🌚 16 🌻

Un par de meses después

Casa del abogado

Desde aquella noche, las cosas entre ambos estaban muy tensas y Nayra prefería evitar discutir con él o conversar porque sabía bien que cualquier cosa que sacaran para charlar, iba a terminar en la atracción que sentían los dos y que ninguno daba el paso siguiente a algo más. Porque después de todo, ella era la niñera y la joven a pesar de lo atrevida que era con las palabras, no se animaba a hacerle algo a más Ander. Era directa, sin filtros y audaz pero era virgen también.

Aquel día, la beba se había quedado con sus abuelos mientras que el abogado se encontraba trabajando en su estudio de abogacía y Nayra en la casa, dentro de su cuarto bordando una bufanda de color azul noche para regalársela a Ander. Era posible que aquel presente fuera una manera para volver a conversar más fluido como antes.


🌚🌚🌚


El abogado llegó durante la tarde y se sorprendió de no ver a la niñera en la cocina y tampoco a su hija.

Fue de inmediato a su despacho para dejar el maletín y salió para dirigirse al dormitorio de Nayra. Golpeó la puerta y ella le habló:

―¿Puedo pasar? ―preguntó asomando la cabeza.

―Sí.

―¿Qué haces? ―cuestionó con curiosidad acercándose al escritorio.

―Nada ―respondió entre risitas y poniéndose frente a él.

―¿Por qué no puedo ver lo que estás haciendo?

―Porque no me gusta la gente curiosa. ―Rio de nuevo.

―¿Estás bordando?

―Puede ser ―contestó y le cambió el tema―, Agnes está en la casa de tus padres, tu mamá vino a llevársela después del mediodía para comprarle ropa.

―¿Por qué no fuiste con ella?

―No he querido molestarlas, es mejor que estén juntas y aproveché en adelantar un bordado.

―Entonces estás bordando. ¿Te han pedido algo?

―No, a veces lo hago para relajarme.

―Tienes otras maneras para relajarte ―admitió con algo de sensualidad en su voz.

―Sí, un baño de burbujas.

Nayra salió de frente a él porque sabía que la afectaba demasiado y Ander sonrió de lado sabiendo bien cómo se ponía cuando estaba cerca de ella.

―Bueno... Creo que prepararé algo para merendar ―acotó la muchacha.

―De acuerdo, te ayudaré ―dijo.

Ambos salieron del dormitorio y él volvió a hablarle mientras se dirigían hacia la cocina.

―Hoy en el trabajo me llegó una invitación para asistir a un evento este sábado.

―Está bien, no hay problema, me quedaré con Agnes ya que no es mi fin de semana libre.

―Me parece que Agnes tendrá que quedarse este sábado en la casa de sus abuelos porque quiero que me acompañes.

―Pero no es obligación que vaya contigo. Puedes decirle a la arpía.

Lo picó para ver su reacción.

―No es para nada mi intención llamar a la arpía y pedirle que me acompañe. Tengo intenciones de pedirle a la señorita que vive conmigo que me acompañe.

La joven estalló de risa.

―Veo que de a poco vamos volviendo a la normalidad.

―¿Con qué? ―formuló curiosa.

―Con esto que estamos teniendo ahora, la charla... desde la noche del club nocturno que no conversamos de esta forma y me alegra que hayamos vuelto a la normalidad.

―Creo que tienes razón y me alegro yo también ―sonrió con agrado―. ¿Y no quieres decirle a la arpía para que vaya contigo?

―No... no tengo intenciones de mezclarme con ella, salvo si se presenta un trabajo pero para nada más. No se me ocurriría jamás salir con ella y mucho menos es mi tipo de mujer.

―Ya veo... ―dejó en el aire la frase.

―Lo único que te resta hacer y siendo jueves es pedirle a Madison que te consiga un vestido y lo que necesites para el sábado.

―Usaré algo de mi armario.

―Es de etiqueta.

―No sirvo mucho para estar demasiado arreglada ―emitió algo incómoda.

―Con la ayuda de Madison te verás bien, aunque no necesitas mucho para verte siempre bien.

Nayra ante aquella confesión sintió incinerarse de la vergüenza.

―Gracias ―expresó con timidez―. Será mejor que terminemos de preparar la merienda.

Pronto terminaron y se dispusieron a merendar dentro de la cocina. Con aquella conversación ambos supieron que las cosas habían vuelto a la normalidad. Como si nada hubiera pasado pero sí estaba claro que los dos sentían algo muy fuerte por el otro. Ni siquiera a Ander, siendo un hombre demasiado experimentado, le había pasado algo así antes. Con Nayra todo era diferente, ella era distinta a las demás con las que había salido, incluso muy distinta a la madre de Agnes.

