🌚 18 🌻
Casa del abogado
Expulsando un hondo respiro, Nayra salió del dormitorio cerrando la puerta detrás de ella. Ander de a poco comenzó a levantar la cabeza y sus ojos fueron observando al detalle cada parte de su vestimenta, desde las preciosas sandalias, pasando por el tremendo tajo que tenía la falda del vestido al costado de una de sus piernas, una abertura que llegaba hasta el muslo, la cintura, el escote frontal y su rostro.
El abogado quedó con la boca entreabierta cuando se quedó mirándola.
―Ya podemos irnos. No creí que estarías tan elegante, lo digo por el esmoquin que llevas puesto.
―Siendo de etiqueta, es mejor llevar esmoquin.
La joven estaba más que tentada en decirle que estaba mejor que las fresas con crema, o que el tiramisú pero se contuvo.
Ambos salieron de la casa evitando las palabras entre ellos, Ander no pudo decirle algo al respecto de cómo se veía, porque de hacerlo, iba a perder toda la cordura que tenía encima y que intentaba mantener a raya. Le abrió la puerta del copiloto y ella entró apenas le emitió un escueto gracias. El hombre bordeó el coche sin darse cuenta que Nayra miraba con suma atención el gesto que tuvo en estirarse el cuello de la camisa como si quisiera aflojar la tensión, la joven sonrió de lado y arqueó una ceja.
En la mitad del camino hacia el lujoso hotel, Ander se mantenía rígido y mirando al frente con sus manos bastante apretadas sobre el volante. La mandíbula la mantenía en tensión y rígida, ya que ni podía mirarla porque sus ojos iban traviesos al sugerente escote y lo estaba matando. Hasta que sin poder evitarlo su mirada se posó en el rostro de la joven y luego cayó en el escote, fue allí cuando Nayra giró para clavarle los ojos y él volvió a mirar al frente.
―¿Te ocurre algo?
―Nada ―respondió con sequedad.
Pero la intuición de Nayra era fuerte y dedujo que estaba de aquella manera por el perfecto escote.
El incómodo silencio se hizo presente otra vez, solo se escuchaban sus respiraciones y la de Ander era irregular.
No les tomó mucho tiempo llegar al hotel.
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Waldorf Astoria Chicago
Nayra quedó petrificada con la imponencia del establecimiento y agachó la cabeza para ver mejor la fachada del lugar, Ander sonrió cuando vio su expresión. Sin decirle algo, bajó del coche, le entregó las llaves al chico del parking del hotel y le abrió la puerta del acompañante para que la joven saliera del interior del vehículo. Mientras le extendió la mano para ayudarla, un movimiento involuntario dejó al descubierto una de sus piernas, la primera para sacarla del auto y apoyarla en el piso para tomar impulso y salir tratando de que no se le viera más de lo debido.
El abogado le ofreció el brazo y ella con gusto lo aceptó.
La niñera sintió la tensión del brazo cuando apoyó su mano y presintió que todo él estaba nervioso.
―¿Por qué te pones nervioso? Quien no te conoce piensa que eres virgen ―acotó con ironía.
―Tú hueles a pureza, eres extrovertida y directa pero te sale por los poros lo inocente que eres ―levantó ambas cejas y sonrió dejándola incómoda.
Caminaron bordeando la plataforma redonda del centro con setos, topiarios, flores púrpuras y una fuente de agua para dirigirse a la entrada del hotel donde les abrió la puerta el portero y posteriormente se encaminaron hacia la recepción para preguntar por el salón de eventos.
Dentro del elevador y antes de que las puertas se cerraran un pie de mujer con uñas esmaltadas se interpuso entre ambos resquicios.
―Vaya, vaya, pero si son la pantera y la niñera ―dio una risita y entró junto con un alto hombre.
―Winona, Eric, buenas noches ―emitió con seriedad Ander.
―Buenas noches ―acotó el hombre con amabilidad―. ¿Tu secretaria?
