🌚 20 🌻
Suite presidencial
A la mañana siguiente, mientras Nayra se cepillaba los dientes con uno de los cepillos dentales descartables, Ander se vestía y cuando ella salió, él entró para realizar lo mismo. Cuando el abogado salió del baño, la joven se puso en puntas de pie y apoyó sus manos sobre los hombros masculinos para darle un beso en la boca.
―Buenos días ―le dijo con alegría.
―Nayra... no ―le respondió quitando sus manos sobre él y las sujetó entre las suyas―. No me beses más.
La muchacha quedó perpleja.
―¿Por qué? ―frunció el ceño sin terminar de comprenderlo.
―Porque lo que pasó anoche, se quedó en lo de anoche. Hoy ya no hay más besos, ninguna insinuación, nada, ¿entendiste? ―formuló con algo de seriedad.
Nayra solo atinó a asentir con la cabeza.
―Perdón... creí que el beso de anoche y lo que hablamos, había significado algo más que una atracción.
―Un beso no nos ata a nada. Un beso no significa que seamos novios y la charla que tuvimos tampoco nos cataloga de algo.
―No pretendía eso después del beso pero... por lo menos intentar algo. Me habías dicho que anhelabas tener algo conmigo.
―No, no hay peros, no hay nada ―respondió con firmeza―. Y si te dije eso, y las demás cosas, pues lo lamento, habrá sido la champaña.
―Entiendo ―contestó al mismo tiempo que asentía con la cabeza también.
Nayra tomó el vestido y entró al baño.
Tuvo que abanicarse con ambas manos para no llorar, y pronto salió del sanitario para ponerse el calzado y tomar el sobre de mano.
―¿Quieres que desayunemos en el restaurante del hotel? ―le ofreció para intentar enmendar el error.
―No, gracias —declaró con sequedad.
Aritzmendi asintió con la cabeza y tomó el saco del esmoquin para salir del cuarto. La pajarita la tenía colgando en su cuello. Unos cuarenta minutos después llegaron a la casa, Ander la hizo pasar primero y le comentó que iría a buscar a Agnes a la casa de sus padres.
―De acuerdo.
🌚🌚🌚
Casa de los Aritzmendi
Ander tocó el timbre de la casa de sus padres y Aaron le abrió.
―Hijo, no te esperábamos, ¿todo bien?
―No del todo ―unió las cejas con preocupación.
―Pasa, Agnes todavía duerme.
―No importa, vine a buscarla pero quiero hablar con los dos primero.
El abogado saludó a su madre y se sentó en la silla.
―¿Qué te pasó? ―preguntó con decisión Brittany.
―La cagué, la cagué por completo.
―Cuando escuché tu voz, supe que algo raro había pasado con ella ―acotó su madre―, das miles de vueltas y nunca te decides. Si continúas así, Nayra mirará para otro lado y te lo tendrás merecido por ser tan cobarde.
―Lo sé y no puedo negártelo. Soy un imbécil.
🌚🌚🌚
Residencia de Ander
En la casa del abogado, la niñera se terminó de lavar la cara cuando dejó de llorar, desde que Ander había cerrado la puerta, las lágrimas salieron sin dificultad.
Como tenía por el momento tiempo libre, decidió prepararse un té de tila para calmarse porque se sentía frustrada y decepcionada también. Lo único bueno de todo aquello había sido que él no la había visto desnuda porque de haberlo hecho, se hubiera sentido sucia. Cuando regresó al cuarto se dispuso a bordar. Ander jamás la iba a considerar como algo más en su vida y se había equivocado de nuevo. Pero esta vez fue peor porque se había enamorado de él.
🌚🌚🌚
Dos días después, mientras Agnes dormía su siesta, Nayra aprovechó en acomodar la ropa de la niña dentro de la cómoda de su cuarto infantil y decidió hablar con Rebecca para que le presentara a alguien y comenzar a olvidarse del abogado.
Cuarenta y cinco minutos duró aquella conversación en donde le pidió Nayra a ella que no fuese un abogado y entre risitas Rebecca le dijo que había alguien que preguntó por ella. La joven quedó entusiasmada y le dijo que concretara una cita porque quería conocerlo también y luego ella le pasaría la dirección del restaurante que había elegido para cenar.