En la tranquilidad de la merienda y en la charla que mantenían, el móvil de la muchacha sonó con el anuncio de un nuevo mensaje. La notificación del mismo, apareció en la pantalla de bloqueo y ella trató de ignorarlo. Varios mensajes más le llegaron y Ander preguntó.

―¿A Rebecca la tienes con número desconocido?

―Sí.

―Pero si la tienes agendada te aparece con el nombre que la guardaste. ¿O acaso me estás engañando?

Nayra se ahogó con la bebida caliente por la espontaneidad con la que él había hablado.

―Ni siquiera somos algo más que jefe y empleada, ¿y me preguntas eso? ―lo miró perpleja.

―Te envían mensajes muy seguido y no me está gustando nada.

―No debes preocuparte, no pasa nada. Casi siempre me mandan mensajes las compañías telefónicas para ofrecerme planes.

―Con el tiempo que estamos viviendo juntos, me atrevo a decir que ya conozco cuándo me mientes o eso creo... y me inclino a pensar que ahora es uno de esos momentos en los que me estás mintiendo.

―¿Qué es lo que necesitas saber? No te engaño y me parece una palabra bastante fuerte para decirme porque como te he dicho antes, no somos nada, no nos vincula ninguna relación sentimental.

―Pero... quisieras ―comentó clavándole la mirada en la suya.

La argentina tragó saliva con dificultad y quedó callada pero luego habló:

―Creo que lo quieres más tú que yo.

―No nos engañemos, no te engañes a ti misma tampoco.

La muchacha no pudo decirle algo más, sentía que los nervios la iban a comer viva y que Ander se diera cuenta de ellos cuando hablara.

El móvil de Nayra sonó tan fuerte advirtiéndole que alguien la estaba llamando e hizo caer su taza sobre la mesa derramando el líquido por la mesa. La puso aún más nerviosa.

―Perdón... perdón ―se levantó de la silla para limpiar el desastre que había hecho.

―Tranquila, no pasa nada.

―Qué idiota, no me di cuenta que la taza se había terminado por soltarse de mis manos.

―Nayra... tranquila, está todo bien ―la tomó de las manos y se las secó.

―Lo siento de verdad, el sonido me asustó.

―¿O quien intenta comunicarse contigo? ―cuestionó observando sus ojos.

―Es un tema bastante personal.

―Hace cuatro meses que convivimos, creo que tengo derecho a saber algo más de ti.

―No me parece algo interesante para contar ―se incomodó en cierto modo―. Y menos algo del pasado.

El teléfono volvió a sonar y fue el turno de Ander tomarlo en sus manos y atender. A Nayra no le dio tiempo a quitárselo de las manos. El abogado esperó a que la persona de la otra línea hablara primero y escuchó la voz de un hombre.

―Al fin contestas, gatita ―dijo el hombre.

Los ojos de Ander se inyectaron de furia.

―¿Quién habla? ―la pregunta sonó fría y distante. Con rabia contenida.

―¿Quién eres tú? ―quiso saber el exnovio.

―Pregunté primero. Tengo derecho a saberlo.

La llamada se cortó de inmediato.

―¿Me vas a decir quién mierda es este tipo? ―formuló él mirándola con atención.

―No es nadie que debas saber.

―Nayra... dímelo. Por favor. ¿No te das cuenta que te deja mal? Te pone nerviosa y asustada.

La argentina tragó saliva con dificultad y se sentó de nuevo.

―Fue alguien que me hizo bastante daño y por favor... no quiero hablarte de él. No ahora ―negó con la cabeza también.

―Deberías contarme lo que te pasó.

―¿Para qué? ―inquirió frunciendo el ceño.

―Porque quiero saberlo, me gustaría que confíes en mí para que puedas contármelo.

―Más adelante, si no te molesta.

―De acuerdo, te cuento que no me gusta que me ocultes algo así pero te lo respeto.

―Te lo agradezco.

―Definitivamente, necesitas un relajo y el sábado es ideal para que me acompañes al evento, odio ir solo. Más tarde podrías llamar a Madison y pedirle que venga mañana con lo que le pidas, estoy muy seguro que tendrá un arsenal de vestidos y accesorios para mostrarte, y para que tú elijas.

―Puede ser ―emitió con voz baja y una sutil sonrisa.