―No, es la niñera, ¿acaso no me escuchaste cuando entré? ―Winona cuestionó molesta mirándolo de reojo.
―Encantado, Eric. ―Extendió su mano hacia la joven.
―Igualmente, Nayra ―le dijo aceptando el saludo.
―Luego tendrás que ponerte la mano dentro del alcohol ―expresó con sorna―. Quien sabe en qué lugares habrá metido las manos para llegar hasta aquí.
La joven y los dos abogados la miraron con atención.
―¿Por qué no te ubicas un poco Winona? ―escupió Ander fulminándola con la mirada.
―¿Acaso no es cierto? ―arqueó una ceja.
―No, si es por manos sucias es porque cuida de mi hija, algo que no creo que tú califiques para eso ―admitió con sequedad.
Las palabras del abogado salieron tan frías y enojadas que Winona terminó por quedarse callada hasta el momento en que las puertas del ascensor se abrieron nuevamente. Ander hizo pasar primero a Nayra y él le siguió detrás. El hombre tomó la mano de la joven y se la pasó por el brazo para que se volvieran a unir.
―¿Estás bien? ―preguntó preocupado.
―Sí, gracias —le sonrió.
―¿Fue así la primera vez que se vieron?
―Fue más leve, lo de recién ha sido peor. Si hubiera sido por mí, le pegaba un tortazo pero en un evento y encima que no soy de aquí, preferí evitar eso.
―Entiendo.
El encargado de las puertas del salón les abrió para darles la bienvenida y la entrada triunfal fue mucho más notoria para los demás de lo que Ander e incluso Nayra hubieran querido.
―Odio llamar la atención ―expresó entre dientes.
―El cabello negro, los ojos azules hipnóticos y la altura que tienes, es difícil que los demás no te noten cuando llegas a alguna parte ―admitió con honestidad y una sonrisa.
―No me hagas hablar porque el escote que tienes junto con ese tajo en la falda, me tienen nervioso desde que salimos de la casa.
―Lo sé ―dijo con espontaneidad.
Desde no muy lejos Rebecca levantó el brazo para saludar a ambos y se acercó cuando Nayra la saludó de la misma manera.
―¿Cómo están? ―los saludó a ambos.
―Bien, ¿y tú? ―cuestionó Ander.
―Bien, aunque aburrida como un hongo ―revoleó los ojos―. Las amigas de mamá se ponen al lado para hablar de pavadas y yo asiento todo.
El hombre y la joven rieron por la forma en cómo había respondido.
―¿Tus padres no vienen?
―No, vine en representación de mi padre, se quedaron cuidando a Agnes.
―Bien, pues entonces, me robaré a tu bella princesa para ponerla a tono en estos eventos ―expresó la americana abrazando el brazo de Nayra y llevándosela.
―Becca, ¿te has vuelto loca con lo que le dijiste? Eso de tu bella princesa.
El abogado pudo escuchar con claridad la pregunta de regaño que Nayra le daba a su amiga y rio mientras se acercaba a los demás.
―No tiene nada de malo, que a él tampoco le disgustó, si hubiera sido el caso, lo habría dicho pero se quedó bien calladito ―habló con risitas.
Cuando llegaron con las demás mujeres, su amiga fue la encargada de presentarle a cada una para que Nayra estuviera cómoda y pudiera hablar de cualquier cosa sin tocar los temas de papeles de divorcios, abogados y todo ese asunto.
―¿De dónde eres? ―preguntó la otra amiga de Rebecca.
―De Argentina.
―¿No entiendo cómo es posible que una niñera termine saliendo con su jefe?
―No salgo con él.
―Rachel, me parece que estás incomodando a Nayra ―acotó Rebecca.
―No lo creo, es algo normal lo que le pregunto, solo quiero saberlo. ¿O ser niñera es un camuflaje?
La muchacha supo bien a lo que se estaba refiriendo pero no le iba a dar el gusto.
