🌚 26 🌻

Caribella Café

Rebecca y Nicolás estaban esperando por Nayra y la niña para almorzar juntos y cuando la primera vio entrar a su amiga, esta levantó el brazo para que supiera donde estaban. Nayra se dirigió hacia ellos teniendo en brazos a Agnes, junto con un cangurito colgado de un hombro para poner a la niña cuando lo creyera conveniente.

Detrás de ella entró Ander también. Le pasó un brazo por los hombros y Nayra frenó en seco cuando lo sintió, giró la cabeza en la dirección del hombre y levantó la mirada para encontrarse con la del hombre.

―Me asustaste.

―Me di cuenta por tu expresión, lo siento.

―Por un momento creí que era alguien más ―frunció el ceño preocupada.

―No va a ser tan idiota en aparecerse en el mismo lugar donde estamos, aparte él ni siquiera sabe los lugares que frecuentas.

―Tienes razón ―asintió con la cabeza también―, siento que me vuelvo un poco paranoica.

―Es normal. Vayamos con los demás.

Nayra le asintió con cabeza de nuevo.

―¿Vinieron juntos? ―preguntó Rebecca.

―No ―respondió Ander―, ella llegó con su coche y yo con el mío.

―Su coche... ―acotó Becca.

―Me dijo Nayra que se lo dejó para ella ―replicó Nico.

―Oigan, seguimos aquí eh ―recalcó la joven para los dos.

La argentina se sentó y puso el cangurito colgado del respaldo de la silla y a la niña sentada en su regazo. Ander se quitó el saco y lo dejó en el respaldo también para luego sentarse. Mientras eran atendidos por una de las chicas del café para tomarles los pedidos y traerles las bebidas, el abogado le habló a Becca.

―Nayra y yo firmamos los papeles del civil hace como dos días atrás.

―¿Y no avisaron? ―formuló la chica.

―Yo no quise ―la miró―, firmamos y listo.

―¿Tampoco pasarán por la iglesia o algo religioso?

―No, nada.

―¿Por qué no cambiamos de tema? ―sugirió Nayra―, ¿consiguieron los globos?

―No, cuando terminemos de almorzar seguiremos.

―Y si no, no pasa nada, veré qué puedo hacer ―contestó la muchacha―, tengo una idea que quizás funcione.

―¿Qué tienes pensado? ―cuestionó Ander.

―Primero tengo que probar para ver si sale, porque si no sería algo que digo y no termina saliendo como quiero.

―Deja que nos fijemos en esos globos y después pruebas con lo que tienes en mente ―emitió Becca.

―Está bien.

Almorzaron y continuaron charlando. A medida que el tiempo pasaba, el restaurante se iba llenando y con aquello el mal momento que tuvo Nayra al encontrarse cara a cara con su ex cuando salía ella del sanitario.

―Te vuelvo a ver... ―sonrió con cinismo sin mostrarle los dientes―. Nos debemos una charla.

―Yo no tengo nada de que hablar contigo, tampoco quiero hacerlo, no me importas y prefiero evitar todo tipo de contacto verbal como físico contigo. Evitemos un problema y desaparece de mi vista —dijo irritada.

―En algún otro momento, te agarraré sola y no vas a ser tan perra como ahora.

Ander sintió un leve pitido en su móvil y supo que era el sonido de la aplicación del chip que tenía Nayra, de inmediato clavó los ojos en la dirección donde ella se encontraba. Se levantó de la silla y caminó hacia ellos como lo llamaban, una pantera.

―¿Qué haces aquí? ―fue lo único que le escupió con asco.

―Aritzmendi... tanto tiempo. Estaba hablando con tu... esposa ―le clavó los ojos en la cara.

―Parece que no te quedó claro lo de ayer, ¿no? ―la voz de Ander sonó tan fría y despreciable que hasta la chica sintió el vello de los brazos ponerse de punta.

El rostro de Blas quedó contrito y apretó el maxilar de rabia, dio un paso a un lado y caminó hacia el baño de los hombres.

―Será mejor que te vuelvas a la casa.

―No va a hacerme nada, no creo que sea tan idiota en hacerme algo aquí.

―No me importa, Nayra. Te acompañaré hasta la casa y te quedarás con la niña allí, sin salir.

―Me vuelvo pero sola ―expresó con seriedad―, no necesito una escolta como si fuese importante.

―Para mí sí eres importante.

Nayra hizo algo que posiblemente era inapropiado porque había público y quizás sabía que él se disgustaría. Se puso en puntas de pie y lo tomó de las mejillas para besarle los labios.

