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Buenos Aires, Argentina

Ramos Mejía

Monoambiente de Nayra

Los hermanos Suárez se encontraban en el living-comedor del lugar donde vivía la chica, era de noche y estaban cenando comida italiana mientras charlaban del viaje que realizaría ella al día siguiente. Solo esperaba que las cosas resultaran bien porque de no hacerlo, se daría media vuelta y se iría de allí.

―Ayer lo dejé con la palabra en la boca, terminé de firmar y lo corté.

―Uh, Ander se pone una fiera cuando le hacen eso.

―Que me lo diga en la cara, no tengo problema. No le tengo miedo, si no quiere dejarse ver es un problema de él, no mío. ¿Es cobarde o tiene algo en la cara?

―No, nada de eso, ya es su personalidad así. Obviamente yo lo conozco, compartimos muchas cosas juntos, por algo somos mejores amigos pero él es así ―comentó y se quedó pensando―, siempre fue reservado, serio y de pocas palabras.

―¿Por qué la mayoría de su profesión son así de estructurados? ―se quejó poniendo una mano en la frente.

―No somos todos así.

―Tú pareces la excepción a todo ese conjunto de abogados. ¿Suelen verse fuera de lo laboral?

―Sí pero no siempre. Aunque nos vemos más por videollamada para comentarnos algunos casos. Es lo que hace la mayoría de nosotros.

―Ah... ¿Y ahora comparten alguno? —preguntó con curiosidad.

―Sí, es decir, no el mismo caso pero nos sacamos las dudas entre nosotros, él me pregunta y viceversa.

―¿Nunca trabajaron en un caso juntos o que hayas salido como abogado rival de él? Me hubiera encantado verle la cara de estrecho que ya me figuro que tiene ―rio por lo bajo.

―No, nunca tuvimos la oportunidad.

―Una lástima.

―¿Qué más quieres saber? Conozco a Nayra Suárez, la que quiere saber más cosas por lo curiosa que es. Ya es su naturaleza así.

Su hermana sonrió de oreja a oreja.

―¿Cuántos años tiene?

―34, pero este año cumple 35.

La joven necesitaba saber quien era y se le ocurrió investigarlo por internet.

―No vas a encontrar nada ahí. Te lo aseguro ―rio él también―. Para el público, Ander es un enigma. Un misterio. Solo lo ven en su estudio de abogacía y en los tribunales. Nada más.

―No puede ser. Nadie pasa tan de incógnito por los fotógrafos, más si es bastante popular entre ustedes.

―Yo no dije que fuera popular.

―Bueno, es mi opinión... pero por cómo dices que él es, lo parece en verdad.

Un sonido provino del teléfono móvil de Nicolás y ella miró la pantalla también. Una doble A gigante apareció en toda la pantalla.

―Hola.

―Nicolás.

―Ander. ¿Cómo estás?

Nayra arqueó una ceja.

―Bien, ¿y tú?

―Tengo mejores días, hoy fue terrible.

―¿Qué necesitas?

―¿Estás ocupado?

―No, solo cenando con mi hermana.

―Llamo en otro momento.

―No, tranquilo. Dime qué necesitas.

Mientras los dos se pusieron a charlar por teléfono, Nayra no tuvo mejor idea que agarrar tenedor y cuchillo, y golpearlos contra la mesa de salón en la que estaban comiendo. Nicolás la miró y le sujetó las manos con una suya, la risita de ella se convirtió en una carcajada.

―No me dejas escuchar, Nayra.

Ander interrumpió la llamada que tenía con su amigo y pidió hablar con ella.

―Quiere hablar contigo ―le acercó el aparato.

―¿Conmigo? ¿Para qué? —cuestionó muy sorprendida y levantando las cejas.

―No lo sé.

Sujetó el celular y se lo puso a la oreja.

―Hola.

―Buenas noches. Solo hablaré contigo para avisarte que mañana temprano te pasará a buscar un coche para llevarte al aeropuerto. Te enviaré a tu teléfono un comprobante donde se lo presentarás a la compañía aérea por la cual viajarás y cuando llegues a Estados Unidos presentarás a la aduana un papel digital que te enviaré por correo electrónico, esto sería el permiso de trabajo.

―De acuerdo. ¿A qué hora estará el coche aquí? ―quiso saber.

―A las seis y media de la mañana. Te aconsejo que seas puntual, una vez que llegues, alguien más te esperará en el aeropuerto para recogerte y traerte a mi estudio.

