🌚 11 🌻

Dormitorio de Ander

Allí dentro, el abogado se quedó mirando al techo y con un brazo debajo de su cabeza. No podía dormir, su mente iba en lo último que le había hecho a Nayra, no sabía si lamentarse o quedarse satisfecho porque sentía que no era él mismo, el hombre que lo tenía todo bajo control.

No podía pensar con claridad y tenía que contárselo a su mejor amigo.


―Buenas noches, hermano, ¿en qué puedo ayudarte? ―la voz de Nicolás sonó cantarina.

―No te burles de mí ―bufó.

―Pero si llamaste es porque estás en un dilema con nombre de mujer ―rio casi a carcajadas.

―¿Cómo lo sabes? ―frunció el ceño.

―Tú no me llamas a las diez de la noche de tu país para algo del trabajo. Ander Aritzmendi con una duda. ¿Quién lo diría?

―Casi le como la boca a tu hermana. Y estoy muy...

―¿Caliente? ―sonó con ironía―, échate una mano.

―¿Estás loco? ―cuestionó indignado.

―Es lo más normal. ¿O me vas a decir que nunca lo hiciste?

―Sí pero hace meses que no.

―¿Cuántos?

―Unos dieciocho meses más o menos.

―Estás re loco. ¿Cómo aguantas?

―Con una bebé y trabajos hasta la cabeza es imposible que tenga un par de horas libres.

―¿Tantas necesitas?

―Ay Nicolás... ―se irritó.

―Pues le hubieras comido la boca, por lo menos te calmabas.

―¿Y que me dé un tortazo? No. Preferí quedarme quietito.

―Si me dijiste que casi la besas es porque lo menos que hiciste fue quedarte quieto.

―Me acerqué y le mordí la barbilla... Tengo miedo de estropearlo todo.

―Tampoco le hiciste algo depravado, Ander... Cálmate.

―Te dejo, iré a dormir.

―Buenas noches.

―Hasta pronto.


El hombre cortó la llamada, dejó el móvil sobre la mesa de noche y salió de la cama. Fue directo hacia el baño a darse una ducha de agua fría. Con eso sabía bien que iba a calmar lo que sentía por ella y volvería a ser el seco y estrecho de siempre.

Cuando ya estaba dentro de la cama trató de dormir y lo hizo después de unos minutos.


🌻🌻🌻


Casa del abogado

A la mañana siguiente Nayra fue la primera en despertarse y salió para prepararle el biberón a Agnes para alimentarla. Cuando entró al cuarto la levantó en sus brazos y le dio de comer. Luego le cambió el pañal y la vistió muy bonita. Salió con ella del dormitorio y se encontró con el padre de la niña.

―Buenos días.

―Buen día ―le dijo ella―, toma a tu bebé.

El hombre la llenó de besos en sus mejillas mientras que él caminaba detrás de Nayra hacia la cocina. Comenzó a preparar el desayuno y el abogado la ayudaba también al tiempo que veía el conjunto de camisón y bata. Algo le decía que era el que Madison le había dado.

―¿Es lo que Madison te trajo anoche?

―Sí, parece que no necesito otra talla.

―Te queda bien.

―Gracias.

Las respuestas de ambos eran demasiado cortantes y se palpaba el ambiente tenso, quizá peor que la noche anterior.

―¿Te sientes mejor? ¿Pasaste bien la noche? ¿Sin náuseas ni nada parecido? ―quiso saber ella.

―Todo bien. Gracias por preguntar ―respondió y cambió de tema―, este fin de semana es tu primer fin de semana libre.

―Creo que sí ―dijo la fémina poniendo café en la taza de él y otra mitad en su taza para después poner leche y crema.

―¿Entusiasmada?

―Supongo que sí, tendré que buscar por internet algo para conocer o preguntarle a Rebecca.

―Diría que sería mejor preguntarle a ella, así no perderás tanto tiempo ―acotó él.

