fuera a su lado a todo momento.

Tristemente, esa calidez era solo interna —producto de sus tontas y alborotadas emociones—; nada tenía que ver con el calor y luz que las reliquias desprendían al encontrarse cerca de otras.

Y el libro no parecía estar lo suficiente cerca.

Tenían unos cuantos kilómetros de biblioteca por recorrer.

O todo puede ser un mito, Midoriya tragó saliva. Todos parecían coincidir en que el libro se encontraba en el Castillo, pero sus enemigos también habitaban sus paredes.

¿Y si se lo habían robado y ya no estaba en la biblioteca? Podrían tenerlo en su posesión en ese mismo instante...

Se empezó a morder las uñas de solo pensarlo.

—Pero, ¿el portal no podía ser sellado? —preguntó Uraraka mientras intentaba alcanzar el andar de Shinsou—. ¿No podían buscar a los mejores brujos del reino? Estoy segura que hay varios...

—Que no, mujer —farfulló Shinsou—. Las cosas estaban destinadas a ocurrir de esa forma. Puedes cambiar el destino, pero no por mucho tiempo. Aquello que está predestinado a ocurrir, ocurrirá tarde o temprano.

—Bueno, pero eso ya sería problema de otros —carraspeó Uraraka—. Preferentemente, me hubiese gustado no estar viva para ver todo este desastre...

—Piénsalo de esta forma —Shinsou habló; ya no les estaba mirando—. Vas a garantizar la paz para al menos otros cien años en Yuuei. Piensa que tus hijos, y tal vez los hijos de tus hijos, no llegarán a ver el nuevo desastre...

—Entonces, ¡¿ocurrirá otra vez?! —Izuku abrió los ojos desmesuradamente—. ¿Todo esto es...?

Midoriya suspiró varias veces. Decirlo en voz alta hacía que todo se sintiera mucho más horrible y desolador —incluso si Shinsou no parecía afectado en absoluto.

—¿Básicamente para nada? —preguntó finalmente.

—Qué alentador —Uraraka rodó los ojos—. ¡A cualquiera le agradaría escuchar que todo volverá a ocurrir!

—La historia es cíclica hasta que el destino decide que debe formarse un nuevo círculo —dijo Shinsou—. Tal vez el círculo se termine. Tal vez no. Mis poderes no pueden ver mucho más allá después de mi muerte...

—¡¿De tu muerte?! —chilló Uraraka con sorpresa—. ¿Tú sabes cuándo morirás...?

—Oh, dioses —Izuku lloriqueó—. ¡Esto es horrible!

Shinsou no les hizo ningún caso ante sus ataques de pánico y horror. Él parecía aceptar mucho más el hecho de que, tarde o temprano, también iba a morirse.

Midoriya supuso que, en parte, eso era mucho mejor. Shinsou sabía si sobreviviría —o no— a la guerra.

Era justamente la incertidumbre de saber si podría ver otro amanecer lo que carcomía a Midoriya.

No solo yo, pensó con terror. También Uraraka, Kirishima, Sir Tenya, Bakugo...

El príncipe Shouto.

No saber si Shouto Todoroki saldría con vida de la profecía que predestinaba su muerte era lo peor de todo. Y más luego de las palabras de Shinsou acerca de que el destino se cobraba todo aquello que consideraba que debía ocurrir, tarde o temprano.

¿El destino de Todoroki estaba sellado para acabarse más temprano que tarde?

—Esto es imposible —Uraraka rezongó—. ¡Podríamos estar horas, y horas, y horas, y horas...!

—¿No es extraño que esté vacía? —pensó Midoriya. Dio unas cuantas miradas a sus costados, pero solo vio más pilas de libros—. ¿No tendría que haber un bibliotecario?

—Es posible que Endeavor hiciera que todo el castillo se ponga en guardia por los ataques de los Firewalkers —Shinsou se encogió de hombros—. Saben que el viejo es un paranoico...

—Pues algo está ocultando —La bruja espetó—. Aquel que nada oculta, nada tiene que temer...

—Huh... —Midoriya frunció la boca—. Ocultar...

Se quitó el escudo de la espalda —decidió que sería más efectivo si lo llevaba con los brazos en alto a través de los estantes, pero nada ocurría. En ese momento atravesaban la sección de mitologías y leyendas; cada tanto, Uraraka se encargaba de echar vistazos entre los lomos por si encontraban algo de interés.

Midoriya tuvo recuerdos de sus horas enclaustrado en la biblioteca en el templo de Gran Torino. El viejo le había obligado a leer pilas y pilas de tomos acerca de historia y mitos de Yuuei.

Se iba a dormir cada noche con el cerebro a punto de estallar. De hecho, si le preguntaran algo acerca de lo leído en ese momento, Midoriya seguramente haría cortocircuito.

Pero algo en la forma que Shinsou dijo la palabra oculta despertó un sentimiento extraño en Midoriya. Y un torrente de recuerdos, que poco a poco tomaban forma, empezó a aparecer como flashes en su cabeza.

—Shinsou, cuando dices que aquel que nada oculta...

—Nada tiene que temer —completó Shinsou. Como él lideraba la marcha, él escogía el camino; giró en la sección de historia—. Un rey oculta muchas cosas, ¿no crees?

Shinsou le miró por encima de su hombro. Le dedicaba una enigmática y misteriosa sonrisa —una muy similar a la que Gran Torino le dio en uno de sus sueños.

«¿Acaso no lo ves, muchacho?» dijo una voz en su mente.

Pero esa voz ya no era Gran Torino, sino Shinsou. Como si el mismo Oráculo estuviera alentándolo a buscar las respuestas.

Midoriya se detuvo en el estante de historia de Yuuei. Buscó con la mirada todos los libros —y recordó algo que Todoroki le dijo en el templo.

