Joan.
David.
No me esperaba que M reaccionara tan mal a la noticia, sabía que ahora tendríamos problemas, porque ella no iba a ser cordial ese día, lo sabía de sobra— Sé buena por favor, no vayas a lanzar todo el peso de tu mirada petulante sobre ella.
— ¿En serio quieres ir por ese camino?
— M, no quiero discutir por una presentadora de televisión, si no quieres hacer la entrevista la cancelamos y ya.
— No, tengo que ser consecuente con mis actos. Voy a tener que hacer mucho yoga de aquí al viernes pero, por favor ayúdame, el rey de la popularidad eres tú; yo uso gafas con aumento.
— Te ves sexy e intelectual con tus gafas. Trataré de salvarte lo más que pueda.
— Dormiré, tu película me aburrió— dijo, me besó en los labios y se acurrucó contra mi pecho—. La próxima vez consúltame por favor, vamos a ser un matrimonio, eso es lo que los esposos hacen.
— Tienes toda la razón. Buenas noches preciosa, te amo.
— Buenas noches precioso, también te amo— Cuando desperté, M estaba vestida para salir y Mark con las maletas en la sala.
— ¿A dónde van?
— Yo voy a trabajar bello durmiente y Mark va a Londres...
— Sí, es mejor que vaya a buscar donde quedarme ahora.
— Que tengas buen viaje hermano, las cosas mejorarán, solo déjalo en manos de Dios y ora mucho, verás como todo vuelve a su camino.
— Te llevo Mark, amor de mi vida hay desayuno en el horno microondas. Te veo en la noche, ¡te amo!— Me besó y se fueron así sin más. Me fui al entrenamiento y mi madre estaba ahí apoyándome, como siempre. Santos en el descanso se acercó a preguntarme:
— ¿Todo bien con la sirenita?
— Sí, sabes que ella es un poco complicada, pero sí.
— ¿Y por qué esa cara entonces?
— Estoy pensando en qué tan mal puede salir la entrevista de mañana.
— ¡Estás optimista hoy!
— No conoces a M, ella puede ser mala y no solo eso, puede hacer que te parezca genial la maldad.
— La conoceré más a fondo porque ya viene la cena benéfica y el fin de semana en el hotel.
— ¡Lo había olvidado por completo! Gracias por recordármelo— En la mañana del viernes me propuse levantar a M del mejor humor posible, por eso traté de preparar un desayuno decente y llevárselo a la cama, por lo menos sé tostar pan, le puse queso, jamón de pavo, mermelada y mantequilla de maní para que eligiera. No sabía hacer café así que serví jugo y lo llevé a la cama.
— ¡Buenos días, amor!
— ¡Buenos días precioso! Mmm... espera... ¿desayuno en la cama, estás sin camisa y despierto primero que yo? ¿Qué hiciste?—dijo ocultando una sonrisa.
— No he hecho nada, ¡¿no puedo consentir a mi mujer solo porque quiero?!— dije haciéndome el ofendido.
— No soy tuya, soy mía y porque quiero me comparto contigo, teniendo ese punto claro, gracias por el desayuno, ¡hasta tostaste el pan!— Comimos y M se empezó a arreglar para irnos, en realidad se tardó solo eligiendo la ropa, su apariencia siempre era muy natural. Llegamos al estudio y se colgó de mi brazo como si estuviese asustada. Llevaba un vestido azul rey hasta la rodilla con un cinturón y el cabello suelto.
Joan apareció para saludarnos, era una mujer de cabello rubio y facciones respingadas, alta y con cara dulce. Estaba muy maquillada y llevaba tacones imposiblemente altos. M nunca los usaba, porque no le permitían bailar o moverse fluidamente— Hola David, mi querido, ¿cómo estas?
— Perfectamente Joan ¿y tú?... Ella es M, mi prometida.
— Un placer, Joan Bardot— respondió sin mostrarse nada efusiva.
— Igualmente, María Malvaez.
