Padre soltero

— ¿Estás seguro de que no necesitas una niñera o ayuda para llevar a Lily a sus controles? Quiero decir… —la mujer no podía dejar de preocuparse por su hijo de sólo veinte años o por su nieta recién nacida a la cual alimentaba ceremoniosamente con un biberón.

Después de haber tenido una siesta interrumpida por el llanto de su pequeña o por los fragmentos de recuerdos que venían a él en sueños. Era triste estar solo y quizá por eso había invitado a sus padres a visitarlo a él y a la pequeña quien todavía no cumplía su primer mes. Realmente no estaba sorprendido por las preocupaciones de su madre, quizá todos lo estaban pero sólo ella les daba voz.

Un tipo que había sido un total idiota hasta hace sólo unos meses, cuando luego de resultar embarazado de su novio, novio imprudente que en su tercer mes de embarazo resultó muerto en un accidente de auto lo había dejado completamente solo, bueno, no completamente… sino que con esa pequeña cosa que crecía en su interior. Sí, cualquier persona con dos dedos de frente estaría preocupada por la vida de él, o de la niña.

— Mamá, estamos bien, es natural… quiero decir, sé que quizá esto no es normal para ti, pero —suspiró, claro que no era normal para su madre. La niña había sido una especie de milagro de la ciencia y había venido al mundo por medio de una cesárea. Realmente el proceso no tenía nada de natural— estoy perfectamente bien, al igual que Lily.

— Pero debes asegurarte, Gerard —interrumpió su padre—. Nunca sabe cuándo ocurre una emergencia.

— Eso ya lo sé —puso los ojos en blanco— pero Lily tiene los diez dedos de sus manos y de sus pies, sólo le tomó unos segundos comenzar a llorar después de nacer, su temperatura es normal, los latidos de su corazón son perfectos y ella ha estado comiendo y durmiendo… como cualquier otro recién nacido —declaró— ¿No es así nena? ¿Por qué no le dices a los abuelos que nosotros dos podemos cuidarnos perfectamente bien? Tal vez a ti sí te escuchen —le sonrío, la niña lo miró confundida y luego desvío la mirada hacia su abuela.

— Lo sient cariño, pero es solo que estamos… preocupados —dijo la mujer, acariciando la cabeza de la menor.

— No tienes por qué —dijo Gerard— les prometo que si algo extraño sucede yo los llamaré, si Lily o yo necesitamos algo se los haré saber, ¿de acuerdo? Pero por el momento todo va perfectamente bien.

Su madre intercambio una mirada nerviosa con su esposo y Gerard, intentando cambiar el tema murmuró.

— Entonces… —mordió con suavidad su  labio inferior, paseando la mirada por sobre ambos rostros— ¿Cómo se sienten ahora que finamente son abuelos? Sé que llevaban bastante deseándolo —río entre dientes, bajando la mirada al rostro de la pequeña.

— La madre de Frank preguntó por ti, cariño… —murmuró su madre— durante tus últimas semanas de embarazo preguntaba mucho, pero yo no quise decirte para no incomodarte. Pero ahora… quiere conocer a la pequeña, quiere… que lleve el apellido de su otro padre. ¿Estás de acuerdo?

— Lily tiene su nariz… —comentó Gerard, encogiéndose de hombros— yo… creo que será una buena idea. Y… una vez termine el invierno la llevaré al cementerio para que conozca a su papá…

— No tienes que hacer es…

— Es adorable, ¿no crees? —Gerard le quitó el biberón ya vacío a la pequeña, pasando por alto las palabras de su madre. Alzó la mirada hacia su padre y éste sonrío.

— Sinceramente se parece mucho a ti, si no supiera que es tu hija pensaría que es un clon —río él, Gerard sonrío.

— Sí… uh… ¿quieres cargarla? —murmuró, su madre se hizo hacia atrás, todavía no lograba sostener a la niña sin que ésta comenzara a quejarse, buscando regresar a los brazos de su padre.

— Yo… uh, claro—dijo el anciano, inclinándose hacia su hijo. Gerard se la entregó con sumo cuidado y sonrío cuando su padre besó la frente de la niña, meciéndola suavemente entre sus brazos— se siente extraño, ya sabes… han pasado unos dieciséis años desde que sostuve a un bebé así de pequeño.

— Seguramente Mikey era aún más pequeño —Gerard río, aunque asintió ante  las palabras de su padre— aunque Lily es también bastante pequeña, pesa cuatro kilos y medio, aunque según leí es bastante normal para una bebé de tres semanas.