―Rebecca es muy bonita, ¿no? ―trató de preguntarle para conversar con él y saber qué pensaba de ella también.

―Es linda sí pero no es mi tipo de mujer.

―¿Por qué? ¿No es abogada también?

―Sí, pero, ¿qué tiene que ver eso? —cuestionó con intriga y uniendo las cejas.

―Creí que ustedes los abogados salían con el mismo círculo.

―No, qué aburrido sería eso.

―No te veo como un hombre divertido y sería raro verte en esa faceta.

―Anoche te dejé claro un par de cosas, como que no debes confiar en un hombre que mantiene el control —la miró con fijeza.

―¿Me estás queriendo decir que es posible que tengas la otra faceta del hombre divertido? ―cuestionó asombrada―, no me lo creo ―rio a carcajadas―. Para lo divertido estoy yo, tú pues... eres seco, serio, frío y calculador. Justamente lo opuesto.

―Puede que tengas razón ―terminó su café y dejó la taza sobre la encimera―. Gracias por el café.

Luego de darle un beso en la mejilla a su hija la dejó dentro del cochecito durmiendo para ponerse la corbata. Cuando él se dio la vuelta para buscar el saco del traje, ella se acercó por detrás para acomodarle el cuello de la camisa.

―Tenías el cuello mal puesto.

―Gracias ―la miró de reojo.

―Por la tarde tu hija tiene turno con el pediatra. A las cuatro. Te lo aviso por si llamas a mi teléfono móvil y no te contesto.

―De acuerdo. Nos vemos.

―Hasta pronto.

Cuando él se fue de la casa, ella terminó de desayunar con tranquilidad y aprovechó en llamar a Rebecca para preguntarle por las cosas que podía conocer en la ciudad. La mujer le dijo algunos lugares y se ofreció a ser su guía turística si no tenía inconvenientes. Nayra aceptó encantada.


🌻🌻🌻


Consultorio de pediatría

En el horario con el pediatra y mientras terminaban de esperar por su cita para que el médico viera a la niña, llegó Ander y se sentó a su lado.

―Pensé que no vendrías —lo observó asombrada—. No lo hiciste las anteriores veces.

―No tuve más nada que hacer y salí antes. ¿Todavía les falta?

―Es la siguiente a la que entró.

Nayra tenía un gran problema porque el pediatra de Agnes le había echado el ojo desde que había ido por primera vez a la consulta, tirándole indirectas que ella por supuesto no le contestaba para no generar ninguna discordia y siempre lo había hecho sola junto con la niña, esta vez estaba con el padre de la pequeña y dudaba en saber cómo se pondría la situación dentro del consultorio.

Cuando le tocó el turno a ellas, se levantó de la silla y tomó en brazos a la bebé.

―¿Vienes? ―preguntó casi en súplica.

―Me quedaré esperando aquí.

―Está bien ―casi se indignó.

El pediatra le estrechó la mano y la hizo pasar primero, solo para verle el trasero. Ander miró con atención la escena y frunció el ceño. El tipo cerró la puerta y él se levantó de la silla para acercarse a la puerta. No podía escuchar casi nada pero parecía que Nayra se estaba negando a algo que el médico le estaba preguntando y el abogado acercó su oreja a la puerta.

―Le repito que no quiero salir con usted, solo vengo a las citas para que revise a la niña y nada más. Debería ubicarse en las cosas que me dice porque por la edad que aparenta puede ser mi padre ―contestó con seriedad.

―Desde que llegaste la primera vez que me gustaste y es increíble saber que una señorita como tú esté sola.

―Eso a usted no le interesa —insistió con incomodidad.

Ander intervino. Golpeó la puerta de inmediato. El pediatra abrió la puerta y el abogado lo asesinó con la mirada.

―Nayra... nos vamos, sal con la niña ―dijo tajante.

La argentina se asustó al oír su voz y tomó a Agnes en brazos para salir de allí.

―No la he revisado aún.

