La noticia.
— Y es por eso que nuestra estrategia de mercado sugiere que...
Gerard bostezó una vez más y esta vez no intentó disimularlo. Estaba casandísimo y aburridísimo y realmente odiaba ese trabajo y en la mañana no había alcanzado a desayunar así que moría de hambre pero no podía pararse e ir a la máquina expendedora del pasillo a buscar un paquete de ositos de goma aunque Dios sabía cuánto deseaba comer algo. Acomodó su corbata y volvió a mirar a su jefe. La reunión era sólo de cinco personas. Él, su hermano y tres ejecutivos relativamente importantes dentro de las instalaciones y, bueno, era su hermano quien dictaba la charla. Se sentía un idiota al haberle dejado a él el liderazgo de la empresa. Si se hubiese quedado con el puesto nunca haría reuniones así de aburridas y dejaría que todos se fueran a casa a la hora que quisieran. Quizás era por eso que su hermano menor era mejor líder. Pero aun así... a veces exageraba.
Unos golpecitos en el enorme ventanal llamaron la atención de todos los presentes, incluso de Michael. Gerard fue el último en alzar la cabeza, era una silueta delgada y pequeña, parecía estar saltando y en su rostro sólo se podía apreciar una enorme sonrisa. Rió para sí mismo, quizás era la pareja de alguno de esos idiotas y ahora debía estar muriendo de vergüenza por eso. Pero luego miró de nuevo; y descubrió que era Frank.
¿Frank?
Le dedicó una mirada a su hermano menor y evitó las divertidas miradas de sus compañeros antes de ponerse de pie y con perezosos pasos se dirigió a la salida. Le debía unos besos por haberlo librado de eso, pero, ¿qué demonios estaba haciendo en su trabajo?
— ¡Gee! —lo escuchó chillar y sólo un segundo después se lanzó sobre él en un apretado abrazo. Gerard besó su cuello, daba igual que los estuvieran viendo, todos sabían la especial relación que tenía con su pareja.
— ¿Qué haces acá, Frankie? —preguntó cuándo se separaron.
— ¡Te tengo una super noticia! —Gritó el menor, y luego de un gesto de la mano de su pareja acordó bajar la voz— ¡A que no adivinas de dónde vengo!
— ¿De tu tienda?
Frank negó.
— ¿De casa?
Frank negó.
— ¿De casa de tu madre?
Frank puso los ojos en blanco.
— ¡Del hospital, imbécil! —dijo entonces, pero estaba riendo.
— ¿Por qué? ¿Estás enfermo? ¿Pasó algo?
— No, nada de eso, bueno, un poco.
— ¿Un poco?
— ¡Déjame hablar! —gritó Frank, golpeándole el brazo. Pero seguía sonriendo— Bueno, estaba yo en mi tienda y llegó este tipo a repasar unas líneas de su tatuaje, Bob estaba ocupado así que lo hice yo, y todo estaba súper bien y estaba quedando genial, era un águila enorme en la espalda porque el tipo pertenecía a... —sólo la mirada de Gerard le hizo saber que estaba hablando de más y luego de sacudir la cabeza siguió—. Como sea, estaba repasándole el tatuaje a este tipo y entonces me contó que hace poco lo habían herido de bala pero no había ido a verse porque tenía unos problemas legales y me preguntó si quería ver su herida y yo estaba súper emocionado y le dije "¡Totalmente!" y entonces me la enseñó y... bueno, me desmayé. Un poco.
— ¿Te qué? —ahora fue Gerard quien gritó.
— No fue nada grave —rió Frank—. Cuando desperté el tipo ya se había ido y estaba solo con Bob y ya sabes cómo es Bob, estaba como súper histérico y yo le dije "¡Hey, no es nada! Me pasa súper seguido."
— ¿Qué?
Frank rodó los ojos.
— No me interrumpas —murmuró Frank, posando dos de sus dedos sobre los labios ajenos. Gerard se forzó a tragarse las muchas réplicas que tenía preparada para su pareja y sólo siguió escuchando—. Bueno, entonces Bob me hizo ir a la clínica y me preguntaron si me atendía ahí, entonces les dije que sí y les di el nombre de mi médico y él fue a verme y le dije cómo me sentía y todo eso...
— ¿Y?
— Bueno... dijo que tenía una idea, así que me hizo una ecografía y... adivina qué vio.
— ¿Qué?
Gerard estaba al borde de un colapso nervioso.
— ¿Recuerdas que dijeron que el tratamiento para tener bebés no había resultado porque mi cuerpo no era compatible con las hormonas?
— Sí... —suspiró Gerard, lo recordaba como una gran derrota contra la anatomía e incluso contra los tal llamados adelantos científicos del nuevo siglo. Había funcionado con otros hombres, pero no con Frank, y era frustrante.
— Bueno, ¡Se equivocaron!
— ¿Qué?
— ¡Tengo un bebé de nueve semanas aquí dentro! —exclamó Frank, acariciándose el abdomen plano— ¡Vamos a ser padres, Gee!
Gerard sentía dos enormes tapones amortiguando las palabras de su pareja, era como si estuviesen a un mundo de distancia, pero la última frase logró traerlo de regreso y para cuando comprendió qué estaba diciendo, había un grupo de trabajadores cerca de ellos e incluso quienes estaban en la reunión aplaudían, ¡Mikey estaba súper sonriente!
— ¿Qué? ¿Padres? —preguntó sólo para comprobar.
Frank asintió vigorosamente y de pronto el día dejó de ser una mierda. ¡Iban a ser padres!
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