Después de la graduación.
Summit parecía no haber cambiado absolutamente nada en los cinco años que había estado al otro lado del país, en aquel magnífico conservatorio de música en el que había sido admitido al salir de la secundaria. Ahora, recién egresado por fin se daba un tiempo para sí mismo antes de comenzar a vivir como un verdadero adulto, con un trabajo y responsabilidades.
Las calles de la ciudad traían muchos recuerdos a su mente mientras el automóvil de su padre conducía hacia casa, recordaba haber estado ebrio en varias de esas placitas y cuando pasaron por la escuela no pudo evitar recordar la fiesta de graduación. En la cual había tenido sexo casual, en el baño de hombres, con su eterno platónico de la secundaria: Gerard Way.
Sus padres y amigos habían estado ahí para darle la bienvenida, pero realmente eso no importaba mucho. Desde que el rostro del muchacho vino a su mente, era imposible quitarlo de ahí, y miles de interrogantes daban vueltas por su cabeza, ¿Qué había hecho con su vida? ¿Había ganado esa beca para la escuela de arte o había decidido ser un médico como su padre, o abogado como su madre?
Fue sino unas cuantas cervezas después de la media noche que juntó el valor suficiente para preguntarle a Jamia, su mejor amiga de toda la vida, acerca del muchacho.
— Así que… ¿Recuerdas a los chicos de nuestra generación? —preguntó en tono casual. Jamia puso los ojos en blanco y terminó con su cerveza de un trago.
— Gerard… Way, ¿cierto? ¿El que te follaste en el baño? —dijo ella, Frank soltó un bufido y luego de decidir que no podía esconderle cosas a su amiga, asintió— Está trabajando en la tienda de abarrotes, esa cerca del correo. Si quieres puedes ir a verlo mañana.
Frank decidió no seguir preguntando y con eso en mente se fue a la cama. Se pasó toda la noche pensando en por qué estaba trabajando ahí, Gerard era algo así como el tipo más inteligente de la clase… ¿Por qué estaría trabajando en una simple tienda de abarrotes en lugar de ir a una prestigiosa universidad? No tenía sentido alguno. Y eso sólo intensificaba su curiosidad hacia el muchacho.
El día llegó y sin avisar salió de casa, caminó por las calles que solía recorrer de adolescente y cuando llegó a la tienda, contuvo el aliento y entró. Incluso la tienda lucía tal y como la recordaba, pero detrás del mostrador no estaba la señora que solía haber ahí, sino que estaba un hombre increíblemente atractivo, delgado y con el cabello negro peinado hacia arriba. Usaba un delantal azul y rojo con el logo de la tienda y pasaba tranquilamente un paño por el mostrador, mientras hablaba con alguien que Frank no lograba ver desde el otro lado del mostrador.
Decidió quedarse junto a la puerta, después de todo todavía no había sido visto. Y claramente era Gerard, la madurez le había sentado de maravilla… era incluso más guapo que lo que recordaba. Y eso era decir bastante.
Pero lo que llamó la atención fue cuando Gerard dejó de lado el paño y se dobló sobre sí mismo, cuando se alzó tenía abrazada contra sí a una niñita de cabellos castaños, que aparentaba unos cuatro o cinco años. La sentó sobre el mostrador y luego besó su frente, sus ojos se iluminaban al verla. Era… era como si estuviese observando lo más preciado que poseía.
Frank deseó quedarse ahí para siempre, observándolo. Pero alguien más entró a la puerta y fue lo suficientemente ruidoso como para llamar la atención de Gerard. Éste pareció no reconocerlo en primera instancia y con una sonrisa atendió a la mujer que acababa de llegar a comprar.
Frank avanzó y tomó un paquete de papas fritas para luego acercarse a la caja, mirando atontado a la niña. Su perfil era hermoso, y cuando la pequeña, con una enorme sonrisa se giró a saludarle, notó que poseía sus mismos ojos.
— Lo siento, ella siempre es muy amigable con los clientes —dijo Gerard, cuando la pequeña estiró una mano para picar la nariz de Frank.
Más la sonrisa del rostro del orgulloso padre se borró al instante. Atónito le dio el cambio a la mujer quien se marchó al instante, sus ojos estaban fijos sobre Frank y pronto éste le imitó, sin saber qué decir.
— Nena, ve a buscar tus lápices ¿Sí? —esbozó nuevamente una sonrisa para la pequeña y la dejó en el suelo, la niña le hizo un gesto con la mano a Frank y luego se perdió en la trastienda— Frank… —dijo, girándose hacia él.
Frank quiso sonreír al descubrir que Gerard le recordaba, pero sabía que había algo más detrás del serio tono en su voz. E intentando dejar de pensar en la niña y en los rápidos cálculos mentales, regresó la mirada hacia el contrario.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó Gerard.
— Vine de visita —murmuró él, realmente no entendía por qué estaba dando explicaciones— ¿Por qué?
Gerard suspiró ruidosamente y frotó su rostro con ambas manos, luego lo miró, un tanto incómodo. — ¿Sabes quién es ella? —preguntó. Frank creyó que era una pregunta retórica, así que decidió no responderla— Ella… ella es Frannie.
— Lindo nombre —murmuró él, de pronto sintió un peso en el estómago.
— Es mi hija. Tiene cuatro años —Gerard dijo luego, alzando las comisuras de sus labios— ¿Te suena algo familiar?
Frank tragó saliva, nuevamente regresó a sus cálculos mentales y para cuando alzó la mirada, Gerard estaba asintiendo severamente.
— ¿Es…?
— Sí, también es tu hija —dijo Gerard, su barbilla temblaba— después de… esa noche en la graduación, quedé embarazado. Mis padres cancelaron mis postulaciones a la universidad, y me botaron de casa. Me fui a vivir con mi abuela, pero ella murió hace dos años… y he estado trabajando aquí para mi hija, Frannie es todo lo que tengo.
— Yo… yo no…
— ¿No sabías? —él sonrío— no quise que supieras. Tienes mucho talento, y si te decía… ibas a terminar odiándome por hacer que te quedaras. Frannie es una niña asombrosa, es muy inteligente.
— Gerard…yo… ¿puedo…?
— ¿Entrar en su vida? —preguntó Gerard, Frank asintió— Tienes que darnos tiempo, Frank. Pero Frannie estará de cumpleaños dentro de dos meses, si estás por aquí puedes ir, si quieres.
— Si quiero —dijo él. Ambos se quedaron en silencio hasta que la niña regresó de la trastienda, más la pequeña quedó atónita al ver a aquel extrañamente familiar hombre besando a su papi... en la boca.
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