―Regresaré a la casa ―dijo con una sonrisa y caminó hacia la mesa con los demás―. ¿Nos vamos, mi amor? ―le preguntó a la niña que estaba en el regazo de Becca.

―Déjala con nosotros, le daremos un paseo ―habló la mujer.

―No sé si querrá su padre.

El hombre llegó pocos segundos después.

―¿Qué discuten?

―Le dije a Nay si quería dejar a Agnes con nosotros, mientras recorremos la ciudad en busca de los globos, le daremos un paseo también ―le respondió Becca.

―Me parece bien ―admitió y besó la frente de su hija―. ¿Nos vamos?

―De acuerdo, les dejo el cangurito y gracias. Con respecto a lo que te pedí, si no consiguen en forma de estrella y corazón, los redondos irán bien también.

―Okey.

La pareja salió del restaurante tomados de la mano hasta sus coches, donde Ander la ayudó a meterse dentro y él en el suyo.


🌻🌻🌻


Residencia de Ander

Varios minutos más tarde, el abogado se retiró de la casa y Nayra quedó dentro de esta.

La joven fue directa a bordar los souvenirs que había pensado regalar a los invitados. Como eran pocos, se dedicó a realizar un souvenir para cada persona. Para las mujeres un paraguas de sol y para los hombres corbatas de color negro con algunos bordados. Nayra estaba muy concentrada en su trabajo y el sonido de un nuevo mensaje de texto le llegó al móvil sacándola de toda tranquilidad.


Hoy te la dejo pasar, pero en algún otro momento cuando no esté nadie contigo, los dos hablaremos.


Nayra no le respondió.


Más te vale que respondas al mensaje si no quieres que te llame constantemente.

No seas tan idiota, existe el botón "Apagar". Y ninguno de los dos tiene algo que decirse, solo quiero que me dejes en paz. No me llames, no me envíes mensajes, nada, trata de que tu estadía en Estados Unidos sea tranquila.

¿Y si no quiero, tú me harás algo? Jajajajaja, tú no tienes algo fuerte como para echarme del país. No seas tan tonta, gatita. Y si quieres que te deje de molestar, quiero que hagas algo por mí.

Yo no tengo porqué hacer algo por ti. Solito llegaste a donde estás ahora, no necesitas de nadie.

Oh sí, sí que necesito algo de ti y te conviene aceptar.

Pues yo no lo creo. Así que, me dejas de joder.


La conversación de texto parecía que había quedado detenida pero pronto la reanudó Blas.


No me hagas enojar, gatita. Tú bien sabes que cuando me enojo soy un perro, no querrás que llegue a eso. Te lo pondré fácil: tienes dos opciones. O me facilitas medio millón de dólares de la cuenta de tu flamante marido jajaja, o secuestro a esa pequeña mina de oro llamada Agnes Aritzmendi. Y no estoy jugando. O es el dinero o la niña, tú eliges.

¿Crees que es fácil lo que me pides?

Sí y no lo dudo, Aritzmendi está comiendo de tu mano, me doy cuenta por la manera en cómo te mira. Así que, si eres buena conmigo, me darás ese dinero, transfiriéndolo a mi cuenta en Buenos Aires.

Estás demente, yo no tengo acceso a su cuenta y si tendría acceso, no haría algo así.

Te olvidas que si te niegas, Agnes sale perjudicada, ¿verdad? Te doy diez días para que me hagas esa transferencia, te enviaré en otro mensaje de texto todos mis datos. Que no se te olvide porque de esa transferencia depende que no le saque a Aritzmendi, a su hija.

Jamás hice una transferencia.

Si no quieres hacer el movimiento de dinero, puedes sacarlo y dármelo en persona, luego me encargaré yo de depositarlo en mi cuenta.

No voy a hacerlo a tu gusto, imbécil.

Pues entonces, te queda la opción de cuenta a cuenta. Nada más, arréglatelas como puedas pero ese dinero lo quiero, sí o sí. Si no ya sabes, se las quito y si no, se me acaba de ocurrir algo más. Se las puedo quitar como bien puedo amenazarte con abusar de ti y sabes que sería capaz de hacerlo. Así que, ahora tienes tres opciones: el dinero, que les quite a la niña para pedir dinero también o tu violación. Y, gatita... yo no juego.