Ningún tomo del tercero al cuarto estaba a la vista. Evaporados. Como si jamás existieran. Solamente quedaba el quinto tomo de la historia; aquel editado en la época que el actual rey tomó el mando.

—¿Qué oculta, Su Majestad? —preguntó Midoriya de forma retórica—. ¿Y qué rol cumple en esta historia...?

—Midoriya, no hables solo —suplicó Uraraka—. Me asustas.

—Lo siento —dijo Izuku tras parpadear—. Es que... hay algo que nos estamos perdiendo...

Midoriya sintió los ojos de Shinsou encima. Cuando se encontró con su mirada, no supo descifrar qué era lo que el Oráculo parecía intentar revelarle con sus gestos.

Quizá hubiese sido más fácil si le decía todo. No perdía nada con intentarlo.

—¿Tú sabes qué oculta Endeavor? —Midoriya entrecerró los ojos—. ¿Para qué pregunto? Claro que lo sabes...

Shinsou le dio una media sonrisa. Tenía el mentón levantado, casi como si estuviera orgulloso.

—Tu vida no va a cambiar porque te lo diga ahora —dijo—. Y, ciertamente, sé que harías una estupidez de descubrirlo.

Midoriya apretó los puños. Odiaba que lo tomaran como un impulsivo que arruinaba los planes. ¿Acaso no les había ayudado en todo lo que pudo para llegar a dónde estaban?

—Así que prefieres callar —escupió Izuku—. Prefieres callar que ayudarnos.

Shinsou dejó de verse divertido y socarrón. Todo su rostro se ensombreció de repente. Midoriya deseó no haber sido tan altanero —aquel chico seguía sacándole más de diez centímetros de ventaja y, además, controlaba su futuro.

—No tienes idea de las cosas que he hecho —espetó Shinsou—. Las cosas que he tenido que arruinar...

Midoriya se sintió empequeñecido. No había querido ocasionar una verdadera pelea con Shinsou.

Sintió que su espalda chocaba contra un estante. El escudo se le pegó al pecho. Y quizá Shinsou le tuvo algo de lástima —acabó suspirando, frotándose los ojos para volver a centrarse.

—Vamos —dijo entre dientes—. Todavía hay cosas que hacer.

Shinsou se dio otra vez la vuelta y se perdió en uno de los pasillos. Uraraka no parecía entender nada de lo que ocurría —y Midoriya tampoco.

Tenía hasta miedo de preguntar.

Solo los dioses sabían cuántas vueltas dieron en círculos por toda la biblioteca.

Midoriya sintió como si transcurriera una eternidad. Y las cosas entre los tres no estaban mejor. Shinsou seguía silencioso, como si estuviera molesto por la acusación de Midoriya de no hacer nada.

Uraraka, por su parte, ya no tenía ánimos de discutir. Se había enganchado su báculo en la bolsa que cargaba en la espalda; arrastraba desganada los pies, los brazos cruzados y apretados contra el pecho. Pero lo que la delataba por completo era su rostro torcido en una mueca compungida.

—Esto me hace sentir mal —suspiró Uraraka—. Está todo tan tranquilo...

Midoriya le sonrió como si quisiera darle aliento y apoyo. Dio unas palmaditas en su hombro.

—¡Pero eso es bueno! —dijo—. ¡Significa que cualquier guardia está lejos de aquí y no tendremos que pelear...!

—Exactamente —dijo ella. Tragó saliva—. Si ninguno está aquí, es probable que estén en otros lados... y que los demás deberán cruzárselos.

La sonrisa de Midoriya se fue esfumando de una forma demasiado veloz.

El Oráculo no se inmutó ante la preocupación de la muchacha. Aquello volvió a molestar a Midoriya —pero no iba a decírselo.

—¡Tranquila! —Se obligó Izuku a sonreír—. Estoy seguro que los demás pueden con ellos.

—Pero el príncipe está herido —habló Uraraka—. Y Kirishima tiene el juicio nublado por encontrar a su amigo... y Tenya es tan... tan...

—Oye, oye —Midoriya la detuvo con una carcajada—. Si hay alguien que puede contra cualquier villano, ¡ese es Sir Tenya! ¡Les picaré en el ojo con sus manos!

Uraraka asomó un atisbo de sonrisa. Midoriya le pellizcó suavemente en la mejilla; aquello la hizo carcajear con más avidez mientras intentaba quitárselo de encima.

—Tú alégrate porque estamos a salvo —Izuku dijo alegre—. ¡Nada malo puede pasar...!

—No bajen la guardia —Shinsou intervino—. Mucho menos en este momento, que estamos tan cerca.

Izuku se llevó las manos a la cadera. Shinsou decidía ser enigmático de repente, ¿y luego dejar de hablar?

—¿Y tú cómo sabes que estamos cer-...?

El escudo pareció encenderse con la potencia de cien luces de Navidad. Midoriya chilló por la sorpresa —y hubiese soltado la reliquia por el calor que emanaba de no haber sido porque llevaba guantes.

Los intrincados diseños Firewalker brillaron de forma incandescente frente a los ojos verdes de Midoriya. Pensó que podría dejarlo ciego.

—¡Santos dioses...! —Uraraka exclamó sorprendida.

—¿Decías, Midoriya? —preguntó Shinsou recuperando su sonrisa.

Midoriya no podía hacerle caso a ninguno. Sintió que debía enfocar todas sus energías en sostener el escudo lo más fuerte que podía para que no saliera volando de sus manos. Era casi como si cobrara vida propia.

Como si el mismo escudo quisiera enseñarle el camino.

—Creo... creo que... —musitó Midoriya. Levantó la mirada del escudo brillante hacia un pasillo—. Creo que es por allá.

