Doble problema


            — ¡Adiós princesas! —Gerard exclamó luego de besar la frente de sus dos hijas— Recuerden que si se sienten extrañas aquí sólo deben decirle a la maestra y yo vendré por ustedes. ¿Está bien?

— No nos extrañes tanto, papi —rió Lily, acercándose a abrazar a su padre—. A Cherry y a mí nos gusta la escuela.

— ¡Sí! —exclamó la otra niña, imitando la acción de su hermana.

Gerard se puso de rodillas ante ellas, era algo un poco complicado ahora con sus casi cinco meses de embarazo, pero lo llevaba bastante bien. Sonrió ante sus hijas y picó la nariz de ambas, soltando un agudo "beep" al tocarlas. Cerró los ojos luego para recibir un beso en la mejilla de parte de cada una y poniéndose de pie las vio acercarse hasta donde la maestra de primer grado estaba esperándolas. Intercambió una sonrisa con la mujer, y luego con un gesto de la mano se despidió de sus hijas. Era duro verlas partir, desde que habían entrado en el sistema educativo, dos años atrás, era difícil dejarlas ir. Pero sabía que era lo mejor porque necesitaban compartir con niños de su edad. Además Frank había dicho que educarlas en casa era una pésima idea porque crecerían siendo raritas y no tendrían amigos o algo así, lo cual era estúpido. También podían crecer sin amigos estando en la escuela, al menos a él le había pasado.

El ruido del auto al quitarle el seguro lo trajo de regreso al mundo real y acarició suavemente la zona en donde su nuevo retoño pateó antes de subirse al auto. Era tan mágica la sensación de sentirlo desde tan pronto. Con las niñas había sido mucho después, y en lugar de lindo había sido doloroso porque todo era más grande y se sentía terriblemente sensible y adolorido todo el tiempo. Ahora en cambio, podía disfrutar de las cosas que ese libro-guía para el proceso del embarazo decía. Era totalmente asombroso.

Tarareando la canción de Asia que estaba sonando en la radio condujo las cuatro calles de regreso a casa. Estaba soleado y el aire olía muy bien. Lucía como un excelente día. Estacionó justo detrás del auto de Frank y se quedó a esperar que la segunda canción de Asia terminara antes de bajarse, golpeando el volante con las manos al son de la batería sólo porque le gustaba demasiado. Con una sonrisa en los labios se encaminó a través del jardín delantero hasta la puerta principal y metió la llave en la cerradura. El aroma a tostadas golpeó de lleno su nariz cuando entró. Realmente amaba a Frank.

— ¡Despertaste temprano! —aplaudió de manera irónica cuando apareció en la cocina. Frank estaba completamente vestido y lucía algo preocupado. Pero no le prestó mayor importancia, llevaba varios días preocupado a causa del nuevo álbum que estaba pronto a lanzar. Había mil dudas en su cabeza de artista, dudas que realmente no quería conocer porque entonces él igual se pondría de nervios.

— Cuando estoy nervioso me gusta cocinar —respondió Frank—, hola —se giró para recibir el beso en la mejilla por parte de su esposo.

— Yo no le llamaría cocinar a preparar unas tostadas, pero sí —asintió Gerard—, huele bien.

— No se me ocurrió qué más hacer, y para ti todo huele bien cuando tienes hambre —dijo Frank, pero una pequeña sonrisa se coló en sus labios—, ve a sentarte. Esto estará listo en segundos.

Gerard tomó sus palabras y fue a tomar asiento en la pequeña mesa de la cocina. Sirvió jugo de naranja en ambos vasos y luego tomó el más cercano para beber un sorbo. El bebé volvió a moverse, y él sonrió.

— ¿Las niñas estaban contentas por la escuela? —preguntó Frank cuando tomó asiento ante él. Dejando el cesto con las tostadas en la mesa.

— Lily estaba molesta porque no dejé que fuera vestida como princesa —dijo Gerard—, pero sí. Estaban bastante contentas. Por cierto, ¿dónde estabas en la mañana?

— Uh... —su rostro cambió de inmediato— Tuve algo que hacer.