Nayra ante lo que había terminado de leer, quedó espantada y no le respondió más nada, solo le llegó un siguiente mensaje de texto con los datos bancarios de Blas y tragó saliva con dificultad. Las manos le temblaban y no pudo continuar con el bordado. Dejó todo como estaba y salió del cuarto donde se había acomodado las cosas de su trabajo de bordado en cinta. Bajó las escaleras con nervios y en el último escalón se dobló el pie. Se sentó en el segundo escalón y se frotó la extremidad, lo movió y comprobó que no le había sucedido nada. Prefirió darse un baño de inmersión para relajarse.

Ander llegó al poco tiempo y fue directo a su cuarto para cambiarse de ropa, se sorprendió de no verla allí y caminó a la habitación donde ella bordaba, tampoco la encontró, fue al cuarto de huéspedes donde ella se había instalado al principio y esperaba encontrarla allí porque de no hacerlo iba a comenzar a preocuparse.

―¿Todo bien? ―cuestionó él.

―Sí. Me asustaste.

―Lo siento, ¿por qué viniste aquí para el baño?

―No quise ocupar tu baño porque supuse que estabas por llegar y quizás lo necesitabas.

―Lo podíamos haber compartido sin problemas.

―De acuerdo, para la próxima ya lo sé, ahora... ¿Puedes salir?

―Nayra, estamos casados, podemos vernos desnudos, ¿o no quieres que te vea?

―Me da un poco de incomodidad... más si estamos con la luz encendida.

Él apagó la luz.

―Listo.

Nayra quedó más avergonzada que antes.

―¿Me dejas que te seque y te ponga la ropa interior?

―Pueden llegar en cualquier momento ―respondió con la voz entrecortada del pudor que estaba sintiendo.

―Nicolás me dijo que se iban a tardar un poco más.

―¿Acaso viniste porque sabías eso que te dijo Nicolás?

―¿Y que estabas sola? También ―admitió sin titubeos.

Aunque la luz estaba apagada, se vislumbraba algo de luz natural desde las ventanas del dormitorio con la puerta abierta del baño y Nayra vio la mano que Ander le extendía para sujetarla y así ponerse de pie. La envolvió en la toalla y frotó su cuerpo para que se secara entre masajes y besos en la boca que le daba a la joven.

―¿Te agrada la idea de pasar una noche en un hotel después del evento de fin de año al que vamos a asistir? ―formuló él, acariciando sus mejillas.

―Sí, me agrada la idea ―replicó con alegría y lo abrazó por el cuello para besarle los labios.

La muchacha casi rompe en llanto con la sensación de frustración que sentía, no por tener intimidad con Ander si no por la amenaza que su ex le había dado.

El abogado le acomodó mejor la toalla y la levantó en sus brazos para llevarla a la cama.

―¿No ibas a ponerme la ropa interior?

―Más tarde ―se inclinó hacia su panza para descubrirla y besarla en el ombligo.

―Ander... pueden llegar de un momento a otro. Tú mismo dijiste que con gente en la casa no ibas a hacer nada ―comentó mientras sentía la mano del hombre descender por su cuerpo.

―Ahora no hay nadie y sé que se van a tardar.

―¿Tú les dijiste algo?

―No.

―Por eso, ponme la ropa interior y listo. Tomaré tu ejemplo también, tendremos tiempo para estar juntos.

―Está bien ―besó su boca otra vez.

Ambos bajaron de la cama y ella fue a buscar el conjunto para dejarlo sobre el diván a los pies de la cama. Nayra aflojó la toalla para dejarla caer al piso y quedarse desnuda frente a él.

―Me lo haces a propósito.

―Sí ―rio sin atisbo de dudas―. Y lo hago porque no hay luces prendidas y no nos vemos del todo las caras.

El hombre encendió la lámpara de una de las mesas de noche y ella se agachó para buscar la toalla y taparse.

―Mujer... en algún momento voy a tener que verte toda desnuda y sería bueno ahora, para que no estés tan nerviosa o incómoda después.

―De acuerdo ―le dijo y dejó la toalla sobre el diván.

Ander se acercó a ella y la tomó de las mejillas para besarla y comenzó a ponerle la ropa interior, primero el tanga que fue subiendo de a poco mientras le besaba las piernas y los muslos e incluso las nalgas. Y por último el sostén, antes de colocarlo, besó sus pechos, acariciándolos también y luego le subió los tirantes, y se lo abrochó por detrás.

―Nayra... te amo.

―Yo también, Ander.

Lo abrazó por la cintura y se puso en puntos de pie para darle un beso en los labios, él correspondió de buena gana al tiempo que la tenía abrazada por los hombros.

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