🌚 25 🌻
Hogar del abogado
Durante la mañana siguiente, Ander se levantó más temprano que de costumbre y fue al cuarto de su hija para verla. La levantó en brazos y la llevó a su cama para que durmiera con Nayra un rato más. La arropó y besando su frente se retiró dejándolas solas. En el camino se encontró con Nicolás. Ambos se dieron los buenos días y el argentino comenzó a gastarlo desde que lo vio tan risueño porque no parecía La Pantera de Chicago.
―¿Anoche comiste?
―No seas bruto, Nicolás.
―Sería normal si hubieras comido ―dijo riéndose.
―No cuando hay gente en la casa.
―Te ofrecí llevarme a tu nena por unas horas junto con Rebecca.
―Los dos tendremos tiempo para eso, no te preocupes por mí ―comentó yendo a la cocina―. ¿Quieres un café?
―Por favor.
―Necesito contarte algo.
―Dime ―se sentó en la silla.
―Después de la reunión de ayer terminé golpeando a Blas.
―¿Estaba en la reunión también? ―preguntó incrédulo.
―Sí porque era parte de los que había conocido unos meses atrás, sin tener idea de quién era realmente hasta que me di cuenta la manera en cómo se puso Nayra cuando lo volvió a ver.
―¿Cómo terminaste dándole un golpe?
―Una pregunta llevó a una respuesta y así terminé dándole el golpe. Se pasó de la raya y lo debí ubicar en su sitio.
―Me imagino lo que te habrá dicho. Ese tipo es un asco ―negó con la cabeza.
―Lo sé y por eso quise aclararle varias cosas ―le dijo y le ofreció la taza con café.
―Me parece bien que se las dejaras aclaradas. Blas se terminó convirtiendo en un hombre despreciable.
―Desde el primer día que apareció en el estudio que lo vi un tipo asqueroso.
―Me imagino la gracia que te habrá causado cuando lo viste y que después supiste que era el ex de Nayra ―comentó Nicolás―, y te digo más, por el bien de ella, trata de que no se acerque más a mi hermana, ese tipo es sórdido. Cambiando de tema, a ti te tendría que dar un golpe por la manera en cómo actuaste con Nayra, ¿te crees que es una cualquiera? ―unió las cejas estando molesto.
―¿De qué hablas?
―De los papeles que firmaron ambos sin que nadie lo supiera, ni siquiera tuviste los huevos en llamarnos para presenciar eso, Ander. Aunque haya sido en tu oficina, teníamos derecho a saberlo.
El abogado se removió en la silla frente a él.
―Tu hermana para mí no es una cualquiera y me ofendes si eso piensas, la tengo en un pedestal como para que tú creas que no vale nada para mí, aún si hubiera tenido relaciones con otro hombre antes que conmigo, la seguiría teniendo en un pedestal, por cómo es conmigo, no todos me aguantan y no todos pueden ablandarme —confesó.
―Sabiendo y reconociendo eso que me estás diciendo, ¿no te parece que merece algo más que unas simples firmas en tu oficina?
―Como se lo dije a ella en su momento, te lo digo a ti también, hay miles de parejas que no están casadas y sin embargo se quieren, se respetan y se aman igual, Nicolás. Un papel junto con una ceremonia religiosa no te ata a nada. Una pareja firma y se casa porque quiere, como para darle más unión a la unión misma pero eso no impide que más adelante no se engañen, o alguno de los dos. Con o sin papeles, si quiere uno u otro, te mete los cuernos, es así como yo lo veo ―le contestó con seriedad y bebiendo un sorbo de su café.
―Lo entiendo y tienes razón en todo lo que dices, pero Nayra sí lo quiere. No siempre va a ser todo lo que tú quieres, deberías ofrecerle algo más con todo lo que ella hizo por ti. Nayra quiere tener un vestido pero por egoísta que eres, ella no lo va a tener.
Ander tragó saliva con dificultad cuando escuchó las últimas palabras de su cuñado y mejor amigo.
―Me ofreció hacer algo en el jardín de la casa con un cura, evitando la iglesia y yo no quise.
―Eres terrible. Te ofreció algo normal y sensato sin que tú pases dentro de todo por algo que no quieres, y sin embargo te echaste para atrás.
―Me pone nervioso un casamiento.
―Nadie dijo que te pones relajado, todos tienen nervios cuando se casan, es lógico porque es algo nuevo.
―Y aparte como le he dicho a ella, llevé y llevo muchos divorcios con casos que a mí a veces me ponen los pelos de punto.
―Yo también veo cosas raras en lo que me cuentan, pero sin embargo tengo ganas de casarme algún día.
―¿Qué diferencia hay si me caso con ella? La quiero con o sin papeles, estoy seguro de quien es y ella de mí. Los dos nos queremos, los dos nos amamos, eso no cambiará lo siguiente al matrimonio por civil.