Gerard alzó una ceja. Y sólo eso fue necesario para que siguiera hablando.

— Nada muy importante, sólo fui a médico —añadió Frank.

— ¿Tú? —Gerard hizo una mueca, dándole una mordida a su tostada con mantequilla antes de hablar de nuevo— Te hubiese creído más si decías que estabas engañándome con Michelle Obama. En serio, ¿Dónde estabas?

— En médico, en serio. Me dieron los resultados de unos exámenes —suspiró Frank—, sólo eso.

— ¿Exámenes de qué?

Frank rodó los ojos y se puso de pie. Gerard lo vio salir de la cocina y caminar pesadamente hasta la sala. El viejo piso de madera rechinaba ante sus pasos, y era totalmente genial porque ese ruido era uno de sus favoritos en el mundo. Frank regresó con un solo papel en sus manos, doblado en varias partes. Lo vio desdoblarlo hasta que sólo estuvo doblado a la mitad. Y luego lo recibió.

— Sólo míralo, ¿quieres? —dijo Frank, ante la mirada escéptica de su esposo.

Gerard lo tomó y lo desdobló una última vez. Eran los resultados de un examen sanguíneo, lo veía bien. Parpadeó varias veces al ver el nombre de la hormona en cuestión, y su boca se abrió un poco cuando fue a ver los valores. Era una locura.

— 27.800 de la beta CGH, eso... ¿Eso quiere decir lo que estoy pensando?

— ¡Tadá! —Exclamó Frank, aunque no sonaba divertido en lo absoluto. Tomó asiento nuevamente y posó ambos codos sobre la mesa antes de alzar las manos para cubrir su rostro— Tengo cerca de tres meses. No tenía idea.

— Yo tampoco —suspiró Gerard.

— No tenía idea de que yo también podía, ya sabes... —suspiró— Bryar se rió en mi cara cuando me dio los resultados. Me hizo una ecografía y todo eso. Es una cosa pequeñísima y escuché su corazón y todo eso, yo... Dios mío, Gerard. Esto es una puta locura.

Gerard se había quedado helado, pero conforme escuchaba las palabras de su esposo aquel hielo se había ido derritiendo y de pronto asumió que realmente estaba pasando. Ambos estaban esperando un bebé al mismo tiempo y era extrañísimo como la mierda, pero era cierto.

— No sé cómo pasó.

— Bueno, yo me hago una idea —rió Gerard. Y se puso de pie para acercarse a él. Volvió a ponerse de rodillas a su costado sólo porque sentía que hoy sus piernas estaban en excelente forma. Una de sus manos fue a acariciar la espalda de su esposo y otra fue a posarse en su abdomen. Sólo entonces descubrió que realmente le hacía ilusión verlo con un bonito vientre de embarazo. Iba a ser tan genial todo el proceso.

— No vamos a poder lograrlo. Cuando tengas ocho meses yo tendré como seis y como soy pequeño estaré enorme, y luego cuando estemos cuidando a un recién nacido yo voy a estar de término y estaré totalmente inútil y tú te vas a enfadar y entonces vamos a discutir y todo se volverá un caos. Lo visualicé todo cuando venía conduciendo de regreso a casa. Con las niñas yéndose a pasar unas vacaciones a uno de esos hogares de acogida porque uno de nosotros está muerto y el otro en la cárcel.

— Eso no va a pasar —dijo Gerard, sonreía—. Vamos a llevarlo bien, en serio. Somos un equipo genial, tú mismo lo dijiste. ¿Recuerdas? Vamos a tener a estos bebés y luego crecerán como Lily y Cherry, es súper lindo. Será mágico.

— No creo que sea mágico —murmuró Frank, su mohín se había convertido en una leve sonrisa—, será desastroso. Además, ¿cómo voy a contarles a las niñas? Lily se va a enojar.

— Ella se enoja por todo —rió Gerard—, cuando lleguen de la escuela les contaremos. Les va a encantar la idea, te lo prometo.

— Te amo —murmuró Frank, doblándose sobre sí mismo para acercarse a besar los labios de su esposo. Gerard sonrió una vez más para él y repitió la frase sobre sus labios antes de responder al beso.

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