No esperó a que los otros le siguieran. El solo dio un paso hacia adelante, impulsado por la fuerza del escudo que deseaba reunirse con el último de sus compañeros.

El libro les esperaba. El libro de Vlad King, que contenía todas las respuestas sobre cómo volver a dónde pertenecía.

Midoriya no podía decirle su hogar, incluso si lo intentaba. Su hogar no podría estar más lejos del mundo humano.

Siguió el camino como si se lo conociera de memoria, pero Izuku jamás estuvo en esa biblioteca. El zumbido que desprendía la luz del escudo era capaz de opacar los apresurados pasos de Shinsou y Uraraka, así como también el reloj que giraba sus manecillas tan fuerte como latía su corazón.

Izuku se detuvo. No tuvo idea de por qué, ya que el escudo no dejaba de vibrar enloquecido —pero una gran caja de cristal recubierta por barrotes de metal se interpuso en su camino.

Adentro de esa caja había más estanterías. Quizá no tantas como en el resto de la biblioteca, pero sí que guardaban varios libros protegidos.

La caja entera parecía brillar desde adentro. Midoriya contuvo su emoción, ¡el libro tenía que estar allí adentro!

Uraraka ahogó un jadeo en cuanto jadeó a su lado. Shinsou todavía estaba intentando regular su respiración por la carrera.

—¿Esta es...? —empezó a preguntar la muchacha.

—La sección de libros protegidos —contestó Shinsou tras dar una gran bocanada de aire—. Ahora tenemos que...

—Romperé la caja —dijo Midoriya con decisión—. Destruiré el cristal.

Miró el escudo en sus manos. Era de un acero indestructible. Recordó el toque mortífero de Chisaki —su magia negra que no pudo contra el poder de aquella reliquia.

Estaba seguro que podría entonces con una caja de cristal desprotegida.

Midoriya dio varios pasos hacia atrás, tomando algo de carrera y sujetando el escudo con ambas manos como si fuese un disco.

—¡Háganse a un lado! —gritó Izuku.

—¡Midoriya, no...! —Intentó advertir Shinsou.

Pero fue demasiado tarde. Midoriya arrojó el escudo con todas sus fuerzas en dirección a la preciosa jaula de cristal que protegía el libro que necesitaban.

Shinsou y Uraraka abrieron los ojos enormemente antes de dar un salto a cada costado.

El escudo se estampó en ese mismo estante con el cristal: como Midoriya predijo, el vidrio se resquebrajó en el mismo instante que aquel fuerte disco de acero impactó contra la superficie.

El cristal estalló en millones de pedazos que volaron en todas las direcciones y provocaron un chirriante sonido. Incluso si Midoriya se cubrió lo suficiente, de todas formas sintió sus ropas siendo rasgadas y uno que otro corte en los antebrazos expuestos.

Cuando todo pareció terminar, Midoriya quitó los brazos de su cara. Shinsou y Uraraka se cubrían ambos boca abajo, pero sus espaldas estaban bañadas en fragmentos de cristales.

Shinsou incluso tenía un corte debajo de su ojo con el moratón. Pensó que no debía hacerle mucha gracia aquello. De hecho, se levantó de un brinco, sacudiéndose toda su ropa ahora rasgada.

Se acercó hasta Midoriya dando un par de zancadas.

—Te iba a decir que Uraraka podía abrir la cerradura con magia... —Shinsou le amenazó con el dedo—. ¿Por qué no me sorprende de ti?

Ups —dijo Midoriya con una risita nerviosa—. ¡Era para estar seguros...!

—Eres una desgra-...

—¡Oigan! —exclamó Uraraka a la distancia—. ¡Creo que encontré el libro!

Midoriya y Shinsou compartieron una mirada por tan solo un instante. Ninguno de los dos dudó en trotar por en medio de los cristales hasta el interior de la ahora destruida caja.

Uraraka se había metido mientras ambos discutían. La muchacha estaba en puntas de pie, señalando hacia un estante que debía estar a casi dos metros del suelo.

Midoriya se subió al pequeño escalón que separaba aquel sector protegido después de recoger el escudo que no dejaba de brillar. Caminó con cuidado, casi asustado de que aquellos libros protegidos cobraran vida y lo atacaran por interrumpir la paz y protección que tenían dentro de su caja.

Gracias a una rápida ojeada, Midoriya descubrió diversos libros de magia oscura. Libros de sombras. Rituales sacrificiales. Libros de juramentos...

También estaban todos los libros con registros de los ciudadanos de Yuuei. Y libros sobre cada raza que habitaba el reino; su historia, su folklore, sus formas de vida...

Para cuando llegó al lado de la bruja, ella seguía encaramada al zócalo de la estantería. Sacaba la punta de la lengua mientras intentaba estirarse con todas sus fuerzas y recoger el brillante libro de cuero que estaba demasiado arriba.

—¡No lo alcanzó! —dijo Ochako. Hizo una seña a Izuku con la cabeza—. ¡Ayúdame!

—Oh. Oh —Midoriya sacudió la cabeza—. Lo haré...

Apoyó el escudo sobre la madera. Midoriya intentó apoyar los pies sobre el mismo zócalo, pero su mismo peso le hizo resbalar. Estiró la mano creyendo que llegaría, al menos, a tocarlo con la punta de los dedos...

—¡Maldición, yo tampoco! —Midoriya se quejó entre dientes—. Tal vez si busco una silla... ¡o mejor súbete a mis hombros!

Ochako asintió como si aprobara su plan, pero algo les hizo quedarse de piedra y sin poder articular un solo músculo de sus cuerpos por el miedo.

Una mano de dedos largos y piel blanca fantasmagórica apareció entre los dos. Tanto Midoriya como Uraraka chillaron al verla acercarse.