Apenas cortó la llamada, se dirigió a su dormitorio para acomodar sus cosas y se encontró con un dinero que no recordaba haberlo puesto sobre la cómoda, se acercó y leyó la nota.
Para ti. Ander.
Nayra tomó el dinero en la mano y salió de la habitación para entrar al despacho del abogado donde estaba trabajando. Ella ni siquiera golpeó la puerta.
―¿Qué es este dinero?
―Es tuyo.
―¿Motivo? ―unió las cejas sin entenderlo―. ¿Por qué me lo das? ¿Para enmendar el error? No lo necesito. No lo quiero, dándome dinero por lo que no trabajé por él, me hace sentir una ligera.
―Ay no Nayra ―dijo exasperado―, el dinero es el que le diste a Madison cuando compraste el vestido, el calzado y todo lo demás.
―No necesito que me pagues algo, no quiero que me los regales.
―Lo siento por ti pero eso está fuera de discusión.
―Cómprale algo a Agnes con ese dinero entonces, yo no lo quiero.
La joven se dio media vuelta y salió de la oficina pero volvió a girarse en sus talones para decirle algo más.
―Me estaba olvidando. Como este fin de semana que viene es el que tengo libre, le dije a Rebecca para ir a cenar ―le mintió―. ¿Dónde sugieres que podamos ir nosotras dos?
―The Capital Grille, Oriole, Alinea.
―Oriole ya lo he conocido.
―The Capital Grille entonces.
―¿Y Alinea?
―Es más íntimo.
―Ah, de acuerdo. Entonces iremos al que sugeriste, gracias.
Esta vez salió del despacho por completo.
🌚🌚🌚
Después de unas horas y estando dentro de la cocina, Nayra preparaba la cena mientras jugaba con Agnes que estaba sentada en una sillita mecedora arriba de la mesa. Ander apareció de nuevo luego de haberse ausentado dos horas porque compró provisiones para el mes y de paso le compró un ramo de girasoles a la joven.
―¿Podemos hablar? ―preguntó mientras se ponía alcohol en gel en las manos y le daba un beso a su hija mientras la sujetaba en sus brazos.
―Estamos hablando...
―No quiero hablar de cualquier cosa, sabes de qué quiero hablar.
―Me lo dejaste claro ya. No necesitas explicarme nada más.
―Los girasoles son para ti.
―Gracias ―respondió tomando el ramillete en sus manos y poniéndolos en un florero de cristal para ubicarlo en un rincón de la cocina.
―¿No te los llevarás a tu cuarto? —formuló sorprendido y cortado.
―No, ahí se ven lindos —respondió con sarcasmo.
―Pero... con el calor del horno y los vapores se terminarán marchitando.
―Son flores, en algún momento tendrán que marchitarse.
Ander quedó descolocado ante su comentario.
―Estás realmente enojada ―apretó los labios y tragó saliva con dificultad.
―Claro que sí pero no te preocupes, pronto se me pasará ―confesó y cambió de tema―, ¿pudiste comprar todo?
―Sí.
―Supongo que no esperas que acomode yo las cosas, ¿o sí? —acotó con burla—. Estoy con la cena y tu hija.
Antes de responderle algo más, el hombre dejó a la bebé en su sillita con el cinturón de seguridad y fue acomodando los alimentos y cosas personales tanto de él como de ella.
―Te compré los productos que usas de Victoria's Secret. Jabón líquido y crema corporal, champú y acondicionador de Herbal Essence.
―No tienes porqué comprar mis productos personales.
―Estaba de pasada y me acordé que compras tus cosas allí.
―¿Seguro? —volvió a decir con sarcasmo—. La tienda del centro está al otro extremo del mercado. Te queda de pasada el mercado y no el local femenino. En fin, gracias de todas maneras.
Cuando se dio vuelta para mirar la comida dentro del wok y sobre la hornilla, se le asomó una sonrisa comprobando que Ander estaba haciendo cualquier cosa con tal de que ella le hablara como antes.
🌚🌚🌚
El sábado alrededor de las ocho de la noche, Nayra salió de su cuarto caminando hacia la sala de estar y acomodando mejor el abrigo y la cartera para salir de la casa.
―¿Te viene a buscar Rebecca? ―cuestionó levantando la vista del libro que estaba leyendo.