Cuando terminaron de merendar, acomodaron las cosas y cada uno entró a su dormitorio, Ander para cambiarse de ropa y ella para hablar con Nicolás. Nayra estaba realmente nerviosa, desde que la había encontrado la primera vez a través del mensaje de texto no era la misma y tenía mucho miedo.


―Hola Nico... ¿cómo estás?

―Hola Nay, todo bien, ¿y tú? Qué voz rara tienes.

―Sí, estoy bien... Apareció de nuevo.

―¿El infeliz? ―cuestionó asombrado.

―Sí... no tengo idea cómo me encontró otra vez.

―Cambia de número.

―¿De nuevo? Creo que por más que cambie de número, él siempre buscará la manera de encontrarme. Aborrezco el día en que me fijé en él.

―Un error o varios, todo el mundo los comete, no te aflijas.

―Tengo un poco de miedo. Siento que me bloquea, me deja nula ―dijo preocupada y asustada.

―No debes sentirte así, él no está donde vives ahora. Debes estar tranquila.

―Lo peor es que Ander sabe algo, le conté que fue alguien del pasado que me hizo daño pero no más que eso.

―Debes calmarte porque él está en Argentina y tú en Estados Unidos, y no te hará nada.

―Sí, supongo que es lo que debo hacer ―inspiró aire y lo expulsó de a poco para tranquilizarse.

―Toma un té de tila y listo.

―Sí... ―contestó no tan convencida al respecto―. En fin... en otro momento hablaremos, hasta luego.

―Hablamos y en serio, tienes que estar tranquila porque él no está ahí.

―De acuerdo. Te mando un beso.

―Otro para ti.


Para calmarse trató de seguir con el bordado en la bufanda de Ander. Era una pantera en cada extremo de la bufanda y con dos pequeñas piedras en azul representando los ojos del animal. Sabía que bordando no iba a pensar en el desgraciado y para ella era un alivio. Nayra no podía ubicar el hilo en el ojo de la aguja porque la mano le temblaba aún. Dejó las cosas sobre el escritorio y se levantó de la silla para salir del cuarto e ir a la cocina a prepararse un té.

Mientras ella se encontraba en la cocina, Ander salió de su despacho para caminar al dormitorio de Nayra, golpeó la puerta pero no le contestó. Abrió la misma y asomó la cabeza. No la vio dentro y decidió mirar lo que había sobre el escritorio. Se sorprendió cuando vio una bufanda bordada de panteras. La niñera llegó poco tiempo después y lo encontró observando lo que ella estaba haciendo.

―¿Necesitas algo?

―No, quería saber cómo estabas.

―Estoy mejor, gracias. Fui a la cocina a prepararme una tila. La necesito.

Los dos se quedaron callados y él reanudó la conversación.

―Bueno, te dejo tranquila.

―Gracias. En un rato prepararé algo para cenar.

―Pediré a domicilio. No te preocupes.

―De acuerdo ―asintió con la cabeza también.

―¿Qué te gustaría comer? ―preguntó el hombre.

Sin saber el porqué, Nayra se ruborizó, pero al poco tiempo le respondió.

―Lo que quieras estará bien.

―Bien entonces. Dentro de un rato seguramente estarán aquí con la cena.

―Prepararé la mesa después ―dijo ella.

―Tú no te preocupes por eso, bebe el té de tila y sigue con el bordado.

La espontaneidad de Ander fue tan inesperada para Nayra que se sorprendió cuando sintió el tacto de sus dedos contra la mejilla mientras se la acariciaba. La joven aún con nervios y algo de miedo le tocó la mano también.

―Gracias ―respondió sujetando su mano entre las suyas.

―Bueno... iré a hacer el pedido ―comentó algo incómodo.

―Está bien.


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Dormitorio de Nayra

Ander golpeó la puerta y ella se levantó de la silla para abrirle.

―He traído la cena aquí ―le mostró la bandeja.

―No era necesario ―le abrió más la puerta para hacerlo pasar de nuevo.

Ander dejó la bandeja sobre los pies de la cama y se sentó en el diván.

―¿Vienes?

―Sí ―afirmó y se sentó a su lado.

El abogado le entregó un cuenco en sus manos y un tenedor.

―Risotto de pollo con vegetales.

―Bien ―respondió ella.

―¿Te calma el té de tila?

―Sí, bastante. Lo implementé en varias ocasiones de mi vida.

―Estoy al tanto de las cosas que les sucedieron.

Nayra lo miró a los ojos y no supo qué decirle.

―¿Qué sabes? ―cuestionó intrigada.

―Lo que les pasó a tus padres.