―Pues no la revisará, ni hoy ni nunca más ―lo miró muy mal―. Ni a mi hija y mucho menos tendrá la posibilidad de mirar de manera obscena y decir cualquier barbaridad a la señorita. Se olvida de quién soy, ¿verdad? ―sonrió de lado―. Y no puede negar lo que le estoy diciendo porque lo acabo de escuchar a través de la puerta. Esa lengua se la debería meter en el culo —casi gritó furioso.

―Sus padres me conocen de toda la vida.

―Me importa un pepino. Yo soy el hijo de ambos, no ellos y estoy más que seguro que no querrá perder la matrícula, ¿o sí? ―escupió y este negó solo con la cabeza.

Ander sacó dinero y se lo dio en la mano.

―Quédese con el cambio.

Su manera de decirle las cosas fue mordaz. Salieron de allí y ayudó a meter a Agnes dentro de la silla del coche con los seguros y Nayra entró en la parte trasera también. Ander entró para conducir.

―¿Hace cuánto que te molestaba?

―Ya no tiene importancia, no pasa nada.

―Quiero saberlo.

―Desde la primera consulta. Primero pensé que era su manera de ser con las madres o quien llevaba a los bebés y niños a las citas, pero después me di cuenta que era solo conmigo ―respondió―, si me dices que tenía un escote o vestía de manera que pudiera provocar a alguien, bueno... pues... algo podría decirme por ese motivo, pero siempre me he vestido normal ―dijo con incomodidad.

―Que te vistas o no con escotes, o con ropa que pudieran provocar a un hombre eso no le da derecho a decirte o hacerte algo.

―Sí pero...

―Ningún pero Nayra, el hombre se debe ubicar en no decir barbaridades y más sabiendo que es algo laboral o como en este caso, paciente y pediatra.

―A veces una mujer le dice barbaridades a un hombre también y nadie les dice algo porque creen que está bien. Eso para mí no está bien tampoco.

―Pues... en eso tenemos las mismas opiniones.

Cuando él dejó de hablar, ella pensó en lo que había dicho sobre ubicarse sabiendo que era algo laboral. De ese modo, parecía que lo decía por ellos dos también. Como lo que había pasado la noche anterior.

―No conozco a ningún otro pediatra.

―Se lo preguntaré a mi madre, estoy seguro que sabrá de otro más, en lo posible mujer... ―comentó y luego habló de nuevo―, no quiero que estés dentro de un consultorio sabiendo que quien atiende a Agnes es un hombre.

Las miradas de ambos se encontraron a través del espejo retrovisor.

―A la niña no le hará nada porque estoy yo.

―No lo dije por la bebé, aunque me preocupa también, claro está, pero lo decía por ti.

Nayra se quedó sin palabras y prefirió cambiar de conversación.

―Rebecca se ofreció a ser mi guía turística este fin de semana para conocer un poco más la ciudad y algunos lugares emblemáticos.

―Me parece bien. ¿Dónde quiere llevarte?

―No lo sé.

El abogado aparcó en una acera y se quitó el cinturón de seguridad.

―¿Dónde estamos? Pensé que íbamos directo a tu casa.

―¿No quieres merendar?

―Sí pero pensé que en tu casa.

―Lo haremos pero en la cafetería ―sonrió levemente.


🌻🌻🌻


Oromo Cafe

Nayra leyó las palabras Oromo Cafe delante de ella y vio cómo él se bajaba para luego abrirle la puerta a ella y la joven tomó consigo a la bebé. Ander sacó la sillita del asiento del copiloto y sosteniéndola en sus manos, la muchacha la puso dentro para ajustarle el cinturón.

Ya estaban merendando cuando a Nayra le preocupó una vez más el que Agnes no había sido revisada.

―Para que no te preocupes más, llamaré ahora a mi madre y le pregunto, ¿te gustaría eso? ―sugirió, ella asintió con la cabeza y esperó a que hablara con la mujer―, hola mamá, ¿cómo estás?... Sí, aquí todo bien... Necesito preguntarte algo, ¿conoces otro pediatra? En lo posible que sea mujer ―Nayra quedó sorprendida de nuevo―, no, no pasó nada solo que a mí no me gusta el tipo... Para ti puede ser el mejor pero no para mí... Está bien, espero el mensaje, gracias, un beso.