— Haremos la entrevista en este set, si quieren pasar por maquillaje, háganlo ahora, comenzaremos en un momento, tú querida deberías, la televisión no admite caras lavadas. David, lo que necesiten déjamelo saber con mi asistente, voy a retocar mi maquillaje y comenzamos.
— Seguro Joan, pero estamos bien.
— ¿Retocar?— dijo M en español— ¡pero si va como los mimos de Praga!
— M... por favor— Empezaron a grabar, el programa era con público. Ella hizo una introducción de quiénes eramos, más bien de quién era yo y habló algo sobre M, nos llamó y pasamos al set, pelirroja agarraba mi mano como si fuese a caer por un precipicio. Nos sentamos y comenzó la entrevista, en tono normal, preguntas como: ¿dónde se conocieron? y ¿desde cuándo están juntos?, cuando Joan dijo:
— Todos creen que terminaron por primera vez porque engañaste a David, ¿es eso cierto? Por ahí dicen que los pelirrojos no tienen alma— Y se echó a reír.
— No sería capaz de engañarlo, ni antes ni ahora, soy una persona de principios y además lo amo— Me miró para sonreírme, pero solo duro unos segundos—. Así quisiera ser desalmada, no nací pelirroja, ¡es una lástima!— la sonrisa irónica de M era evidente.
— ¡Ah, pues tienes un excelente estilista! Me pasarás su número luego, David tenemos información de que ella fue quien se te propuso, ¿cómo reaccionaste en ese momento?
— Si fue y no fue así, en realidad terminé yo haciendo la pregunta, pero M iba a proponerse. Los dos teníamos el anillo preparado ese día.
— Qué interesante historia ¿y ahora para cuándo es la boda?
— Aún no tenemos fecha, hemos estado trabajando mucho— respondió M.
— Sí, ustedes son personas muy ocupadas, tengo entendido que tú Maria viajas mucho, tienes restaurantes en Londres y Latinoamérica, ¿no te da miedo dejarlo solo?— preguntó y me tensé, M debía de estar odiando esto.
— No tendría por qué tener miedo, tal vez nostalgia si, cada vez que ella se va, así sean pocos días, lo detesto— respondí antes de cualquier reacción.
— Nos han contado que tu familia no esta de acuerdo con su matrimonio, ¿es verdad?
— No, mi familia no se mete en mis asuntos, ellos serán felices mientras yo lo sea.
— Se ha reseñado mucho sobre su relación y aún todos queremos saber, ¿por qué le pedías perdón ante las cámaras?
— Él sabe las razones, solo no lo engañé, fueron cosas de pareja.
— Se nota que están muy enamorados, felicitaciones, espero nos envíen la invitación a la boda. Despidió la entrevista y salimos del set.
— Ha sido un placer Joan, gracias por la entrevista.
— El placer ha sido todo mío, de tenerte aquí, tienes mi número ¿no? estamos en contacto— No podía ver la expresión de M, pero estaba seguro de como era. De vuelta a casa la pelirroja no estaba muy habladora.
— Eso pudo haber salido mal, gracias preciosa, sé que no fue fácil para ti.
— De nada, mi querido— Se mofó imitando la voz de Joan— «tienes mi número, estamos en contacto, tengo voz de que voy a llegar al orgasmo con solo haberte mirado...»— Rodó los ojos de manera ostensible y tomé su mano besando el dorso.
— ¿Celosa pelirroja? M, esa es la cosa más infantil que te he visto hacer jamás. Vamos a tomarnos la tarde libre, ¿te parece?
— Es una mujercita insoportable y no, precioso lo siento, tengo demasiados asuntos que atender, podrías más bien llevarme hasta Burgundy.
— Como quieras, amor— Cuando llegamos me besó, esta vez si profundamente. La abracé y ella pasó sus brazos a ambos lados de mi cabeza. Cuando nos besábamos así jamás quería detenerme. Mordió mi labio y cuando lo soltó dijo contra mi boca:
— Te amo, no puedo decirlo suficiente— La atraje hacia mi aún más y comencé a bajar mis manos por sus muslos.
