🌚 30 🌻
The Aviary
The Office
Un golpe en la puerta hizo frenar a la pareja con los besos abrasadores que se estaban dando. Ander se acomodó la corbata y el pelo, y ayudó a Nayra a limpiarle el labial que tenía fuera del contorno de los labios.
―Disculpen, ¿se les ofrece algo más? ―preguntó amable.
―¿Quieres algo más? ―el abogado miró a la joven.
―Yo no.
―Nada más, gracias. Solo la cuenta.
―Muy bien.
El mozo se retiró del pequeño salón privado con luces tenues, colores sobrios y amaderados como si estuvieran en una sala de estar, y Ander reanudó la conversación con ella.
―¿Nico te dijo si volvía temprano a la casa?
La interrogación le sonó sospechosa pero se la respondió.
―Me dijo que se iba pero no me dijo si volvía a la casa temprano.
―Mejor preguntar, ¿no te parece? ―la observó.
―¿Por qué se lo preguntarías? —cuestionó perpleja.
―¿No quieres estar conmigo?
Las mejillas de Nayra se incendiaron.
El chico que los había atendido entró de nuevo dejándole el total de la cuenta y delante de ambos hizo el cobro de la cena. Unos pocos minutos después salieron del restaurante para dirigirse a la casa.
―No me respondiste a lo que te pregunté.
―No creo que necesites una respuesta por mi parte.
Ander tomó la mano de la muchacha y se la llevó a los labios para besarle el dorso.
―¿No quieres que le pregunte a Nicolás si vendrá temprano?
―Creo que la conversación que tuve con él antes de cenar contigo, me lo dejó más que claro.
―Entonces no necesitamos saber más nada ―sonrió en la penumbra del interior del coche.
🌻🌻🌻
Casa del abogado
No les tomó mucho tiempo en llegar a la casa y aparcó el vehículo frente a la residencia. Apenas salieron del coche caminaron hacia la entrada y el abogado la hizo pasar primero al interior. Subieron las escaleras mientras se daban besos y se reían en complicidad.
Entraron al cuarto y él cerró la puerta, la sujetó de las mejillas y la besó de nuevo.
―Te amo, siento que me sofoco contigo, Nayra... ―le declaró y cuando sus labios hicieron contacto con los femeninos, enterró la lengua en su interior.
―Me pondré algo más cómodo, ¿te gustaría?
―Sí ―le contestó y ella se alejó de él para caminar hacia la cómoda.
Mientras Nayra estaba en el baño desvistiéndose y poniéndose el camisón de encaje y largo hasta los pies, Ander se desvestía también, quedando en bóxer y sentado en el diván, esperando por ella. El hombre se encontraba nervioso y la joven también. Cuando salió del sanitario, quedó asombrado cuando la vio acercarse hacia él.
―¿Qué te parece? ―dio una vuelta con lentitud.
―Me encanta ―confesó y la dejó de espaldas a él.
Puso las manos en sus caderas y besó la parte baja de la espalda, donde iniciaba el trasero ya que estaba descubierta por completo. Metió la mano por debajo de la falda y subió con lentitud extrema hasta llegar a la tanga de encaje también.
―Ander... ―suspiró de placer cuando sintió un par de dedos acariciar su zona íntima por encima de la tela.
Cuando la joven creyó que continuaría con el estímulo, quitó la mano y la dio vuelta para que se miraran.
El abogado le tomó las manos y se las puso sobre sus pectorales. De a poco y con lentitud Nayra fue acariciando su torso desnudo de abajo hacia arriba, lo exploró tanto que la respiración de Ander iba por momentos acelerada y otras veces entrecortada. Él aprovechó para acariciar y apretar sus nalgas por encima del encaje.
―Le he pedido a Madison que me consiguiera algo bonito para una ocasión especial.
―Le he pedido a Madison en una oportunidad que te consiga más ropas de cama, porque esta me parece preciosa.
Nayra le sujetó las mejillas y le besó los labios.
―Trato de vestirme acorde a tu estilo de vida solo para estar un poco a tu altura.
―Yo no te pido que hagas eso, debes vestirte como quieras, para la formalidad están los eventos, nada más.
―Pero por las dudas y por si alguien me ve por las calles, trato de vestirme como la esposa de un abogado.
―Nayra, jamás te vi mal vestida o desprolija, los pantalones de mezclilla también son aceptados para que los use la esposa de un abogado, incluso con tenis. Yo no quiero una mujer que aparenta algo que no es. Te vistes como quieres dentro y fuera de la casa, las apariencias en cuanto a la vestimenta déjalas en reuniones y eventos. No para la vida cotidiana. No quiero que cambies, no por mí —confesó con honestidad—. Te conocí con vestido floreado, chaqueta de mezclilla y tenis. Y me pareciste una preciosidad, no escondas eso que eres —declaró con cariño.
―Estabas tan serio ese día, que pensé que no te habías percatado de mi ropa.