―¿Y te contó algo más? —haciendo referencia a su hermano.

―¿Cómo qué? ―la observó con atención.

La joven no sabía qué hacer, si contarle o no lo que le había pasado con su ex. Pero ansiaba confesarle aquello porque lo necesitaba también.

―He tenido un novio, que desde hace un par de años atrás terminó siendo mi ex.

―¿El que te llama?

―Sí. Decidí cambiar el número por sugerencia de Nicolás, porque llegó un punto en que no pude manejar la situación.

―¿De qué manera no pudiste manejarla? ―preguntó muy preocupado.

―Estuve tres meses de novia con él, era atento, amable y caballero, hasta que le empecé a ver actitudes raras... ―dejó de hablar para comer un poco.

―¿Te levantó la mano? ―su interrogación la dejó perpleja e incómoda por la manera en cómo se lo había preguntado. Con furia contenida.

―Una vez la levantó, insinuando el golpe. La segunda vez lo terminó haciendo ―volvió a comer sin poder mirarlo a la cara.

Nayra se sentía avergonzada porque era un recuerdo que había dejado atrás desde hacía mucho tiempo. El haberlo contado y que encima apareciera de nuevo para molestarla fue como si la pesadilla resurgiera de nuevo, y con más fuerza que antes.

―¿Cómo lo conociste?

―Era compañero de universidad de Nicolás y se recibió junto con él. Al poco tiempo comenzó a trabajar y empezó a tener sus airecitos de soberbia porque se veía en una buena posición y con eso obtenía beneficios.

―Todo un Ander, ¿eh? ―dijo con ironía.

―Tú ya eres por naturaleza así, pero no lo echas a los demás. Sabes ubicarte... Yo comencé a salir con él en el momento en que se le estaban subiendo esos airecitos. La primera vez que me levantó la mano fue porque me pareció muy apurado querer besarme y la segunda vez, cuando terminó por darme un cachetazo, fue porque... porque quiso ir más lejos y le dije que no —expresó avergonzada—. Cuando me exigió una explicación del porqué me había negado, le contesté que no me acostaba con un novio a los dos meses de salir con él, la discusión fue en aumento, diciéndome que cualquier mujer se abría de piernas por él y le dije que para eso que se buscara una ramera.

―¿Y por eso te golpeó? ¿Por haberte negado?

―Exacto.

―¿Por qué no lo denunciaste? Estabas en todo tu derecho de haberlo hecho, así sabían la clase de hombre y profesional que era.

―No he querido porque su carrera estaba en auge y yo no era quién para hacer algo así.

―Dejaste un animal salvaje suelto, Nayra. Y a él no le importó una mierda en cómo tú te sentías, ya habiéndote levantado la primera vez la mano era suficiente.

―Lo sé pero... era mi primer novio, si a eso le podía llamar novio, yo tenía dos años menos que mi edad actual y no quise tener problemas con él. Por eso, corté con él de una manera no muy adecuada y directamente se lo conté a Nicolás, y me sugirió cambiar el número del móvil.

―Pero eso no le impidió encontrarte de nuevo.

―Así parece... Y por lo visto, tendré que cambiar el número otra vez.

―No necesitas cambiar de número. Ignorarlo será lo mejor. Él no sabe que vives aquí y eso es lo que quiere conseguir de ti, ponerte nerviosa y asustada.

―Supongo que tienes razón ―comentó con énfasis también y continuó cenando―, ¿Agnes no tendría que estar aquí?

―Le he dicho a mis padres que se queden con ella por esta noche.

―No Ander ―se quejó―, mi trabajo es estar con la niña, soy su niñera, no tenías que haberle dicho eso, ya bastante se quedan con ella un fin de semana cada quince días y este sábado sin yo tener el fin de semana libre se quedarán con ella también.

―A ellos les encanta estar con su nieta.

―Pero me contrataste para que esté con la bebé los días de semana y algunos fines de semana también.

―¿Por qué te pones así? No fuiste tú quien decidió dejarla con ellos por esta noche, fui yo, su padre. Ni siquiera te tendrías que sentir molesta.

Nayra no le respondió, solo se dedicó a seguir comiendo.

―¿Quieres más? ―preguntó él.

―No, gracias. Ya estoy satisfecha ―contestó dejando el cuenco sobre la bandeja y bebiendo un poco de agua―. Más tarde volveré a prepararme otra tila y me iré a dormir.

―De acuerdo ―replicó Ander un poco cortado por la situación.

La muchacha se levantó y caminó hacia el escritorio.

