Amantes.
“Este es el buzón de voz de Gerard Way, en este momento no puedo atender tu llamada, por favor deja un mensaje después del tono… beep.”
— Gerard, sé que me dijiste que no te llamara los días de semana porque estabas en casa, pero acabo de descubrir algo y estoy asustado y por favor, te necesito aquí.
Frank suspiró y se dejó caer sobre el sofá del pequeño departamento rentado en Nueva York. Sabía que Gerard estaba en la ciudad por asuntos de trabajo, con su esposa e hija. Y que en ese mismo apartamento se habían encontrado algunas semanas atrás, cuando él mismo fue a recibirlo a la ciudad, aguantándose el viaje desde Jersey sólo para media hora de sexo. Pero ahora era diferente.
Muy diferente.
Exactamente cuatro semanas habían pasado desde aquel encuentro y no se habían vuelto a ver desde entonces. Sexo telefónico, “Te amo” por mensaje de texto o algunas interacciones en redes sociales. Pero nada se igualaba al abrazo y los labios que sólo Gerard sabía proporcionarle.
Ese mismo día él había estado en casa, tranquilamente cuidando a sus hijos pequeños cuando los recurrentes malestares regresaron. En un primer instante creía que era sólo una indigestión, pero ésta no se fue. Y cuando sus sentidos comenzaron a sensibilizarse, o cuando luego de una discusión con Jamia él terminó llorando en su habitación. Supo que algo raro pasaba.
Conocía los síntomas, su esposa los había experimentado dos veces ya. Con sus gemelas y su pequeño Miles. Y por lo mismo estaba jodidamente asustado.
Con un mensaje de texto convocó a la niñera y sin decir nada, tomó el auto rumbo a Nueva York. Se detuvo dos veces en estaciones de gas, primero a comer, luego a vomitar. Y para cuando llegó a la ciudad, varias horas después, paró en una farmacia a comprar algunos test de embarazo.
El último se lo había hecho dos horas atrás, y al igual que los tres primeros… mostraba dos líneas rosadas. Una terrible confirmación de lo que se temía. Y Gerard no estaba ahí para darle su apoyo.
Fue sino cerca de la media noche cuando unos pasos se escucharon por el pasillo y una llave giró la cerradura. Frank tomó los test y los escondió en los bolsillos de su suéter, acomodó su cabello y alzó la mirada, esperando a su amante recostado sobre el sofá.
— Espero que sea urgente, sabes que no puedes molestar cuando estoy con mi familia —dijo en cuanto entró, sin percatarse de lo dolorosa que era la última palabra para el hombre sobre el sofá. Más en lugar de seguir despotricando se fijó en su semblante. Lucía preocupado, sí, pero también lucía pálido y enfermizo. Y un poco más delgado.
Cerró la puerta a sus espaldas y olvidando su enojo, se puso de rodillas junto al sofá, con las manos en los muslos contrarios, mirando hacia su rostro.
— ¿Qué tienes, baby? —preguntó, recibiendo una tímida sonrisa como respuesta, sonrisa que le hizo sonreír de igual modo.
Frank no dijo nada, en lugar de eso metió una mano a su suéter y luego de un par de intentos, sacó todos los test en forma de abanico, mostrando las dos líneas en cada uno. Gerard quedó un tanto atónito, quizá sin comprender de qué se trataba todo. Más al mirar bien los test, y luego el rostro de su amante, y luego también de hacer las cuentas… la verdad cayó sobre su cabeza.
Parpadeó forzosamente y llevó una mano a la mejilla del menor de los dos, buscando su mirada e hizo la interrogante sin decir palabra. Frank simplemente asintió. Gerard sonrío enormemente y se puso de pie, abrazándolo fuertemente antes de llenar su rostro de besos, rostro completamente sorprendido ante la grata sorpresa.
Cuando los besos pasaron a caricias y luego a algo más, Frank posó las manos en su pecho para apartarle, y con cara de pocos amigos murmuró:
— Nada de sexo, tienes que irte con tu familia —dijo, remarcando la última palabra.
— Que se joda Lindsey, ustedes son mi familia ahora —sonrío Gerard, bajando a besar sus labios una vez más, con una mano acariciando sobre el abdomen del menor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top