―Pero lo hice... ―le tomó las manos entre las suyas―. ¿Te acuerdas del primer ramo de girasoles que te regalé?
―Sí ―sonrió.
―Fue una manera de hacerte saber lo que representabas para mí. Que eres preciosa y te admiro, y que siempre, siempre estaré de tu lado, solo para ti ―confesó y le dijo algo más―, aunque sé que lo que pasó no hace mucho, haya sido todo lo contrario a ese ramo y a los siguientes.
La joven quedó callada y asombrada al mismo tiempo.
―Tienes una hija, yo entré después, tu prioridad es tu hija, no yo ―declaró con la barbilla temblorosa―. Y con respecto a lo demás, ya pasó.
―Lo sé pero de no ser por ti, ni mi hija y menos yo estaríamos como estamos ahora... ―le contestó y quiso cambiar de tema de inmediato para enfocarse en el momento que estaban compartiendo ambos.
Algo tan íntimo que hasta se quedó con las palabras atoradas en la garganta cuando intentó pedirle que hiciera algo por él, pero se armó de valor y se lo pidió.
―Quítate el camisón ―su voz sonó ronca de deseo y nervios, y se puso de pie frente a ella.
―No me tienes que pedir algo así de esa manera como si fuera algo malo, Ander.
―Siento como si fuera la primera vez para mí.
―Después de mucho tiempo, supongo que una persona se siente así ―rio por lo bajo―. Y no te reprimas, ya me dejaste ver de lo que eres capaz fuera del trabajo estructurado que tienes, me lo dejaste ver y palpar la noche del evento. Y te aseguro que me dejaste boquiabierta —admitió un poco sofocada.
―¿Me estás diciendo que te gustó? ―cuestionó sorprendido.
―Sí, madre mía... ―manifestó entre risitas nerviosas―, estabas fogoso esa noche y si me lo pedías, estaba dispuesta a entregarme a ti esa misma noche cuando nos quedamos en el hotel.
―Lo sé... ―rozó sus labios contra los femeninos y sus manos trazaron la piel desnuda del escote que tenía la espalda del camisón.
Nayra sintió que se estaba fundiendo en fuego líquido, todo respiraba a Ander y su mente, y cuerpo desde hacía tiempo se habían rendido a él. Se separó un poco de sus labios y obedeció su orden. Con lentitud y nervios se bajó un tirante y luego el otro. La muchacha puso sus manos debajo de las axilas para mantener la tela sobre sus pechos y cuerpo.
―No tienes que ponerte nerviosa, ya te he visto desnuda.
―Esto es diferente, las anteriores veces sabía que no pasaría nada, pero esta noche sí.
―Deja que la tela caiga —dijo con voz ronca.
Ander le sostuvo las mejillas y la besó para cuando ella quiso continuar sujetando el camisón, sus manos aflojaron el agarre y lo abrazó por el cuello. Quedaron piel contra piel y la sensación para ambos fue sublime. Los pechos de Nayra rozaron el pecho del hombre y gimió en su boca.
―Si no me controlo, creo que te asustarás y saldrás huyendo de mí —se separó de su boca para mirarla a los ojos mientras mantenía sujeta sus mejillas.
―No lo haré, quiero esto al igual que tú, Ander ―confesó arañando con suavidad su espalda.
―Me provocas mucho con lo que me estás haciendo, Nay ―susurró contra sus labios.
―No te diré nada si tienes ganas de hacerme algo normal en esta situación, no me alejaré de ti.
El abogado le devoró la boca y le levantó una de las piernas dejándola contra su cintura.
―¿Sientes esto? ―cuestionó con una voz llena de deseo.
―Sí ―susurró nerviosa.
―Sujétate de mi cuello.
Nayra lo hizo y él le levantó la otra pierna para acostarla en la cama. Le dejó un reguero de ardientes besos hasta llegar a sus pechos. Besaba y lamía uno mientras que el otro le dedicaba la atención con su mano. La joven estaba tan extasiada que pensaba que ella misma se estaba sofocando por sentir todo lo que estaba sintiendo. El abogado continuó más hacia abajo y observándola con deseo le rompió el tanga por los costados. Allí quedó expuesta y con la piel vibrando. Acomodándose un poco mejor en la cama y tapándose con la sábana y el cobertor, miró con detenimiento cómo el abogado se quitaba la ropa interior.
La muchacha quedó con la respiración entrecortada y se sintió avergonzada también.
Lo vio entrar a la cama y la besó de nuevo.
―¿Quieres que sigamos?
―Sí, sabes que sí.
―Tócame, todo —le acarició una mejilla para acercarse a ella y besarla de nuevo.
―formuló incrédula a escasos centímetros de los labios masculinos y levantando las cejas.
―Sí ―afirmó contra la boca femenina.
La muchacha de a poco se animó a acariciar todo su cuerpo como lo había hecho antes y él le llevó una de sus manos a su entrepierna. A Nayra casi se le desencaja la cara.