―¿Has visto lo que estoy bordando? ―cuestionó incómoda.

―¿Era sorpresa? Pues no la tenías muy bien guardada ―respondió con un dejo de diversión.

―Tú de curioso quisiste ver.

―La tentación siempre me puede ―expresó tan sincero como seductor también.

―Ya veo...

Ander supo que ahí mismo iban a terminar aquella agradable conversación y se levantó para luego sostener la bandeja en sus manos.

―Te dejo tranquila por si necesitas seguir bordando.

―Gracias.

Cuando él salió del dormitorio, ella siguió con el bordado ya que le faltaba poco. Una hora después, la había terminado. La contempló encantada viendo las pequeñas piedras de las panteras asemejando sus ojos. Azules e hipnóticos.

Se levantó de la silla y sacó una caja de regalo de uno de los cajones del escritorio. Había comprado algunas en uno de los paseos junto con la bebé y Rebecca, por si en algún momento las necesitaba. Aquella noche era la indicada. Apenas la acomodó, la tapó y salió del cuarto dirigiéndose a su despacho.


🌚🌚🌚


Oficina de Ander

Golpeó la puerta y él dijo que pasara.

―Creí que te habías ido a dormir ―preguntó él.

―No, decidí terminar la bufanda porque me quedaba poco.

La joven se acercó frente a él y le depositó la caja sobre el escritorio.

―¿Era para mí? ―cuestionó sorprendido.

―Sí, ¿quién más iba a tener panteras? Pensé que cuando dijiste de la sorpresa, lo habías acertado.

―Lo supuse pero no he querido decir nada. ―Abrió la caja―, te ha quedado muy bien. Es preciosa. Aunque encuentro un poco extravagante el detalle de los ojos.

―¿Por qué? ―quiso saber perpleja―. Es el detalle, los ojos de la pantera son bonitos... e hipnóticos ―dijo en susurros.

―¿Te parece?

―Sí y porque tenga pequeñas piedras no quiere decir nada. Las piedras llaman la atención.

Nayra no se había dado cuenta que aquello último despertó el interés de Ander.

―¿Llaman la atención? ¿Como yo o como mis ojos? ―interpeló con intriga.

―¿Por qué tienes que preguntar eso? ―casi se lo interrogó molesta.

―Porque lo quiero saber y como te he dicho antes, no puedes esquivar lo que pasa entre nosotros.

―Pues... llamas la atención. Todo Ander Aritzmendi llama la atención ―dijo ofuscada y no queriendo sentirse así de nerviosa.

―¿Tuya o de las demás? ―arqueó una ceja―. Aunque yo no quiero saber la opinión de las demás ―le clavó los ojos en ella―. Quedó todo claro la noche de la borrachera, ¿no?

―Mía. Llamas mi atención.

El abogado se levantó de la silla y tomó en sus manos la bufanda. Nayra se tensó de nervios cuando lo vio caminar hacia ella y tragó saliva con dificultad.

Sus ojos quedaron al mismo nivel que los del hombre.

―Ponme la bufanda para saber si me queda bien.

―Eso lo puedes hacer tú.

―Lo sé, pero nunca está mal que alguien más lo haga por ti, es un acto de cariño, ¿no?

―Supongo.

La muchacha tomó la bufanda en sus manos y se la pasó por el cuello mientras él agachaba la cabeza para que tuviera mejor acceso. Pasó los dos extremos por el hueco para cerrarla y acomodarla frente al pecho. Una pantera había quedado más arriba que la otra.

―Listo, te queda bien.

―Entonces mañana la estrenaré.

―Mañana no es el evento.

―No... Pero tú y yo iremos al cine.

―Ander... No creo que sea conveniente —comentó nerviosa.

―Nadie nos puede decir algo, es una salida llanamente amistosa.

―Tus padres creerán que solo he venido a holgazanear y que solo me preocupo por otras cosas y no por tu hija.

―Si supieras lo que dicen mis padres...

―No quisiera saberlo. Me dejas en una situación incómoda.

―¿Por qué? Vas a salir conmigo, si a mí no me molesta, a ellos menos. Porque después de todo, yo te contraté.

―Para ser la niñera de tu hija, no para salir contigo ―dijo un poco molesta.

―Pues... quiero las dos cosas ―expresó con sinceridad sin dejar de mirarla a los ojos.

Nayra quedó demasiado conmocionada y no pudo decirle algo más que no fuera una aceptación. Cuando salió del despacho, supo muy bien que el té de tila debía beberlo por el abogado de ojos hipnóticos y no por el idiota de su exnovio.

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