―No, le dije que nos encontrábamos en el restaurante.
El abogado la miró de arriba hacia abajo y no pudo evitar sentirse un idiota por no decirle algo.
―¿Quieres que te lleve? ―se ofreció.
―No, gracias. Ya he llamado a un taxi dentro del cuarto.
―Bueno, en ese caso, que se diviertan ―emitió y volvió a poner sus ojos en el párrafo que había dejado de leer.
―Gracias.
La niñera abrió la puerta de entrada y la cerró con llave.
Odiaba engañarlo de esa manera, si esa era la palabra correcta. A pesar de no tener nada con él, sentía que lo estaba traicionando pero tampoco podía esperar por alguien que no iba a decirle algo más.
Una hora después, la madre de Ander llamó a su hijo para preguntar por Nayra, porque quería saber una receta de unas galletitas y de paso avisarle de una amiga de ella que quería que le bordara con cintas un cojín.
―Nayra no está, hace como una hora se fue a cenar con Rebecca.
―Con ella no puede ser. Pensé que no iba a salir o bueno, es temprano para salir todavía por eso llamé en este horario.
―No te entiendo ―unió las cejas con intriga―, ¿por qué creíste que no iba a salir? ¿Por qué con ella no?
―Pero si Rebecca desde el jueves está de viaje con sus padres, se fueron a Cancún.
―¿Me lo estás diciendo en serio? —unió las cejas sin poder creerlo aún.
―Obvio que sí.
―Me dijo que se iba a cenar con ella.
―Pues querido te vio la cara de tonto y lo lamento pero te lo mereces, si no está cenando con Rebecca, lo más lógico es que esté cenando con un hombre.
―¿Cómo se atrevió a eso? ―cuestionó molesto.
―Cómo tú te atreves a apartarla de tu lado, no ella a hacerte eso. Ya te lo dije esa mañana, Nayra no va a esperarte.
―Es una mentirosa, gracias por avisarme, creo que ya sé dónde se encuentra con su cita ―comentó ahogándose en la última palabra.
Su madre se echó a reír.
―Estás celosísimo. Te pasa por no ponerte los pantalones.
―Sí... hasta mañana, mamá.
―Hasta pronto, hijo ―acotó Brittany mientras se reía y cortó la llamada.
🌚🌚🌚
Ander salió de la casa apurado, como si alguien lo persiguiera, estaba furioso porque Nayra le había mentido en la cara. Cuando llegó al restaurante que le había sugerido, no la encontró allí y más cabreado se había puesto al darse cuenta que estaba más que seguro que se encontraba cenando en el que ella había nombrado.
🌚🌚🌚
Alinea
Lo peor había sido que en la mitad de la cena y la buena conversación que ambos tenían, hizo su acto de presencia Ander frente a los dos. Nayra se había quedado petrificada.
―Ander... ¿qué te trae por aquí? ―preguntó el hombre.
―Hola, Bradley. Vine a buscar a tu cita ―arqueó una ceja al tiempo que miraba sin pestañear a la joven―, disculpa que te lo diga pero ella hoy no tenía el fin de semana libre y no me avisó que se iba de la casa ―comentó viendo Nayra cómo se le asomaba una sonrisa de lado.
Ella entrecerró los ojos y le respondió.
―Creo que te equivocas y si quieres, para que los tres nos saquemos las dudas, llamaré a Rebecca.
―No necesitas llamarla para decirte algo que es cierto, y sería bueno que nos vayamos, dejé a la niña con sus abuelos para venir hasta aquí. ―Giró la cabeza en dirección al otro hombre―. Lo siento pero nos tenemos que ir.
Nayra estaba indignada y se quedó con la boca entreabierta.
―Pues si se tiene que ir, no pasa nada. Lo entiendo, más si debe cuidar a tu hija.
―Ya estando todo aclarado, ¿nos vamos? ―sonrió con triunfo mientras que la miraba con atención.
La niñera tomó su abrigo y la cartera, y se disculpó con su cita.
A medida que avanzaban hacia la salida del restaurante, Ander hablaba.
―No vas a tener citas y tampoco tirarte a nadie estando bajo mi techo ―dijo con sequedad―, tampoco mentirme para salir con el bobalicón de turno. Encima de todo, cenan en Alinea, un restaurante demasiado íntimo para un par de personas que recién se conocen, ¿no te parece? ―escupió rabioso.