―Solo tú me dejas así.
Decidida, le devoró la boca y Ander se convenció que aquello era un paso para seguir con todo lo demás.
―Quiero estar debajo de ti, arriba no creo que pueda...
La pantera se rio por sus palabras.
―No te pediría algo así sabiendo que nunca te has acostado con un hombre.
Con agilidad la ubicó debajo de él y pronto abrió sus piernas para invitarlo. Rozó su intimidad contra la de ella y Nayra casi gimió de placer.
―Creo que es tu noche para aplacar el fuego que sientes ―rio por lo bajo al tiempo que volvía a abrazarlo por el cuello.
―Te ríes, te cohíbes, te avergüenzas, eres directa y lanzas palabras que me dejan ardiendo. Eres todo en una sola chica. Todo en una sola mujer ―declaró mientras ubicaba su miembro en aquel rincón que ansiaba estar―, mi mujer y mi amante ―confesó ciego de deseo en el instante en que entraba más en su interior.
―Ander... ―susurró su nombre en gemidos―. Continúa, no quiero que te frenes.
―Tengo miedo de romperte de alguna manera.
―Vas a romperme algo de seguro ―casi se carcajeó pero se contuvo―. Pero es lo que quiero. ¿Tú no? ―cuestionó poniendo sus manos en las mejillas para mirarlo.
―Sí, sabes que sí...
―Entonces, no pienses tanto.
Ella lo besó de lleno en los labios y fue la joven quien con vergüenza acercó su lengua para tenerla dentro de la boca masculina. El abogado hizo lo mismo. La devoró con la boca y la lengua, y terminó por hundirse en su interior. Gemidos, caricias, y besos se entremezclaban en aquella habitación. Antes de que ella pensara que en aquella posición acabaría todo, porque de aquella manera la estaba volviendo loca y extasiada, él se arrodilló sobre el colchón llevándola consigo a horcajadas sobre él. Nayra quedó con los ojos más abiertos cuando lo sintió por completo en su interior. Lo abrazó mientras Ander sujetó su cintura con un brazo y con la otra mano una de sus nalgas. El movimiento que él mismo le estaba haciendo para guiarla fue de tal magnitud que así llegó ella primero al orgasmo y él fue el siguiente, sujetándola de la nuca y la cintura, y embistiéndola una última vez junto con un grito ahogado.
La joven cayó rendida sobre su cuerpo. Jamás había experimentado algo semejante como lo que Ander le había hecho. Cuando él recobró la compostura y su respiración se normalizaba, se preocupó por ella al verla así.
―¿Estás bien? ¿Te he lastimado? ―preguntó con pesadumbre sosteniéndola de la cabeza y haciendo que lo mirara.
―Estoy bien, no tienes que preocuparte.
Así como estaban la apoyó con delicadeza sobre el colchón y de a poco fue saliendo de su interior. El hombre los tapó a ambos dejando que ella se acomodara mejor boca arriba y él se puso de lado para observarla con devoción. Puso una mano sobre la cabeza para sostenerse. Tomó la mano de ella y se la llevó a los labios para besarla.
―Calmé el fuego... por ahora... por esta noche ―dijo sugerente y con sensualidad en su voz.
―¿No lo haremos más? —formuló sorprendida abriendo un poco más los ojos.
―Hoy ya no... debes descansar. ―Besó su cuello aspirando su dulce perfume.
―¿No te parece hermosa la luna? Tienes una vista increíble desde aquí ―expresó levantando la vista y observando el satélite desde el gran ventanal que estaba al costado de la cama.
Un enorme ventanal que daba al jardín trasero de la casa, con las cortinas puestas a un lado aquella noche porque solo estaban iluminados por la luz natural de la luna.
―Creo que desde hace poco la estás disfrutando tú también desde aquí.
―Sí... Siempre me pareció romántica.
―A mí me daba nostalgia verla.
―¿Por qué?
―Siempre tan solitaria y fría.
―Así creí que eras cuando te conocí, hasta que me mostraste el fuego que puedes provocar.
―¿Te sentiste chamuscada? —interpeló con algo de gracia en su voz y entrelazando sus dedos con los de Nayra.
―Sí.
―Duerme, pequeño girasol. La pantera te cuida.
―No quiero dormir porque mañana todo volverá a ser diferente.
―Debes dormir, Nay. Debes descansar, tu cuerpo lo necesita ―dijo en susurros y besando su frente al tiempo que acariciaba su pelo.
―Tú también duerme, ¿hace cuánto que no tienes relaciones? ―quiso saber acariciando su áspera barbilla y parte de su mandíbula.
―Mucho tiempo, casi veinticuatro meses.
―Eso es mucho. Realmente sí —emitió en un susurro porque el cansancio y el sueño la estaban venciendo.
De a poco fue cerrando los ojos porque no aguantaba más. Quedó completamente dormida y Ander la apretó más contra su cuerpo, y respirando su perfume se quedó dormido.
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