— No— Negó con la cabeza acariciando mi nariz con la suya—, no podemos ni aquí, ni ahora.
— Últimamente no podemos ni aquí, ni nunca.
— Yo pensé que estábamos guardando voto de castidad atrasada. Como viniste con eso de: «no podemos solucionar todo con sexo, M, vamos a arder en el fuego del infierno»— dijo imitando mi voz.
— ¿Entonces piensas que soy un santurrón?
— No mi amor, ¿cómo crees? ¡Estoy segura!
— No era voto de castidad, primero porque castos ya no somos...
— Segundo no arreglamos todo con sexo David, ni siquiera discutimos lo suficiente para que sea así— Me dio un último beso y se bajó del auto.
Maria.
Al final de la tarde David me dijo que pasaría por su departamento y decidí darle una sorpresa, compré un negligé negro con ligueros, medias, ropa interior de encaje, un sujetador de satén y un corsé de muchos botones por delante. Traje un látigo también, no es que fuese a usarlo, pero daba una impresión sexy y yo iba a necesitar toda la ayuda que pudiera, porque una cosa era bailar, pero normalmente un cactus es más sexy que yo, o eso creo. Era la primera vez que usaba esta ropa para él o para nadie, esperaba que le gustara, no lo había hecho antes porque pensé que lo tomaría mal.
Llegué a su departamento y me cambié, me costó, pero logré colocarme las medias, los ligueros, todo, compré incluso tacones negros. Me calcé y practiqué un poco antes de bajar y finalmente lo hice, había escuchado la puerta abrirse así que Ruloso debía haber llegado. Cuando azoté el látigo contra la pared mientras bajaba las escaleras vi a la Sra. Nina parada en la entrada a la cocina con la quijada en el suelo.
«Ay no...»
— Señora lo siento, esperaba a David... con permiso— Corrí como pude hasta arriba de nuevo, me cubrí con mi ropa y salí pitando de ahí. Vergüenzas que paso sin necesidad, «¿cómo iba a saber que ella estaba aquí?»
Llegué a casa y me lancé en la cama, me quedé dormida, imagino que un acto voluntario de mi cuerpo para erradicar el bochorno. David me despertó con un beso en la frente.
— Hola preciosa, ¿qué pasó con mi madre? Me llamó fuera de control diciendo que te le habías aparecido casi desnuda en mi casa.
— Estaba en lencería, no desnuda. Y sí, fui a esperarte allá y ella me vio, así que me vestí y salí corriendo apenada.
— ¿Y dónde esta la lencería ahora?— dijo David riendo, pero riendo en serio.
— La traigo puesta aún... lo había olvidado.
— Esa es una buena noticia— Me tomó de las manos y las acarició.
— No, ahora ya no quiero usarla.
— ¿No era para mi?
— Si quieres usarla tú no tengo problema, ¡aunque no te conocía esos gustos!
— ¡Qué graciosa! pregunto que si no la usabas para mi, enséñame— Me saqué la blusa y los jeans, pero dejé el látigo guardado porque en realidad mis ganas de ser la femme fatale se habían ido.
— Aquí está, ¿complacido? Además me encanta que prácticamente no puedas parar de reír, ¡todo un detalle! Ya me voy a cambiar.
— Si te vas a quitar eso, pero no para cambiarte— Dejó de reírse por completo.
— Se me quitaron las ganas, de verdad— Se quitó la banda/gorro que siempre usa y vino hacia mi; cuando David se quita el gorro solo, sus intenciones son serias. Me besó y yo lo empujé sutilmente.
— No quiero... ya no— «¡Tu mamá me bajo toda la libido como para un año!» Me volteé para ir a buscar mi ropa y me abrazó por detrás, haciendo un camino de besos por mi cuello, bajando hasta mi hombro, su mano bajó por mi estómago. Me hizo girar sobre mi eje y empezó a desabotonar el corsé, un botón a la vez mientras me besaba.
