Preocupación

— ¿Sabes? —Suspiró Gerard— La verdad es que ya no me preocupa tanto.

Frank entornó la mirada para enfocarse en él, sus ojos curiosos repasaron el rostro sereno de su pareja y luego bajaron hasta su vientre abultado. No podía evitar sonreír al verle. Habían sido tantas las etapas en los casi seis meses que llevaba gestándose el futuro hijo de ambos, que parecía haber pasado una eternidad desde que la noticia llegó a ellos. Gerard se había puesto como loco, no podía concebir la idea de estar en esas circunstancias, aun sabiendo que dada su naturaleza, podría pasar algún día. De todos modos, el asunto de un bebé no era lo que le preocupaba realmente. Llevaban casi tres años en una relación, era algo totalmente serio y ambos tenían una montaña de planes a futuro, planes juntos, como una pareja.

No, era otra cosa lo que perturbaba su mente. Ese algo que le había obligado a visitar a su madre un buen par de veces, y otras tantas a su médico tratante. Incluso había obligado a Frank a que buscara en internet cosas relacionadas a su situación. Pero aún con los datos que habían recopilado su mente seguía intranquila.

— Quiero decir... sigue preocupándome que el bebé pueda nacer como... yo.

— Gerard, sabes que eso no pasará. Incluso tu madre nos lo dijo. Lo tuyo fue una complicación durante la gestación, no es que haya un gen que-

— Pero podría haber —murmuró Gerard, llevando una mano a quitarse las oscuras gafas de sol, girando el rostro en dirección a donde la voz de su pareja provenía, sus ojos lo miraron sin ver; como era de esperarse.

— Gerard...

— Shh —le interrumpió, dejando caer las gafas al costado de su cuerpo contra el sofá, y su mano nuevamente buscó la curva de su vientre en busca de las pataditas de ese pequeño ser—. A lo que voy es... no importará si nuestro hijo nace con esta discapacidad, ¿Entiendes? Sabremos cuidarlo y educarlo para que crezca bien, le enseñaré mi forma de admirar el mundo y tú le explicarás como es cada color, así como lo has hecho conmigo. Si nuestro hijo... si sus ojos son como los míos, será feliz de todos modos. Y si sus ojos pueden ver entonces no habrá persona en el mundo más feliz que yo.

— Eres asombroso —suspiró Frank, dejando abandonado el mando de la consola para ir a acurrucarse junto a su pareja en el sofá, llevó una mano al vientre ajeno y la otra a la curva de su barbilla, guiándolo hacia sí para besarle los labios—. Tan asombroso, y tengo tanta suerte de estar contigo.

— Oh cállate —rió Gerard, aunque sentía el calor agolparse en sus mejillas, cerró sus párpados y soltó un suspiro, guiando la mano ajena a donde un pequeño golpecito se había sentido instantes atrás, cuando la grave voz de su pareja inundó el ambiente—. Eres un idiota meloso, ¿sabes? No puedo decir nada porque de inmediato te pones como una niñita. A veces tengo que obligarme a recordar que estoy con un hombre maduro y no con una adolescente.

— ¿Acaso no me siento como un hombre maduro? —preguntó Frank, y por el tono de su voz Gerard supo de inmediato a qué se refería. Soltó un manotazo que fue a dar cerca de su hombro y rió entre dientes, una risita estrepitosa, nerviosa.

— Desviaste el tema, bobo —suspiró cuando logró calmar su respiración.

— ¿Lo siento? Es que... Joder, Gee. Yo sólo quiero que nuestro hijo nazca bien, quiero verlo con mis propios ojos para contarte cada pequeño y perfecto detalle de su cuerpecito. Quiero conocer sus ojos y escuchar su llanto... nunca había estado tan ansioso por conocer a alguien. Y... sé que seremos padres estupendos, nuestro hijo será el niño más afortunado del mundo al tenerte a ti como padre.

— Frankie... —suspiró Gerard, estirando sus brazos para recibirlo en un estrecho abrazo, acercó su rostro cuando lo tuvo a su alcance, guiándose por su cuello en dirección hacia arriba, hasta que llegó a aquél punto en donde la línea de su barbilla desembocaba en el costado de su rostro, dejó un corto beso y luego fue moviendo su rostro hasta que dio con los labios ajenos, y los besó.

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