¿Quien es el padre?
Había sido difícil despertar una mañana con la certeza de que había una pequeña vida en su interior. Las primeras semanas había estado completamente preocupado por su salud, pero luego de ir con un médico recomendado por la escuela había recibido la noticia y ahora, con cinco meses de embarazo completamente confirmados, estaba terrado.
Quizá se debía a que sólo tenía quince años, o a que era un chico.
Los meses anteriores habían sido de locos. Un chico asustado intentando ocultar su barriga en crecimiento era algo digno de ver. Entre suéteres, camisas anchas y pijama todo el día cuando estaba en casa. Pero el hambre a deshoras y los vómitos junto al par de desmayos que se habían presentado, fueron suficiente para alamar a su pobre madre. La mujer había recibido la noticia bastante bien, después de todo ya tenía cuarenta y siete años y un nieto le hacía bastante ilusión. Lo que no le agradaba mucho era el que no sabía la identidad del otro padre.
Y nadie más lo sabía, sólo los involucrados.
Era un poco complicado para él seguir yendo a la escuela de todos modos, pero su madre prácticamente lo había obligado a mantener su matrícula y para su sorpresa, en la escuela resultaron ser bastante comprensivos con el tema. Sólo tenía dos amigas ahí, y ellas eran quienes habían estado con él desde el inicio, y seguían ahí.
— Joder, Gerard. Dinos quien es el padre —Lindsey repitió por milésima vez desde que se había enterado del estado de su amigo, éste puso los ojos en blanco y volvió a succionar la pajita de su leche chocolatada.
— No le diremos a nadie… —murmuró Frances, haciendo pucheros bastante falsos. Incluso para ella.
Gerard desvió la mirada hacia su prominente vientre y posó una mano ahí, desde hacía poco había comenzado a recibir pataditas de la niña en su interior, y se sentía bastante reconfortante saber que la niña comenzaba a crecer y que pronto estaría lista para nacer. Cerraba sus ojos e imaginaba como sería al nacer, quizá tendría los ojos de su otro padre, o los propios. Lo que esperaba de todo corazón es que tuviera la nariz de su otro padre, porque odiaba la que él mismo poseía.
— Gerard, ¡ya pues! —exclamó Lindsey, moviendo una mano ante su rostro. Gerard parpadeó un par de veces y acomodó su suéter antes de ponerse de pie, con bastante esfuerzo. Sin decir palabras salió corriendo y entró a la escuela.
Ahí, detrás de las dobles puertas de cristal, estaba el otro padre.
Se trataba del señor Iero, el nuevo profesor de ciencias sociales. Quien había llegado a principios del año anterior a hacer clases y desde un primer momento se había visto flechado por el adolescente con rasgos tan suaves.
— Hola, señor Iero… —murmuró Gerard, sus mejillas coloreándose cuando recibió un beso en su frente y una caricia en su vientre.
— Gerard, ¿Cuántas veces te he dicho que me llames por mi nombre? —el mayor puso los ojos en blanco.
— Lo siento, Frank... —susurró él, dedicándole una tímida sonrisa.
— ¿Listo para que vayamos a comer? —preguntó Frank, y sin esperar respuesta tomó la mano de su joven amante y lo guío consigo hacia su oficina en el colegio, la misma dónde meses antes había sido concebido el bebé que ahora el adolescente cargaba en su vientre.
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