La muchacha se mantuvo callada hasta que salieron a la acera.
―Salgo con quien se me de la recalcada gana salir, no eres mi padre ni ningún allegado familiar, eres mi jefe, así que no te da derecho a manejar de esa manera mi vida privada ―escupió tajante y muy enojada―, lo siento por ti pero si no aceptas eso, ¡pues renuncio! —gritó—. Me rechazaste el día siguiente al evento, no voy a quedarme esperándote. Tengo veinticinco años, tengo edad para tener algo lindo con alguien, y me disgusta de verdad que tú no te arriesgues por mí —admitió con resignación—. Ni siquiera te das la oportunidad de disfrutar algo así... Ese que llamas bobalicón, le preguntó a Rebecca si yo era su amiga el día del evento, por lo menos alguien se interesó por mí después de tanto tiempo.
―Puede ser amigo de Rebecca pero no lo conoces en verdad cómo es.
―Yo tampoco te conozco del todo, sin embargo vivimos en la misma casa ―expresó con burla.
―No me puedes decir eso, Nayra ―quedó asombrado y con las manos en los bolsillos del pantalón.
―Pues te lo digo, me cansé de esperar y esperar ―admitió exasperada―. No quieres verme con alguien que no seas tú pero tampoco avanzas para decirme algo más —volvió a gritar—. No quieres que salga con otro pero tú jamás me dirás algo, puedes decirme todas las palabras bonitas pero si las palabras no terminan en acciones, no me sirve de nada —negó con la cabeza y con tristeza en su voz—. Es como volver a toparse con la misma piedra.
―Vayamos a casa, será lo mejor.
Desactivó la alarma y ella, con un gran enojo encima, caminó hacia el coche. Una vez dentro, el silencio reinó y él encendió el motor para conducir hacia la casa. Durante el trayecto, Ander la miraba furtivamente, el semblante de Nayra estaba ensombrecido aún cuando el interior estaba en penumbras, sabía que estaba resentida y decepcionada. Una lágrima recorrió la mejilla y trató de quitársela sin que él se diera cuenta.
Apenas llegaron, ella bajó y caminó a la entrada mientras sacaba las llaves de su cartera para abrir la puerta. Él llegó pocos segundos después a su lado.
―¿Puedes? ―preguntó un poco cortado por la situación.
―Sí ―afirmó.
Al entrar ella y el hombre cerrar la puerta con llave de nuevo y seguridad, ella le deseó buenas noches.
―Gracias, igual para ti.
En el refugio del cuarto, se descalzó y se desmaquilló. Y mientras se desvestía decidió llamar a su hermano. Este le respondió a los pocos segundos.
―Hola Nico, perdón por el horario.
―Nayra, ¿qué sucede? ―cuestionó preocupado.
―Nada, no te preocupes... ¿Sabes? Creo que dentro de poco tiempo volveré a Buenos Aires.
―¿Tuviste problemas con Ander? ¿Te despidió?
―No, tranquilo. Yo quiero volver, ya no me siento cómoda donde estoy, no encajo y para evitar otras cosas prefiero irme.
―Nay, dime lo que pasó.
―Yo sé que llegué aquí por trabajo, porque tú quisiste y porque tu mejor amigo estaba desesperado por conseguir una niñera para su hija pero yo no puedo esperar por él para que algún día se decida en decirme algo más que sentir una atracción física entre ambos. No puedo, me cansé ―expresó con congoja y desilusionada.
―¿Y qué piensas hacer?
―Renunciar, lo debí haber hecho antes, pero no lo hice porque creí que en algún momento me confesaría algo.
―¿Y no lo hizo?
―Sí pero al día siguiente me dijo que había sido producto de la champaña y que lo que había pasado la noche anterior no debía suceder más. Me siento frustrada, desilusionada —su voz sonó temblorosa.
―Nay, quizás lo que dices es precipitado y mañana lo veas un poco más diferente a cómo lo ves ahora.
―Tú lo dices porque no estás en mi lugar, me siento decepcionada.
―Lo sé pero tienes un contrato firmado, Nayra y ni siquiera pasó el año.