―¿Le dijiste que la amabas? ―preguntó sorprendido.
―Sí, anoche.
―Al fin la pantera tuvo agallas para confesarle eso, me alegro por ti pero más por ella, por todo lo que te fue soportando porque muchas veces eras petulante, Ander.
―No te lo voy a negar.
―Claro que no. Solo espero que la hagas feliz, ya que no le diste lo que en verdad ella quería, pues trata de hacerla feliz. Mi hermana se lo merece. Nos pasaron cosas feas, pero a ella peor porque tuvo un ex que aparte de ser abogado, era maltratador, bruto y posesivo. No hagas que por algún motivo te tenga que romper la cara.
―Puedes estar tranquilo que no soy esa clase de hombres. Nicolás, nos conocemos desde hace años, seré estrecho, arrogante, soberbio y a veces bruto, y no expreso mis sentimientos, pero jamás le haría algún daño a tu hermana, ni física ni verbalmente.
―Lo sé, sé que eres todo eso pero no como Blas.
―Por eso, no me compares con él.
―Estoy tratando de que no pero a veces me es imposible.
Ambos quedaron charlando mientras que dentro del cuarto del hombre, Nayra se estaba aseando y rememoró lo que había sucedido la noche anterior con una sonrisa y las mejillas rojas de vergüenza. Al salir del sanitario, levantó en brazos a la niña y la llevó a su cama para que continuara durmiendo más segura con la baranda.
Salió de allí yendo a su dormitorio y se dispuso a vestirse, y a arreglarse. Pocos minutos después se dirigió a la cocina donde los encontró conversando y tomando café.
La mirada que le dirigió Ander a Nayra fue abrasadora y supo de alguna manera que él también recordó lo de anoche apenas la miró a los ojos. Nicolás se levantó de la silla y la abrazó dándole los buenos días y un beso en la mejilla.
―Me iré al cuarto a buscar algo y saldré, ¿quieres que te compre algo? ―le preguntó acariciando sus mejillas.
―No, tranquilo.
―Si necesita algo, tiene marido para pedírselo.
La joven revoleó los ojos.
―Antes que tú, estaba yo primero, amigo ―escupió Nicolás apretando a su hermana más contra él.
―Ya párenle, machos alfa. Si quiero algo me lo compro.
―Un regalo nunca viene mal, Nayra ―le dijo Ander.
―No, claro que no pero parece que ninguno de ustedes tiene intenciones de regalarme algo, solo Nico que me trajo el mate.
―Y yo te regalé el anillo ―arqueó una ceja al tiempo que la observaba.
―Era algo que me correspondía, maridito —dijo con sarcasmo.
El hombre sonrió de lado y sin dejar de mirarla se giró para seguir bebiendo de su café.
―Uh... creo que llamaré a Rebecca para llevar a la niña de paseo... ―acotó como sugerencia burlesca.
―Dejamos claro algo, Nicolás, haz tus cosas tranquilo, con respecto a lo demás habrá tiempo.
―Sí, lo sé. En fin, buscaré unas cosas y luego saldré.
La pareja quedó a solas y la joven decidió prepararse el desayuno.
Ander se levantó de la silla para acercarse a ella y abrazarla por los hombros.
―Te faltó algo, ¿no?
―¿Qué me faltó? ―quiso saber alzando las cejas.
El hombre se inclinó a su rostro y la besó en los labios.
―Esto mismo ―sonrió él―. Apenas te vi, me acordé de lo de anoche.
Las mejillas de Nayra ardieron de repente.
―Lo supuse ―tragó saliva con dificultad cuando quiso hablar―. Yo también lo recordé. ¿Ya te vas?
―Todavía no.
―¿Preparo algo para comer y desayunamos juntos? Aunque no sé si querrás otra taza de café.
―De acuerdo, pregúntale a tu hermano si desayuna con nosotros, no quiero que se ponga celoso ―rio por lo bajo.
―Nico no suele desayunar como tú, aunque tú últimamente lo haces —le sonrió—, se lo he dicho muchas veces y siempre me dice que con una taza de café está bien, pero se lo preguntaré por las dudas.
―Me parece bien.
Cuando lo escucharon que se acercaba a la cocina de nuevo, su hermana le preguntó si desayunaba con ellos.
―No, nena. Le he enviado un mensaje a Rebecca por si quiere comprar algunas cosas para Agnes, ¿necesitas algo para la decoración?
―En realidad sí, estaba queriendo encontrar estos globos ―le comentó a su hermano mostrándole la imagen a la que le había sacado una captura de pantalla―, ¿creen que podrán conseguirlos en colores pasteles? O si no, blancos perlados.