—¡Ahhhh!

—¡Un fantasma! —dijo la bruja con horror.

La mano siguió estirándose lo suficiente hasta que logró tantear el segundo estante más alto. Si bien todavía estaba lejos, fue capaz de sujetar una de las correas de cuero del libro que brillaba y las utilizó para tironearlo hacia abajo.

Izuku volvió a a gritar.

—Joder, qué malditos llorones —Shinsou chasqueó la lengua—. ¿Para qué quieren una silla...?

Los dos casi se cayeron del alivio al reconocer la voz del Oráculo. Tenía la boca fruncida y sujetaba la reliquia con una de sus manos extendidas hacia el costado.

—¡Shinsou, eres un héroe! —suspiró Uraraka—. Pero no te vuelvas a aparecer tan de cerca...

—¡No es que digamos que estés feo o algo por el estilo! —Midoriya rió. Sacudió entonces sus pensamientos—. ¡Oye, se supone que yo sigo molesto contigo!

Shinsou arqueó una ceja. Midoriya se vio algo molesto, y se dispuso a quitarle el libro de Vlad King pero el brazo de Shinsou era lo suficientemente largo como para sacarlo de su alcance.

Intentó quitárselo dando algunos saltitos. Y tuvo las sospechas de que eso estaba divirtiendo demasiado al maquiavélico humor del Oráculo de Yuuei.

—¡Dámelo! —Midoriya dijo casi como una orden—. Por favor...

—Lo podemos ver todos juntos —habló Shinsou con una sonrisa y apretando el libro contra su pecho—. Así es más divertido.

—¡Pero si seguro tú ya sabes todo!

Shinsou decidió ignorarlo. Midoriya se cruzó de brazos, indignado. El Oráculo buscó un rincón contra los estantes que no tuviera demasiados cristales en el suelo. Los apartó como pudo con la punta de sus botas para así sentarse y comenzar a hojear adentro de sus páginas.

—Al diablo todo... —resopló Ochako. Hizo una seña con la cabeza para Midoriya—. Vamos.

Los dos se acercaron hasta Shinsou, agazapándose contra cada uno de sus hombros y casi apoyados contra él. El Oráculo les dio una sucia mirada por estar demasiado cerca, pero ni a Uraraka ni a Midoriya les pareció importar.

—La letra está casi ilegible —notó Midoriya mientras sus ojos zumbaban rápidamente entre cada páginas antes de que las voltearan—. ¿No se supone que tienen que escribir claro en los libros...? Uf, por suerte en mi mundo existe la imprenta...

—No sé que sea una imprenta —Shinsou frunció las cejas sin quitar la vista de las hojas—. Pero este libro tiene más de cien años, imagino que está gastado...

—¿Imaginas? —preguntó Midoriya—. ¿Acaso no puedes verlo?

—Es difícil mirar hacia el pasado —suspiró Shinsou—. Tú piensa el tiempo como millones y millones de capas en las que hay que escarbar hasta que encuentras la correcta. Es fácil cuando el tiempo que buscas está cerca del presente, pero imagina mirar cien años atrás...

—Pero sabes mucho de la guerra —dijo Midoriya—. ¿Cómo podrías saberlo?

—Aizawa me lo contó todo. Antes de... —Shinsou suspiró—. No importa. Al menos tenemos el libro.

—Sigue sintiéndose extraño que esto sea un libro... apenas puedo entender estos dibujos y anotaciones improlijas...

Y es que las hojas amarillentas y frágiles de aquel libro estaban cubiertas de anotaciones, tachonazos y manchas de tinta negra. A veces, algunas gotitas amarronadas se filtraban entre las esquinas y emborronaban algunas letras.

Midoriya no quería pensar que aquello era sangre. Prefería pensar que era el equivalente del café en aquel mundo...

Pero no eran solamente las palabras improlijas —el libro estaba lleno de dibujos. Círculos extraños, frases en idiomas antiguos, bocetos de piedras mágicas explicando su estructura...

Uraraka había estado demasiado silenciosa. Sus ojos estaban emocionados, casi comiéndose con la mirada que fragmento de información que le otorgaban aquellas páginas.

—Es que no es un libro... —dijo la bruja de repente.

Utilizó su mano para detener los dedos de Shinsou antes de que pasaran a la siguiente página. Midoriya no podía entender mucho lo que decía entre tantos círculos y símbolos extraños; y otra vez estaban esas extrañas manchas marrones...

Pero sí que podía entender el título; era lo único escrito en gran tamaño y con buena caligrafía. Y rezaba algo que hizo que su corazón se saltara un latido.

Portal de los mundos.

—Es un diario —agregó Ochako con una sonrisa—. ¡Es el diario personal de Vlad King!

—¿Y eso nos importa porque...?

—¡Porque significa que esto lo escribió para él! ¡Solo para él! —exclamó la bruja—. ¡No se habrá contenido de escribir!

Shinsou hizo una mueca como si no entendiera lo fascinante del asunto. La muchacha volvió a reír con emocionadas carcajadas, aprovechando la estupefacción del otro para robarle de entre las manos el tan llamado diario.

Ella posó su dedo en la página del portal para no perderla de vista. Deslizó su otro portal a través de las hojas para que pasaran rápidamente frente a sus ojos; la capa de polvo que desprendieron la hizo estornudar.

Midoriya seguía demasiado conmocionado tras haber leído la palabra portal. Era como si la posibilidad de regresar se hiciera dolorosa y aterradoramente tangible.

Regresaría a su mundo.

Al fin tenía la respuesta que tanto estuvo buscando...

Pero, ¿por qué dolía en su pecho como si le clavaran una daga sin parar?

—Vaya —dijo Uraraka sin dejar de leer el diario—. Vlad King hacía magia de sangre.