Tuvieron una pequeña charla acerca de cómo estaba haciéndolo para que los pelos de Peppers, el perro favorito de Frank, con el que Gerard se había quedado una vez su novio hubo muerto, molestaban a la pequeña. Pero Lily no tenía ninguna alergia y tampoco lloraba cuando Peppers la olfateaba. Era como si se hubiese adaptado, desde el vientre, a la compañía del chihuahua.

Se fueron durante la tarde y Gerard pudo disfrutar de la tranquilidad que inundaba al pequeño apartamento cuando Lily estaba durmiendo. Se lanzó al sofá junto a Peppers, haciendo zapping en la televisión hasta que su teléfono sonó. Era Mikey, su hermano menor y Gerard sabía perfectamente para qué lo estaba llamando.

Citas.

Pero sinceramente no quería pensar en citas, no ahora que Lily era tan pequeña y el recuerdo de Frank tan… fresco. Ni siquiera había pasado un año, así que no, era imposible. Puso sus ojos en blanco y de todos modos contestó.

— Un poco de sexo sin compromiso no  le hace mal a nadie —Mikey río.

— Si mi hija no estuviera durmiendo ahora mismo te mandaría a la mierda, Mikey —Gerard amenazó, en tono de broma.

Pero realmente no podía y no quería apresurarse a nada. Recordaba cuando sólo semanas atrás una trabajadora social del servicio de menores había ido a visitarlo a su apartamento después de que él intentara obtener el certificado de nacimiento de Lily. Al momento de decir que tenía veinte años, que había abandonado la universidad y que su novio había muerto ellos dijeron que lo llamarían, lo vigilarían y le ofrecerían ayuda para asegurarse de que él podría adaptarse a ser padre, porque de otro modo tendrían que dar a la niña en adopción…

Gerard se había enojado tanto con esa visita, era injusto que trataran de quitarle a su hija. Pero de todos modos intentó mostrarse lo más tranquilo posible y respondió a cada una de las molestas preguntas de manera pacífica.

Al día siguiente había sido el turno de una visita al doctor y luego de una evaluación completa que había resultado perfectamente bien, la atención que tenían sobre él se había calmado un poco.

Pero pasó todas las inspecciones y pronto estuvo en casa, con el certificado de nacimiento y el número de servicio social establecido y entonces todo era oficial. Era padre soltero de una hermosa niña.

* * *

No podía creerlo.

Hace apenas diez meses atrás había sido bendecido con el nacimiento de esa maravillosa niña y ella ya tenía cuatro dientes y andaba por ahí dando sus tentativos primeros pasos. Claramente todavía andaba afirmándose de los muebles, pero estaba caminando y Gerard no podía estar más orgulloso de ella.

Cada minuto tomaba fotos con su teléfono celular para enviárselas a sus padres, a su hermana, a los padres de Frank o para subirlas a Facebook. Y recibía un montón de mensajes acerca de lo bella que era, de lo rápido que estaba creciendo o sobre lo mucho que se parecía a él y a Frank.

El radiante padre no podía estar más feliz y cada vez que observaba a su pequeña sonreía de una manera tan amplia que su rostro parecía dividirse en dos, la niña se tambaleaba hacia él y ambos se unían en un fuerte abrazo de rodillas sobre la alfombra de la sala.

* * *

Durante los dos meses siguientes hubo una enorme cantidad de ensayo y error en el intento de comenzar a caminar por parte de Lily. Y Gerard, aunque ya estaba acostumbrado a verla caer, no podía evitar abalanzarse hacia ella para asegurarse de que estaba bien cada vez que esto pasaba, al igual que Peppers.

El perro parecía haber desarrollado una enorme amistad con la niña, la seguía a todos lados y sin rechistar se quedaba tranquilo cuando Lily se divertía jugando con sus orejas, cola o patas. Por no hablar de lo sobreprotector que era cuando Lily comenzaba a llorar por algo.

Era lindo y muy conmovedor para Gerard ver a su bebé y a quien había sido el bebé favorito de su novio compartiendo sonrisas y juegos.  Y ahora… era turno del primer cumpleaños de su hija y Gerard no podía creer lo rápido que había pasado el tiempo.

Cuando la miraba cada mañana no podía dejar de pensar que hace casi un año atrás ella había venido al mundo. Un bebé tan precioso y perfecto que sin esfuerzo se había llevado la depresión al haber perdido a su novio de aquella manera. Una niña que prometía llenar cada espacio vacío en su vida.