―Puede que sí, no tengo idea de esas cosas, seguro que Rebecca tiene más noción que yo, si no conseguimos los colores que pides, ¿qué compramos?
―Transparentes, yo después les pondré algún glitter o papelitos en colores pasteles.
―¿Qué globos son? ―cuestionó intrigado Ander.
―Son con formas de corazón y estrella.
―Qué lindos ―dijo él mirando la foto.
―Me alegro que te gusten.
―Yo preferiría que sean transparentes y que después les pongas lo que dijiste.
―De acuerdo. Coincidimos en algo, qué bien ―sonrió―, si pueden, consíganlos transparentes.
―¿Lo demás lo tienes? ―formuló Nico.
―Sí. Yo ya compré todo.
―Bueno, me iré, lo más probable es que almorcemos en un restaurante, cuando estemos en uno, te llamaré para que almuerces con nosotros, ¿te parece? ―miró a su hermana.
―De acuerdo, me agrada la idea ―dijo contenta.
―Ya que tu marido no te invita a almorzar o a cenar, lo hace tu hermano ―notificó con una indirecta.
―Oye... más respeto con tu cuñado.
―Es lo que te toca, cuñado ―expresó con diversión Nico.
―¿A mí no me dirás que vaya a almorzar con ustedes?
―Tú te las ingeniarás para aparecerte, ya te conozco ―rio―. Nos vemos después.
Ambos quedaron solos.
―El 30 de este mes tengo el evento de fin de año, supongo que me acompañarás.
―¿Quieres que te acompañe? ―inquirió asombrada.
―Sí, ¿no quieres ir?
―Tengo muchas cosas que hacer para el cumpleaños de Agnes.
―Su cumpleaños es el 27, hay tiempo y si quieres te ayudaré ―le dijo con una sonrisa.
―Eso me gusta ―afirmó aunque luego se dio cuenta de algo―, pero Nicolás se quedará solo.
―Mis padres no suelen ir a ese evento, podría conseguir una invitación extra, tengo a alguien que me debe un favor, así que se lo puedo preguntar para que me consiga una tarjeta.
―De acuerdo.
―Sin embargo me parece que no necesitaré pedírsela, porque creo saber quién lo invitará, si es que no tiene acompañante.
―¿Winona? ―casi lo fulminó con la mirada.
―No, Rebecca. Ella está invitada también. Si hoy se van a conocer en persona es probable que en estos días lo invite.
―¿Estás seguro? ―unió las cejas intrigada.
―Completamente.
―¿Y Agnes se queda con tus padres?
―Así es y asunto resuelto.
―¿Es de etiqueta?
―Sí y con antifaz.
―¿Y hay un detalle de cómo se debe ir vestido?
―No, de etiqueta y del color que se quiera.
―Bien. En estos días iré a algo en las tiendas.
―¿Por qué no llamas a Madison?
―Porque Madison me muestra cosas que no puedo pagar en estos momentos. Sé que me vas a decir que me regalarás pero no quiero depender de tu dinero para mis gastos personales.
―Nayra no vivimos en la época antigua donde el hombre manejaba el dinero aún cuando estuvieran casados. Mi padre le proporciona todo lo que puede a mi madre y me gustaría hacer lo mismo contigo.
―Pero yo no lo veo de esa manera.
―Nay, no voy a preguntarte sobre cómo era tu padre con tu madre porque eso no lo sabes ni tú, ¿Nicolás alguna vez te dijo cómo eran entre los dos? ―interpeló y los ojos de la joven brillaron por un momento.
―No, por lo menos no con respecto a eso pero sí me contó muchas veces que se amaban y que eran cariñosos el uno con el otro.
―Entonces creo que no puedes negarme que quiera hacer eso por ti ―la tomó de las manos al mirarla a los ojos.
―Está bien ―asintió con la cabeza también.
―Voy a saludar a la niña y me voy al estudio.
Ander entró al cuarto y la vio sentada en la cama, la levantó en sus brazos y la llevó con Nayra.
―Parece que alguien está despierta desde hace un rato ―dijo dándole besitos en el cuello mientras la niña estaba abrazada del cuello.
―Buen día, dormilona ―la acomodó en sus brazos y le dio un beso en la frente―, ¿quieres que te diga el restaurante cuando Nico me avise? —le habló a su marido.
―De acuerdo pero no sé si podré ir.
―¿Seguro que no? ―frunció el ceño―, ¿o harás lo mismo que aquella vez cuando te presentaste a almorzar con tu cliente en Oriole?
A Aritzmendi solo se le asomó una sonrisa y se inclinó para besar la mejilla de su hija y darle un beso en los labios a Nayra.
―Nos vemos más tarde.
―Hasta luego.
Las dos saludaron con la mano al hombre desde la entrada de la casa.
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