―No me gusta estar así.
―Trata de dormir, mañana me llamas de nuevo.
―De acuerdo, buenas noches.
―Descansa.
Cuando la joven cortó la llamada, se puso el camisón y la bata a juego, se calzó las pantuflas y salió del dormitorio para prepararse un té. Se hizo un chunguito mientras caminaba hacia la cocina sin percatarse que Ander estaba sentado en el sillón individual de la sala a oscuras y bebiendo solo medio dedo de whisky.
―¿Preparándote un tecito, girasol? ―la voz masculina le llegó detrás a Nayra sin haberlo esperado.
Un ruido de cerámica rota contra el piso se escuchó después junto con una palabrota por lo bajo. El hombre se levantó de donde estaba dejando el vaso sobre la pequeña mesa redonda.
―Me has asustado ―contestó juntando los pedazos rotos y tirándolos a la basura.
―¿Sabes qué día es hoy?
―¿Debo saberlo?
―Pues sí, es mi cumpleaños.
―Pues claro, ¿no? Debías joderme la noche solo para decirme que el señor cumple años. Chocolate por la noticia, abogadito.
La joven giró en sus talones y tomó otra taza de la alacena para servirse el té.
―¿Té de tila? ¿Te pongo nerviosa?
―No es ningún té de tila.
―¿Entonces?
―¿Por qué no te vas a dormir? Me jodes en estos momentos, ¿lo sabías? ―le dijo irritada.
―¿No me felicitarás? —interrogó con burla.
―Sí, feliz cumpleaños.
―¿No me dirás o harás algo más?
―¿Debo hacer o decir algo más? ―preguntó con sarcasmo.
―Un beso por lo menos.
Nayra estalló de la risa.
―Eres un puto idiota. No te mereces un cuerno de mí.
―Soy un imbécil, por todo, esa es la verdad... Fui un sorete porque en vez de dar la cara, preferí mentirte en decirte que había sido la champaña que pensaba por mí y decía esas cosas esa noche. Lo cierto es que sí anhelo tener algo contigo y me lo estuve privando por miedo y porque soy un estúpido.
Nayra se quedó de piedra ante la actitud del hombre y la tomó por sorpresa cuando la abrazó. El abogado le dio un beso en el cuello y luego posó sus manos en las mejillas femeninas.
―Sabía que diciéndome eso, no íbamos a tener una relación de pareja al instante pero tampoco te diste la oportunidad y tampoco me la diste a mí para mantener una relación como algo más que jefe y empleada... Y ahora, no estoy segura —negó con la cabeza estando dudosa—. Ya no sé lo que pensar, me dices muchas cosas pero no veo acciones tuyas y eso me preocupa. Siento que no me das la seguridad que busco en un hombre.
―Te sientes con dudas porque siempre intenté mantener el control en todo momento pero me cansé de hacer eso siempre. Quiero que conozcas a Ander, el hombre. No el implacable abogado.
Aritzmendi se inclinó para besarla en los labios y cuando se separó de su rostro abrió los ojos para mirarla con atención.
―Así que Rebecca está en Cancún con sus padres, ¿eh? ―comentó con diversión en su voz.
Nayra sonrió de a poco ante la mentira que le había dicho y luego se terminó riendo, y lo abrazó por el cuello. Él la abrazó por la cintura mientras la levantaba del piso para besar de nuevo su cuello y otro poco los labios.
―¿No te gustaría ir a la casa de mis padres y cenar allí?
―¿Con motivo de tu cumpleaños?
―Puede ser.
―Yo preparé algo que te iba a dar cuando volvía de esa cena pero como quedé a la mitad de la comida y sigo teniendo hambre, no me parece mala tu idea.
―¿Qué me preparaste? ―inquirió dejándola con los pies en el suelo.
―Un pastel de tamaño mediano, tu madre me dijo la fecha de tu cumpleaños porque se lo pregunté.
―Mi madre y tú son tal para cual. No pueden quedarse quietas.
―La verdad que no ―le dijo entre risitas.
―Ve a vestirte de nuevo.
―De acuerdo.
―Ponte lo de hace un rato, ese vestido se te veía hermoso.
―Gracias ―respondió muy contenta.
Salió de la cocina para caminar con alegría hacia su dormitorio.
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