—¿Y eso es malo? —inquirió Midoriya tras carraspear—. Discúlpenme por no entender la magia...

Shinsou le observó como si fuera un idiota sin remedio —pero como Ochako estaba extasiada con el cuaderno, no tuvo más opción que ser quien le respondiera a Midoriya.

—La magia de sangre es la más poderosa en Yuuei —Shinsou se rascó en el cuello—. Ya ves que utilizan las piedras como conducto mágico...

—Sí... —Izuku asintió apenado—. Me lo explicó Kota...

No quería aclarar que Kota era un niño de seis años que parecía saber más que un adolescente como él. Esperaba que, en donde sea que él y Eri estuvieran protegidos, el mocoso dejara de ser tan altanero.

—Pues la sangre es el conducto más fuerte para manifestar la magia —dijo Shinsou—. Básicamente, quien utilicé magia de sangre podría hacer lo que quiera.

—¿Y por qué no la usan todos?

—Porque mientras más fuerte la magia, más grande el sacrificio —contestó—. Las piedras solo piden un poco de energía vital del brujo. Pero la sangre...

—La sangre está viva —contestó Uraraka—. Entonces tiene mucha más voluntad que una piedra que no conoce lo que es la vida y su fuerza.

Midoriya sintió que perdería la cabeza con tantas explicaciones.

—Mi mente es una licuadora en este momento... —Midoriya se sostuvo la sien—. Ya sé que no saben lo que es una licuadora... pero todo es tan endiabladamente extraño aquí...

—El sacrificio del príncipe es magia de sangre —Shinsou continuó, ignorándolo—. En realidad, el sacrificio es el pago por hacer uso de magia de sangre.

—Eso, conlleva un ritual —Midoriya dedujo mientras ordenaba sus pensamientos—. Hay que hacer un ritual... y luego pagar el precio...

—Básicamente —intervino Uraraka—. Se utiliza un conjuro similar al de la invocación de portales, por lo que leo. Pero...

Su gesto se puso sombrío. Los dedos que sujetaban el diario le comenzaban a temblar.

—No me gusta nada lo que estoy viendo...

Midoriya sintió una opresión en el pecho.

Casi se lanzó por encima de Shinsou para acercarse hacia Uraraka. El chico se quejó, pero no empujó a Midoriya cuando se quedó encima de su cuerpo para enterrar la nariz en el diario.

Uraraka seguía leyéndolo todo como si no se lo creyera.

—¿Qué ocurre? —preguntó Izuku con temor—. ¿Es... es el sacrificio del... del...?

No era capaz de decirlo en voz alta.

No podía decirlo sin imaginarse a Todoroki —e imaginar al príncipe era increíblemente doloroso todas las veces.

—No —Ochako negó—. Es sobre tu portal. Pero...

Ella tragó saliva.

—El portal no es solo una entrada a tu mundo —dijo—. Es... algo así como un conjuro que funciona a modo de imán... un imán que te regresa a dónde perteneces...

—¿Y no es eso lo que buscamos? —preguntó Midoriya. Shinsou le dio un golpe en la cabeza—. ¡Auch!

—Déjala terminar —espetó el Oráculo.

La muchacha posó la mano sobre el círculo lleno de gotitas marrones que ya no dudaba que se trataban de sangre. Cerró los ojos, pensativa, como si buscara algo que la calmase.

Midoriya empezó a pensar muchas cosas horribles.

—El hechizo no es específico —habló Uraraka—. No puedo conjurar un hechizo tan grande que funcione solo para ti...

Un escalofrío recorrió su columna. Comenzaba a comprender a lo que ella se refería, pero no quería aceptarlo.

—La sangre va a reclamar a todos los que se encuentren en el rango de acción del hechizo, el cual es bastante grande y destructivo —dijo la bruja—. Y enviará de regreso a sus orígenes a todos los que se encuentren ahí.

—Pero... pero... —La boca de Midoriya tembló—. ¡Significa que Tamaki tendría que volver a Svartalf! ¡Y querrán matarlo! ¡Y Kirishima es un dragón, quién sabe a dónde sería enviado...! Y también Eri... Y Todoroki tiene sangre de Akutou... oh, dioses...

—Gracias por recordarme —habló Shinsou—. Yo volvería a la Ciudad de las Sombras, por si te lo preguntabas. Volveré a un lugar que no conozco y del que me han sacado cuando era solo un bebé.

Midoriya solo podía seguir imaginando todo con horror. ¿Quién sabía de dónde provenían todas las personas que habitaban los alrededores de la Ciudad Imperial? ¿A dónde los enviaría el conjuro del portal?

¿Podrían niños ser separados de sus padres?

¿Personas siendo arrebatadas de los brazos de sus amantes?

¿Qué se suponía que Midoriya hiciera...?

El sonido que hizo Uraraka al cerrar el libro lo sacó de sus pensamientos, dando un respingo por el susto. La bruja se veía bastante seria; toda la emoción por el diario de Vlad King se vio evaporada en un instante.

Ella guardó el pequeño cuaderno entre los pliegues de su ropa.

—Mejor nos vamos de aquí —dijo ella con decisión—. Los demás podrían estar necesitando una mano...

¿Ochako? —Una voz retumbó en eco por los pasillos—. ¿Eres tú?

Los tres se quedaron paralizados al escucharlo.

Midoriya rió nervioso cuando volvió a reinar el silencio.

—Uf, por favor alguien dígame que acabo de volverme loco... —Se limpió el sudor de la frente.

La bruja se puso de pie rápidamente.

—¿Ese era...? —Uraraka preguntó, mirando hacia la dirección que provenía la voz entre los libreros.

—Uraraka... —Shinsou empujó a Midoriya para levantarse también—. Enfócate.