Sus padres, los padres de Frank, Mikey, los dos hermanos de Frank, algunos amigos cercanos y su abuela estuvieron en el cumpleaños de Lily. Sólo habían unos tres niños que tenían cerca de la edad de la pequeña y aunque querían jugar con la niña, Gerard no podía dejar de interrumpir los juegos cada vez que Lily lloraba o se caía.

Fue un primer cumpleaños bastante típico, con un montón de regalos entre ropa y juguetes y por supuesto, pastel. El cual se desvirtuó bastante cuando la niña del cumpleaños metió sus manitas para conseguir cada vela —ya apagada— y lanzarlas en dirección a Peppers para que también comiera pastel. Había sido un desastre, pero por las risas de su hija Gerard sabía que el desastre había valido la pena.

Cuando por la noche llegó la hora de acostarla, Gerard no podía dejar de pensar en lo rápido que había crecido y en cómo, sólo unos años después, ella comenzaría a ir a la escuela.

El tiempo pasaba demasiado rápido.

* * *


Ese día llegó cuatro años más tarde.

La niña de cabello castaño y ojos color avellana estaba increíblemente nerviosa por su primer día en el jardín de infantes. Gerard había intentado aliviar sus preocupaciones diciéndole que era bastante parecido a la guardería, pero eso no parecía ayudar en lo absoluto.

— Lily, te prometo que vas a estar bien —le dijo a su hija, acariciando el despeinado cabello. Cada vez que lo hacía recordaba a Frank y su cabello siempre desordenado, era lindo que la niña tuviera tantos parecidos físicos a él, o eso quería pensar— te lo he dicho mil veces princesa, será igual que en la guardería.

— P-pero… pero… yo no conozco a nadie —la niña de cinco años gimoteó, aunque no pudo evitar reír cuando Peppers se subió a la cama y comenzó a lamer su mejilla para consolarla.

— ¿Ves? —Gerard sonrío— incluso Peppers sabe que no tienes que preocuparte de nada, no lo sabemos pero quizá otros niños de la guardería estarán ahí también.

— Pero ¿y si no están? Estaré sola, papá… —la pequeña hizo un puchero nuevamente, Gerard suspiró, mirando al reloj en la mesita de noche.

— No vas a estar sola, amor —le dijo— habrá un montón de niños y niñas de tu misma edad que querrán jugar contigo, ¿de acuerdo? Ahora… se está haciendo tarde, así que a dormir y trata de no preocuparte tanto, ¿está bien?

Lily resopló suavemente y asintió. Se acercó a besar a su padre en la mejilla y luego besó a Peppers en la cabeza, acariciando el lomo del perro cuando éste se acurrucó en torno a ella para dormir.

* * *

Por la mañana Gerard acomodó las prendas que la misma Lily había escogido y luego se aseguró de que todo estuviera en orden antes de ir a la cocina a preparar el desayuno.

— ¿Qué vas a querer, amor? —preguntó Gerard— ¿Waffles, paqueques, huevos? —estaba dispuesto a preparar cualquier cosa para su niña en su primer día de escuela.

— Mmm… —medio-gruñó Lily, todavía adormilada— quiero huevos… —murmuró mientras se acomodaba en una silla.

— Huevos serán —sonrío Gerard, mientras metía pan a la tostadora. Comenzó a preparar los huevos y luego de servirle el desayuno a Lily fue a llenar de comida para perros el plato de Peppers, como de costumbre.

— Y cereales —añadió Lily, ya con los dos huevos a medio acabar.

 — ¿Cereal? —Gerard ladeó la cabeza,, dejando de lado su taza de café para ponerse de pie. Tomó el tazón de cereal favorito de Lily y lo llenó hasta la mitad para luego añadir la leche, lo puso ante ella y luego tomó e frasco de jugo de uvas, con la esperanza de no derramar nada en lo absoluto.

La mañana corrió rápido y pronto, con la mochila llena de lápices de colores y cuadernos en blanco, se fueron. Gerard manejó hasta la escuela aunque sólo quedaba aun par de calles, al parecer Lily no quería arruinar su peinado.

Gerard acompañó a Lily hasta la escuela, asegurándose de dejarla en la puerta de su nuevo salón de clases. Se puso de rodillas y recibió un abrazo y un beso en la mejilla de parte de su pequeña antes de regresar al auto.

Una vez ahí, miró hacia la foto de él junto a otro muchacho levemente más bajo que él y con una enorme sonrisa en su rostro. Dejó ir un suspiro y tomó la foto, sonriéndole a la imagen del muchacho.

— Nuestra niña está creciendo muy rápido, Frankie… —dijo sorbiendo levemente por la nariz. Los últimos cinco años habían sido de locos, y perfectos… con o sin Frank en sus vidas.

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