Science

— Tratamiento de fertilidad, tercera cepa.

Frank terminó de grabar la descripción de su nuevo invento y luego se quitó el uniforme. Cualquiera podría decir que era un científico totalmente enamorado de su trabajo, tanto así que había plantado su propio laboratorio en casa, en donde custodiaba todas esas cosas que eran demasiado importantes como para dejarlas en el trabajo. Y entre esas cosas importantes estaban los recipientes del nuevo tratamiento de fertilidad en el que había estado trabajando. Era algo totalmente revolucionario, lo había probado con una rata macho y había logrado que un útero creciera en su pequeño cuerpo, un embarazo totalmente normal fue llevado a cabo y al momento de realizar la operación, descubrió cuatro crías al interior, extirpó el útero y dejó que la rata macho viviera tranquilamente. Quiso probarlo con un animal más grande, pero su amor por los perros era demasiado intenso, y su esposo jamás le prestaría a su gato para probarlo. Por lo que había tenido que seguir perfeccionando su invento a ciegas.

Era tarde cuando se marchó del laboratorio, dejó cada cosa en su lugar y apagó la luz antes de ir a darse una ducha. No supo cuando Gerard entró a su laboratorio y robó el tubo de ensayo con la segunda cepa de su tratamiento de fertilidad. No supo cuando Gerard la vertió en una copa antes de preparar un trago de color similar para sí mismo. No supo por qué rayos Gerard le había dado un oral tan asombroso y luego, más encima le había dado alcohol, siendo que estaba totalmente en contra de eso. No se enteró de nada.

Hasta que un mes y una semana después, fue a médico por esos vómitos que lo tenían al borde de la deshidratación. El doctor había dicho algo con respecto a unos cálculos o colon irritable, pero por alguna razón le envió a hacerse una ecografía abdominal para saber a ciencia cierta el origen de sus males.

Y fue entonces cuando su mundo cambió.

Un grupo de quince médicos se habían encerrado con él en la sala para mirar el milagro en la pantalla de once pulgadas, y es que un hombre totalmente bien equipado tenía en la barriga un útero con dos manchas totalmente distinguibles en su interior. Le habían gritado un montón de felicitaciones, le habían tomado fotografías, lo habían invitado a hablar a seminarios de medicina, a entrevistas a la televisión y un montón de cosas más. Pero Frank las rechazó una por una, y entonces se marchó a casa.

Gerard no estaba en el momento en que llegó, pero sí llego tres horas más tarde.

— ¿Cómo te fue en el doctor, amor? —preguntó Gerard. Siempre había sido un pésimo mentiroso, y sólo ahora tomaban sentido lo cariñoso que Gerard se había puesto de un momento al presente. Siempre estaba buscando darle en el gusto, siempre le preguntaba como estaba, siempre quería saber si es que no tenía hambre y por alguna razón había desaparecido todo el café de la casa.

— ¿Cómo crees que me fue? —intentó sonar tranquilo.

— Espero que estés bien, moriría si-

— ¡Ya cállate! —Gritó Frank, abandonando el sofá para ir a arrinconarlo contra una pared, y era estúpido querer lucir intimidante porque su maravilloso esposo le sacaba una cabeza de altura— ¡Usaste mi invento en mi contra! ¡Todos querían saber cómo mierda es que un útero con dos malditos embriones había llegado a mi vientre, Gerard! ¡Tú lo pusiste ahí!

— ¿Dos? —Ni siquiera había intentado esconder la sorpresa— No te enojes tanto, amor mío. Podría hacerle mal a los bebés.

— ¡Vete a la mierda, Gerard Way! ¿Cómo pudiste?

Gerard rodó los ojos.

— Ibas a usarlo contra mí, Frank. No te hagas la víctima, sólo... quería probar tu maravilloso invento. Y funcionó bastante bien.

— No iba a usarlo contra ti —replicó Frank.

— Te escuché, muchachito. Cuando hablabas solo ahí en tu estudio.

Frank dejó ir un bufido.

— Es sólo porque eres el pasivo y... pensé que querías ser madre.

— No te ganaste estos dos bebés siendo el activo, amor —rió Gerard, atreviéndose a posar una mano en el abdomen ajeno—. Además... no creo que me venga bien un vientre de embarazo, en cuanto a ti... te verás súper atractivo.

— ¡No intentes salvarte con eso, Gerard! ¡Sigo enojado contigo!

Gerard dejó de temer por su virilidad, ya se lo había ganado. Sus manos fueron a abrazar las caderas ajenas y un sonoro beso fue depositado en el cuello del más bajo de ambos, quien se dejó hacer sin rechistar siquiera.

— Serán unos bonitos meses... haré lo que quieras, y cuando quieras. Y puedes comer lo que quieras, y cuando todo acabe tendremos dos hermosos bebés... —susurró Gerard contra el cuello del menor— ¿Puedes hacer eso por nosotros, no? Además... ¿Quién mejor que el inventor para detallar cada paso de su invento?

— Eres un hijo de puta manipulador —suspiró Frank, quitándose un mechón de cabello de los ojos—, sin embargo... me gustó que lo hicieras. Yo solo jamás iba a atreverme a hacerlo... dos bebés, no es tan malo, ¿Cierto?

— Ese es el espíritu —rió Gerard, besándole los labios.

— Te odio —suspiró Frank, pero de todos modos la idea parecía cada vez menos horripilante. 

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