— Si aún no quieres, puedes seguir por ti misma, no soy tu niñera— dijo refiriéndose a los botones.
— Creo que no me decido aún si quiero o no...— Su tono de chico malo me sorprendió, David no tenía un tono así, al menos hasta ahora.
— No te has decidido aún...— dijo dejando caer el corsé, subiendo y bajando sus manos por mi estómago de nuevo, luego llegó hasta mi trasero y lo apretó, me besó más desesperadamente y se hizo hacia atrás de repente— Bien, hice lo que pude— ya se iba a retirar pero tiré de su camisa.
— ¿Qué está mal contigo?— Lo halé hacia mi y seguimos besándonos.
— En verdad me gustaría que te quitaras las medias para mi, como en las películas— dijo contra mi boca.
— Pensé que los cristianos no caían en el pecado de la lujuria.
— Tú prácticamente me rogaste que cayera en el pecado de la lujuria, así que ahora no me vengas con el cuento de la religión.
— No me las voy a quitar, no sé cómo hacerlo al estilo stripper— Nos reímos.
— Puedes intentar y si apestas demasiado, te ayudo, de hecho, tengo algo que puede ayudarte aún más— dijo aproximándose a tomar el control del estéreo, buscó en una lista de reproducción y colocó una canción, era el ritmo más sensual que jamás había escuchado, ¡Y vaya que yo escucho mucha música! la canción por sí sola te invitaba a tener sexo, me podía imaginar a la gente del metro escuchando esto y queriendo hacerlo con el primero que se atravesara. Se acostó en la cama y yo me quedé parada a un lado. Muy bien... ahora estaba avergonzada, me sentía muy estúpida, porque tengo veintiséis años y me abochorna quitarme la ropa frente a mi novio, ¡genial! En realidad yo estaba preparada, pero el show en su departamento me bajó la confianza.
— Hagámoslo— Coloqué mi pie izquierdo en el colchón y comencé a bajar poco a poco el liguero, increíblemente no me enredé, caí o rompí las medias. Me quité la otra, me moví al lento y seductor ritmo de la canción caminando alrededor de la cama hasta él, mecí un poco mis caderas a la cadencia del bajo solo para decidir que ya había cumplido y era suficiente.
— No, no... prosigue.
— ¿Que prosiga con qué?
— Con lo demás, lo estabas haciendo muy bien— Me saqué el sujetador y cubrí mis escasos pechos con las manos.
— Eso es todo lo que tendrás.
— Vuelta.
— ¿Quién eres y qué hiciste con David?
— Vuelta, M— Di la vuelta cubriéndome los pechos aún.
— No puedo creer que estés sonrojada, cuando siempre eres tú la que me acosa sexualmente— Esta vez yo reí, era cierto.
— Hoy no me siento como una súper modelo precisamente.
— Qué lástima que no puedas admirar el espectáculo como yo— La canción estaba en modo repetir, ya había vuelto a comenzar y yo me estaba sintiendo caliente al respecto de todo, tenía que aceptarlo, entonces me acerqué moviéndome sinuosamente cubriendo mis pechos aún y le di la espalda, vista que yo sabía que se me daba mejor que la frontal; moví mis caderas a ambos lados y él las atrapó en un intento de tener algo de mi lo más rápido posible, me senté sobre su regazo y Ruloso entendiendo perfectamente mi intención, tomó mi ropa interior por los bordes y yo lo paré.