¡Ochako! —repitió la misma voz; era la de un joven hombre—. ¿A dónde se ha metido una bruja insensata como tú...?

Los ojos de Uraraka brillaron.

—¡Es Tenya!

—¡Uraraka, no...!

Pero la chica fue mucho más veloz. Echó a andar fuera de la caja ya rota donde se guardaban los libros más importantes. Shinsou intentó perseguirla, pero tenía mucho menos estado físico que la bruja y ella era pequeña, sin embargo muy rápida.

Midoriya tuvo que rodar entre algunos cristales para ponerse de pie a duras penas. Se sintió como un anciano mientras los perseguía sujetándose la cadera que comenzó a dolerle demasiado.

Por supuesto, perdió bastante tiempo en lo que recuperaba el escudo y desenvainaba su espada.

—Estos niños de hoy en día... —masculló Midoriya.

—¡Tenya! —gritó Uraraka con la voz casi rota—. ¡Conseguimos el libro! ¡Estamos bien...!

¡Aquí estoy, Ochako! —exclamó la escalofriante voz de Iida—. Te estoy esperando...

—¡Uraraka, detente! —masculló Shinsou con el rostro desencajado—. ¡No puede ser Sir Tenya! ¡Te lo digo, porque acabo de ver lo que les ha pasado...!

—¡Shinsou, ya cállate! —gritó Uraraka a la distancia—. ¡No tengo motivos para creerte.

El Oráculo detuvo sus pasos mientras la chica continuaba corriendo. Midoriya llegó hasta su altura, y le dio unos toquecitos en el hombro con el mango de la espada para alentarlo.

—Anda, vamos —Le hizo una seña—. ¡Yo tampoco tengo un buen presentimiento de esto!

—No es ningún presentimiento —jadeó Shinsou cuando los dos comenzaron a correr de repente—. ¡Es una jodida trampa!

Midoriya sintió que el corazón se le hundía hasta los pies. Ya ni siquiera podía ver hacia dónde corrió Ochako —pero los llamados de aquella voz fantasmagórica le ponían los pelos de punta a la vez que le indicaban hacia dónde dirigirse.

Porque esa voz no se sentía como Iida. Era Iida, pero no a la vez.

Podía escucharse como Sir Tenya, pero no había nada del tono correcto y casi moralista que el caballero siempre pronunciaba.

Midoriya y Shinsou alcanzaron a Uraraka justo cuando se detenía en un pasillo. Los dos mantuvieron sus distancias, ya que la muchacha daba pasitos temblorosos al corredor lleno de libros.

Parecía tener los ojos llenos de lágrimas.

Al otro lado del pasillo, la corpulenta figura de Sir Tenya les esperaba. Midoriya se sintió todavía más extraño al verle sin su armadura ni tampoco la usual espada de caballero que sujetaba con la mano derecha.

Estaba vestido de gala; como si fuera solo un joven noble y no un caballero al servicio del rey.

Tenía una mano extendida hacia Uraraka. Estaba sonriendo.

—Tenya —dijo ella con una sonrisa; la bruja parecía no reparar en los detalles—. Estaba preocupada por ti...

—Ochako —respondió Iida, todavía ofreciéndole la mano—. Ven conmigo.

—Uraraka —Shinsou espetó entre dientes—. ¡Vuelve aquí ahora mismo!

—¡Por favor! —suplicó Midoriya—. Ese no puede ser Iida...

—Se ve demasiado bien para ser tu caballero —Shinsou rodó los ojos—. Vamos, tú lo conoces...

—¿No es extraño que no esté discutiéndote ahora mismo? —preguntó Midoriya ya casi cerca del hombro de la chica—. Ochako, por favor...

—Pero... pero... —La muchacha balbuceó—. Tiene que ser él...

—Ochako, no es él —Midoriya negó—. Esto tiene que ser una trampa...

Tanto Midoriya como Shinsou consiguieron acercarse lo suficiente a la bruja para sostenerla ambos por los brazos. Ella trató de forcejear, pero no lo suficiente como para ser liberada y huir a los brazos del caballero.

Incluso Uraraka, en el fondo, sabía que algo estaba muy mal.

Iida —o quien fuera que fuese la criatura que estaba usando su figura—, ladeó la cabeza con confusión.

—No puede ser Iida —Midoriya dijo cerca de su oído—. Ellos se fueron por el otro lado...

—Pero... —Ella balbuceó—. Es él... y está bien...

Era como si Uraraka estuviera metida en un trance. Midoriya se preguntó si estaban siendo víctimas de algún extraño hechizo que conjuraba la criatura que fingía ser Sir Tenya.

—¿En dónde están Kirishima y Jirou, entonces? —preguntó Midoriya—. ¡Es un impostor!

Una risa resonó en el pasillo. Se escuchaba como si en verdad fuese Iida, pero todo parecía ser mucho más tétrica.

—¿Oh? —preguntó con la voz del caballero—. No sabía que estabas tú, Midoriya. ¡Y también trajiste al nuevo Oráculo! Me habría vestido para la ocasión...

—¿Tenya? —murmuró Ochako. Estaba llorando sin darse cuenta—. ¿Qué está pasando...?

Iida esbozó una última y escalofriante sonrisa.

Midoriya no pudo dejar de observarlo todo mientras ocurría. El mismo Shinsou tampoco podía despegar la mirada —y se preguntó si aquello que les estaba pasando era alguna anomalía que el destino nunca previó.

El rostro de Iida comenzó a desfigurarse como si estuviera hecho de barro. Uraraka ahogó un jadeo mientras su perfecto porte de noble empezó a cambiar lentamente, como si una mano invisible estuviera moldeando con arcilla una nueva cara diferente en medio del desastre que dejó de la anterior.