―Ander me invitó al evento y soy la niñera de su hija, y no salgo con él.
―Qué bajo cayó entonces ―casi se carcajeó―, de salir con abogadas y clientas, pasó a invitar y quizás salir con la niñera de su hija.
―Ser niñera no es una deshonra, ¿o te parece que sí?
―Pues no califica como profesional.
―Claro... porque todos aquí son profesionales, ¿verdad?
―Por supuesto.
―Lamento informarte, Rachel, que yo no lo soy, por lo menos no abogada, pero sí restauradora de muebles, ¿eso te parece una deshonra también? Lo pregunto porque no se necesitan libros y años de estudios para algo como lo mío ―notificó la madre de Rebecca con algo de enojo en su voz.
―Será mejor que cierres la boca ―la regañó su madre.
La joven mujer se dio media vuelta y desapareció delante de ellas, su madre revoleó los ojos, se excusó y le siguió detrás. Quedaron las tres.
―Ella es la amiga de la que te conté el día del almuerzo, ¿recuerdas?
―Sí, me acuerdo.
―Nayra, aparte de niñera, ¿haces algo más? ―quiso saber la mujer.
―Bordo en cinta, lo tengo como método de relajación.
―El bordado en cintas es hermoso, pero yo creo que un baño de burbujas junto con Ander Aritzmendi es la mejor relajación que podrías tener Nayra ―respondió con sinceridad su amiga.
―Eres terrible Becca ―rio por lo bajo.
―Pues bien que te gusta ―le guiñó un ojo al tiempo que reía.
―Harían una linda pareja ―acotó Kelsie, la madre de Rebecca.
―Te lo agradezco pero es solo mi jefe.
―¿Y viven en la misma casa? ―quiso saber con intriga y un poco asombrada también.
―Sí.
―No faltará mucho para que las cosas pasen a otro nivel y creo que sabes bien a lo que me refiero.
―Kelsie... ―tuvo que contener la risa con la mano en la boca.
A medida que la conversación entre las tres continuaba, el tiempo en aquel evento también. Los mozos servían canapés, copas de champaña, agua y zumo de frutas natural, y Nayra se estaba sintiendo un poco incómoda porque se comportaba como quien no era solo para aparentar, e intuía que tanto Rebecca como su madre hacían lo mismo para encajar allí, pero ya que el abogado había querido que lo acompañara tenía que cerrar la boca y tratar de disfrutar del momento.
Ander se acercó a las mujeres presentando una excusa para sacar a la niñera de la conversación y así tenerla a solas para bailar la melodía que se estaba escuchando. La argentina quedó confundida pero aceptó su mano cuando se la ofreció.
Kelsie y su hija quedaron solas mirando cómo Ander pasaba el brazo por la cintura de Nayra.
―Una cama, definitivamente les falta eso para que terminen por superar esa barrera invisible ―expresó Becca.
―Sí, pero a veces esperar tanto por el otro cansa y una se termina resignando.
―¿Crees que no la quiere? ―quiso saber la joven mujer.
―Seguramente la quiere pero no se da cuenta y al no darse cuenta, el tiempo pasa y ninguno de los dos se lo dice al otro. Como caballero, él debería confesarle lo que siente pero tu amiga es directa y parece buena chica por las cosas que me has contado de ella, y aunque es así, no creo que se atreva a tanto, no porque no lo quisiera, si no por miedo a que la rechace ―respondió Kelsie.
―Entiendo ―dijo mientras asentía con la cabeza también.
Ambas los observaron por un rato más y luego quedaron mirándose entre ellas para seguir hablando de otras cosas.
El abogado llevó a Nayra al pequeño sector de baile y la sujetó de la cintura sin haberla soltado desde que la sacó de la conversación con Rebecca y Kelsie. Ella posó el brazo alrededor de su cuello y quedó con la respiración entrecortada cuando olió el aroma de su perfume. Con los tacones casi le llegaba a los hombros y ni tampoco, sus ojos caían en su boca en forma de corazón, tan deliciosos para probarlos y así arruinar todo por completo.