―¿Por qué a tu estudio? ―frunció el ceño.

―Porque quiero corroborar la firma.

―Como no haberme dado cuenta antes, que estarías queriendo saber si es mi firma o no, pero firmé los papeles delante de ti.

―No importa, no confío en nadie.

―¿Ni siquiera en tu sombra? ―preguntó insolente.

Nicolás abrió más de la cuenta los ojos quedándose muy sorprendido ante la manera de hablarle.

―Aunque seas la hermana de mi mejor amigo, debo ver que todo esté en orden porque no me gustan las faltas en las personas y mucho menos quien cuidará de mi hija.

―Se me enfría la comida. Buenas noches.

Le pasó el teléfono a su hermano. Y siguieron conversando mientras que ella terminaba de cenar. Cuando Nicolás cortó la llamada miró a su hermana.

―¿Qué pasa?

―Tienes pantalones para hablarle así a Ander.

―Ni que fuese el rey. Es solo un abogado, nada más.

―Pero no lo conoces como para hablarle así.

―Es tu mejor amigo, una relación aunque sea mínima hay a pesar de que no nos hemos visto las caras. ¿No te parece?

―Supongo pero es tan extraño que le hables así que incluso hasta me sorprende que no te haya dicho algo, porque a mí no me dijo nada la manera en cómo le hablas.

―No es un bebé de pecho, Nicolás. Está grande como para ofenderse por la forma que tengo de hablarle. Y si no le gusta, puede romper el contrato cuando quiera. Él no está atado a mí y mucho menos yo a él.

―Ya, entiendo. En fin... creo que todo lo que me dijiste será usado en tu contra...

―¿Por qué lo dices?

―Por nada. A veces bromeo con esa típica frase que suelen decir.

―Ah ya. Mañana me pasa a buscar un coche muy temprano.

―Lo escuché, a Ander es difícil no escucharlo con esa voz gruesa que tiene.

―Bien de sargento. Una cagada que te mandas y te debe fulminar con la mirada.

―Posiblemente ―rio por lo bajo―. Aunque digas lo contrario, es un buen tipo.

―No dije que no lo fuera. Como te dije, no lo conozco pero su personalidad es muy chocante.

―Estoy muy seguro que te lo parece.

Pronto terminaron de cenar y ella llevó las cosas a la cocina mientras su hermano se quedó hablando por mensajería con Ander. Hasta que al abogado se le ocurrió hacer una videollamada.

―Qué raro que estás haciendo algo como esto.

―No te quejes amigo, que no soy muy asiduo a las videollamadas.

Nayra se quedó de piedra cuando escuchó de nuevo la voz del hombre y como era muy curiosa fue detrás de su hermano para poder verlo al fin.

El abogado estaba con solo una lámpara de escritorio encendida y se le veía el rostro con poca luz pero con las facciones bien definidas. Casi se queda sin palabras. Su rostro parecía esculpido y esa boca para llenarla de besos. Lo que más le sorprendió a ella fueron los ojos. Penetrantes y claros.

―Al fin le veo la cara al abogadito ―dijo con un rintintín y riéndose.

―Pensé que estabas en la cocina, Nayra ―expresó molesto su hermano.

―No... vine a curiosear ―replicó entre risitas―. ¿No puedo?

―No ―respondió tajante el abogado.

―Qué modales. Voy a llevarte un paquete de azúcar.

―¿Para qué? ―quiso saber.

Ahora él era el curioso.

―Para que te endulces así no eres tan amargo y serio.

―No me gusta el azúcar, gracias ―acotó con seriedad.

―Debí imaginármelo.

―¿Nos puedes dejar unos minutos para hablar tranquilos? Necesito hablar de un caso.

Nayra se ruborizó por completo por su falta de tacto y su manera de contestarle, a él no le pasaron inadvertidas las mejillas de ella.

Puso su espalda recta y se terminó por enojar, girándose en sus talones, y dirigiéndose a la cocina murmuró una palabra que los dos escucharon bien.

―Sorete ―apretó la boca.

Nicolás y Ander quedaron charlando por más de media hora mientras Nayra quedaba en la cocina y luego terminó por entrar al cuarto para finalizar de guardar todo lo que tenía que llevar en el viaje.

Una hora después, en la oficina que tenía el abogado en su casa, se recostó en la silla y recordó lo que le había escuchado a la chica decirle y se carcajeó por la palabra, y por cómo había puesto las expresiones de su rostro.

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