La cara cuadrada de Iida perdió un poco de su forma. Su cabello se oscureció hasta convertirse en un negro azabache como una noche sin estrellas. Las gafas desaparecieron en medio del barro.

No pareció cambiar de estatura, pero sus hombros se encorvaron de repente —como si recibiera encima el peso de los años. Su cara se arrugó, y su piel se tornó ligeramente de un color ceniciento.

Pareció envejecer de repente. Midoriya dio un paso hacia atrás, tembloroso; pero estaba lejos de ser quien más estuviera horrorizado con la situación.

Shinsou miraba todo con los ojos y la boca abiertos de forma desmesurada.

Aizawa, el antiguo Oráculo, le estaba devolviendo la mirada.

—Hitoshi —dijo con la voz ronca y arrastrada del viejo Oráculo—. ¿Qué haces, Hitoshi? ¿Por qué te aliaste a todos estos niños? Están interfiriendo con el destino del amo...

—No te atrevas a usar su rostro y su voz —siseó Shinsou; se veía desencajado por la furia y el dolor. Tanto, que era Uraraka quien debía sujetarlo—. ¡No uses su rostro, monstruo!

Aizawa le miró de forma perezosa. A Midoriya le aterró que alguien pudiera imitar de forma tan certera los rasgos más superficiales de algunas personas.

El hombre suspiró.

—Si tú me lo pides...

Todo comenzó a cambiar otra vez. Y Midoriya sabía que nada bueno podía venir.

El cabello oscuro de Aizawa se aclaró hasta volverse blanco por un lado. La otra mitad se volvió de un rojo tan fuerte como el fuego.

Su rostro ya no era tan anguloso, sino un poco más redondeado y fino. La piel se volvió tan blanca como si fuese porcelana, coronada con dos ojos en diferentes colores —uno más grisáceo y otro turquesa—; dejando solo una única parte de su cara que se tiñó con el rojo de una cicatriz.

Pareció perder varios centímetros en estatura y también en ancho. Sus manos se hicieron más delicadas; todo su cuerpo se comprimió hasta adoptar una figura mucho más elegante y esbelta.

El corazón de Midoriya se detuvo, solo para volver a latir hasta el punto de sentir que se le escaparía de las costillas.

Uraraka chilló. Shinsou la sujetó más fuerte para que no fuera a desmayarse por la sorpresa del momento.

El príncipe Shouto Todoroki sonrió a Midoriya. Solo que no era el príncipe del todo.

La sonrisa de Shouto nunca se había visto tan sádica y espeluznante. Como si fuera la de un depredador que acaba de detectar a sus presas indefensas.

Midoriya soltó a Uraraka para sujetar con más firmeza la espada y el escudo. No podía permitir que el miedo lo paralizara en un momento tan importante.

No es Todoroki, se intentó convencer. No es tu príncipe.

Era una cosa que quería matarlos definitivamente.

—No sé quién eres, ni tampoco sé que buscas... —exclamó Midoriya—. ¡Pero no vas a interponerte en nuestro camino!

—Te equivocas, Midoriya... —habló el impostor con la voz de Todoroki.

O debía decir impostora.

Aquella tenía que ser la persona de la que Momo Yaoyorozu habló cuando se refería a que en el castillo existía una doble de la princesa Camie.

Midoriya no podía saber cómo funcionaba esa magia demoníaca que le permitía adoptar cualquier rostro a su antojo. Nada podía ser más vil que engañar a una persona desesperada con la viva imagen de la persona que amaban.

Cuando Todoroki terminó de tomar forma, empezó a caminar hacia ellos. Su andar era más delicado que el del príncipe, aunque también algo torpe. Como si no se acostumbrara a utilizar ese cuerpo y sus dimensiones.

Se puso entonces en guardia, espada en alto y escudo a su costado. No había dejado de brillar pese a haber encontrado ya el libro.

El monstruo vestido de Todoroki estaba cada vez más cerca. Se sacó un afilado cuchillo de una de las mangas.

—Los que se imponen en nuestro camino... —dijo la voz de Shouto con tono cantarín—. Son todos ustedes.

Midoriya no estuvo preparado para cuando aquella cosa dio una pirueta encima de ellos. Aquel salto le permitió acercarse lo suficiente con su cuchillo a Midoriya.

—Eres el viajero, ¿no? —preguntó con diversión—. Tu cuerpo es de aquí, pero tu alma es de allá...

—¡No! —gritó Uraraka.

La chica intentaba desesperada invocar algún conjuro, pero estaba tan desestabilizada y nerviosa que no consiguió encender la magia de sus piedras.

Midoriya esperó a que la cosa volviera a saltar hacia él. Pero era demasiado rápida y daba unos espeluznantes saltos que no debían ser dignos de un simple ser humano.

Se encontraba frente a frente a Midoriya. Shinsou y Uraraka quedaron a las espaldas del monstruo.

—Es curioso que todos ustedes vinieran al castillo —rió todavía con la imagen de Todoroki—. Casi como si quisiera ayudarnos con nuestro sacrificio...

—¡Ya cállate! —masculló Midoriya—. ¡Cállate!

Apretó los ojos con fuerza. No era capaz de ver a su cara por demasiado tiempo. Demasiada tortura era escuchar su risita maliciosa y burlona que se sentía exactamente como la de Todoroki.

Podía comenzar a entender a Uraraka.

Aquella cosa jugaba con tu cabeza de alguna forma. De la peor forma.

—¿Oh? —preguntó con fingida sorpresa—. ¿Te incomoda mi cara? Yo creo que está muy guapo... el príncipe es tan hermoso...

Acarició su propio rostro —el de Todoroki, más bien. Tocó cada línea de su mandíbula con extremo cuidado con los dedos; luego, trazó el mismo camino con la línea de su cuchillo.