Él posó con delicadeza su mejilla contra la sien de ella y empezó un lento baile para que aquel momento perdure entre ellos.
―¿En qué piensas?
―En nada. Estoy sorprendida porque me sacaste a bailar.
―Debía sacar a bailar a la chica más linda de la reunión.
―Parecen las palabras de un adolescente.
―No sé cómo cortejar, me sale lo que viene a mi mente ―susurró en su oído.
Los ojos de la joven se clavaron en los suyos pero volvió a voltearse para dejar de mirarlo.
Por un instante no hablaron pero él debió decírselo porque de no hacerlo iba a arrepentirse.
―Nayra... no tienes idea de lo mucho que te deseo ―confesó por lo bajo y de manera seductora rozando sus labios en el cuello femenino.
La piel de la joven se erizó tanto que creyó sentir electricidad por todo su cuerpo.
―Pues entonces, vas a tener que hacer algo al respecto ―la mirada que le regaló fue decidida a esperar cualquier cosa que le ofreciera la pantera.
―Estoy pensando en un castigo para ti, ahora que lo mencionas... dejaste que mi cliente cancelara su proceso de divorcio ―su voz y su rostro fueron serios―, y por imprudente, y meter la nariz donde no tienes voz mereces un castigo adecuado a lo que hiciste, aún cuando todo haya quedado aclarado entre nosotros ―respondió con sorna pero mordaz.
―¿Aún continúas con eso? Estaba creída que habíamos dejado el tema zanjado ―admitió abriendo más los ojos con incredulidad.
La sujetó de la mano ante la mirada desconcertante y la expresión impávida de Nayra. Casi no podía seguirle el ritmo, se estaban alejando de la muchedumbre y terminaron en un rincón apartado de los ojos curiosos y en penumbras. Allí, la muchacha quedó aterrada porque no sabía lo que iba a hacer.
Ander se agachó para besar sus labios, y ella quedó sorprendida ante la actitud del abogado. Devoró sus labios y Nayra lo abrazó por el cuello siguiéndole el ritmo aunque le era muy difícil. La pantera le sujetó uno de sus muslos y lo levantó para que le enredara su cintura.
―Ardo... ardo por ti... ―su voz sonó desesperada.
―No creí que la pantera de Chicago estuviera caliente.
―Tienes las ocurrencias más graciosas en estos momentos.
―No me estoy riendo... A menos que tú estés queriendo joder conmigo.
―Eres un veneno... ―declaró contra sus carnosos labios y la besó con fervor mientras tenía una de sus manos sujeta debajo de la falda del vestido y sobre una de sus nalgas.
La niñera ni siquiera podía mantenerse en pie de lo abrumada que se sentía, y él apoyó la rodilla que estaba entre sus piernas contra la pared para que se relajara.
―¿Este es el castigo? ―dijo incrédula y le sostuvo las mejillas observándolo―. Creí que era... otra cosa...
―¿De qué hablas?
―Olvídalo. ―Nayra cerró los ojos por unos momentos y luego los abrió.
Escucharon voces que se aproximaban a ellos y con suavidad le bajó la pierna al suelo y le acomodó un poco el vestido.
―Será mejor que volvamos con los demás ―dijo y ella asintió con la cabeza.
Ander pasó un brazo por su cintura y se agachó para besarla de nuevo.
―Estás divina, no tienes idea de lo mucho que anhelo tener algo contigo, Nayra ―sujetó una de sus manos y se la llevó a la boca para depositarle un beso en el dorso mientras la contemplaba con cariño a los ojos.
―Te lo agradezco ―sonrió―, Ander... ―lo miró con atención a los ojos―, sácame de aquí, no quiero estar más allí dentro. Por favor.
El abogado solamente asintió con la cabeza. La tomó de la mano y entraron al salón perdiéndose entre la multitud y dirigiéndose hacia la salida.
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