La argentina por error se terminó por ruborizar cuando lo miró a él observando la ventana y sus ojos se le aclararon un poco más, casi quedó con la boca entreabierta y con un suspiro a punto de ser largado. Él guardó el teléfono en el bolsillo de su abrigo y la miró también.

―Ya está arreglado, cuando me envíe el número de teléfono, podrás llamarla.

―Gracias ―quedó incómoda.

―¿Tienes calor?

―No... ¿por qué? ―tragó saliva con dificultad.

―Tienes las mejillas demasiado rosadas.

―Suelo tenerlas así.

―Sí pero ahora lo están más.

Nayra sentía que sus orejas también estaban calientes de la vergüenza.

―No lo sé pero no tengo calor tampoco.

Ante la incomodidad que él sabía bien que ella estaba sintiendo prefirió cambiar de tema, para que la situación entre los dos se relajara. Media hora después regresaron a la casa.


🌻🌻🌻


Residencia de Ander

En la noche y cuando Nayra preparó la mesa para cenar, él destapó una botella de vino tinto.

―¿Esta noche beberás por lo menos un poquito?

―No ―acotó cortante―. Sabes que no bebo.

―¿Qué preparaste? ―pispeó la fuente donde la joven había volcado la comida―, ¿Carbonara? ―le sonrió sorprendido.

―Fuiste un buen chico y creo que te merecías tu comida favorita.

―Anoche no he sido un buen chico contigo ―respondió por lo bajo y casi seductor.

Nayra casi se ahoga con su propia saliva cuando escuchó las palabras del hombre.

―¿La llevas tú o yo? ―se refirió a la fuente sin atreverse a decirle algo sobre lo anterior.

―El caballero la lleva ―volvió a sonreírle.

―Cuando quieres lo eres ―dijo en susurros.

―Siéntate que te sirvo. Hoy seré tu sirviente.

La joven casi se carcajea pero se contuvo. A medida que cenaban, conversaron hasta llegar al turno del postre.

―¿Hoy no hay fresas con crema? ―arqueó una ceja mirándola a medida que se le asomaba una sonrisa pícara.

―Puedes servirte, yo no quiero ―contestó y se levantó para sacar los platos y lavarlos.

El abogado se levantó de la silla y le acercó los vasos. Mientras tanto sacó del refrigerador los dos cuencos. Él comió un par de fresas untadas con crema y cuando vio que ella había terminado de lavar todo, le ofreció lo que comía. La muchacha los miró sabiendo que no podía confiar tanto en él porque presentía que algo se traía entre manos. Aún así lo hizo.

Tomó una fresa la pasó por la crema y antes de que se la llevara a la boca, Ander le sujetó la muñeca sin hacerle presión y se la llevó a su propia boca sin dejar de mirarla, cuando le dejó la mitad, ella tragó saliva con incomodidad y volvió a untarla con crema para comerla. Sintió que lo estaba besando al tener en la boca aquella mitad y solo habían compartido una fresa con crema.

―Mañana haré tiramisú ―comentó la joven masticando ferozmente de los nervios.

―¿Por qué? ―cuestionó frunciendo el ceño.

―Así no me das más fresas en la boca.

―¿No te gusta? ―casi se indignó.

―Las fresas con crema sí.

―¿Y lo otro?

―Ander... creo que ―no sabía qué decirle―, creo que el que me des en la boca o lo que pasó anoche es algo muy íntimo... ―no encontraba las palabras adecuadas―, algo que es solo para amantes ―quedó más nerviosa que antes―. Y ahora, debería irme a dormir. Buenas noches.

Nayra casi sale corriendo de su lado. El hombre agachó la cabeza y suspiró frustrado.

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