— Eso no es justo... Sigues vestido— Se sacó la ropa lo más rápido que pudo y reanudó su camino hacia el encaje. No quería estar arriba, al menos no hoy que me sentía como si fuese virgen otra vez, así que nos invertí de lugar. De todos los días, hoy David eligió ser atrevido, un poco antojado de su parte. Besó mi estómago desde las costillas y bajó, bajó lentamente, hasta llegar al hueso de mi pelvis, yo ya estaba a mil, se decidió por bajar un poco mi braga de encaje, que en comparación con las que siempre uso era considerablemente diminuta, estaba poniendo besos en el espacio que dejaba al bajarlas cada vez más. Por fin logró sacarlas y yo estaba muriendo de la anticipación. Siguió por acariciar mis piernas y se posicionó justo con la cabeza entre ellas. Dándome una sonrisa seductora, rodeó mis muslos con sus brazos atrayéndome hacia él en una posición en la que la palabra «expuesta» no podía ser suficiente para como me sentía, sin embargo, no lo detuve.
— ¿Estás seguro de esto?
— M, ¿podrías dejar de hablar ya, por favor?— Bajó hacia mi intimidad y sí, esto estaba pasando en realidad... arqueé la espalda en dirección a él apretando las sábanas con las manos, tratando de no morir de placer, no pude evitar cerrar los ojos y transportarme a otro mundo, uno en donde retorcerme como una posesa y gemir entrecortadamente no es nada embarazoso. Atrapé sus cabellos con una mano tratando de guiarlo hacia donde debía ir, porque ya estaba tan cerca... Él apretó su agarre en mis muslos, gimiendo a su vez cuando paró para tomar a aire.
Decir que estaba en absoluto éxtasis es poco. El greñudo no era para nada malo en esto. En un punto quise colocar una almohada contra mi cara porque sabía que gritaría inevitablemente y no me molesta gritar, pero José estaba en la casa. Lo que lo impidió fue que David la hizo a un lado.
— No, no M, quiero mirar, en verdad quiero hacerlo— dijo entre jadeos contra mi entrepierna mirándome a la cara, estoy segura de que si no estuviese tan excitada, estaría muy avergonzada. Siguió con su trabajo y yo me aferré a su cabello, jadeé repetidas veces, pero me sentía tan a tope que no me pareció suficiente, por eso solté algo entre un chillido y un gemido, cualquiera que no supiera diría que estaba llorando de dolor, seguí gritando de esa forma cada vez más fuerte, porque sentía tanto placer que por loco que pueda sonar me estaba doliendo. Grité una última vez fuertemente, había acabado ya, estaba vagamente consciente de que desde la primera vez que jadeé David había estado mirando como me retorcía y chillaba. Eso había sido muy excelente y la mejor experiencia sexual que había tenido en demasiados años. Lo miré complacida. Besó mis piernas, mis muslos. Me indicó que me diera vuelta y me besó desde la base de la espalda hasta la nuca, fue demasiado placentero para ser verdad.
Me volteé y lo besé, con furia, con pasión, luego despacio. Se posicionó entre mis piernas de nuevo y me pidió que rodeara su torso con estas, lo hicimos, cada vez que me embestía me sentía tan completa, esto no era solo sexo, era la manera como podíamos estar más cerca uno del otro, como podía hacerle saber que como él me conocía nadie mas lo hacía, que nadie había estado tan conectado a mi y bueno, también era divertido, ¿para qué negarlo?
Cuando por fin nos cansamos se acostó de lado hacia mi, nuestras caras casi tocándose, pero no lo hacían porque en verdad estaba muy cansada como para moverme.
— Eres perfecta, no sé si para los demás, pero para mi lo eres— Finalmente me moví y lo besé (las cosas que uno hace por amor...)
— Tú eres perfecto y bueno no solo para mi, aceptémoslo, todos lo saben, a veces estoy celosa y no de que todos lo crean, sino de que no puedo ser así. Eres un bastardo con suerte— Se rió a carcajadas y me abrazó. Me volteé porque era mi manera de dormir habitual y entrelacé su mano con la mía.
— Deberíamos conseguir más ropa de esa...— Solté una carcajada.
— Lencería.
— Exacto, lencería.
— Ya basta de parloteo, estoy cansada.
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