Midoriya apretó los dientes al ver unas gotitas de sangre que salían de su propia piel. La impostora no chilló en ningún momento. Y hubiese creído que era solo una simple loca...

Hasta que descubrió que arrojaba las gotitas de sangre por todo el pasillo. Midoriya lo comprendió.

Aquella loca —o loco, ya no sabía nada— podría estar invocando magia de sangre en ese mismo momento.

—La sangre mestiza es extremadamente poderosa, ¿lo sabías? —preguntó con diversión—. Puede abrir, o también cerrar portales hacia los dominios de nuestro amo. Y, ¿no es algo poético? Tu príncipe morirá intentando cerrarla, como si acaso fuera posible...

—¡Cállate! —Midoriya volvió a gritar—. ¡Cállate, cállate, cállate!

—Y yo podría matarlos a ustedes, a ver si funciona —rió Todoroki—. Aunque no importa si ninguno de ustedes es realmente un mestizo. Shigaraki debería estar teniendo éxito ahora mismo con su sacrificio...

Hizo girar el cuchillo con habilidad entre sus dedos durante unos segundos hasta que lo volvió a acomodar en la palma de su mano.

Apuntó hacia Midoriya. Todavía goteó la sangre del corte que se infligió a sí mismo.

Entonces esbozó otra vez su diabólica sonrisa.

—Pero todavía puedo divertirme con ustedes tres —dijo finalmente—. Y primero vienes... .

Midoriya se preparó para recibir el ataque. Estuvo casi seguro que la cosa saltaría primero a atacarle mientras utilizaba la imagen del príncipe Shouto.

Pero había desaparecido tras dar un salto entre unos estantes que se tambalearon y se vinieron abajo.

En ese único instante de conmoción, no quedó ningún rastro del impostor que se veía como Todoroki.

Midoriya ni siquiera se atrevió a relajarse.

Aunque la paz solo duró un único instante —solo pudo ver el fugaz destello del cuchillo de aquel monstruo.

Había aparecido desde atrás por uno de los pasillos.

E iba directo hacia Shinsou y Uraraka. Pero ambos se dieron cuenta de lo que ocurría lo suficientemente tarde.

Midoriya intentó advertirles. El escudo se le cayó de las manos mientras corría, desesperado, en un intento vano de protegerles de la inminente muerte.

El monstruo ya no se veía del todo como Todoroki.

Era otra vez la espeluznante versión de Iida vistiendo un extraño traje. Y también era Aizawa. Y Todoroki. Los tres al mismo tiempo, como si intentara jugar una última vez con sus mentes antes de degollarlos a todos juntos.

Midoriya levantó la espada, pero no tuvo idea de si pudo llegar a tiempo para asesinar a aquella cosa impostora.

Se sintió como si estuviera fuera de sí mismo en ese momento. Y, extrañamente, el resto de los presentes se vieron sorprendidos por una fuerte ola invisible que hizo que la habitación comenzara a sacudirse de forma violenta.

Los libros comenzaron a caer de sus estantes. El reloj colgado del techo se balanceó peligrosamente sobre sus cabezas. Alguien en la biblioteca gritó —pero Midoriya no supo si fue él, Uraraka, Shinsou o la cosa que les atacaba.

En ese mismo instante, todo pareció quedar atrás.

El castillo entero comenzó a temblar.

Creo que hoy me porté súper bien con este capítulo (?) nada de muerte, ni torturas........

Okay, estamos ya casi llegando a las partes más intensas de la historia \o/ los bebés hicieron algunos descubrimientos no tan bonitos, y que ciertamente traerán problemas llegando el momento... pero mas importantes son los problemas actuales (?) me imagino que reconocieron a la villana de este capítulo uwu y no se alteren si todavía no hay muchos datos, que ya los veremos a todos mas a fondo

Se explica un poquito mejor lo de los mestizos, ya que varios quedaron con la duda ;;; el príncipe sigue siendo necesario... pero también se necesita un último paso para abrir el portal...

Y han notado la referencia de la última línea del cap y el anterior? Todo tiene un por qué! ;u;

Teorías? Quien narrará el siguiente capítulo? Cual será la próxima muerte? Quien nos espera en el capítulo de narrador sorpresa??? Dejen por aquí ——>

La próxima actualización, como ya leyeron arriba, ¡es el maratón por los 200k! Y estoy tan emocionada djdbsjsjdks esto significa que los capítulos 49, 50 y 51 serán subidos en la misma semana TuT ♥️ aaaaaaunque no me decido si serán 3 o 4 capítulos de maratón... ya que el capítulo 51 podría dividirse en dos partes por uffff todo lo qué hay que contar y así no les aburro ;;;;

Ustedes saben que me gusta hacer autospam (?) y pues ya varios lo vieron, pero no quería dejarles de invitar a mi nuevo fic ShinKami que AL FIN lo subí!!! TuT si gustan leerlo, se llama "Enséñame a vivir" y tiene prólogo y capítulo 1, pero este jueves subiré el 2! Tengo escrito hasta el 14 por ahora... así que tenemos para rato y sin atrasos en las actus 7v7r

Es súper loco pensar  que prácticamente estamos en 200K lecturas /u\ dejare los agradecimientos largos para el próximo capítulo, pero nunca dejan de sorprenderme con todo el amor que le dan a este fic ;;u;; ♥️ sepan que me hacen muy feliz, y que escriba todavía con mas emoción cada actu! Se sentía como una utopía alcanzar tanto... pero aquí estamos y es gracias a ustedes ♥️ con sus bellos comentarios, votos, fanarts, todo! ;;o;;

Nos vemos a mediados/fines de la otra semana así preparo el maratón ;u; besitos ♥️♥️

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